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Edge por Lovis_Invictus

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Sirius esperó pacientemente el resto de la semana hasta la siguiente clase de adivinación, la duda le carcomió durante los días próximos a, pero siendo objetivo no tenía otra manera de resolver ese problema, o a menos era incapaz de verla. Sacudió la cabeza queriendo prestar atención a lo que explicaba su profesora, apenado porque Snape le observó brevemente al hacer eso. Desvió la mirada, enfocándola en James, el muchacho de igual modo le veía, sin palabras se dieron ánimos para comenzar a trabajar. 

— Pasado— comenzó la mujer a relatar con su dramático aire misterioso de siempre— El pasado es aquello que nos moldea, lo que nos da experiencias que utilizaremos en el futuro, eso que nos hace ser nosotros; la lectura, como les dije antes, siempre será un arma de doble filo: pueden utilizarla tanto para hacer bien como para hacer mal. Entonces, voy a pedirles que con mucho cuidado intenten ver algo de su propio pasado, no quiero llegar a saber que husmearon en la vida privada de otras personas, además de un largo castigo perderán automáticamente la copa de la casa ¡A trabajar!— animó, soltando unos cuantos aplausos antes de dirigirse a su ostentoso escritorio decorado excéntricamente.

Curioso y haciendo uso de la mayor discreción posible dirigió su vista hacia Severus, el muchacho fruncía su entrecejo concentrándose lo máximo posible en el centro luminiscente de la bola de cristal; Sirius apenas logró ahogar una risa, a leguas podía notarse que el joven Slytherin no veía o vería nada, creyó divertido el hecho de tener algo nuevo para poder molestarlo.

«Snape...» una sonrisa aterradora apareció en su rostro y se esfumó a la misma velocidad en que había llegado ¡Al demonio con la copa de la casa! Incluso si ameritaba un castigo o completa expulsión necesitaba saber si ese presentimiento que tenía era cierto, pues por esas visiones de la vez pasada Snape parecía relevante en el asunto, sin embargo aún quedaba en el aire la posibilidad simple de que la bola había revelado el futuro de las personas más cercanas a ella, casualmente siendo Severus y el mismo Sirius.

Logró apartar la mirada justo cuando Snape levantó la propia, incluso sin verle pudo notar su extrañeza al sentirse observado. Carraspeó, dejando su postura erguida y en su lugar se desparramó sobre la silla, estirando las piernas y cruzando los brazos como usualmente lo hacía al aburrirse, intentando no lucir sospechoso ante el Slytherin, aunque este, desde el incidente en la enfermería hacía cinco días atrás le estaba, claramente, evitando. El lunes durante su clase compartida, Cuidado de Criaturas Mágicas, le ignoró por completo, e incluso durante las comidas no despegaba la mirada del plato -Y como extra, Black se había percatado que el muchacho no comía demasiado, pues por mínima cantidad de alimento que se servía, el plato rara vez quedaba vacío, lo cual quizá daba como consecuente su figura delgada y fantasmagórica-.

El aire guardado en sus pulmones salió con la forma de un bufido hastiado, necesitaba dejar de pensar en otras cosas y concentrarse o no iba a ser capaz de ver nada -como la mayoría de los estudiantes- entonces se vería forzado a hablar con el profesorado para obtener ayuda y eso era algo que realmente deseaba evitar, no por nada estuvo durante horas intentando convencer a James de no decirle nada a nadie, remarcándole que eso incluía al siempre correcto Remus, pero específicamente a Peter, aún recordaba todo sobre sus visiones y pese a creer que su regordete amigo era demasiado blando para unirse a un mago oscuro aún desconfiaba de todos.

Sus orbes plateadas viajaron hasta la bola de cristal, enfocadas en el centro; con el alma llena de determinación esperó, concentrándose lo máximo que su mente siempre inquieta le permitía... sin embargo, pese a sus grandes esfuerzos no sucedió absolutamente nada, las dos tortuosas horas de adivinación, dentro de aquella aula con fuerte aroma y paredes tapizadas con alfombras, nunca se le habían pasado tan rápido. 

Cuando llegó el momento de irse se levantó bruscamente de la mesita, azotando las manos en ella, todo fue una cuantiosa pérdida de energía, la única cosa que hubo ganado en ese rato fue una migraña asquerosa producto de los inciensos extremadamente dulces del lugar. Metió las manos a los bolsillos de su pantalón, sosteniendo entre el brazo y el torso sus libros atados  , su capa ondeaba con cada paso que daba hasta la salida, entonces una mano delgada de uñas largas, llena de pulseras y anillos le tomó por el hombro.

