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Lionheart por Breil Obrealdi

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Notas del fanfic:

Esta historia empecé a reflexionarla hace cosa de unos meses, resolví casi toda la trama y la organización por escrito hasta tal punto que me cansé y era incapaz de plasmarla en palabras. Ahora parece que ha vuelto la inspiración y he empezado a redactarla. Por ahora tengo completos los dos primeros capítulos y la idea es que vayan saliendo sobre la marcha, con el compromiso inicial de una actualización cada dos semanas. ~ (Es posible que varíe un poco una vez vuelvan las clases y especialmente en altas temporadas de trabajo o examen, pero intentaré adelantar lo que pueda este verano para cubrirlo). Espero que os guste y me encantaría saber vuestra opinión en los comentarios. <3

PD: para los que conozcáis y estéis esperando la continuación de Replay, me disculpo profundamente. Empecé a reeditarlo y actualmente tengo un problema con la trama y su desenlace, volveré a escribir tan pronto como lo resuelva. 

¡Muchas gracias por todo y a leer!

Notas del capitulo:

Como prometí, aquí tenéis el primer capítulo. Me encantaría saber de vosotros, qué os parece y qué pensáis en los comentarios! Nos leemos. <3

Alguien lloraba. Estaba sufriendo. Kouki aceleró el paso sin importarle el ruido que pudiera estar ocasionando por ello, advirtiendo de su presencia a cualquier depredador que anduviese cerca o lo suficientemente interesado como para rastrearlo. En el fondo de su mente, saltó una pequeña alarma. Estaba olvidando algo, algo importante…

El lamento se hizo más alto.

Aplazando ese tren del pensamiento para otro momento, se puso las manos alrededor de la boca, preocupado, para tratar de proyectar su voz. 

— ¿Dónde estás? ¡Quiero ayudarte! 

Un terrible rugido del que sería incapaz de admitir si sonaba más aterrorizado o aterrador, lo estremeció de los pies a la cabeza, provocándole un escalofrío. Fue toda la respuesta que obtuvo. Ignorando cualquier voz sensata de su conciencia indicándole que aquello era una mala idea, echó a correr. El sonido de las ramas y hojas secas partiéndose bajo sus pies le recordó de alguna perturbadora manera al de los huesos al romperse. Aquel pensamiento le provocó un vuelco en el estómago.

Esta vez, tuvo la impresión de que todo el bosque temblaba cuando volvió a rugir.

En un segundo plano, le sorprendía que después de todo ese tiempo no le faltase el aliento.

Se estaba acercando, podía notarlo… ¡Detrás de aquellos arbustos!

— ¡No te preocupes, ya voy! —gritó con la esperanza de que sus palabras, por nimias que fueran pudiesen aportarle algún tipo de consuelo.

Tuvo que pelearse con los zarcillos que se le enganchaban en la ropa. Era casi como si quisieran detenerlo, bloquearle el paso. Le estaba dando demasiadas vueltas.

Kouki

— Ya casi estoy, sólo un poco más…

¡Kouki!






Cayó sobresaltado de la cama, dándose de bruces contra el suelo. Parpadeó confuso hasta que la figura de su hermano con expresión disgustada se posicionó sobre él. Oh, ya. Había estado soñando. 

Otra vez aquel extraño sueño. Últimamente lo tenía casi todos los días, pero siempre se despertaba antes de poder descubrir quién o qué se ocultaba al final. Tal vez debiese investigar algo sobre su posible significado más tarde, consultar a un especialista en su interpretación. Un fuerte carraspeo lo trajo de vuelta a la realidad. Espera, si su hermano lo había despertado, eso significaba…

— ¡Llego tarde! —exclamó levantándose de un brinco y casi llevándose a su hermano por delante. 

— Menos mal que se me ha ocurrido pasarme por casa. Mira que quedarte dormido en un día como hoy… —la decepción era palpable en su voz.

Las pruebas. Maldita sea. Casi las había olvidado.

— Lo siento mucho, Kouta. No sé qué me pasa que me cuesta tanto coger el sueño estos días… —se disculpó sin mirarlo, cambiándose a toda prisa.

Por suerte para él, ya tenía todo preparado desde la noche anterior, sobre la silla en una esquina de su habitación. 

— Sabes lo importante que son estas pruebas para ti, para los dos. Me costó mucho convencerlos para que aceptaran, así que espero que aproveches esta oportunidad. —haciendo una pausa, esbozó una pequeña sonrisa dándole un ligero apretón en el hombro.— Vamos a trabajar juntos, como siempre soñamos, eh. —le dio un par de palmaditas en la espalda antes de separarse y pasar por su lado hacia la puerta de madera.

Kouki trató de devolverle la sonrisa lo mejor que pudo, pero todo lo que consiguió fue una mueca. Para entonces su hermano ya había salido por la puerta y no pareció darse cuenta o al menos no quiso darle mayor importancia. 

