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Ada y Juana: Una profecía por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

Segunda parte del BL FERRA EN LA UNIVERSIDAD, fic obligatorio de lectura previa antes de leer este.

He escrito mucho a lo largo de estos dos años de carrera, pero no tengo ni idea de cómo empezar esto. Juana la sabionda no sabe qué decir, no sucede a menudo.

La verdad es que no sé a quién le escribo.

Hace años que tengo un diario que raramente he dejado de actualizar con todos mis acontecimientos emocionales para tener cierto control de mi mente y no agobiarme en exceso, pero siempre ha sido para sólo mí.

Inicialmente pensé en escribir lo que quiero escribir para mis amigos Daniel y Ferra. Ellos se merecen saber qué pasó entre Ada y yo, aunque sienta que me hierven en aceite cada vez que tengo que contar algo de mí que me ponga en un aprieto. Tantos meses lejos de ellos y sólo hablando por Whatsapp habían sido mucho para mí y tenía ganas de verles. Les echaba de menos. Ahora ya volvía a estar en España, después de meses muriéndome de frío en Oslo.

Pero luego pensé que hacía el mismo tiempo que no veía a Ada. Tenía cierta idea de lo que ella había contado a mis amigos, y sabía que había guardado respeto todo lo que pudo a aquello que pudiera afectarme negativamente a mí. Siempre llevamos lo nuestro bastante en secreto, y nunca me sentí con ganas de airear nuestros problemas, así que escribir esto no tiene sentido, es contradictorio.

De alguna forma sé que tengo que hacerlo, sin embargo. Soy muy poco impulsiva, pero esto lo siento. Tengo que sacármelo de encima, como si fuera la última vez que hablara de ello.

Así que… ¿quién lo leerá? No lo sé. Probablemente solo yo. Ada no leería un recopilatorio de nuestros momentos y lo que significaron para mí, pues ella fue la que salió peor parada de la separación, sería como echar sal a la herida. Daniel y Ferra lo leerían, en cambio, quizás por apoyo, quizás por curiosidad. O por ambos motivos.

Sinceramente, tengo miedo. No sé cómo va a ser volver a ver a Ada y pasar tiempo los cuatro juntos. Me he ausentado medio curso. Me da miedo que el reencuentro distancie al grupo o lo destruya.

Quizás mientras rememoro lo que pasó hace ya más de año y medio me decida a contarlo o no.

 

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Me resulta fácil recordar todo lo que pasó antes de conocer a mis amigos en la universidad: estaba sola. No me importaba, no había ninguna necesidad de socializar. A diferencia de un sitio como el instituto, en la universidad es fácil abstraerse en el trabajo y simplemente dar lo mejor de ti sin tener que depender de gente que no quiere estar por la labor. Yo trabajaba y trabajaba, y hablaba con algún compañero para pasar el rato o hacer grupos de trabajo, y todo lo que no era estudiar era irme a casa a relajarme.

Había tenido ya suficiente en el instituto de los dramas innecesarios, como el de Daniel pidiéndome salir. Dioses, no, además de no gustarme y de distraerme hubiera sido la broma permanente del lugar. La pareja de pervertidos. Ya entonces tenía mis gustos que consideraba (y sigo considerando a veces) prohibidos. Hubiera sido cuestión de tiempo que se enteraran todos.

Supongo que debería decir que quedé muy tocada, tiempo atrás, por algunos de mis amigos dejándome de lado. A día de hoy sigo sin saber la razón, pero pasé la mitad de mis años de secundaria con apenas un par de amigos de primaria por ese motivo. Un psicólogo diría que me refugié en mi trabajo para evitar que me hirieran de nuevo. También explicaría por qué me costó tanto dejar que Daniel fuera mi amigo.

Para colmo, mi familia era un desastre. Se peleaban constantemente con mi tío gay por motivos tontos, cuando yo estaba encantada con él. Había aprendido mucho de la diversidad y, aunque jamás lo admitiría ante nadie, el motivo de que me interesara por ello era porque descubrí el yaoi al mismo tiempo. Por eso se convirtió en algo prohibido, me negaba a aceptar que mi afición principal fuera algo que pudiera ofender a mi tío.

Así que cuando Ferra me invitó a ser amigo suyo y de Ada, yo iba cargada de miedos: me costaba hacer amigos por si me encariñaba y desaparecían, tenía un secreto prohibido que Daniel podía airear como le diera la gana (y lo hizo, o Ferra y Ada no me hubieran conocido), mi familia estaba al borde del colapso y tenía cierta inseguridad de no rendir tan bien en la universidad como en secundaria.

—Así que eres asexual. —Ferra asintió—. Perdón por ese chantaje el otro día.

—Bah, no pasa nada. No lo consideré serio.

