Capítulo I
El día transcurría bajo un clima agradable, para ser verano. La fresca brisa de la tarde había hecho acto de presencia cerca de las 4:00pm, y no se iría sino hasta entradas las 8:30pm; dato rutinario. El conglomerado neoyorquino inundaba las avenidas, como era costumbre; se podía contar a quienes decidían tomar una vía más fit e iban a caminar por Central Park, o simplemente andaban a pie en su laboriosa misión de conseguir rebajas en tiendas de primera mano. Ah, pero nuestro protagonista no entraba en alguna de estas categorías.
Si tuviéramos que ubicarlo en algún punto, fácilmente podríamos encontrarlo sobre uno de los tantos rascacielos de la gran urbe, tomando un descanso después de, lo que él llamaba, vigilancia de rutina. No había mejor punto de visión que tal, incluso podía ver la gran pantalla del Daily Bugle haciendo los mismos comentarios a los que ya estaba acostumbrado, ¿y qué?, Si J.J. se molestaba en llamarlo ‘una amenaza’, él también podía tomarse la libertad de pasarse la crítica por donde mejor le pareciera. “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, y los comentarios nada positivos de la prensa o la policía venían incluidos como gajes del oficio, no podía gustarles a todos al final del día y tampoco era su fin último. Él solo brindaba un servicio público, ¿bajo la obligación de alguien?, solo la propia, y con eso bastaba.
La rutina era sencilla. Los malos corren, él los alcanza, ellos deciden robar, él devuelve las pertenencias, escapan de prisión, debe devolverlos a sus celdas, intimidan a la población, él puede ser más intimidante. Oh, cierto, también estaba Nicholas Fury, alias Nick Fury. Estaba sujeto a las órdenes de gran caballero, aunque se sentía bastante agradecido por poseer una tutela profesional como la del hombre; tenía sus ventajas. Aún podía recordar ese día, cuando recién había llegado a sus oídos la noticia de una posible expansión del aclamado equipo de Vengadores, y que existía la posibilidad de que él tuviera la oportunidad de formar parte, casi llora de alegría. Tal vez lo hizo, sólo un poco.
Volviendo al rascacielos. Nuestro buen amigo y vecino, el hombre araña, decidió que sería buena idea deshacerse de su máscara por un par de segundos. Su identidad como Peter Stark era meramente secreta, y exponerse tan a la ligera sería contraproducente; claro, si estuviera a ras del suelo, en medio de una multitud, o siendo televisado. No había nadie en el techado del gran edificio y comenzaba a hacer calor dentro del traje, solo tomaría un pequeño break antes de continuar con el trabajo.
Todo estaba tranquilo, sin sirenas que apareciera para inundar el sonido de cláxones que son presionados con violencia. No fue hasta que un cosquilleo viajo desde su medula espinal hacia las extremidades externas de su cuerpo, que entendió que algo estaba fuera de lugar. Sin demorar un segundo más acomodó su máscara y viró en toda dirección, preparándose para recibir el peligro inminente del que su sentido arácnido le había alertado.