SeHun miró la hora en su reloj de puño. LuHan llevaba un poco de retraso.
Estaba sentado dentro de su Audi esperando a su novio a que este saliera del trabajo y así poder llevarlo a cenar, era un día especial.
Pasó su lengua jugando con el borde interno de su labio inferior y encendió la radio, cambiando la estación hasta encontrar una canción que le gustara o mínimo las noticias.
Antes de que pudiera escoger una estación, tocaron su ventana, y vio al dueño su alma entera, LuHan, estaba tan sonriente vistiendo su traje color azul marino, su cabello rubio cenizo lo hacía lucir tan hermoso que a SeHun aún le temblaban las piernas como la primera vez que lo vio.
LuHan no se movió ni un centímetro de donde estaba, SeHun bajó la ventanilla y LuHan metió su cabeza para darle un beso en los labios.
Por eso lo amaba.
Había esperado todo el día para poder hacer eso.
Cuando sus labios dejaron de estar juntos a causa de falta de aire, se vieron a los ojos y el brillo ahí estaba. Justo como el primer día.
La puerta del lado del copiloto se abrió y LuHan entró, casi dejándose caer en el regazo de su novio, y todo porque quería abrazarlo.
Abrazar a SeHun era casi tan perfecto como cuando se besaban.
En realidad, no sabía cuál era el momento perfecto con SeHun, porque estar con él, verlo, acariciarlo, besarlo, abrazarlo, cuando hacían el amor, todo era perfecto con él. Quizás esa era la perfección: que todo era perfecto y caía en la imperfección porque sólo puede haber una.
LuHan acarició su mano en la palanca de cambios.
SeHun era muy sexy cuando manejaba.
—¿A dónde me llevarás a cenar, cariño? —preguntó el rubio, y por el perfil que el otro tenía, logró ver la comisura elevada de SeHun por la sonrisa, la alegría que le provocaba que LuHan lo llamara “cariño” era todo para él.
—Es una sorpresa —canturreo con voz aguda.
—Puedo pasar todo el viaje viéndote
—Sólo no me distraigas, quiero llegar con bien, porque te repito, es un día especial
—Pero si te sigo observando, el destino seguirá siendo una sorpresa, no sé por dónde estamos
SeHun dio una pequeña risa que para los oídos de LuHan aquello fue algo más que música, fue la dosis de relajación que necesitaba, la razón por la que siempre está suspirando, y el motivo por el que su corazón está ocupado.
El auto se detuvo, LuHan sin despegar su mirada de SeHun, por fin pudo verlo una vez más a los ojos. La tonta carretera le había privado de ver aquellos orbes café oscuro con los que soñaba y que lo hipnotizaban desde la primera vez que lo vio.
—Te amo —susurró el castaño, a lo que LuHan reaccionó con agarrar aire, parecía que no había estado respirando desde que sus miradas chocaron.
—Yo te amo más —respondió LuHan
El índice de la mano izquierda de SeHun comenzó a delinear el brazo izquierdo de LuHan, siguiendo esa vena que se conectaba con el corazón. Como le encantaba ver la reacción que tenía LuHan cada vez que lo tocaba. Su blanquecina piel se erizaba, tragaba duro, y le faltaba aire. Volvió a conectar su mirada con esos ojos miel.
La reacción que SeHun tenía cada vez que LuHan lo miraba, lo tocaba o hablaba con él, no era muy diferente a la que el rubio tenía.
Por eso lo amaba.
—¿Y si mejor vamos a tu casa? —habló en tono seductor, pasando sus brazos por el cuello y viéndolo a los ojos— ordenamos algo para cenar y pasamos un buen rato —después paso su pulgar por el labio inferior de SeHun, y este lo capturó besándolo.
LuHan era muy seductor.
También, por eso lo amaba.
—Iremos a mi casa después de la cena, y créeme que pasaremos un buen rato
SeHun se acercó a robarle un rápido beso en la boca a LuHan que este no desaprovecho. Se separaron con mucho pesar y salieron del carro a ese restaurante.
**
LuHan había sido enviado a la empresa Crown, la empresa propietaria de la familia de SeHun, porque había una denuncia, decían que estaban robando.
