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Deathaura por Brenna_Matsu

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Notas del fanfic:

Hola! vengo a ustedes con una nueva historia, espero que no sea muy larga. Esta inspirada en la canción de Sonata Arctica Deathaura, les dejo el link acá abajo por si quieren escuchala :3

 

https://www.youtube.com/watch?v=X7Y3OjC-Ryc

 

Espero que les guste la historia!!

"¿Recuerdas cuando te dije que mi familia es diferente en algunos aspectos?

Él sostenía su mano fuertemente mientras corrían a todo lo que sus piernas les permitían, a ambos les estaba empezando a faltar el aire y dudaban sí podrían escapar. Ya la gente del pueblo les pisaba los talones y sus gritos eran cada vez más cercanos.

- ¡Brujo! ... ¡hijo del demonio! … ¡pecador! - gritaba la turba enfurecida mientras perseguían a la pareja.

“Y cómo no deberías enamorarte de alguien como yo, de todos modos...”

El corazón de ambos se encogió de temor, su única salvación seria llegar al bosque y lograr escaparse entre la vegetación; que su rastro se perdiera en el río y que ni siquiera los perros pudieran encontrarlos. Pero la falta de aire y la adrenalina hacían parecer que aquel trayecto tan conocido para ambos fuera eterno.

“Y una noche, sus antorchas encuentran al chico sin nombre...”

Los aldeanos enfurecidos empezaron a lanzar los objetos que tenían en sus manos esperando que uno golpeara a la pareja y les hiciera detenerse. Palos, rocas, algunas herramientas pequeñas e incluso zapatos fueron lanzados en dirección a los prófugos, muchos de estos llegaban muy cerca de los pies de ellos pero ninguno logro darle a un objetivo.

- ¡Que no escapen!... ¡vamos que alguien los detenga!

El bosque estaba cerca, pero los aldeanos lo estaban más, el menor miro a su amado con desesperación, él solo tomo más fuerte la mano de él para infundirle el valor que el mismo dudaba de poseer en ese momento; pero sabían que si llegaban a soltarse o se rendían al cansancio, ambos morirían; ya se había derramado sangre inocente ese día y no querían ser los siguientes.

Y aquel que sea dueño su amor no estará más seguro..."”

-Akira… mi amor… ¿Por qué? ¿Por qué el amarte es un pecado y el simple hecho de querer protegerte es algo prohibido?...

"Y hasta que tenga mi paz, soy una sombra..."

 

----- 20 años atrás, En lo profundo del bosque----

 

Era una noche oscura y tormentosa, aquellas noches que infunden temor tanto en los corazones jóvenes como en los más valerosos, los vientos aullaban al unísono con las bestias de la oscuridad. Ni un alma debería haber rondado aquellos paramos, más siempre hay una excepción.

Una mujer con largos cabellos negros, ojos cansados y un abultado vientre se movía entre la espesura del bosque buscando la aldea más cercana. El dolor de su abdomen le indicaba que pronto daría a luz al pequeño que ella llevaba ya hace varios meses en su interior, una noche ideal para un nacimiento de los individuos como ellos pero en situaciones favorables y no como la que ella atravesaba en ese momento.

La tenue luz de un pueblo le infundio de unas escasas fuerzas para poder avanzar pero una fuerte punzada en su espalda le hizo caer mientras tomaba su vientre en las manos.

- bebé… ahora no por favor… -suplico la mujer, pero otra fuerte punzada la hizo gemir de dolor, ella sabía que era el momento del nacimiento y ni su magia podría salvarla esta vez.

Se recostó en el árbol más cercano, un gran roble antiguo, y coloco su mano en la imponente raíz de este, buscando el consuelo de la madre naturaleza con la cual en este momento debía estar más unida que nunca. Trato de acompasar su respiración mientras se ponía en posición para traer a aquella vida nueva al mundo.

