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K[Y]ONEKO por Raziel Soul

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Notas del fanfic:

Dedicado a Ray Kyori, Wandarimor y Cele :D gracias por sus ideas para esta historia <w<.

Osaka 6 am.


 


Caminaba tranquilamente rumbo a un combini que quedaba cerca de su hogar, debía comprar un par de cosas para la semana, algo de ramen, tal vez tofu, leche de soya, carne, la cual no podía faltar en absoluto, unos huevos para el desayuno, y aunque no le agradase demasiado verdura y fruta, tal vez algo de lechuga. Le gustaba ir temprano porque no encontraba demasiada gente en el lugar, las calles estaban prácticamente vacías, cosa que le encantaba de su barrio, no sería un lugar lujoso, pero en definitiva era lo que el necesitaba por la tranquilidad que le proporcionaba. Alza la mirada, el sol estaba ya en el cielo, no por nada era el país del sol naciente, sonríe leve algo que no suele hacer en especial cuando alguien puede verle. Vestía de forma casual, unos jeans, camiseta blanca sin estampado, unas sandalias abiertas, el flequillo acomodado descuidadamente. La campanilla al entrar al local suena, la anciana tras el mostrador le saluda, él responde, es de las pocas personas que han llegado a agradarle en su vida, tal vez porque ella le escruta con la mirada sin pena alguna, y de vez en cuando le obsequia alguno que otro dulce “Tu cabello es como el fuego, y tus mejillas parecen sus chispitas” fue lo que la mujer le dijo la primera vez que le vio, el color de su cabello era totalmente inusual para los japoneses promedio, si bien Yagami odiaba que las personas le mirasen como si fuese un fenómeno la descripción que la señora Yamada hizo sobre él le pareció de lo más poética.


 


-Oh vaya… llevas mucha carne, creo que esta vez descansarás toda la semana – después de un par de años viviendo en el barrio e ir al mismo sitio ella sabía bien la “rutina” del menor, cuando salía de gira iba a solo por cosas de aseo personal, si tenía conciertos regularmente llegaba a medio día aun con gesto somnoliento, pero al hacer  una compra sustanciosa era señal que descansaría unos días tranquilamente en casa – creo que necesitarás esto – una bolsa de patatas y otra de palomitas entran como polisones en su cesta, está consciente que no serán cobradas. Recuerda la primera vez que se le ocurrió querer pagar los obsequios de la mujer, esta dejó de hablarle casi un mes sumado a que le decía a uno de los chicos que trabajaba a medio tiempo con ella que se encargase de atenderle. 


 


Por tanto, no le quedó más remedio que disculparse y aceptar de buena gana los regalos de la anciana, y esta a su vez estaba encantada de servirle cada vez que llegaba a comprar, además él solía llevarle recuerdos de los sitios que visitaba, nada ostentoso o de lo contrario el presente no sería recibido.


 


-Muchas gracias – una reverencia por parte del joven ojiazul


- Cuídese Hi-san (Sr. Fuego) – asiente, incluso que ella le hubiese puesto un mote no le molestaba en absoluto.


 


Caminaba de regreso a casa, se pone las gafas de sol pues este ha decidido que le atacará directamente a los ojos sin tregua alguna, pero agradecía que al menos un airecillo suave le refrescase un poco. Sin embargo, la tranquilidad no duraría demasiado, el ruido constante de un claxon sorprende a varios en la calle, voltean al mismo tiempo, un pequeño bobtail se había quedado agazapado a media calle, el chofer no pudo parar y el ruido del claxon contrarió aún más al felino. Sin pensárselo dos veces Iori tira la bolsa de la compra para correr hacia el animalillo, si se apresuraba tal vez podría rescatarlo, seis metros los separaban, cuatro… dos… el auto pasa frente suyo y se escucha el maullido de dolor, era obvio que el conductor no se detuviese después de lo sucedido, la luz estaba en azul y pese a sus intentos el animal no se fue de ahí. Frente a sus ojos los alaridos del gatito atraían a las personas, los coches se detuvieron al ver al pelirrojo caminar presuroso para tomar al pequeño que se arrastraba dolorosamente puesto que, gracias a un suave volantazo del conductor no le reventó al instante, pero sí que destrozó sus patas traseras. Con sumo cuidado le acunó entre sus brazos, escuchaba sus maullidos de dolor, las personas no dejaban de verle, la compra quedó en el piso pues estaba enfocado en llevar al gatito a la veterinaria más próxima. Entró al lugar sin prestar atención a nadie mas


 


- ¡Oiga es mi turno! – escuchó a una mujer que le reclamaba cuando se metió antes que ella al consultorio


 


El médico iba a pedirle que se saliera, pero el rostro del pelirrojo con esa desesperación en sus facciones, la voz que le urgía atender al felino le hicieron bajar la mirada al paciente, su corazón se contrajo, sabía que el animalito no se salvaría.


 


-Lo único que puedo hacer… es que no sufra demasiado – Yagami iba a reclamarle, tomar al gato y llevárselo a otro lado, pero la mano del veterinario lo detuvo – el auto no solo dañó su cadera, le reventó por dentro y solo es cuestión de tiempo, si no … hacemos algo, él sufrirá demasiado, si en verdad quieres salvarlo, déjame inyectarle – Iori tragó saliva, no creyó que su día empezaría de esa manera, terminando con la vida de otro ser vivo.


 


Claro está que el médico sabía lo que hacía, y al notar los maullidos de dolor no pudo más que acceder a ello, no obstante, nuevamente tomó al pequeño animal entre sus brazos al tiempo que la aguja perforaba esa piel, no tardó demasiado en hacer efecto la misma, pero fue lo suficiente para que el gatito mirase a Yagami de tal forma que cualquiera pensaría que le agradecía todo lo que hizo por él en esos últimos momentos. El lánguido cuerpo fue llevado hasta una de las mansiones de la familia. Kaoru se sorprendió de la visita de su hermano pues no se aparecía ahí desde hace meses. 


