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Forced por michael manson

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Arthur comenzó a sentir mareos nuevamente así como sus piernas comenzaron a flaquear en consecuencia de lo primero cuando llegó su turno en la caja de aquella farmacia. Eso hubiera sido antes de no ser por unas personas que se había aprovechado de su distracción para colarse delante de él, pero sea cual sea el caso estaba ahí, luchando con su propio equilibrio, pensando que en cualquier momento perdería. Para su escasa suerte eso no había pasado y se mantuvo de pie. Eso era un logro, suponía.

 

 —¿Todo bien? —La voz de dependiente se siente demasiado alejada a pesar de tenerlo a sólo un par de metros de distancia, Él sólo asiente como respuesta, aunque era claro que eso era una mentira. El hombre no pregunta más y se limita hacer su trabajo en cobrarle lo que tenía en sus manos. Saca un par de billetes arrugados y se queda.

 

 —Yo...yo necesito usar su baño —pidió en voz baja, como si lo que estuviera a punto de hacer en ese lugar fuera algo horrible. Corrección, el se siente que hará algo malo.

 

El hombre no dice nada y sólo se limita a verlo de forma desagradable lo que hace que agache la cabeza por instinto. Ese gesto lo esperaba, después de todo ¿qué clase de omega sin marcar hacia comprando una prueba de embarazo en un lugar tan maltrecho como ese? No lo culpaba pero eso no dejaba de ser desagradable. 

 

 —No tardes. —Le entregó la llave que estaba pegada de manera innecesaria a un gran tabla de madera. Una mala forma de consideración, pero era una y Arthur no dudo en tomarla. 

 

No tardó mucho en encerrarse en el baño que se ubicaba en la parte de atrás de local ¿Qué estaba haciendo? él no tenía que hacer eso. Ni siquiera podía recordar cuándo había pasado su último celo como para llegar a esa conclusión tan acelerada. Era un idiota y lo que estaba haciendo era un desperdicio de dinero y tiempo a causa de su propia paranoia. Es más podía dejar toda esa locura, tirar esa prueba de embarazo y regresar a casa como si nada hubiera pasado. Eso sería una buena decisión, pero él era malo es tomarlas. Abrió la caja y con nerviosismo hizo lo que indicaba la prueba. 

 

Cuando terminó aquel penoso procesos se recargo en la puerta de baño a esperar el resultado. Sus piernas comenzaron a temblar de nuevo, esta vez presas de los nervios y sacó un cigarrillo para calmar la ansiedad y el terrible olor a su alrededor. Mientras el humo intoxicaba sus pulmones jugó con el pequeño pedazo de plástico; aún podía huir, podía no mirar el resultado pero no lo hizo. Se quedó los siguientes 10 minutos en aquel horrible sanitario hasta que las dos rayas rojas aparecieron en la pequeña pantalla, afirmando que sus temores no eran simples ideas suyas, por más que deseara ser así.

 

La risa que salió de su boca fue tan involuntaria como todas las demás que salían en casi toda su vida. No, no queria reir ahora, ese no era el momento, pero ¿cuando lo era? Las carcajadas salían y ella no pudo hacer nada por detenerlo. Una broma de mal gusto. Sólo pudo salir cuando la risa al final se detuvo y se sintió un poco más estable. Devolvió las llaves y fue rumbo a casa, aparentando que nada paso.



                                                  …

 

  —¿Feliz? ¿Eres tu? —La voz de su madre se escucha en la habitación y llama su atención apenas entra. 

 

  —Si ma, soy yo —respondió tirando las llaves en el mueble que está cerca de la puerta y colgando su chaqueta. 

 

  —¿Revisaste el correo? —De nuevo esa pregunta de nuevo, como todas las noches.

 

 —Si, no había nada —respondió sin recibir alguna respuesta devuelta, lo cual ya esperaba por lo que se limita a ir a la cocina a preparar la cena.