— Joven Black, ¿Podemos hablar un momento?— le sonrió la profesora, cerrándole el camino al mover su cuerpo bloqueando la puerta. Sirius, desconfiado, la observó de arriba a abajo, su sonrisa dulce y personalidad amable se veían opacadas por una tensión falsa en forma de aura que le rodeaba tenebrosa. La presión sobre el hombro del muchacho se hizo más pesada, dolía.

— No es necesaria la intimidación, si me hubiese pedido que me quedara, lo habría hecho con gusto— le respondió él, aludiendo su actitud coqueta de siempre; subió una mano hasta la de ella, tomando delicado la muñeca ajena para quitársela de encima lo más respetuosamente posible. La mujer se ruborizó, apenada, guardando su extremidad tras la espalda.

— Oh... lo lamento— carraspeó, incómoda porque su cerebro pensase en el gran atractivo de ese muchacho—. El director Dumbledore y yo estamos preocupados por lo que pasó con usted durante mi clase pasada y-

— Curiosos— la interrumpió él.

— ¿Qué?

— Se dice curiosos— se encogió de hombros, afianzando las manos a sus libros—. Lo que vi fueron algunos momentos desagradables de mi infancia. Como sabrá, soy un miembro de la familia Black que terminó en Gryffindor, el primero desde el inicio de este apellido, no me va muy bien con mis padres que digamos, nadie de mi familia me habla a excepción de mi tío y perdí a mi hermano en el proceso también— medio mintió medio confesó, intercambiando las visiones por algo más creíble tratando de ser tan convincente como siempre lo era, supo había funcionado cuando la mirada de su profesora vaciló entre lástima y pena.

— Lo entiendo, disculpe por la intromisión, solo queríamos saber si era algo en lo que pudiésemos ayudarle

— Son cosas que no puedo cambiar, puede decirle a Dumbledore que no se preocupe— le sonrió, ella devolvió el gesto.

— Claro, ya puede irse, joven Black

No necesitó escucharlo dos veces, prácticamente salió corriendo, ya todos se habían ido y él llegaría tarde a su siguiente clase que lamentablemente era, de igual modo, compartida con Slytherin. Corrió como desquiciado por los pasillos, bajando las escaleras de la torre casi a saltos hasta llegar a la entrada de la misma donde Lunático, Cornamenta y Colagusano le esperaban. Se apresuró jadeando hasta ellos, quienes le veían extrañados.

— ¿Pasó algo?— preguntó James, preocupado, no quería pensar en el seguro interrogatorio hecho a su mejor amigo, pero precisamente en eso estaba pensando y no le tranquilizaba el que Sirius se viese como perseguido por un demonio.

— ¡Nada!— Black se apresuró a negar— Quería hablar sobre el incidente de la clase pasada, aclaré las cosas y está todo bien

Peter alzó una ceja, su mirada miel se clavó incriminatoria sobre el agitado cuerpo de su amigo— ¿Aclarar?— inquirió, continuando en tono curioso: — Ahora que lo dices... no nos has dicho una palabra sobre lo que viste ese día

— ¡Fueron cosas de su familia!— se apresuró James a cortar la conversación antes de que Remus se metiera en ella. Sus ojos viajaron hasta el licántropo, quien observaba a Sirius con recelo, como esperando algo malo y eso solo podía significar que se sentía herido. De la nada un peso culpable le atravesó el pecho, quiso decirle palabras dulces, abrazarle para hacerle saber que lo amaban, repetirle las frases consoladoras de siempre, pero la promesa hacia su hermano del alma sobre mantener el secreto frenó sus acciones al momento.

— ¿Se lo contaste a James?— preguntó Peter, acusatorio, entre asombrado y decepcionado. Todos en el colegio sabían muy bien lo cercanos que eran Black y Potter, sin embargo tener ese conocimiento al respecto no evitó la aparición del repentino sentimiento de abandono que le sobrecogió de repente, una ojeada a Remus y entendió que él pensaba de la misma manera. Suspiró abrazando más hacia su pecho los libros que cargaba, estando seguro que Los Merodeadores se encontraban a nada de separarse.

—¡Mierda!— gritó Sirius de la nada, eliminando de una el ambiente pesado que, sin ninguno haberse percatado, se había instaurado alrededor.

Remus le miró sin entender, hablando por primera vez en todo el rato— ¿Qué sucede?