 


-Puedes enterrarle bajo la wisteria si tú quieres, justo ahora está floreciendo de manera hermosa…- dice el menor, el pelirrojo asiente y pese a que uno de los sirvientes intenta ayudarle a cavar el ojiazul se niega.


 


Media hora después sale de la casa, como había dicho su hermano las flores de la wisteria estaban en su esplendor, qué mejor sitio de reposo que ese. Volvió a casa, frente a su puerta una caja con su compra intacta de la mañana, claro que aunque los huevos no se habían salvado un paquete nuevo estaba entre las cosas.


 


“Lamento lo de su mascota Hi-san”


 


Decía la notita escrita con excelente caligrafía, sonríe leve y entra a su departamento. Eran casi las 6 de la tarde y no tenía ánimos para nada, contrario a lo que muchos pensaban de él no le gustaba ver morir a otros, desde pequeño tuvo que enfrentarse a la muerte, la lenta y angustiante muerte de su madre quien día a día iba consumiéndose, su cuerpo parecía secarse, recordaba los gemidos y gritos de dolor, tal vez por ello no quiso dejar sufrir más al félido, nadie merecía algo así. Se tumbó en la cama dejando que el cansancio le venciera, no era algo físico sino mental y anímico. Claro está que no sabía siquiera que sus acciones de ese día serían recompensadas de forma curiosa pues antes de morir el pequeño gatito pidió a los dioses que entregasen al pelirrojo aquello que le hiciese completamente feliz, y esa noche darían inicio una serie de sucesos inesperados que harían sus plegarías realidad.


 


*******************


 


Horas después, 8 am mansión Kusanagi…


 


Era ya bastante tarde para lo que solía levantarse, a sus 17 años, casi 18, estaba acostumbrado a despertar temprano para ir al colegio, afortunadamente estaban de vacaciones así que podía darse el lujo de despertar a la hora que quisiera, se estira con ganas, puede sentirse más flexible que nunca en su vida, quizá por los entrenamientos que ha empezado a llevar a cabo con su padre, de forma más constante y con más ahínco. Estira una pierna, otra pierna, se rasca la oreja izquierda con su pie… ¿se rasca la oreja izquierda con el pie? Sus ojos se abren al notar que todo a su alrededor ha duplicado o… ¿triplicado su tamaño? Tal vez más, siente erizarse todo su pelaje… baja la mirada y se encuentra con


 


-¡MIS MANOS! – un maullido escapa de su boca la cual tapa apenas escucha tal cosa, él sabía lo que “decía” pero de sus labios se oía otra cosa.


 


Con pasmosa agilidad baja de la cama, intenta correr la puerta, pero es por demás pesada, en la desesperación saca sus garritas rasgando un poco el shoji de las puertas, no se lo piensa dos veces, repite aquello haciendo un hueco donde puede escapar, todo estaría bien, iría con sus padres y les explicaría, como pudiese, lo que pasaba, seguramente ellos sabrían que hacer. No debía perder la calma, la señora Kusanagi era de las personas más amables que conocía en la vida, la más tierna y…


 


- ¡AAACHIS! – la mujer con la peor alergia del planeta hacia los gatos


- ¡Qué hace ese gato ahí! – pregunta Saisyu apenas su mujer dio el primer estornudo pese a que Kyo estaba a dos metros de ellos


- Cariño espera no… ¡atchis! Atchis! – ella no deseaba que lastimasen a aquel animalillo, pero el castaño no tenía intenciones de que la alergia de su mujer empeorase


- ¡PAPÁ NO, ESPERA! – chillaba Kusanagi pero era obvio que los demás, su padre y sirvientes, solo escuchaban maullidos.


 


El castaño no tiene más remedio que escapar de ahí, enfrentándose con la cruel realidad de que él mismo debía encontrar la manera de regresar a la normalidad, comenzó a andar, al menos su barrio era tranquilo, claro que todo lucía diferente pues medía unas diez veces menos de lo normal. Recorrió varias calles, procurando no atravesarse en el camino de las personas, pues si algo sabía de sobra es que no ha todos les agradan los felinos, muchas veces tuvo que defender a los gatitos callejeros de personas poco escrupulosas, dio un suspiro, tenía calor y el pelaje no ayudaba demasiado, en realidad le daba curiosidad saber cómo lucía pues apenas podía mirar parte de su cuerpo, su pelaje era de un tono café claro como el de un siamés, pero hasta ahí llegaban sus conocimientos.


 


-¡MAMI UN GATO! – al escuchar aquello volteó notando como una niña de unos 4 años corría hacia él, sin saber por qué, tal vez por instinto, salió disparado dejando a la chiquilla llorando por no poder agarrar al minino, su pequeño corazón latía de forma intensa.


- ¡LARGO DE AQUÍ! – una mujer mayor le azuza con una escoba pues estaba en la puerta de su casa


- ¡Pero no hice nada! – maúlla con frustración.