 

Su pequeño momento en la cocina le calma un poco, el tiempo que se toma en preparar una sencilla cena para su madre le ayudaba a alejar todos los pensamientos de su cabeza que sólo le estaban atormentando. Cuando todo estuvo listo y servido no pudo evitar tomar un poco para sí mismo. Su hambre que podía ser ignorada en esta ocasión tomó ventaja en su cuerpo. Bueno, ya comería por dos...No, no quería pensar en eso...tenía que darle de comer a su madre, eso era más importante en esos momentos. 

 

Con la charola en mano fue a la única habitación de departamento donde su madre le estaba esperando con la televisión encendida. 

 

 —¿No vas a comer? —pregunta Penny como de vez en cuando lo hace en las noches. 

 

 —Ya comí afuera, no te preocupes por mí — respondió para sentarse en el pequeño sofá que estaba cerca. 

 

 —Es que te he visto tan mal estos días —señaló y Arthur no puede responder, por un momento siente que su cerebro se desconecta. 

 

 —En serio no me pasa nada , en serio —asegura y eso parece lo suficiente para la mujer que comenzó a cenar. 

 

El resto de la noche siguió con normalidad;  pasaba un rato con su madre, veía el show de Murray Franklin juntos hasta la hora de dormir onde se retiraba a la sala para arrastrarse en uno de los sillones viejos que contaba la sala.

 

Mientras trataba de conciliar el sueño, sus manos fueron a su vientre, aún demasiado delgado como para asegurar que en su interior albergaba algo lo más parecido a una vida, creciendo y alimentándose de él. 

 

¿Qué podía hacer ahora? él no podía tener un bebé, ni siquiera podía recordar el momento de su concepción o el alfa que lo había embarazado. Eso lo aterraba, pero ya había pasado y lo único que podía pensar era que los omegas sin alfa eran tratado por poco más que basura, cargando con la responsabilidad de sus cachorros.

 

No, él no podía hacerse cargo. con suerte podía darle de comer a su madre ¿cómo podría alimentar a otra boca? ¿Y si heredaba sus trastornos? Eso sería peor, no quería que cargara sus problemas como una maldición. 

 

Tampoco podía abortarlo: claro, esa era una solución más práctica, él no tendría que pasar un horrible embarazo que no había deseado y no traería a una pequeña criatura a este horrible mundo. Sin embargo, el aborto seguía siendo una práctica ilegal a la cual sólo tenía acceso las personas con una posición acomodada. Y tenía que admitir que los métodos caseros le daban miedo. Podía morir y él tenía que cuidar a mamá, no podía morir así. 

 

Se sentía acorralado en una situación que no podía salir. Lo único que pudo hacer en ese momento fue amortiguar las risas que lo lastimaban, sintiendo que la desesperación lo consumía. Y esto sólo era el principio. 

 

                                                                    …

 

Conforme pasaba los días, aquello noche en que había pasado eso prueba en aquel feo baño fue quedando confuso como un sueño extraño de los cuales sólo puede recordar sólo un poco. un deshecho de su subconsciente que no valía la pena su esfuerzo. Su vida era muy confusa de todas maneras y sintiendo aquello como descabellada sonaba más razonable que todo lo que pasaba por su mente. Sí eso sonaba bien y siguió con su vida, trabajando de lo que fuera para conseguir algo de dinero y cuidar de pobre madre. 

 

Por supuesto la autosugestión era una fuerza poderosa y él podía engañarse, no obstante, los hechos ahí estaban y eso no los podía borrar. Fumar le comenzó a enfermar y le daba asco cada vez que intentaba hacerlo por lo que solo fue cuestión de tiempo para abandonar su pequeño y dañino vicio que lograba un poco su calma. La ansiedad empeoró a la par que también su apetito. Podía pensar que tal vez era un poco positivo ver que estaba subiendo un poco su peso si no fuera porque estaba siendo irracional a su aún malos hábitos alimenticios.

 

Sin embargo, las cosas no tendían a ser totalmente negativas - por poder llamarlo de alguna manera -. Las personas comenzaron a dejarlo en paz, su risa incontrolable que por lo general le traía problemas a los demás personas que lo consideraba una molestia le fueron ignorando. Aún podía ver sus molestias, sus puños cerrados con fuerza y la rabia en sus ojos cuando lo veían, sin embargo no pasaba más que eso. Era como si algo alrededor de él los repelieron sin remedio, así que no podía quejarse sobre eso. 