Una intensa luz verde comenzó a emerger de las raíces y fueron fluyendo hacia la mujer a través de sus brazos, mitigando el dolor y evitando que esta gritara por el esfuerzo de parir; dicha luz fue intensificando a medida que el dolor de la mujer iba en aumento, fue a tal punto que la luz llego a llamar la atención de una mujer del poblado, la cual curiosa se acercó al bosque buscando aquella fuente de luz y cuando finalmente encontró el origen solo logro visualizar entre las ramas que aun brillaban una capa negra estirada en el suelo y un pequeño bebé recién nacido que lloraba desconsoladamente.

La mujer vio al neonato y se acercó lentamente a este, a juzgar por la sangre que cubría al niño llevaba nacido menos de minutos pero no había rastro de la madre de este, por lo que con sumo cuidado la mujer tomo al pequeño en sus brazos mientras este seguía llorando, acerco su mano al pequeño para limpiarle un poco el rostro con los guantes de cocina que aun llevaba puestos.

¿Acaso era un regalo de los Dioses del bosque tras la pérdida de su bebé y su esposo? El pequeño dejo de llorar al sentir el tacto cálido del pecho de la mujer y esta inmediatamente trato de amamantar al infante con la leche que aun resguardaba sus senos, a lo que el pequeño hambriento comenzó a beber. La mujer enternecida dejo que el pequeño bebiera mientras le arropaba con su delantal y con cuidado recogió la capa del piso.

- Vamos a casa mi pequeño… - susurro la mujer.

Takanori…”

Asustada la mujer miro en dirección al gran árbol tras escuchar una voz femenina que provenía de aquella dirección.

- ¿Dioses del bosque?... – trago saliva asustada la mujer, pero al recibir como respuesta una fuerte brisa la mujer decidió volver rápidamente a su cabaña antes de que la tormenta empeorara. Llevándose consigo al pequeño envuelto en la capa.

 

---16 años después---

 

Una mujer de largos y castaños cabellos se encontraba arando las tierras de su pequeño huerto, los años habían caído en ella y cada día se le era más difícil realizar las tareas cotidianas pero ella insistía en realizar todo lo que su espalda le permitiera.

- ¡Madre, deja eso! – corrió hacia ella un joven no muy alto, con una larga cabellera negra recogida en una coleta alta.

- Pero amor, había que quitar las malas hierbas de las frutillas.

- Lo sé, pero por tu espalda no debes agacharte- cuando llego al lado de la mujer se agacho para poder ayudarla a levantar, le entrego el palo de pastoreo a ella para que pudiera usarlo como bastón, acción que la mujer agradeció de corazón- Debes cuidarte…

- Para eso estas tu mi niño, mi pequeño Takanori – Dijo con ternura mientras le acariciaba el cabello al menor- ¿no tuviste problemas con las ovejas?

El menor negó, ayudo a la mujer a llegar al interior de la casa y comenzó a prender el fuego para darle calor al hogar. La cabaña no era grande ni ostentosa pero no estaba mal equipada y tenía el espacio suficiente para que las dos personas habitan en ella lo hicieran cómodamente. Ya con el fuego encendido, la tetera cerca de la llama y con su madre en su mecedora; Takanori se sacó las botas y la ropa de trabajo, quedando con las delgadas prendas de diario.

- Los animales y las plantas de nuestra huerta parece que volverán a entregarnos buenos recursos este año- sonrió el pelinegro hacia su madre.

- Es un regalo de los Dioses del Bosque cariño, debemos ser agradecidos y compartir nuestras bendiciones.

- Mañana iré al centro del pueblo a vender los huevos que dieron hoy las gallinas- acerco una manta para cubrir las piernas de la mujer- espero que no haya mucho revuelto y pueda venderlos todos.

- ¿Por qué habría tanto movimiento Taka?

- Al parecer mañana llega el nuevo intendente enviado por el rey, dicen que viene con toda su familia y que es un hombre impredecible.

- No juzgues sin conocer cariño, eso no te lo he enseñado.

El pelinegro rio inocente ante las palabras de su madre y se disculpó con ella, si bien solo repetía las palabras de la gente del pueblo su madre tenía razón. Algo en su interior le decía que debía estar mañana en el pueblo, el vender los huevos era una mera escusa.