 


Sin darse cuenta cruza la calle y los cláxones le alteran demasiado, como puede atraviesa sin ser arrollado, pero las personas parecen no prestarle demasiada atención, caminan a su lado con rapidez, casi le pisan en varias ocasiones, hace tropezar a un par de hombres a su paso, estaba tan desconcertado que no se dio cuenta que transitó bastante lejos de su casa o de algún barrio conocido. Y si todo aquello no fuese suficiente comenzó a llover, intentaba resguardarse en algún comercio, pero era rápidamente echado, tenía hambre, estaba empapado, cansado, y su boca estaba seca. Si bien el agua corría por las calles sin problema… el beber de un charco no era ni por asomo algo que el haría por muy gato que fuese. A lo lejos notó un pequeño edificio de departamentos, corrió hasta ese lugar subiendo las escaleras para que al menos el agua que corría por las calles no le mojase las patas. Con tiento se acomoda, era extraño, aunque doblaba demasiado sus “piernas” están no le dolían en lo absoluto. Sin darse cuenta se quedó dormido por el agotamiento. A los pocos minutos su orejita derecha se movió un poco hacia atrás, el extraño sonido de una puerta provocó aquello, pero como buen gato primerizo no tuvo tiempo de activar sus reflejos, sintió como una mano le tomó firmemente del pellejo levantándolo, se defendió como pudo, arañó y mordió al perpetrador


 


- ¡Suéltame maldito! – “dijo” con desesperación


- Joder que huraño eres…- la voz de aquel sujeto le hizo paralizarse, alzó la mirada mientras era depositado en el piso con cuidado.


- ¡Y-YAGAMI! – se llevó las patitas delanteras al hocico al terminar su “grito”, tal acción sorprendió al otro


- Qué gato más raro - ladeó la cabeza alzando una ceja – estás todo mojado – le miraba, trató de acariciar su cabeza pero recibió un zarpazo como respuesta – y eres un cabrón malagradecido – aquellas palabras no eran desconocidas para el moreno, pero si la forma en que las dijo, cuando peleaban Iori era todo un amasijo de malos modos, palabrotas y gritos, no obstante un dejo comprensivo se acunó en esa frase – no intentes escapar, en primera no tienes como salir, en segunda aunque pudieses hacerlo está lloviendo… podrías enfermar – niega para sí - debo quitarme esta maña de hablar con los jodidos gatos – decía al tiempo que caminaba  a la cocina.


 


Por su parte el menor estaba sorprendido a tal punto que, como si le hiciese caso al pelirrojo, se quedó ahí, baja la mirada, una manta era aquello mullido sobre lo que estaba parado, era curioso cómo se sentían las cosas con sus patas, por impulso comienza a “amasar” la tela, una sensación reconfortante invadió su ser por completo, entrecerró los ojos y sin darse cuenta un ligero ronroneo comenzó a escapar de su interior. Se altera un poco cuando el sonido de algo se percibe muy cerca, bufa erizándose apenas ve la mano ajena, sin embargo además de esa mano nota un cuenco lleno de algo blanco ¿leche?, mira con ojos entrecerrados a Yagami.


 


-Eres el primer gato que me mira así… - comenta con un dejo divertido en su voz pues las expresiones de ese peludito eran extrañamente humanas – anda come, no es como si fuese a envenenarte


- De ti lo creería todo desgraciado – aclara entre maullidos pero era más el hambre que la precaución y el orgullo, nota el aroma de la leche que en sus condición es intenso y agradable, se acerca olfateando un poco más, da un primer lametazo y su boca se llena de un delicioso sabor, jamás en su vida disfrutó la leche como en ese momento, a tal grado que comenzó a comer de forma rápida.


 


Cerca de ahí Yagami le miraba con cierto embeleso, sabía de sobra que tendría que llevar al gatito al día siguiente a un refugio pues él no podía tenerlo ahí, su ritmo de vida no era estable y cualquier ser vivo necesitaba algo más constante, no solo comida y agua, sino afecto y tiempo. Claro que disfrutar de la compañía de ese pequeño por ese día no le desagradaba en absoluto, especialmente después de lo que sucedió la mañana anterior, aun recordaba al bobtail atropellado, y ahora tenía otro gatito callejero en su sala tomando leche como si no hubiese un mañana, suponía que tenía días sin comer. Aunque a decir verdad nunca había visto una mezcla tan curiosa, si bien por esa cola corta era sin duda un bobtail, su color se asemejaba más a un siamés pero a diferencia de  esa raza no tenía el rostro más oscuro, en su lomito un color café más intenso dibujaba un curioso circulo con “tentáculos” lo cierto era que parecía un sol pero en ese momento no se dio cuenta de ello, los ojos del animalito eran avellana, tenían un brillo particular y le recordaban a alguien, al cual por cierto solía llamarle “maldito gato” de vez en cuando, sus patitas delanteras eran negras tal como si tuviese guantes, sus orejas de un castaño intenso.  Sonríe de lado al ver que el inquilino había terminado de comer, se acerca a este esperando no se ponga pesado, pero estaba por demás equivocado, apenas dio dos pasos hacia él el gato salió corriendo por todo el departamento.


 


- ¡Joder que testarudo eres! – le tenía de nuevo levantado por la piel del cuello, le mira a los ojos, pero se acerca más de lo debido – ¡la madre que te pario! – se lleva la mano a nariz donde de tres finas líneas comienza a emanar la sangre


- No dejaré que me tortures… o me acoses… ¡maldita serpiente! – los maullidos retadores no dejaban de escapar de la boca de Kyo que estaba agazapado y esponjado en una esquina tras el sofá de la sala.


- ¡No te escaparas! ¡Si quieres quedarte adentro te vas a bañar te guste o no! – sin más contemplaciones la enorme mano atrapa al moreno, quien pese a los reclamos, mordidas y rasguños diez minutos después terminó con el pelaje pegado a la carne dándole un aspecto bastante cómico, escucha una risa divertida, voltea molesto a ver ese imbécil burlón, pero la visión ante sus ojos le sorprende bastante.