 

Su vida más allá de esas pequeñas alteraciones siguieron su curso normal a la cual estaba más que acostumbrado. Ignoro todas señales que algo no estaba bien, que las cosas no eran como siempre; después de todo la ignorancia era la clave de la felicidad. 

 

Pero nada se podía ignorar para siempre y Arthur no era la excepción de esa regla. Ya había pasado la media noche y aún no lograba dormir, lo cual se podía considerar ya una rutina. No hacía más que acostarse incómodo en el sillón mirando la televisión sin prestarle mucha atención. 

 

Hace tiempo había comenzado a tener cólicos que aunque al principio podía considerarse como pasajeros con él a pasar de tiempo fueron volviéndose más fuertes y frecuentes. Tal vez debería tomarse algo para el dolor, si tuviera alguno, pero carecía de esas pastillas, por lo que tenía que resignarse a soportarlo. Podría pasar después de todo no era para siempre. Era claro que no era para siempre. 

 

Un dolor particularmente agudo a través  su cuerpo haciéndole gemir de dolor ¿Que le estaba pasando? Intentó levantarse pero sus piernas no tardaron mucho en traicionarlo haciendo que cayera de nuevo en el sillón. Eso estaba mal y cuando pensó que no podía empeorar nada, un líquido abundante de dudosa procedencia comenzó a fluir entre sus piernas. Se le había roto la fuente. 

 

El recuerdo de la prueba de embarazo apareció en su cabeza como un recuerdo fresco con una intensidad que se sentía como un golpe físico. Había sido real, esto realmente estaba pasando. Realmente estaba teniendo un bebé en su sala. 

 

Él no podía tener un bebé en su sala sería peligroso por lo que juntando la fuerza de algún lugar desconocido logró levantarse de sillón sin mayores incidente. Tenía que caminar a la cocina y pedía una ambulancia para tener ayuda y después ya vería qué podía hacer. 

 

El trayecto a la cocina fue más lento y tortuoso de lo que había pensado que sentía que sus piernas en algún momento cedería a la gravedad sin mencionar que el líquido seguía su curso totalmente indiferente a todo. Tuvo que sostenerse en la barra de la cocina cuando al fin llegó y con los dedos temblorosos logró el teléfono. 

 

  — 911 ¿Cuál es su emergencia? —escuchó la cansada y monótona voz de la otra línea. Todos parecen estar tan cansadas estos días, que piensa que tal vez debería colgar. Una contracción le hizo desistir de la idea. 

 

  —Yo… necesito una ambulancia —hablar le resulto incluso dificil, pero igual lo logro—. Voy a dar luz— siguió antes de darle la operadora siquiera contestar. 

 

  —Bien, necesito su dirección —pidió sin cambiar el tono de su voz. Con esfuerzo logró decirlo sin equivocarse—. La ambulancia estará ahí en 20 minutos, sólo tiene que esperar a que le ayuda llegué —soltó sintiendo que trataba de calmarlo sin lograrlo mucho. Después de todo le agradeció y colgó.

 

20 minutos. Eso era demasiado tiempo y sentía que ahora tenía fuerza siquiera para agregar a la sala sin riesgo de caer. El temor casi sobrepasaba el dolor que estaba experimentado ¿qué podía hacer? ¿Qué pasaría? Todo estaba en la incertidumbre y se sentía ciego. 

 

  —¿Feliz? ¿Estás ahí? —La voz de su madre, frágil y suave se escucha cerca. Oh no, ella no y menos ahora. 

 

  —Si, estoy… —cayó al suelo cuando al fin sus piernas se rindieron haciendo que cayera al suelo. 

 

¿Por qué su madre tenía que salir? Había pasado por malas noches en el pasado y ella nunca había abandonado su habitación ¿qué lo había motivado en esa ocasión? Bueno, ya no importaba en esos momentos, tarde o temprano ella ya sabría que sería abuela. 

 

  —No se escucha que estés bien —La luz de la cocina y por un momento se siente desorientado hasta que el grito de sorpresa le hace enfocarse al menos un poco—. Feliz ¡¿Qué te pasó?!