Desde que tenía uso de memoria tenía ese pequeño “instinto” como él le decía, muchas veces le ayudo para evitar pequeños desastres con los cultivos o con los animales; pero esta vez era distinto, algo en su pecho le indicaba que mañana algo iba a suceder o a alguien iba a conocer que cambiaría su vida radicalmente.

La cena fue tranquila y para cuando la noche cayo completamente Takanori ya había ayudado a su madre a acostarse y está ya estaba dormida en un profundo sueño. Él se encontraba mirando por la ventana la noche estrellada mientras un suspiro escapo de sus labios, estaba ansioso y sabía que era a raíz de los acontecimientos que ocurrirían al día siguiente más no entendía como eso le afectaría directamente a él: un simple pueblerino cuya madre enferma era su única compañía. Trato de no darle muchas vueltas al asunto y se retiró a acostarse, mañana sería un largo día.

 

 

¿Estaba nervioso por su nuevo trabajo? Ni en sueños, es para lo que se había preparado desde que era niño y sus padres le alentaban a practicar con la espada: Llegar a formar parte de la guardia personal de algún noble. Pero aun así algo le mantenía inquieto y ya no podía preguntarle a su madre sobre ninguna de esas extrañas sensaciones que se albergaban en su pecho, ya era un hombre hecho y derecho y su querida madre ya no estaba en este mundo, ni su padre; solo le quedaba su hermana pero está ya había contraído nupcias hace años, por lo que tras su mudanza no pudo obtener nuevas noticias de ella salvo unas pocas cartas que llegaban a la casa que él había abandonado para emprender su nuevo viaje.

El sol brillaba sobre las hermosas montañas cubiertas de nieve, el aire era fresco y la pasto era el más verde que sus oscuros ojos habían visto en su vida, ya a la lejanía se veía el pequeño pueblo al que se dirigían. El rubio junto con los otros guardias comenzaron a adoptar la formación defensiva a medida que se acercaban y fueron disminuyendo el paso de los caballos para ingresar a las estrechas calles del pueblo.

Fueron recibidos por toda la gente del pueblo, niños veían impresionados a los regios caballos que montaban los escoltas mientras que los adultos quedaban con la boca abierta por los adornos y el mismo carruaje lleno de acabados en oro que demostraban el alto poder económico del noble que había sido enviado para ser el intermediario de ellos y la corona.

Cuando llegaron al centro de la ciudad les esperaba un hombre fornido, leñador a juzgar por su espalda, el cual les recibió en nombre del pueblo. La puerta del carruaje se abrió mostrando a un hombre alto, de pelo negro sujeto en una coleta y un delicado bigote; este le indico a una bella rubia que se quedara dentro del carruaje con las niñas mientras él hablaba con el pueblerino.

Cierto rubio estaba mirando en todas direcciones buscando algún movimiento sospechoso, mucha gente estaba a su alrededor y eso le ponía un poco nervioso pero gracias a su entrenamiento pudo bloquear sus impulsos y sus expresiones. Pero no pudo evitar fijarse en cierto joven pelinegro que llevaba un canasto con lo que parecían eran huevos, este al igual que todos los demás del pueblo veían fijamente al noble recién llegado, más en un instante giro el rostro conectando la mirada con la del joven guardia obteniendo como resultado un leve sonrojo en las mejillas de ambos.

- Akira, ya nos estamos moviendo – le llamo la atención uno de sus compañeros – nos van a indicar cual es la cabaña del Señor y cuáles serán las nuestras.

El aludido asintió con la cabeza y cuando volvió a girarse para poder dar una última mirada al pelinegro no le encontró por ningún lado, por lo que resignado y con el corazón levemente acelerado volvió a seguir el carruaje. Por su parte, cierto joven de baja estatura estaba oculto tras una cabaña con los ojos muy abiertos, una mano sosteniendo su mercancía y con la otra en su pecho en el área del corazón dado que este le latía tan rápido como si hubiera estado corriendo o algo así, solo que era una sensación calidad y agradable.

- Akira… ese era su nombre – dijo bajando la mirada sonrojado y con más dudas que respuestas en mente.

Notas finales:

Es algo cortito, pero espero que el siguiente sea más largo. Diganme si les gusta la idea en los comentarios :D

hasta el siguiente capitulo,

 

besos!!


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