 


El gesto de Yagami era totalmente diferente al de asesino en serie de siempre, incluso se ve algo tierno, sus orejas se agachan un poco. Iori sonríe leve después de esa risa, sorprendido también, aunque no lo externa, cuando el felino con complejo de “William Wallace” se deja bañar sin dar problemas en absoluto.


 


- ¿Ves cómo todo es más fácil si dejas de estar de pesado? – aquellas manos grandes que tantas veces le golpearon, de las cuales voraces llamas púrpuras escapaban sin remordimiento estaban ahora secándole con tiento, la voz no estaba cargada de odio, cuando alzó la vista esos ojos seguían azules, en ningún momento desde su llegada, pese a las mordidas y zarpazos los iris se volvieron rojos. – mañana te llevaré a un refugio, si estás limpio seguro te adoptarán más rápido…aunque es curioso que siendo callejero no tuvieses ninguna pulga


- ¿Pulga yo? ¡A quién crees que le hablas animal! – reclama el castaño pues olvidaba que en su condición nadie le entendía


- ¿Me estás reclamando acaso? – pregunta Yagami con un dejo divertido – sí que eres diferente a los otros gatos que he encontrado – sus dedos comienzan a pasearse por la cabeza ajena


- Oye no me estés toquete…an..do como… - un maullido molesto seguido por uno más bajo, no entendía qué le pasaba, pero aquellas caricias le estaban agradando más de lo que debería, no supo en qué momento un ronroneo gustoso comenzó a escucharse por la habitación.


 


Apenas sentía la mano del mayor sobre su cabeza él se restregaba contra ella, se levantó y dejó que le acariciase el lomo, era jodidamente agradable, su mente se oscureció por completo unos diez minutos dejándose llevar por los mimos ajenos, pero…


 


- ¡Ouch!...


- ¿A dónde iba tu mano?, ¡acosador! – un fuerte rasguño por parte del moreno cuando la mano del pelirrojo se fue a su estómago, no supo por qué, pero aquello no fue ni por asomo agradable, no tenía derecho de tocar en ese sitio.


- Bueno… al menos en eso eres como todos los demás gatos – se lleva el costado de su mano a la boca para chupar un poco la herida que le hizo el félido el cual se erizó por completo debido a un potente trueno que logró llevarse la luz en toda la cuadra.  – ey tranquilo – el pequeño saltó a los brazos de Iori, Kyo no solía asustarse de esa forma con ese tipo de ruidos, pero sus sentidos estaban por demás sensibles y sus oídos sufrían con tales sonidos, vuelve a sentir los dedos del otro acariciar su rostro, no podía negar que le agradaba sobremanera – vamos a dormir… supongo que dejarte en la sala no sería buena idea con el clima así…


 


El ojiazul se levanta para cambiarse la ropa y ponerse el pijama, solo los pantalones pues no le agrada ponerse las camisas para dormir a menos que hiciese frio, Kusanagi no pierde detalle pues su visión nocturna es bastante conveniente, puede notar sin problemas cada músculo moverse y pese a su lucha interna no aparta la mirada de ese cuerpo perfecto que se acerca a la cama y se mete bajo las sábanas.


 


- ¿Ahora tengo que dormir con este imbécil? – piensa frunciendo un poco el ceño


- Descansa – susurra el otro


- Si claro, como si pudiese descansar – mientras hablaba empezaba a amasar nuevamente lo suave bajo sus patas, no deja de juntar el entrecejo ni de sacar sus garras disfrutando la textura de la tela. Casi diez minutos después terminó echo un ovillo a un lado del pelirrojo.


 


Y ese ovillo en que se convirtió, a la mañana siguiente estaba sobre la cabeza de Iori. Cuando este se remueve Kyo queda sobre la almohada boca arriba, el ronroneo hace despertar a Yagami, quien al entreabrir los ojos nota al felino frente suyo, acracia con cuidado una de las mejillas ajenas, el ronroneo se intensifica.


 


- ¡NO ME TOQUES! - el moreno se despierta de forma agradable, pero al notar lo que el otro hace le da un zarpazo bajando de la cama y metiéndose en la parte inferior de la misma. Iori se queja pues esta vez sí que le ha enterrado las garras jalando la piel y levantándole.


- Ngh… - se queja un poco, pero pese a que el menor esperaba que comenzase a buscarle para golpearlo o echarlo solo nota como va al baño, el grifo es abierto. Se asoma un poco dándose cuenta que el pelirrojo está desinfectando la herida con jabón y alcohol, tal vez se pasó un poco, al final de cuenta no le estaba haciendo nada malo… si bien era su enemigo mortal el ojiazul no tenía idea que su rival estaba viviendo bajo el mismo techo que él. -  creo que lo mejor será llevarte a ese refugio, definitivamente no te agrada estar aquí


- ¿Refugio? Ni lo sueñes, ¡tengo que arreglar esto! – maúlla saliendo de su escondite caminando tras Iori quien buscaba su chaqueta pues apenas salió del baño se puso pantalones – ¡oye hazme caso! – se para en dos y le da golpecitos en las piernas con sus patitas, maullando continuamente


- Estarás mejor ahí


- ¡No! ¡Ni lo sueñes! – las manos del pelirrojo le asen firme pero sin lastimarle, no obstante para sorpresa de Iori el felino se aferra a su sofá.


 


15 minutos después Yagami se rinde, apenas lograba despegar al gato de algo se aferraba de otra cosa, como si supiera que lo llevaría al refugio, lo que no entendía era que si no le agradaba estar ahí ¿por qué quería quedarse?, no podía abrirle la puerta o este seguramente huiría lo que terminaría en un accidente y tal vez muerte para aquel animalito testarudo. Kyo por su parte respiraba agitado, oculto bajo uno de los sofás, mirándole con esos enormes ojos avellana, sus pupilas alargadas como una pequeña rendija. Iori se levanta y camina a la puerta, si no le iba a llevar al refugio al menos debería comprarle de comer, tal vez ganándose su confianza podría convencerlo de salir de su escondite, confiado de la distancia entre el gato y la puerta abre la misma, pero apenas Kyo escucha la manija moverse sale disparado como una bala.