Su sueño, sí…

Es cierto que él tenía un sueño, peor no coincidía con los planes que su hermano tenía para ellos. Sin embargo, la última vez que quiso hablarlo y tratar de convencerlo, todo lo que obtuvo fueron gritos y reproches por lo desagradecido y egoísta que era anteponiendo sus deseos personales al bien común de todos. Ya no era un niño y debía dejar de pensar como uno, pronto cumpliría dieciocho años y entonces, le tocaría asumir la misma responsabilidad que al resto. El futuro y la protección del pueblo recaería sobre él, de acuerdo a sus palabras. Después de eso, no se atrevió a volver a sacar el tema.

Hay quienes le reprocharían no intentarlo con más ahínco, enfrentarse a su hermano y demostrarle de lo que estaba hecho. Perseguir su sueño, luchar por ello. El problema, era que no tenía el corazón como para hacerle eso a su hermano, alguien quien había antepuesto todas sus necesidades durante ocho años. 

Terminando de ponerse los zapatos, suspiró suavemente. Era en ocasiones como aquella que la brecha de seis años entre él y su hermano le parecía mucho mayor de lo que realmente era. Ojalá no hubiese tenido que crecer tan pronto. Debía admitir que a veces echaba de menos que fuera simplemente su hermano y lo apoyase, en lugar de ejercer como padre. Bueno, así era la vida y no había manera de echar marcha atrás para cambiar el pasado. Tampoco merecía ni había en sí tiempo para sus ensoñaciones o de lo contrario acabaría arrepintiéndose de verdad.

No le gustaba la caza, la violencia… O ninguna otra forma con la que pudiese hacerle daño a alguien. Siendo sincero, preferiría seguir los pasos de su madre, como curandera, y no los de su padre y hermano, como cazador o soldado. Aunque, en cualquier caso, tampoco deseaba sufrir el mismo destino que ella… Es por eso que, desde que era un niño, había estado estudiando en secreto su libro de plantas y hierbas medicinales. Cómo había que prepararlas, sus distintos usos y posibles efectos secundarios o adversos, etc. Claro que si llegaba a oídos de su hermano, este lo mataría, o peor, puede que se llevase el libro y lo destruyese, haciéndolo desaparecer para siempre.

Espabila.

Se palmeó las mejillas severamente con ambas manos. Por ahora, todo lo que tenía que hacer era concentrarse en contentarlo pasando aquellas estúpidas pruebas. A partir de ahí, podría pensar en cómo conseguir poco a poco, hacerle ver los beneficios de tener un experto curandero en el pueblo. Inspiró profundamente tratando de armarse de valor, a sabiendas —o eso creía él— de lo que se le venía encima. Necesitaría todo el que fuese capaz de reunir e incluso así, puede que no fuera suficiente.






Sorpresa, sorpresa. Al final llegó tarde, tal y como se había temido, por lo que se llevó una humillante reprimenda delante de absolutamente todos los participantes. Los cuales, debía decir, resultaron ser bastante más numerosos de lo que él se había imaginado en un primer momento. Lo que más le llamó la atención fue su diversidad: altos, bajos, colores de lo más variopintos, vestimentas raras... No era todos los días que reunían candidatos de prácticamente todas las regiones vecinas. También era cierto que las pruebas para soldados reales eran raras y muy selectas. Seguía sin tener ni idea de cómo había conseguido su hermano meterlo ahí.

Qué gran manera de darse a conocer. 

Todavía le pitaban los oídos.

Aquellos provenientes de la montaña solían ser algo más pálidos, pero podía variar bastante, llevaban chaquetas de pieles y unos zapatos de lo más característicos, con una olma más gruesa que la que ellos solían utilizar para correr por allí. La ropa de los que venían de la jungla y el trópico parecía de tela fina, pero apostaría a que era bastante resistente. En conjunto, no obstante, la gran mayoría no resultaría tan chocante de no ser porque estaba haciendo un esfuerzo especial en procurar adivinar su origen: debía entrenarse a identificar y distinguir las diferencias si quería especializarse en botánica. Ahí, un pequeño error podía ser fatal y cobrarse la vida de un inocente.

No es que fuese a serle de ninguna utilidad si no era capaz de llevarlo luego a la práctica, pero no perdía nada por probar.

Tras pasar lista de todos los asistentes, les dieron un uniforme al que deberían cambiarse allí mismo sin mayor dilación, y los dividieron para trabajar en grupos de cuatro o cinco personas. Según parecía, muchos de ellos ya se conocían entre sí y no debía de suponerles ningún tipo de problema de pudor ni nada parecido el desnudarse delante de los demás, porque se vistieron inmediatamente con las camisetas y pantalones volando por todas partes. Tenía sentido que, viniendo de distintos pueblos y ciudades, hubiese grupos de amigos ya formados previamente.

