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La Flor Maldita por Juliet_Aran_BlackPrince

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Cuenta la leyenda, que cuando los dioses vivían en el Monte Olimpo, cercanamente con los mortales y estos vivan en paz, hubo una vez, en la cuál un bello joven de tez pálida que tenia  unos grandes ojos color azul cielo que siempre cargaba una mirada fuerte y orgullosa, vivía en las profundidades del inframundo, en las puerta del infierno.

 

Este joven tenia el poder de la destrucción, el poder de la muerte, de ver quién vive y quién muere.

 

Este joven era parte de los dioses, era de un linaje único como todos sus demás "compañeros"

 

Mientras Zeus, el Dios del trueno amaba a todos "sus hijos mortales" y se enaltecía con sus ofrendas y oraciones,

 

Afrodita estaba más preocupada que el amor reinara sobre el odio, y cada vez que iba en uno de sus largos viajes, siempre procuraba llevar regalos para todos aquellos desamparados faltos de amor.

 

Y cada dios que existía, tenia una función importante y un lugar entre las grandes reuniones que se abría paso, cada tres meses respecto a las decisiones que se  tomaban en cuanto a los humanos.

 

Todos tenían voz y voto, pero en cuanto él respecta, al parecer no lo tenía.

 

Hasta los que alguna vez fueron sus propios hermanos, le tuvieron miedo por sus propios dones que tenia. 

 

La diosa Demeter, lo odiaba porque mientras ella hacia germinar sus bellas y preciosas flores y se esmeraba para que siempre estuvieran en su mayor fulgor al igual que toda la naturaleza, cuando Hades las contemplaba y el deseo de tocarlas se hacían mayor y dificiles de controlar, estas morían ante el más sutil toque de este dios.

 

Cuando iba de visita a donde estaba su hermano Poseidón, este lo echaba fuera de su vista, debido a que con un inocente toque a las aguas, estas se volvían negras y amargas como el ajenjo, imposibles el que algún animal marino habitara en ellas, y los mortales bebiesen de estas.

 

Las aguas se volvían obsoletas.

 

Y cuando se trataba de ir a algún pueblo humano, o hacia donde algunas veces estaba Zeus, en un gran templo/palacio que los humanos habían hecho para este dios, en cuanto tocaba la planta de sus pies, dicho lugar se consumía en una miseria y pesadumbre que parecía eterna.

 

Los hombres enfermaban con virus/infecciones desconocidas y eso hacia que los hombres mortales lo repudiaran.

 

En cuanto Afrodita, la diosa del amor y la belleza, se suponía que por lo menos, esta maldita mujer tuviera por lo menos compasión de esta pobre alma torturada por el desprecio y la falta de amor, no hizo más que unirsele a todos los demás en cuanto al desprecio, solo por el hecho, que a donde iba o a cualquiera que le hablase por un segundo, su voz y toque, hacia que cualquier sentimiento buenos se borrara de esos seres inferiores y la maldad que había en ellos, aflorara como espinos, deseosos de pinchar y molestar a todo mundo, causando pleitos, amargura y mucho odio.

 

Este joven cansado de todo, fue exonerado a vivir el inframundo,  donde podría gobernar sobre los muertos, pero al parecer, no les importo dejarlo solo por toda la eternidad y a el tampoco pareció importarle volverse y ser conocido como el señor de los infiernos.

 

 

Llegó el tiempo en el que este joven de tan solo 17 años, llego a convertirse en un hombre de 24 años. 

 

Su cuerpo entero había cambiado, de ser un flacucho y débil, a ser un hombre fornido con gran musculatura.

 

Sus bellas facciones eran cada vez más varoniles, sus bellos ojos seguían demostrando esa fuerza y orgullo que poseía, pero ahora, eran dos murallas de hielo, completamente como el glasear más frió que podría existir en el universo.

 

En sus ojos había odio y rencor, había dejado de creer en el amor, el perdón, la paz y sobre todo, en las segundas oportunidades.

 

Cada mañana, este joven hombre se levantaba desde muy de mañana, aún cuando ni el mismo sol hubiese hecho acto de presencia.