 


- ¡NOS VEMOS BASTARDO! – no es como si fuese a ser amable después de tantas peleas contra el otro, apenas se vio libre saltó desde el barandal.


 


Todo sucedió como en cámara lenta, confiado en que los gatos caían siempre de pie se aventó desde el segundo piso, la mano de Yagami a centímetros de cogerle en el aire, la puerta a su libertad estaba abierta y correría como nunca en su vida, pero no contaba con que él no era un gato como tal, la gravedad hizo lo suyo sumada a la falta de experiencia en caídas grandes.


 


*********


 


La campanita anunciando que alguien ha entrado suena en la recepción, una chica saluda al cliente y debido a que estaba vacía la estancia le hace pasar con el médico inmediatamente, los alaridos del felino sumados a la cara de preocupación del que seguramente sería el dueño, quien por cierto le parece conocido, le dejaban saber que era menester que viesen al veterinario.


-Buenas tardes… - el hombre de mediana edad saluda a sus clientes, se sorprende – tu eres… el chico de ayer…-  mira el bulto entre sus brazos y luego vuelve sus ojos al rostro ajeno, un gesto desconfiado aparece


- Saltó desde el segundo piso de mi edificio… lo rescaté ayer en la tormenta…


- Bueno… no sé si los gatos tienen suerte de encontrarte o todo lo contrario… - suelta sin tacto el especialista, se da cuenta que lo que ha dicho no es nada agradable por lo que se disculpa de inmediato – lo siento… es solo que hemos visto muchos casos de maltrato animal por parte de los dueños


- Descuide, no es como si fuese a ofenderme – la voz grave del pelirrojo hace tragar saliva al doctor, pero no podía evitar que esa pinta de Yakuza le intimidase bastante, y con dos gatos lastimados en dos días seguidos no podía menos que sospechar – ¿está bien? – miraba al felino, Kyo por su parte estaba tan adolorido que no prestaba atención alguna a lo que sucedía, totalmente enfrascado en maullar quejándose no solo por el dolor pues había sufrido cosas peores, sino de su mala suerte, lanzaba zarpazos a diestra y siniestra, bufaba esponjándose por completo.


Tuvieron que ponerle un sedante para que dejase trabajar al médico, el cual tuvo que enyesarle la pata, le vendó con unas bonitas vendas con imágenes de huellitas, además que, al ver lo inquieto y “salvaje” que era supuso que no se dejaría en paz la pata así que decidió ponerle un collar isabelino. Le recetó medicamentos y tendría que regresar en unos días para ver cómo iba evolucionando pues de no ser bien tratado podría quedar mal de su extremidad. Y por supuesto que estaba descartado llevarle a un refugio, lo mejor era que el gatito no tuviese tensiones ni otros gatos con los cuales pudiese llevarse mal al grado de querer pelear con ellos. Iori agradeció y al salir de ahí pasó a la tienda de la veterinaria donde compró lo necesario para el felino, una cama, una transportadora, comida, un par de juguetes, mantas y demás.


 


- ¿Cual es el nombre del pequeñín? – preguntó la chica de recepción mientras llenaba la cartilla, el otro no lo pensó siquiera, el nombre se le vino a la mente


- Koneko… - la enfermera parpadea pues “gatito”era más un sobre nombre pero no iba a discutir con ese hombre que aunque guapo se veía que no tenía muy buen genio


- Bien… Koneko entonces… - termina de llenar los demás datos y le da el documento.


 


La puerta del departamento se abre y entra con todo para su nuevo inquilino, al cual saca de la transportadora como si fuese un costal, ni siquiera se movía, estaba totalmente dormido, le preocupaba un poco que el efecto del sedante tardara demasiado, pero según el veterinario pasarían unas horas para que volviese en sí. Nota la respiración acompasada del felino y acaricia su lomo con tiento, siempre quiso tener mascotas desde que era niño, pero lo estricto de su padre se lo impedía, él debía dedicarse a entrenar y nada más, no podía preocuparse por cuidar un ser vivo, tenía que convertirse en una máquina asesina de Kusanagi. Y ahora 10 años después de la última vez que le pidió a su padre tener una mascota ahí estaba, el destino, de manera extraña y – literal- atropellada, le concedió su deseo. Esperaba que al menos aquel remolino peludo se fuese acostumbrando a su presencia y no huyera apenas tuviese la oportunidad. Con tiento acaricia esas orejas oscuras, eran agradables al tacto, tal como si fuesen de terciopelo, la mancha sobre el lobo también le llamaba la atención, era por demás inusual, sin darse cuenta se quedó embelesado con el pequeño ser.


 


Pasaron varias horas cuando por fin el efecto del sedante iba quedando de lado. 


- ¿Q-qué me pasó? – leves maullidos de su parte “pero ¡qué!” gira su cabeza de un lado al otro y un extraño objeto le impedía ver bien, trató de moverse, pero su pierna le dolía, a su cerebro llegaron los recuerdos de ese día, la huida, la caída, el veterinario… - veterinario… ¡como si en verdad fuese un animal! – susurra y empieza a maldecir de nuevo


- Oh has despertado – la voz de Yagami le hace callar, estaba en el sofá leyendo un libro, le sorprende un poco verle con gafas, nota cómo se las quita al tiempo que se levanta para ir hacia él, por su parte el menor agacha un poco sus orejas, entrecierra los ojos, parecía dispuesto a atacarle – ni lo pienses… estás herido, así que cálmate – un golpecito en su nariz


- ¡Pero qué demonios dices! Tú… ¡asesino de gatos!