Afortunadamente, no parecía ser el único en sentirse incómodo cambiándose allí en medio y trató de sonreírle amablemente a uno de los chicos, aunque para su sorpresa, el otro no hizo más que bufar e ignorarlo por completo. Procuró no darle demasiada importancia, puede que estuviese teniendo un mal día y aquellas pruebas le hiciesen tan poca gracia como a él.

Alzó la mano para saludar a uno de sus compañeros, que se dirigía directamente hacia él, pero notó que le ardía el rostro de vergüenza cuando este no hizo más que advertirle no tan discretamente como él creía que hacía, que llevaba la camiseta del revés. No pudo más que darle las gracias, procediendo atropelladamente a recolocársela tan rápido como pudo, quedándose medio atascado durante dos tortuosos segundos en el proceso. No le pasaron inadvertidas algunas de las risas y sonrisas de sorna que le siguieron, probablemente regodeándose ante la idea de tener un competidor tan fácil de descalificar como él.

Por favor, Dios… Si me escuchas, permite que esto acabe pronto.

El pitido de un agudo silbato cortó cualquier conversación que hubiese habido, logrando un abrupto silencio de forma inmediata. Era un hombre de mediana estatura, aparentemente en bastante buena forma. Tenía el pelo rapado —esperaba que ellos no tuviese que pasar por lo mismo—, una nariz un tanto gruesa y llevaba unas gafas bastante grandes que impedían verle los ojos o dar una descripción más acertada de él. Su único rasgo distintivo consistía en un anillo de metal, puede que de hierros —pues había oído que el Emperador solía distribuirlos entre sus generales—, que lucía en el anular de la mano derecha.

No entró en demasiados detalles sobre el plan que llevarían a cabo a lo largo de la semana, sino que todo lo que mencionó fue un sistema de eliminación, para quedarse al final con nada más que los mejores. Estos accederían a un viaje con todos los gastos pagados a los cuarteles generales del Ejército del Emperador, donde se entrenarían para formar parte, algún día, de su guardia personal. El mayor honor que se podía conceder a cualquier ciudadano. Trabajarían de acuerdo a un sistema de puntos, siendo constantemente evaluados, con el que determinarían si podían continuar o quedaban irrevocablemente expulsados. Adicionalmente, quienes lograsen destacar, incluso si no lograban salir victoriosos de las pruebas, podrían trabajar como parte de las fuerzas armadas del país y/o cazadores oficiales titulados.

Ese título era deseado por muchos, pues otorgaba la posibilidad de reclamar un terreno para sí y, en caso de disputa entre cazadores, la presa pasaría a ser suya frente a un cazador que no estuviese reconocido, aunque el mérito fuera del otro.

Podía entender el atractivo de aquellas pruebas, los vencedores tendrían un trabajo asegurado de por vida con un sueldo cuantioso acorde a su posición. Siempre y cuando permaneciesen, eso sí, con vida. Se le pusieron los pelos de punta.

No se sorprendió demasiado cuando no les dejó hacer preguntas al final de su discurso y volvió a hacer sonar ese horrible silbato para indicarles el inicio de su jornada. El día transcurrió como un entrenamiento inicialmente bastante básico: correr, pelea cuerpo a cuerpo, más correr, tiro con arco… Salvo que, en lugar de durar las habituales tres o cuatro horas como mucho que había llegado a dedicarle él —arrastrado por su hermano— en un día, estuvieron sin parar hasta el anochecer. A excepción de una pequeña pausa de media hora para comer y aliviarse quien tuviese la necesidad de hacerlo. Había vomitado dos veces y apenas podía mirar la comida sin que se le revolviese el estómago, por lo que se contentó en ir dándole pequeños sorbos a la bota de agua y probar un par de bocados. Sospechaba que necesitaría la energía que pudiese aportarle.

Para cuando hubieron terminado de levantar el campamento, casi no podría mantenerse en pie. Le temblaban las rodillas y tenía ganas de llorar. El único motivo por el que no se había derrumbado todavía en el suelo era por pura fuerza de voluntad, no quería avergonzar a sus compañeros de equipo y a sí mismo más de lo que ya había hecho.

Ese mismo silbato que horas antes tanto había detestado, le supuso el mayor alivio que había sentido en su vida. Dejó que sus rodillas cedieran bajo su propio peso y se envolvió en el manto que le habían asignado lo mejor que pudo. Temblaba debido al frío, pero si el resto de días se asemejaban a ese, el frío sería el menor de sus problemas.

El agotamiento no tardó en acallar su conciencia y dejarlo fuera de combate. De ese modo al menos podía estar seguro de que dormiría sin preocuparse por los insectos o cosas peores que pudiesen estar acechando…

Notas finales:

Creedme que es sólo el principio. Os pido que por favor me tengáis paciencia con este fanfic, porque todavía quedan un montón de cosas por aparecer, descubrir y vivir... 

Leo todos vuestros comentarios y la verdad es que me emociono siempre muchísimo cada vez que veo que alguien ha escrito algo nuevo.


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