 

Siempre trabajador, cultivando sus propios alimentos, cuidadoso de no contaminar la tierra, en busca de agua y otro tipo de provisiones que normalmente no vendrían de la tierra.

 

Como cada mañana, una vez que salia del inframundo, tomaba una capucha negra y un tanto rasgada de de la parte inferior cerca de los pies, para evitar ser reconocido, para ir al pueblo más cercano por esa zona, que estaba a 500 millas de donde el actualmente estaba.

 

Para un humano común y corriente, tan solo esa caminata, le llevaría meses, semanas hasta tal vez más de un año, pero él, al ser un Dios, con un poco de su propia sangre, podía formar un gran escorpión negro, que utilizaba para transporte propio.

 

Con el paso del tiempo, había aprendido a sacar todo lo provechoso que el alcance de sus propias manos y poder tenía. Conforme el tiempo había pasado, el aprendió a vivir en soledad, con aquel infame cerbero que custodiaba las puertas del infierno, y todos aquellos lamentos de los muertos que iban a parar en aquel grandisimo lago de la muerte a pasar toda su eternidad.

 

No era tan malo, una vez que te acostumbrabas, hasta se podían comparar con un cántico maldito.

 

-Tu eres Hades, ¿cierto? El Dios de La Muerte, de quién todos hablan en las leyenda- una voz chillona lo había sacado de sus pensamientos, tomándolo por sorpresa cuando el alba estaba dando sus inicios.

 

-No se de que hablas niña tonta- con un fuerte movimiento, deshizo el agarre que aquella joven mujer había hecho a su capucha.

 

-No, espera, yo necesito pedirte un favor- cuando nuevamente aquella molesta persona, iba a tomar un tramo de su túnica, en un arranque de furia, tomo el brazo de aquella mortal para detenerla.

 

-Eh dicho, LARGO NIÑA ESTÚPIDA-  soltándola en un movimiento brusco, cuando iba seguir con su rumbo, en busca de algún puesto abierto de aquel pequeño mercado, por el rabillo de sus ojos, vio como el lugar que instantes antes tocó, se volvía negra, casi al punto, de parecer marchita, pero lo que más asombro le causo, fue el hecho de que aquella joven de largos cabellos plateados que caían como una cascada hasta el borde de su cintura, no se inmutaba por el dolor que debía estar padeciendo en esos instantes. Sus pequeños ojos color miel, resplandecieron cuando uno de los rayos del sol, le dio de lleno en la cara, y sus mejillas se tornaban de un carmesí potente.

 

-Por favor...- y tras esas dos simples palabras, la chica cayó al suelo como un saco de patatas.

 

Pudo haberla dejada tirada en el suelo y proseguir su camino, pudo haberla matado para acortar su sufrimiento, pudo "huir" y volver al día siguiente y nadie sospecharía de que él tuvo algo que ver con ese incidente, después de todo, nadie lo había visto, pudo hacer muchas cosas, pero la más inaudita acabo haciendo.

 

Con mucho cuidado, se puso un par de guantes especiales, que yo ayudaban a contener sus poderes para no hacer más daños, y ya una vez puesto, sin ningún tipo de sutileza cargo a la chica hasta donde estaba su transporte para curarla.

 

¿Que tipo de demonio o espíritu maligno lo había poseído para que hiciera esa dicha caridad?

 

Ni él mismo lo sabia, pero lo que esa chica le había demostrado, lo había dejado tan perplejo, que no supo que más que hacer, que salvarle la vida.

 

Con un movimiento de manos, una estela de magia negra, salia del cuerpo de la chica, mientras que en la parte afectada de esta misma, volvía a tener el color y la textura que tenia, antes de dicho accidente.

 

Una vez, hecho su trabajo pudo haberla dejado votado en un callejón cualquiera, o hasta la entrada del mismísimo pueblo para que alguien la reconociera, hasta pudo ocultar el cuerpo con vida!!!!

 

Pero no, su muerto y frió corazón, había decidido que nuevamente, escogiera la más estúpida e irracional decisión.

 

Dejarla en el lomo de aquella bestia mientras el iba por suministros.

 

Cuando regreso de sus compras, vio que aquella chica, estaba tan tranquila como si el lugar en donde estaba, fuera lo más normal del mundo...

 

Continuara...

 

 


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