En esos momentos, SeHun era algo así como el estorbante de su padre. El que hacía los mandados, contestaba llamadas, organizaba su agenda, e incluso le acomodaba la oficina. Y no, no era su secretario.
El rubio llegó como parte del equipo que haría la auditoría externa y poder encontrar quien era esa persona ladrona.
Su primer encuentro fue humillante. Y sólo esa palabra podía ser la que calzaba a la descripción de ese momento.
SeHun estaba enojado, muy enojado, porque uno de los empleados comenzaba a decir rumores acerca de él, rumores maliciosos.
Era el hijo del dueño, había estudiado en una universidad prestigiosa en el extranjero, sin embargo la condición que su padre le dio para poder trabajar para él, era que tenía que empezar como el asistente de su asistente, aquello a SeHun no le molesto, al contrario, lo agradecía porque valoraba otros puestos laborales, sólo que ese empleado comenzó a decir que él, Oh SeHun, el hijo del dueño estaba robándole a su propio padre.
Con la bandeja de los cafés entraba a la oficina de su padre, el ceño fruncido resaltaba por lo que acababa de escuchar furtivo en la cocina mientras iba por el snack para los invitados, y no lo vio, en realidad no vio a nadie, ni siquiera ese maletín que estaba entre la silla y el escritorio de su padre.
Y los cafés cayeron.
Cayeron en el regazo de la persona menos indicada.
Un rubio con apariencia de nerd, camisa blanca y pantalón negro.
El café caliente al parecer sólo dejo roja el área pero nada de que preocuparse. Y SeHun, con su sueldo de asistente de asistente, tuvo que pagar la lavandería al rubio.
El señor Oh lo vio con ojos rebosantes de vergüenza, pero a pesar de todo, escuchó a su hijo y comprendió una parte del coraje que este traía y que se vieron volcados en el café en el regazo del señor LuHan.
Hay días malos, días buenos, y días que nunca se olvidan, y ese día, en el que SeHun conoció a LuHan estaba marcado en el calendario como la vez que arruinó su ropa, pero arregló su corazón.
El niño solitario que alguna vez se crío en uno de los mejores barrios de Seúl, por fin camina por los grandes pasillos de su casa con una sonrisa genuina en los labios, había conocido al amor de su vida.
Por eso lo amaba.
*
Dentro del restaurante, tenían vista a las luces que irradiaba la ciudad en la noche.
Y SeHun no estaba seguro que le gustaba más, si verlo sonreír o verlo a los ojos.
Una de las delicadas y largas manos de LuHan, estaba entre la mano derecha de SeHun, sosteniéndola mientras leían el menú.
SeHun levantó su mirada mientras el chino muy concentrado lo leía. Su ceño levemente se fruncía por la concentración y lo hacía verse tan tierno. Como amaba esa cara en LuHan.
Aunque en realidad amaba cada expresión, incluso cuando se enojaba con él por no hacerle la llamada en las mañanas para despertarlo.
LuHan, no era exactamente una persona que adoraba las mañanas, pero SeHun estaba dispuesto a soportar eso, porque lo amaba.
El rubio sintió la mirada directa de su novio, y bajó la carta, y giró su mano para entrelazar sus dedos, con su mano libre paso a acariciar ese agarre que lo mantenía atado a la vida.
Cuando conoció a SeHun, él no estaba por el mejor momento, su ex novio lo había engañado y su odio por el mismo sólo crecía conforme pasaban los días, el trabajo lo hacía levantarse, pero no era suficiente. Entonces sus piernas sintieron un líquido caliente caerse que lo hizo reaccionar y ver a un castaño con las mejillas rojas por la vergüenza intentando limpiar el café, lo volvió a traer a la vida.
Por eso lo amaba.
Amaba a SeHun por ser el causante a que su vida tomara sentido, a que entendiera porque estaba ahí.
Y también amaba el café.
Habían sido los cuatro años más felices que había vivido.
SeHun quería que ese momento fuera especial, que fuera de esos días que nunca se olvidan y que al recordarlo, cada segundo estuviera presente en su mente, y que su piel se enchinara.
Pensó en el postre, en medio de la comida, con un video musical, un mensaje, pero…
—¿En qué piensas? —Preguntó LuHan sacándolo de sus pensamientos, inclinando su cabeza y luciendo tan tierno.