— Mi varita, creo que la olvidé allá arriba— señaló las escaleras tras sí con la cabeza para luego se tallarse el rostro en seña de frustración, ya iban lo suficientemente tarde a clases como para que se le olvidase algo tan importante y se viera forzado a regresar. El resto le mirada incrédulo, por lo que prosiguió: — Estaba realmente aburrido al empezar la clase, así que opté por hacerle una pequeña broma al aburrido de Malfoy, pero a último momento pasó la profesora así que dejé caer mi varita sobre la alfombra, no me quitó los ojos de encima hasta que terminó de explicar y luego me distraje por lo que no la recogí

James suspiró, agradecido por el cambio de conversación pese a que el aura incómoda seguía ahí. Tomó a Sirius por un brazo halándolo de regreso a las escaleras.

— Hay que apurarnos, recuerden que ya tenemos suficientes faltas con Slughorn— dijo Potter— Un par más nos quitarán el derecho a presentar los TIMO a final de año

Sirius detuvo su andar y con él el de su compañero, empujándolo después suavemente hacia atrás.

— Adelántense ustedes, fue mi distracción y no es justo que por mi culpa todos pierdan su nota— les sonrió amablemente, dando pequeños pasos en reversa— Distraigan al profesor un rato en lo que llego ¡Les juro que no me tardo!— pidió antes de comenzara a subir los escalones de dos en dos, regreso al aula de adivinación. James, Peter y Remus le vieron desaparecer un par de curvas más arriba.

Remus y Peter se miraron entre sí un par de segundos, tiempo suficiente para comprender sus sentimientos mutuos. 

Desde el incidente con la bola de cristal ocurrido la semana pasada Sirius había estado actuando demasiado raro, hubo dejado completamente de molestar a Snape, casi parecían ignorar la existencia del otro y eso en sí mismo les hacía pensar que, cualquier cosa sucedida en la enfermería antes de la llegada del resto de merodeadores, fue punto clave en la relación de ellos dos. Contrariamente, Black comenzaba a hacer de blanco a un chico Ravenclaw también de quinto año, Christian parecían haber escuchado alguna vez, tipo por demás pretencioso que sobre alardeaba acerca de los motivos que le habían llevado a dicha casa. Black incluso parecía completamente ajeno a su antigua actitud coqueta, rechazando a tres chicas ya en lo que iba de esos días, pensativo, cortante, daba la fría ilusión de querer alejarse de todos. 

Remus ya no sabía si eso de la varita olvidada era cierto o el mismo Sirius la había dejado ahí con tal de no llegar a la siguiente clase con ellos.

James observó con horror los ojos dorados de su amigo bañarse en decepción inmediata, desvió la mirada sintiéndose incapaz de admirarlo por más tiempo, la culpa le arañaba las entrañas y se encontró tratando de recordar como respirar correctamente— ¡Vamos a clase! Nos toca con Slytherin también y eso significa que debo compartir aire con Malfoy, no quiero que busque excusas para bajarle punto a Gryffindor— habló rápidamente, presionando, con un nerviosismo en su voz que no era propio de él. Casi temeroso tomó a Remus de la mano, apretando como una subespecie de vaga disculpa y comenzó a caminar, sabiendo que Peter los seguiría. Lupin dirigió una última triste mirada hacia atrás, y de repente su corazón se sintió traicionado.

Sirius había llegado jadeante al aula vacía, los pulmones le escocían y su garganta estaba seca, tosía levemente, sudaba; pese a tener una excelente condición física entendía la importancia del calentamiento antes de hacer cualquier esfuerzo físico, probablemente le dolerían las piernas más tarde.

Tocó la puerta cerrada del aula únicamente por educación, sabiendo bien su profesora tenía hora libre y generalmente se dirigía a las cocinas usando la red floo de la escuela para tomar el té, por lo que no debería de haber nadie ahí. Entró sigiloso, pidiendo permiso y justo como esperaba el sitio se encontraba vacío. Restos de polvos floo en la alfombra roja frente a la chimenea probaban su teoría.

Ya mucho más relajado caminó hasta la mesa en que se hubo sentado, se agachó levantando el colorido mantel para recoger su varita, el movimiento de la pesada tela al ser levantada provocó el sonido de su varita rodando un par de centímetros hasta chocar contra algo de cristal; extrañado se hincó sobre el suelo, deslizó su mano por la mesa hasta obtener tanto lo que buscaba como ese objeto ajeno, cuando le tuvo entre sus manos lo vio, era un pequeño frasquito con corcho, transparente, como esos que tenía Slughorn en el armario de pociones. Sin saber realmente porqué lo guardó junto a su varita en un bolsillo interno de su túnica.