 

  —Yo… no lo sé —murmura viendo como su madre se acercaba. Ella se veía tan aterrorizada tanto como él, no le culpaba—. Creo que tendré un bebé, Ma.

 

  —P-pero eso no es posible —titubeó.

 

  —Lo se… llame una ambulancia —se adelantó ella no podía ayudarlo a levantarse, eso podría ayudarlo a levantarse, eso podría lastimarla y sólo sería un problema más— cuando lleguen ¿Puedes abrir la puerta? Por favor —pidió esperando que aceptará. Era su madre después de todo. 

 

  —Sí...supongo que puedo hacer eso— asintió dudosa, pero con eso ya era suficiente—. Pero tenemos que hablar primero. 

 

Eso no sonaba bien y ahora no estaba tan seguro de pedirle su ayuda. 

 

                                                          …

 

La espera por la ayuda había resultado ser un tormento completo. Para su suerte, había logrado regresar a la sala cuando sentía que podía afrontar con el dolor por lo que el sillón resultó más reconfortante que el duro suelo

 

Le gustaría decir que la compañía era igual era igual de grata pero francamente estaría mintiendo. Penny no era muy comprensiva, incluso si él trataba de engañarse en que no era, por lo que todo el tiempo quiso sonsacarle alguna “información” sobre el alfa que le había preñado. Él no lo sabía y respondió con sinceridad pero ella siguió insistiendo. Cuando tocaron a la puerta sintió que estaría mejor, aunque eso tampoco era cierto.

 

Penny cumplió con su parte pero se limitó hacer solamente eso. Tampoco esperaba que lo acompañara al hospital- a diferencia de los paramédicos que quedaron algo extrañados por la negativa de la mujer-, tampoco podía exagerar en su tonto optimismo, pero era mejor, al menos no escucharía más sus reclamos. Al menos un tiempo. 

 

Al contrario de lo que pensaba que pasaría, el viaje al hospital resultó no ser tan tardado aunque eso no podía ser verdad porque el dolor no le dejaba pensar bien sobre lo que estaba a su alrededor. Ni siquiera se dio cuenta cuando llegaron hasta que lo bajaron. 

 

El ajetreo de interior del  hospital le mareó apenas entró al lugar. No quería estar ahí, quería regresar a casa pero era claro que ya no podía regresar. O al menos no pronto ni solo. 

 

El parto fue, claramente doloroso y confuso. Aún confundido siguió mansamente las indicaciones que las enfermeras y la doctora que estaba a su cargo para hacer las cosas más “sencillas” hasta que estuviera listo para parir. 

 

Nunca había comprendido el concepto tan hermoso que había en torno de embarazo y en el momento que comenzó a sentir como aquel bebé que había habitado su cuerpo salía de su cuerpo menos los comprendió. Se sintió morir y no podía hacer más que pujar. Los minutos pasaban lentos y sólo quería que todo acabara.

 

Entonces escuchó un llanto que irrumpió los otros lamentos que rondaban la sala de emergencias. Había nacido y por unos breves segundos sintió algo cálido mezclado con un terror inminente. Su bebé había nacido y no sabía qué hacer con él. No lo quería.

 

Otra contracción le hizo irrumpir sus pensamientos negativos y alarmó al personal que limpiaba al recién nacido. Al parecer no tendría sólo un cachorro y eso no hizo más que empeorar las cosas. Al igual que al primero, el dolor seguía siendo de lo peor cuando el segundo cachorro se abrió al mundo entre sus piernas. Su llanto se escuchó más suave en esa ocasión, pero no podía asegurar nada. Estaba agotado y no pasó mucho antes de caer en la conciencia incluso antes de recibir a sus hijos. No le importó, sólo esperaba  que todo fuera una pesadilla y que nada pasará, para seguir con su triste vida. Pero eso no iba a aceptar quisiera o no. 

 

Continuara. 

 

Notas finales:

Después de mucho tiempo me atrevo a venir :´v espero que les haya gustado esta pequeña obra rara.

 

Nos vemos.


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