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Memorias de Christopher y de como conoció a Eric Sammet por AyameKiryu

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Notas del fanfic:

:)

Mi nombre es Christopher Grenayde, o alguna vez lo fue, actualmente mi apellido es Sammet, Christopher Sammet, aunque siempre he preferido solamente el Chris, Christopher se me hizo siempre una burla a mi persona; pero ¿porqué cambio mi apellido?; pues bueno, un hombre mucho mayor que yo me adoptó para su propia conveniencia o ¿que se yo? Y naturalmente tomé legalmente su apellido, en ese entonces yo tenía 13 años y había quedado huérfano por motivos que más adelante les contaré, bien, estarán pensando en el bondadoso hombre que adoptó a un niño y le dio hogar ¿no?, "que buen hombre", "que corazón tan caritativo", pues desmentire ésos pensamientos, la historia que voy a contar no es de un hombre altruista de nobles intenciones si no la de un hijo de puta, pero uno verdadero, aunque decir que el mayor hijo de puta que he he conocido sería injusto ya que aunque sí lo es, también ha sido bueno conmigo, en fin, les contaré cómo terminé enredado en una turbia historia con Eric Sammet, el vampiro.

 

Puedo recordar claramente la primera vez que vi a Eric Sammet pero para esto déjenme introducirlos un poco en lo que era mi asquerosa vida; yo vivía en un pueblo pegado a la ciudad de Dusseldorf, a tan sólo una hora y media del centro de esta, podría decirse que éramos parte de ella sin serlo realmente, el lugar era pobre, como clásico pueblo todos los de los alrededores nos conocíamos y bueno, a mi no me conocían por nada bueno, yo era un chiquillo mugroso que vivía cerca de la avenida que conducía a la autopista en una calle peligrosa donde si no eras de la zona los asaltos y las malas caras estaban a la orden del día, yo era parte de los marginados, y siempre me sentí como uno, lo era, claro que si.

 

Con tan solo 13 años, yo , Chris, ya era la pequeña putita de la cuadra, todos lo sabían, yo era un marginado, eran pocas las personas que me dirigían la palabra sin mirarme con asco, lastima o burla y bueno, yo odiaba todo.

 

Vivía con mi madre, una mujer de 36 años que parecía mucho mayor, ella todo el tiempo tirada en cama presa de una enfermedad lenta pero mortal, mi madre tenía Sida y yo era el encargado de mantenernos con vida a ambos, digo, era probable que yo también padeciera la enfermedad, pero no se había manifestado para nada así que no me importaba.

 

Para mí ser una puta a esa edad significaba tener que entregarle mi pequeño cuerpo a cualquier desgraciado que estuviera dispuesto a pagar, lo detestaba pero no tenía otra opción.

 

Conseguir clientes realmente no era difícil, parecía que esas calles retiradas de los márgenes de la ciudad eran el lugar perfecto para que los degenerados se escondíeran por las noches en busca de la compañía de trabajadores sexuales ilegales y lo que era peor aún...niños como yo, bien, no era del todo malo, para ese entonces ya estaba bien acostumbrado a entregarme a cambio de unos cuantos euros, y  de vez en cuando los tipejos que pagaban por mi no eran tan asquerosos y admito que me hacían disfrutar del sexo, sí, a veces se sentía bien, y era lo que había, que tenia de malo que por lo menos aprendiera a disfrutarlo, aunque claro, prefería no hacerlo en mis 5 sentidos, siempre era mejor que alguna droga nublara mi mente y así no tener que recordar al dia siguiente los asquerosos rostros de los hombres que me tocaban, además tenía un amigo que era quien me conseguía los clientes y no era aprovechado, no me quitaba el dinero, él sólo me conseguía con quien pasar la noche e intentaba qué no se vieran tan peligrosos aunque eso siempre es incierto, había unos cabrones que me pegaban unas palizas que ya se enteraran, pero también tenía que aprender a trabajar solo y no depender de Serik, si, Serik era el nombre de mi amigo.

 

Bueno, cerca del centro del pueblo, se inauguró un gran local, un bar de lo más ostentoso, ¿porque alguien pondría un negocio así en un pueblo de mierda?, pues claro, al estar tan cerca de la ciudad pero a la vez ser un lugar al que seguramente a la autoridad le importa muy poco, era el lugar perfecto para ser un punto de distribución de visio, pronto empezó a funcionar, y se corrió el rumor de quien era el dueño del lugar, " Eric Sammet", ese era el nombre que hasta a un mocoso pobre como yo se le hacía familiar, él era un empresario famoso, dueño de grandes hoteles y casinos en distintas partes del país, y ¿a mi que me importa saberlo?, pues nada, no era ese el motivo del porque yo conocía el nombre de ese hombre, sí yo conocía ese nombre era realmente por el misterio que lo rodeaba, ya que era un secreto a voces que él mismo se encargó de propagar de que el era un vampiro, uno de verdad, esas criaturas míticas que todos sabíamos que existían pero que muy pocos habían visto realmente, seguían siendo una completa leyenda aunque ya llevaban décadas de haber confirmado ellos mismos su existencia, pero realmente nadie que no hayamos visto uno de frente seguiamos con la incertidumbre de si eran reales o no, este hecho despertó mi curiosidad, yo quería ver el negocio del vampiro o el que se hacía llamar vampiro aunque era obvio que él no se encontraría ahí, ¿era obvio?, bueno, me llevaría una sorpresa.


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