A pasos arrastrados se dirigió a la salida, sin prisa, hasta que lo que creía era su única neurona hizo click. Si bien recordaba la clase siguiente era pociones, con Horace Slughorn jefe de la casa Slytherin y, para colmo, de igual modo les tocaba con ellos. Se palmeó el rostro en son frustrado, estaba completamente seguro que su retardo iba a utilizarse para bajarle puntos a Gryffindor, para colmo estaban en último puesto en la copa de la casa, así que ni corto ni perezoso salió a todo lo que daban sus piernas, corriendo apresurado por tercera vez en menos de diez minutos.

«¡No voy a llegar, no voy a llegar! ¡Definitivamente no voy a llegar!» se repetía en aire desalentado.

Una idea le cruzó por la mente, provocando frenara en el acto: Canuto.

Al ser de día existían muchas más probabilidades de que alguien le viera, pero no encontraba otra solución. Corrió hasta uno de los pasadizos cercanos, esos que solo los merodeadores conocían; ya dentro se mentalizó, concentrando su magia hacia la forma canina de su patronus. Su cansancio físico y los ruidos afuera de los Hufflepuff entrenando Quidditch le distraían enormemente, sin embargo logró transformarse y apenas sus cuatro patas chocaron con el frío suelo tomó el lazo que unía sus libros con el hocico y largó a correr por toda la estructura interna del castillo, sabiendo muy bien hacia dónde dirigirse para salir justo a un par de pasillos de las mazmorras. Una vez llegó al lugar que quería deshizo la transformación, ya totalmente agotadocsalió tranquilamente, como si nada hubiera pasado.

— ¿Sirius?— le sobresaltó escuchar la voz baja de Peter tras él.

James le miraba por completo impresionado, sus ojos siempre traviesos brillaban con el aura curiosa típica de un niño— ¿Cómo demonios llegaste antes que nosotros? ¿Usaste a Canuto? ¿Por qué no te vimos?— bombardeó con preguntas mientras se acercaba, Sirius notó que venía con Remus de las manos, no tuvo tiempo de responder nada, se concentró en el rostro de su amigo: Lupin se encontraba pálido y con el semblante rígido, viéndose como aquellas noches de luna llena en las que faltaba poco para su transformación.

— Lunático... ¿te encuentras bien?— preguntó.

El aludido hizo una mueca despreciativa, se deshizo del agarre de James suavemente, continuando sus pasos hasta las escaleras de piedra—. Vamos a clase, faltan como cinco minutos para que empiece— dijo, y sin esperarlos comenzó a bajando los escalones, Sirius le llamó en un par de ocasiones, más la figura alta y delgada de Remus continuó alejándose hasta perderse entre la fría oscuridad de las mazmorras. 

El chico observó a Potter y Pettigrew con semblante incrédulo.

— ¿Qué demonios acaba de pasar?— preguntó; James volteó hacia un costado con el rostro lleno de arrepentimiento.

Peter le bloqueó el camino a ambos muchachos, cruzando los brazos sobre su barriga rechoncha, a su vez mirándoles con reproche— ¿Son idiotas o algo así?— inquirió sarcástico. rodando los ojos—. Saben muy bien que Remus es... sensible, por decirlo de alguna manera y ustedes comienzan a dejarlo de lado. No me molesta ya que lo hagan conmigo, de cierta forma estoy acostumbrado, pero le prometieron a Lunático no abandonarlo y eso es justamente lo que están haciendo— reclamó; era extraño que él levantara la voz de ese modo, siempre había sido más un espectador temeroso que un justiciero valiente, no mentía, lo prefería mil veces así, pero la situación con su grupo de amigos estaba comenzando a molestarle. Suspiró, viendo con cierto regocijo los rostros culpables— Iré a hablar con él— finalizó para bajar tras él lo más rápido que su pequeño y nada ejercitado cuerpo le permitía.

— Lo siento— Potter interrumpió el silencio instaurado, se sacó las gafas, colocándolas sobre su cabeza y talló su rostro con las manos, estresado— Peter tiene razón, no podemos hacerles esto a ninguno de los dos, sabes que ambos son muy inseguros y nosotros solo estamos aumentando esas inseguridades. Tenemos que decirles la verdad, Sirius

Black negó con las manos rápidamente, su semblante agrio reflejaba las pocas ganas de seguir con esa conversación—. Yo se lo diré a Remus ésta noche, pero eso sí, ni pienses en decirle a Peter

James, extrañado, se limitó a preguntar con tono molesto: —¿Por qué no?