—En lo mucho que te amo
LuHan achico sus ojos incrédulo.
—No seas mentiroso, cariño ¿hay algo que te preocupa?
Desde que su padre le había dado la gerencia general de la empresa, no era una mentira que SeHun viviera estresado y preocupado por sacar adelante la compañía, pero también era una verdad que para relajarse pensara en LuHan.
—En realidad si lo hay —dijo un poco apenado.
LuHan frunció los labios un poco molesto, se supone que esa era una noche especial. A pesar de que SeHun siempre tiene tiempo para él, el trabajo nunca dejaba de arrastrarle preocupaciones.
—Iré al baño a mojarme la cara, no te muevas de aquí —se levantó y le dio un beso rápido en los labios, reconfortándolo un poco de que en SeHun sólo había estrés por el trabajo.
El capitán de meseros llego momentos después con un semblante pálido y el teléfono del restaurante en la mano.
—Señor Lu, tiene llamada
LuHan confundido tomó el teléfono.
—¿Diga? —respondió confuso.
Por los altavoces del restaurante se comenzó a escuchar una canción.
—¿LuHan…? —se escuchó del otro lado, esa voz, quería y no reconocerla
—Él habla ¿quién es?
—Eso no importa, tienes que saber algo, esto es algo de vida o muerte
El rubio tragó duro y giró su cabeza a los baños esperando ver a SeHun salir, pero no había señal de él.
¿Y si SeHun se había ido?
—Me gustan mucho las manzanas rojas —pronunció la voz— me gusta comer comida japonesa y pasteles cada 100 días —y LuHan suspiró de tranquilidad.
Esos detalles, esos gustos tan peculiares, tenían nombre, apellido y dueño.
—Me gusta verte vestido de rojo, cuando te enojas porque tu jefe a veces no recuerda que tienes mascotas, a quienes también quiero como míos, me gusta cuando me miras de esa forma como si fuera una paleta de tu helado favorito, de esa manera peligrosa
A mitad de camino a que LuHan volteara su cabeza, SeHun lo detuvo aún en la llamada.
—Aún no voltees, no te puedes escapar, yo te diré cuando. LuHan… haces que mi corazón se acelere con sólo saber que estás aquí a unos pasos frente a mi, y se que estás con una sonrisa enorme en la cara, y también no dudo que estés llorando. Chillón —se burló, y LuHan asintió, era verdad— quiero ser el motivo de que siempre estés feliz, sonriendo, y que si lloras sea porque estés igual de feliz que este momento. Puedes ir levantándote ¿por favor?
LuHan se levantó de la silla sin voltearse, un poco tembloroso y con las lágrimas ya cayendo por su barbilla.
—Nos queremos más de lo que pensamos, y yo perdí mi cabeza desde el día uno en el que te vi. Así es como te amo, como un loco desquiciado. ¿Puedes voltearte? —SeHun dijo esto ya a unos cuantos pasos de él. El teléfono ya no fue necesario.
Lentamente, con sus manos temblando volteo, sus mejillas estaban llenas de lágrimas, pero sus ojos brillaban de felicidad.
Así era como lo amaba. Cuando irradiaba felicidad.
SeHun se quitó su saco, comenzó a desabotonar su camisa color negra, y debajo estaba una camiseta color blanco, y lo que estaba escrito en letras negras casi hizo que las rodillas de LuHan se doblaran.
Del bolsillo de su pantalón sacó la caja de terciopelo color rojo y se hincó frente al amor de su vida.
—Lo dice la camiseta, pero yo también lo quiero decir… LuHan, ¿te casarías conmigo?
Con una mano cubriendo su boca de la emoción LuHan asintió.
No era una sorpresa que SeHun también estaba temblando de lo nervioso, y cuando sus dedos deslizaban el anillo que tanto había sufrido por conseguir por fin estaba con su dueño, volvió a acariciar esa vena que resaltaba en su brazo hasta llegar a su corazón.
Mientras unían sus labios emocionados porque ahora estaban comprometidos, el restaurante opaco esa canción, I LOVE YOU, con una ronda de aplausos que les erizó la piel.
Por eso se amaban, porque cuando estaban juntos, todo era perfecto.