Por mi vergüenza por el yaoi, le hice un chantaje nada creíble a Ferra en nuestra primera conversación. Me sentó fatal haber reaccionado así. Tuve miedo de haberme cargado algo, pero el chico de pelo castaño y cara de indiferencia total simplemente lo dejó pasar. Ese fue el día que lo cambió todo.

Al principio no me fijé en Ada. Sus intervenciones eran discretas, y me impliqué mucho con Ferra porque parecía realmente atribulado con Carla. Quería esforzarme en ser buena amiga y apoyarle, todo por mi miedo. Además, tampoco sabía que me gustarían las mujeres (ni tampoco ella sabía de sí misma). Me di cuenta de que algo estaba yendo fuera de mis planes cuando…

—Tienes. Que. Relajarte —se quejó Ferra, llamando a la puerta de mi frente para que saliera de mi cabeza.

—¡Au! ¡Quita, bicho!

Y entonces oí esa risita cantarina. Ada ya se había reído antes, pero no de esa forma, ni tampoco me había fijado. Me sonó a música para mis oídos.

Me lo tragué inmediatamente y seguí con la conversación sobre Daniel.

—Vale, que venga un día a comer con nosotros, no me des más la tabarra.

Luego, como dijo Ada, «agüé la fiesta» y cambié de tema a Carla. Mi cabeza se agobió pensando en si aceptar a Daniel como amigo a pesar de que era el ejemplo de todo lo que no quería ser, parecer o tener cerca, además de estar haciendo resonar la risita de Ada por todo mi ser. Necesitaba no ser el centro de atención urgentemente.

Ahora parece todo bastante racional. Yo escribo de forma muy fría y distante, en realidad. Pero juro que hasta que no cambiamos de tema, me sentí mareada de tantas cosas que tenía que descifrar. Tengo delante de mí el diario de aquel día y ocupa como tres páginas sin apenas espacios. Un abismo de diferencia comparado con un día habitual.

La primera conversación real que tuve con Ada fue al cabo de unos días. Ferra, Ada y yo nos habíamos separado para la asignatura de Expresión Escrita. Cada uno iba a un grupo distinto, lo que de verdad que era muy engorroso. La gracia era que mi aula y la de Ada eran colindantes así que, al salir, me la encontré esperando, mirando su móvil.

—No tienes buena cara. ¿Ocurre algo?

—Tíos.

—Ah, vaya. No sé si te puedo ayudar mucho con eso… —dije, algo incómoda.

Sabía que Ada conocía a chicos para intentar salir con ellos, tener algo sólido, pero que no estaba saliendo bien. También sabía que no le gustaba hablar de ello, porque Ferra me había contado lo que sabía, y era poco más que nada.

—No pasa nada. Llevo un tiempo hablando con este chico, pero no se implica nada. Parece que estamos en un limbo entre las citas y una relación, y no me quiere aclararlo.

Me fijé mucho en que no quiso darle un nombre. No quería vincularnos con él. Para mí, significaba que ella tampoco quería dar ese paso.

—¿Y qué es lo que quieres tú?

Ada me miró a los ojos al fin. Fue brusco y me sentí algo intimidada. No era de mi incumbencia, ella irradiaba esa respuesta. Pero luego simplemente empezó a andar hacia el comedor.

—Quiero tener una relación estable. No tengo un tipo para los chicos, todos me parecen más o menos divertidos. Soy bastante romántica pero parece que esa parte nunca acaba saliendo a la luz. Y eso me fastidia.

Así que Ferra no era el único que estaba siendo perseguido por el fantasma de la relación ideal.

—Yo no te puedo decir mucho. Rara vez me gusta alguien, y nunca he tenido una relación. No sé cómo es.

—No pasa nada —repitió, con una sonrisa melancólica—. Pero te pediría que no se lo dijeses a Ferra.

—¿Por qué?

—Porque le preocuparía demasiado. Está emperrado en ser el mejor amigo del mundo con todo lo que está cargando, con su novia y todo eso, y se frustraría. Él no tiene la solución a mi problema, pero la buscaría.

—Vaya, eso suena un poco como yo —dije sin pensar. Ada me miró un instante con precaución.

—Y no es que sea indiscreto —continuó—, pero suele buscar soluciones en momentos poco indicados y no quiero que media facultad se entere de que tengo un mal día.

—Vale, no se lo diré. Yo sé guardar un secreto.

—Lo sé, no hay quien te tire de la lengua. Por eso te lo he contado.

Su sonrisa fue más tranquila y genuina esa vez. Me suelen decir que me fijo demasiado en los detalles, pero valió oro para mí, por el simple hecho de estar haciendo bien algo como amiga. Me daba seguridad. Y Ada, además, transmitía mucha confianza y firmeza, como Ferra alguna vez decía. Era una lástima que su cara de póquer escondiera las mismas debilidades que su amigo.