- Me gustaría saber qué tanto dices… o quizá sólo tienes hambre – le sirve croquetas, estas ruedan en el piso pues el sr. Koneko les dio un zarpazo nada más vio el plato - Tal vez… comida hu…


- ¡Que no soy tu puta mascota! ¡Yo también quisiera que me entendieses! – maullaba sin parar y se notaba que era un reclamo


- Joder que exigente eres, ¿acaso quieres que te de pescado o qué?


- ¿Pescado?... no suena mal – sus orejas se levantan felices al escuchar esa palabra, Yagami parpadea por ello con cierta incredulidad


- Quieres… ¿pescado? – pregunta ladeando la cabeza


- Si… eso quiero – el tono de ese “miau” era diferente a los demás que le había escuchado “pronunciar”


- Supongo que eso es un… ¿sí? – le miraba fijamente, ahora que lo pensaba lo más parecido a pescado que tenía en casa era una lata de atún que quedó por ahí como parte de su reserva ante desastres naturales, abre la pequeña compuerta en la cocina y saca del escondrijo una lata de atún, la abre y se la sirve poniéndola cerca, el aroma hace que Kyo se incline, pero…


- ¿Se te olvidó que tengo esté cono en el cuello y me es imposible acercarme… genio?


- No te lo puedo quitar, seguro intentarás despedazarte el vendaje


- ¡Claro que no! No soy tan idiota – cualquiera que viese la escena en verdad creería que esos dos tenían un diálogo


- ¿Si te lo quito prometes no hacer nada indebido?


- Soy un maldito gato ¿Qué cosas indebidas puedo hacer? – un “está bien” sale de los labios ajenos y esas manos se acercan para quitarle el cuello isabelino, la lata es acercada un poco más para que no haga mucho esfuerzo y comienza a comer.


 


No sabía si la calidad de ese atún era Premium, si la marca era de las mejores del mercado, o solo porque tenía un hambre atroz pero no podía dejar de comer aquello, era lo más delicioso que probaba en su vida, a tal punto que limpió la lata, un cuenco con leche le es servido y la toma también, se aparta un poco al sentir la mano de Yagami, ¿Qué le pasaba a ese tipo? ¿por qué le tocaba tanto? No le daba muy buena espina, no quería quedarse en ese lugar pero por el momento no tenía opción, se tumba resignado sin notar que estaba en una cama comprada especialmente para él, el cansancio le venció y terminó dormido de nuevo.


Transcurridas unas horas comenzó a parpadear, tenía la esperanza de que todo aquello hubiese sido un sueño, y es que… ¿qué más podría ser?, bostezó fuerte estirando sus manos al cielo, talló sus ojos mientras se sentaba… o eso intentaba pero el dolor de la pata le despertó por completo, no, no había sido un sueño en absoluto, ahí estaba, en la departamento de su odioso rival, con la pata rota, a merced de su enemigo mortal convertido en más ni menos que su mascota, pero eso no era lo peor… la naturaleza le demandaba ser atendida.  Observa a todos lados pero no sabe dónde diablos está el baño, lo que si nota es un arenero a un par de metros de él.


 


-¿en serio Yagami? – suda una gotita, ni de loco haría ahí sus necesidades.


 


Con sumo cuidado se levanta, intenta asentar su pierna lastimada lo menos posible, todo estaba oscuro señal que el pelirrojo se había ido a dormir, lo cual era bastante conveniente ya que podría merodear por la casa sin tener que cuidarse del otro, debía admitir que el sitio estaba aseado y pese a no ser grande tampoco parecía amontonado, “eureka” dijo para sí al encontrar el retrete, la pregunta era ¿cómo demonios iba a subir hasta ahí? No aguantaría mucho tiempo más, su vejiga estaba a reventar y ni se diga sus intestinos.


 


- ¡EY TU IDIOTA DESPIERTA! ¡DESPIERTA! ¡QUIERO IR AL BAÑO! – maullidos fuertes y constantes resuenan por el lugar, son un tanto lastimeros, pero por demás eficientes, no solo porque Yagami tenía un sueño ligero sino porque la potencia de esas cuerdas vocales era sorprendente, se levanta rápido buscando al pequeño en su cama, pero no está, para sus pasos apresurados justo frente al baño en donde, sentadito le espera su inquilino


- ¿Estás bien? ¿Por qué maúllas así?


- Necesito usar el baño… ¡súbeme! – ordena esperando le entienda


- No puedes beber agua de ahí… - alza una ceja el pelirrojo, estaba pronto a ir a llenarle su cuenco con agua, pero la actitud de “Koneko” le indicaba que se quería montar en el retrete. No sabe cómo reaccionar realmente, jamás escuchó ese tipo de cosas sobre los gatos, aun con desconfianza le tomó con cuidado para depositarlo como parecía que el otro se lo pedía. Ya sobre la tasa apenas logrando algo de equilibrio los ojitos avellana del félido observaron de mal modo a su anfitrión


- ¡LARGO! – bufa Kyo pues no iba a hacer nada con el otro viendo


- ¡Vale ya! – se voltea entrecerrando la puerta tras de si – debo estarme volviendo jodidamente loco – piensa con algo de preocupación, nada de lo que estaba pasando era ni por asomo normal, un gato que no comía ni croquetas ni comida blanda, que parecía entender las cosas que decía, y ahora esto, ya solo faltaba que se escuchase el agua correr, palidece un poco pues eso es precisamente lo que sucede momentos después, a su lado como si nada el gato sale caminando, huellas húmedas son dejadas por sus patas delanteras – ¿s.se…lavó las patas? – se toca la frente pues tal vez tenía fiebre y estaba delirando.