Nos fuimos a sentar al comedor de la facultad, con nuestras bandejas ya listas. Nos pusimos a propósito cara la puerta, para ver llegar a Ferra.

—¿Crees que tú y Daniel seréis amigos?

—No deberíamos. Somos opuestos —dije, aparentando aplomo. Me estaban dando los nervios típicos de cuando ves un descenso en picado en una montaña rusa.

—Pero compartís una afición sana. Ya sé que tenéis un pasado complicado, pero…

—Lo sé —me limité a decir.

En el fondo, mi parte más racional quería ser su amiga desde hacía tiempo. Me decía que era sólo una afición, que me iba a venir bien, que por fin estaba teniendo amigos, y que tantas negativas podrían estropearlo todo. Por eso le solía apoyar en Facebook cuando hacía sus posts de pervertido rematado. Además de alegrarme la vista, intentaba lanzarle una indirecta, a ver si se atrevía a hacer lo que yo no podía: aceptarme. Pero siempre respondía a la defensiva y con burlas que me hacían sentir vergüenza.

En respuesta, todo mi cuerpo se ponía en alerta, haciéndome sentir mal por la misma afición, considerando que tenía que seguir siendo uno de mis tantos secretos, que Daniel no era para tanto, que mi tío se ofendería si se enteraba, que era como darle la espalda a la comunidad LGBTI, y un largo etcétera.

Y mi mismo cuerpo me impulsaba, sólo porque lo consideraba prohibido, a ver a Daniel y a Ferra como pareja. Daniel podía ser encantador si se lo proponía, y Ferra necesitaba a alguien que le hiciera sentir bien consigo mismo y así madurar. La fujoshi en mí (que me diría Daniel tiempo después) tomaba el control rápidamente. Lo odiaba.

Ese día, Ferra volvió solo. Suspiré aliviada.

—Oooh… —soltó Ada, mientras Ferra se encogía de hombros.

—No ha podido ser —dijo Ferra.

Me libré un día más del rubiales, pero me sentí como si estuviera retrasando lo inevitable. Y tuve toda la razón del mundo al sentirlo así. Aunque Ferra hizo propaganda de su nuevo amigo.

—Es… ¿buen chico? —dijo. Me miró como si no pudiera hacer nada al respecto. Yo ya sabía que lo era, en el fondo, no hacía falta que otro me lo contara.

—Lo he pillado —repliqué de mala gana. A Ferra le dio igual. Y aunque lo confirmaría un tiempo después, creí que el chaval tenía mucha curiosidad por saber qué pasaba con mis bloqueos y con Daniel.

El tema volvió a girar al alrededor de a Carla enseguida, porque ella pasó por nuestro lado sin mirarnos. Tenía un rostro frío y distraído, con un pelo ondulado algo mal peinado. Se notaba que estaba sufriendo estrés. No era cosa mía meterme en el drama de Ferra, pero Carla parecía realmente afectada por todo aquello.

Lo mejor fue que el tema se desvió de mí por fin. Una vez oí a Ferra usar la comparación del Ojo de Sauron alejándose de Frodo y, joder, durante mis primeros días con Ada y Ferra no podía dejar de sentirme en exactamente esa posición, pobre Frodo. Por suerte, siempre había algo que evitaba que una manada de orcos se echara encima de mí al último segundo. No habría sido capaz de aguantar las preguntas y comentarios totalmente razonables de Ferra sin ceder totalmente.

Fue ese día que descubrí que Ada tomaba los trenes de la estación al norte de la universidad, en vez de los del sur, como Ferra.

—Vaya, pensaba que vivíais cerca el uno del otro —comenté sin mucho interés, cuando nos descubrimos yendo a la misma dirección.

—Ferra vive muy bien conectado. Yo tengo que dar tres mil vueltas si tomo su mismo tren, así que camino un poco y tomo el mismo que tú. Tardo un poquito, pero no tengo que hacer transbordos. ¿Y tú? Sé que Daniel toma el tren de Ferra.

—Me he mudado este año, así que tengo que tomar otro tren. Estoy a medio camino ahora.

—Qué suerte, puedes dormir más…

Llegamos a la estación de tren y nos sentamos en las sillas del primer vagón. La línea empezaba allí, así que resultaba sencillo pillar buen sitio.

Tengo que reconocer que, a pesar de ser muy pensativa y dar vueltas en mi mente como un tornado, no llegué a pensar que aquella risita mágica (y mi respuesta emocional tan agradable) significaran mucho. Me había gustado, había sido adorable, pero en ese momento estaba sentada a su lado y nada ocurría en mí. No pensé en que me gustaba (ni se me pasó por la cabeza), ni comparé con el contacto o emociones que había sentido por nadie. Bueno, hay que decir que en ese momento estaba buscando algo de lo que hablar. Yo era habladora, pero me daba la impresión de que Ada no lo era, y no quería incomodarla.