 


**********


 


Pasaron unos días, bastante extraños, por cierto, las actitudes del felino le hacían sentir que desvariaba a veces, tuvo que ir al combini por algunas latas de atún, algo que a la señora Yamada le pareció bastante extraño pues el pelirrojo no era de comer demasiado pescado. La patita lastimada del otro estaba sanando bastante bien, y algo más rápido de lo que se podía imaginar, en definitiva ese peludo amigo no era ni por asomo normal. Kyo por su parte estaba acostumbrándose a la compañía del pelirrojo, aprendía de él día con día, podía conocer una parte que para nada era como se imaginaba a su enemigo, creía que era el sujeto más desgraciado del mundo y resultó que incluso era capaz de pasarse un buen rato jugueteando con un felino, el cual al principio mandaba todo a la mierda y ni caso le prestaba. No obstante la convivencia diaria les hizo empezar a formar algunos lazos, pasó una semana y el teléfono del pelirrojo sonó, estaban tumbados en la cama, Iori leyendo un libro y el gato… dormitando en su abdomen el cual Kusanagi descubrió que era bastante agradable por el ritmo acompasado de la respiración.


 


- ¿Qué?... – el tono de sorpresa hizo que el moreno despertase, se estirase como era costumbre para luego mirar el rostro incrédulo de su enemigo – ¿el imbécil de Kusanagi ha desaparecido? – un mensaje por parte de la madre del moreno al teléfono del ojiazul, preguntándole si es que había concertado una pelea con su hijo y que dijera la verdad, ¿dónde estaba el cadáver o en dónde le tenía cautivo? – “no sé dónde está su hijo Shizu-sama, de haberle derrotado su cuerpo estaría en las puertas de su casa”


- Madre… - al escuchar las noticias sobre su propia desaparición el castaño se acomodó para leer el mensaje, un leve maullido de su parte al notar la preocupación de su mamá, sorprendiéndose sobre manera el respeto con que Iori le respondía


- ¿A dónde se habrá metido ese tarado? – su mano acaricia la cabecita de su mascota el cual al escuchar el tarado le muerde el dedo – ¡ouch! ¿Qué te pasa Koneko?


-Tarada tu estampa – replica y baja de la cama de un saltito.


 


Camina a su cama con cuidado, se tumba en la misma, quería regresar a su hogar y decirle a Shizu-sama que estaba bien, que no debía preocuparse, que ese tonto Yagami ni siquiera le había puesto un dedo encima “incluso se ha preocupado por mi” suspira profundamente, una lagrimita baja por su pelaje.


- ¿Te duele algo?  – el pelirrojo le siguió para verificar que no se hiciese daño, al ver la lágrima ajena no pudo evitar tomar al felino entre sus manos y abrazarle contra si – ¿te duele la pata? – la sorpresa de Kyo es enorme, esas manos protegiéndole, reconfortándole, su corazón latía con tal fuerza que seguro el otro lo notaría, pero no le importaba en absoluto


- Gracias… - da un leve maullido separándose un poco para lamer la mejilla del su rival, no sabía de qué otra forma demostrarle algo de gratitud.


- De nada – susurra el ojiazul sin saber que había interpretado correctamente los sentimientos ajenos.


 


Durante el resto del día Kusanagi se comportó de manera totalmente diferente a los días anteriores, no replicaba a lo que el otro le pedía, comía sin ponerse demasiado melindroso y por la noche en lugar de quedarse en su cama siguió a Iori, debía admitir que era más cómodo dormir en la cama ajena que en su pequeño colchón, además así podía disfrutar un poco de la calidez ajena y esas extrañas pecas que en tantos años de batallas nunca vislumbró en su rival. Pero al tenerle tan cerca no podía dejar de notarlas y admirarlas.


 


Kusanagi apenas pudo dormir, estaba muy preocupado por su mamá, saber que estaba sufriendo por su ausencia no era en definitiva nada que él quisiera para ella, si tan solo pudiesen comunicarse… ¡eureka! Justo en ese momento pensó en algo que no había cruzado por su mente en todos esos días, con cuidado de no despertar al mayor se acercó al buró donde estaba el celular ajeno, claro que en ese momento se desanimó bastante pues seguramente la contraseña del otro sería de lo más difícil, toco con su patita dos veces la pantalla y esta se abrió al instante, llevándole  al inicio sin ningún tipo de contraseña “o es muy confiado o es un tonto” pensó Kyo, pero no quería tardar demasiado, aunque debido a que las almohadillas de sus patitas eran más anchas que un dedo se metió en la galería, daba golpecitos intentando apretar lo que necesitaba


 


-¡Pero que carajos! – sus ojos se abren como platos ante lo que ve, cualquier gente normal, o mejor dicho, cualquier chico de 19 años tendría fotos de chicas lindas inundando su teléfono, pero lo que Yagami prefería era fotos de gatitos, le dio un ligero tic en el ojo, no solo eran los gatitos a lo lejos, sino varios close ups, del gato entero, de su nariz, de sus ojos, las almohadillas. 


 


“Koneko” el nombre de la carpeta frente a sus ojos casi le provoca esponjarse no solo de molestia sino de cierta incomodidad, da click con su patita y se despliegan más de cien fotos suyas de diferentes ángulos, regularmente cuando estaba totalmente distraído o dormido.


 


- ¡MALDITO PERVERTIDO! – un rasguño en la frente del pelirrojo que le hace despertar


- ¿Qué te pasa Koneko?


- ¡No me digas así! Soy Kyo, ¡oíste! ¡Kyo! – se había parado en sus dos patas traseras y tomado a Yagami de la camiseta, pues decidió usar ropa tras sentir las garras de su mascota intentar aferrarse a él cuando dormían, el felino pareciera que deseaba sacudirle desesperadamente, pero no fue solo eso lo que dejó a Iori perplejo, sino su teléfono y la carpeta específica en donde el castaño había encontrado sus fotos


- ¡Pero qué demonios! – intenta tomar su celular recibiendo un nuevo zarpazo, Kusanagi se voltea y como puede logra llegar al block de notas, el ojiazul no daba crédito, se había quedado helado por todo – ¿qué…eres? – preguntó con un dejo de desconfianza, cuando el otro terminó de teclear empujó el teléfono a donde el mayor pudiese ver la pantalla


- Ore ga Kusanagi da (Soy Kusanagi) – silencio sepulcral…


 


***Cambio de escenario al templo más cercano de donde vive Yagami***


 


Iori camina hasta la puerta principal, dos monjes estaban barriendo el caminito de Piedra que marcaba el sendero hacia la entrada del templo, notan como aquel muchacho deja una caja con un gato dentro, miran al gato y luego al joven.


 


-Ese gato… está poseído… - los tres (monjes y Kyo) sudan una gota


- ¡No nos hagas esas bromas jovencito! – le corren con todo y gato


 


***Casa de Yagami ***


 


Los ojos azules de Yagami no se apartaban de las orbes castañas que le veían de la misma manera, como si ambos estuviesen en una lucha para ver quien parpadeaba primero.


 


-Entonces… tu… eres… el bastardo Kusanagi – el felino asiente - Y por eso tu familia no te encuentra…. – vuelve a afirmar - ¿cómo es que…? – se tapa la cara con una mano y niega – joder… estoy totalmente loco – una garrita toca su brazo para que lo baje y le mire, el castaño se acerca olfateando el teléfono para que le deje usarlo, el pelirrojo entiende y lo pone directo en el block de notas


- No sé, qué pasó… desperté así – escribe


- ¿Por qué viniste conmigo? ¿No era mejor pedir ayuda a tus padres? – los ojos entrecerrados del menor le hacen saber que sí lo intentó – bien, te llevaré entonces con ellos – iba a levantarse de la cama, pero Kyo maúlla algo fuerte, nota algo más en el teléfono


- Mi mamá es alérgica, papá casi me mata cuando me vio… tienes que ayudarme… por favor


- Por dios… ¿estás consciente a quien coño le pides ayuda? – quería fruncir el ceño, pero, el aspecto que tenía su rival en esos momentos no le provocaba otra cosa que acariciarlo y apachurrar sus almohadillas… tomarle fotos, mueve la cabeza negativamente regañándose a sí mismo


-NYA (por favor) – ese maullido le hace flaquear un poco


- Bien, pero… - se vuelve a sentar en la cama – en el templo no nos creyeron – dice rascándose la nuca pensando un poco, nota al felino escribir


- Chizuru y Maki


- Tal vez… - toma el celular y marca a la mayor de las Kagura, pero nadie contesta, ni en el teléfono de Chizuru.


 


Cuando llaman directamente al templo uno de los monjes responde, les dice que las hermanas han salido a una peregrinación por todos los templos de Japón, y que tardarán meses en volver. Cuelga con cierta desilusión, nota la mirada del gatito a sus pies y niega explicándole la situación.


 


-Lo primero que tenemos que hacer es convencer a tu madre que estás bien, debe estar muy preocupada – le sorprende que Iori piense en su mamá en esos momentos, nunca llegó a imaginar que tuviese ese tipo de sentimientos en su ser. – pero cómo – piensa en voz alta sentado en el sofá, con el ceño ligeramente fruncido, no de molestia, tal cuadro embelesa a Kusanagi quien no pierde detalle de ese rostro, ahora que lo mira más de cerca nota que representa la edad que tiene, siempre le vio como alguien mayor, más maduro e imponente, y no es que no lo sea, pero ahora conocía al humano normal tras el fuego purpura.  – quizá si le mandas un mensaje de otro teléfono… diciéndole que estás bien, que no se preocupe, necesitabas salir un poco del estrés de los entrenamientos y de la sanguijuela de tu novia – el chico de ojos avellana asentía constante a todo hasta que escuchó aquello – no me dirás que muchas veces te tiene peor que un prisionero… no hay día que vaya a retarte que no la tengas a menos de 30 centímetros de ti – el gatito ladea la cabeza como reflexionando y es cuando Kyo se da cuenta que es verdad, no lo había notado tal vez por todo el tiempo que llevaban juntos, pero en ciertas ocasiones Kushinada llegaba a asfixiarle. – entonces, ¿qué opinas? – Kusanagi regresa su atención al otro y asiente.  – bien… pero de qué teléfono… no es como si aquí los vendiesen como en américa… necesitamos tramites y… - se quedó callado, tenía a la persona indicada.


 


Le pidió a Kyo que escribiese el mensaje que quería enviarle a Shizu-sama, después él se encargaría de lo demás, llamó a su baterista Kurumi para pedirle el favor. A los pocos minutos recibió la respuesta de la madre del moreno reenviándosela al pelirrojo. Le dijo que se sentía más tranquila al tener noticias suyas, pero que no debió ausentarse de esa manera, además de que le pedía encarecidamente que no tardase demasiado en enviar otro mensaje. Por el momento era todo lo que Yagami podía hacer por el otro, como acto reflejo comenzó a acariciar la cabeza del felino, y este empezó a ronronear, cuando ambos se dieron cuenta se separaron de inmediato. No dijeron más, pero tanto uno como el otro sintieron un vuelco en el pecho al verse a los ojos un segundo antes de apartarse.


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