—¿Sabes? Creo que puedo ver a Daniel y a Ferra juntos.

—¡Entonces no soy la única! —No grité, pero respondí tan rápidamente que Ada se rio un poco de mí.

—Vaya, no esperaba esa reacción —me dijo, mientras le entraba la risa tonta.

—Me odio —me quejé, avergonzada.

—Ay, pero si no pasa nada… —me consoló. No me sirvió—. Es sólo que veo que Ferra tiene una oportunidad para seguir adelante. Y no con la idiota de Carla.

—Sí, esa chica no es muy buena para él.

—Es que es buena persona, te lo juro —me dijo—. Fuimos amigas mucho tiempo, te lo puedes pasar genial con ella pero, joder, no le pongas un tío delante. Desde su primera ruptura que actúa de esa forma tan poco sana.

—¿Te gustaría volver a tenerla de amiga?

—No, ni lo intentaría. Ella me cogió manía por celos y yo le tengo manía en respuesta. Que se busque otras amistades.

—Sí, mejor así.

—Por cierto —empezó con un tonito sospechoso. Luego me susurró, en vez de hablar—, que sepas que yo también estoy al corriente de lo que le gusta a Daniel.

Sentí el Ojo de Sauron abrasándome la cara.

—Dios, tú también no…

—No es malo, ¿sabes? Que tus gustos y tus necesidades confluyan… Y no te va a hacer daño soltarte un poco. Además, no voy a dejar que olvides la reacción que acabas de tener.

—Qué mala leche tienes, y parecías buena persona —le repliqué, aunque no estaba molesta. Incómoda y avergonzada, pero no molesta—. ¿Y tú qué?

—No, a mí no me dice nada. Cuando Ferra y yo nos conocimos fue porque leía un manga de fantasía que yo conocía. Era de mi infancia. Yo me quedé allí, supongo.

—Oh… me hubiera sentido más cómoda si Daniel y tú hubierais invertido esta afición, la verdad —protesté, resignada—. Tú eres más discreta. Podría hablar del tema.

—Bueno, eso no lo sabes —me replicó, con una sonrisa perspicaz. Pero a mí no me mentía, sí que lo era—. Tú déjate llevar. Me figuro que no lo haces a menudo.

—No. —Y ya que estábamos puestas en hundirme en las profundidades del averno, lo solté sin más, susurrando—: Es que si fuera como Ferra, que es como un cacho de hielo ante esas escenas, pues vale, pero joder, a mí me entran todos los calores, ¿sabes? No puedo ir viendo a tíos en pleno tema sin más, y en esa clase de mangas está llenísimo.

Por supuesto, a Ada le entró la risa floja, aunque no fue nada escandalosa. El tren empezaba a llenarse, y yo miraba a todas partes con todos los nervios de que alguien me escuchara.

—¡Entonces el día que se te ocurra entrar en una página porno saldrás volando como un cohete! —dijo, soltando el martillazo en mi cabeza para que acabara de volverme diminuta.

—Ni falta que me hace —dije lo poco digna que supe, estando encogida como un chimpancé en la silla—. Prefiero que haya un poco de misterio. Esos sitios tienen de todo menos eso.

A Ada no se le cortó la risa floja, pero sí que se rio un poco menos, y asintió:

—Mira, en eso te doy la razón.

—Pues eso.

Mi cara ardía como nunca. Jamás había hablado de esto con nadie, pero en el fondo me alegraba de que se pudiera tomar a broma. Que fuera Ada me ayudó. Ferra seguro que habría sido todo racional, como yo, intentando sonar convincente. Realmente, lo que necesitaba, aunque no lo sabía en ese momento, era sacarle el humor que Ada sí que tenía.

—Te prometo que no le contaré esto a nadie —me dijo—. Has sido sincera y ahora mismo estás para echarte una foto.

—Más te vale que no vea un móvil cerca —protesté, por el último comentario—. Pero gracias.

Con el tiempo, Ada y yo rememoramos ese momento con ternura. Ella siempre decía que yo parecía un bebé dando sus primeros pasos abriéndome a alguien. Tengo que reconocer que tenía razón. Siempre quedó implícito en nosotras que esa clase de conversaciones eran casi necesarias, y nos unieron mucho.

Aquella fue solo la primera.

 

Notas finales:

¡¡WELCOME BACK!! Este fic apenas tiene partes autobiográficas hasta el final, no como en Ferra en la Univerisdad, y la verdad es que están bastante modificadas, así que casi no perciben. Pero en fin, espero que os guste la segunda parte de este fic, que es algo más corto que la primera parte <3


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