— Por lo que vi, James. No es una corazonada, no puedo decirle nada hasta estar seguro de que aún no se le ha ido la cabeza. Solo prométeme que no le dirás nada— extendió su mano, mostrando el meñique— ¿Promesa de hermanos?

Potter titubeó segundos antes de, con desgana, enredar su meñique con el de su amigo— Promesa de hermanos.

Sirius colocó un brazo alrededor de los hombros ajenos, apretando cariñosamente. Odiaba ver a sus amigos deprimidos y se sentía pésimo consigo mismo al entender que él era la causa.

— Lamento tener que hacerlos pasar por todo esto, pero es necesario, ya lo verás

— Con que Lily esté a salvo es suficiente para mí— confesó James, apesumbrado; estaba enterado que en ese futuro extraño que vio su mejor amigo finalmente se casaba con Lily, tenían un hijo que terminaba huérfano al ellos ser asesinados, sufría una infancia y adolescencia miserables con un injusto peso sobre los hombros. Ni siquiera estaba seguro de creer cien por ciento en las predicciones de Sirius, pero sabía el poder de ese llamado Señor Oscuro y estaba determinado a proteger a Lily.

Soltaron un suspiro en conjunto, renaudando con calma el resto del trayecto hacia el aula de pociones. Se mantuvieron en silencio todo el camino, pero más que incómodo era, en sí, reconfortante el saber que al menos entre ellos era muy difícil perderse. Ya luego arreglarían las cosas con Remus, estaban completamente seguros su amigo iba a perdonarles rápidamente cuando supiera el motivo del cambio de actitud en ambos. Peter sería caso aparte, a él necesitaban hacerle saber que no estaba solo en todo esto ni debía temerle al maniático ese.

Cuando llegaron la puerta ya se encontraba cerrada, Sirius tocó un par de veces, logrando que Slughorn saliera y tras regañarles suavemente por el notable retraso les permitiera entrar.

James buscó con la mirada a su compañero de asiento, encontrándolo distraído en la esquina más alejada de la entrada, con la barbilla recargada sobre su mano, el cabello largo desordenado caía sobre sus hombros y sus ojos azules portaban debajo unas ojeras marcadas, ahora que lo notaba bien se veía cansado; James tragó saliva, porque aún así irradiaba un aura imponente e impenetrable, en serio odiaba sentirse intimidado por la fuerte presencia de Malfoy. Reticente pasó de largo las hileras hasta llegar donde estaba él, tomando asiento a su lado. El aristócrata le envió de reojo una mirada amenazante y, como siempre que les tocaba compartir mesa, ninguno hizo amago de querer iniciar una conversación. 

Sirius, por su parte, se sentó en la primera mesa seguida a la puerta, sitio donde Severus ya se encontraba, el muchacho ignoraba olímpicamente las explicaciones Horace para concentrarse en rayonear su libro de pociones, tachando algunas cosas y escribiendo debajo de lo tachado pequeñas notas con una letra cursiva demasiado limpia para pertenecer a un joven de quince años. Esa era otra cosa que Sirius jamás había notado en él; ciertamente era alguien interesante para observar.

El profesor dictó la página donde estaba la poción del día e hizo que un estudiante por mesa se levantase a recoger los ingredientes que él anteriormente había colocado dentro de los calderos libres de agua, tarea que Sirius se apresuró a hacer pues la clase podría pasarse con ambos sentados en un silencio aterrador, Severus no le dirigió palabra alguna, ni siquiera una mirada, solo le arrebató uno de los dos calderos que trajo. Cuando ya todos estuvieron en su sitio Horace añadió:

— Muchachos, recuerden que tengo la costumbre de regalarle pequeños artefactos a quien me presente la mejor poción, esta vez les traigo un poco de Felis Felicius— dijo, sacando del bolsillo de su túnica una botellita de cristal de forma extraña, decorada y con una cadena— Como deberían saber, el Felis Felicius otorga fortuna a quien la beba, por un corto periodo de tiempo, claro está— volvió a guardarla, dirigiéndose a su escritorio— Espero que alguno pueda llevársela, buena suerte, muchachos

«Increíble» se burló Sirius en su cabeza. Era precisamente eso lo que le faltaba: suerte, no se veía logrando algún avance a lo de sus visiones sin ayuda, solo le quedaba rogarle al cielo que le socorriera, aunque fuese estúpido pedirle algo a la nada. Soltó un bufido inconforme que no pasó desapercibido por el Slytherin a su lado, más el chico lo atribuyó a que era tan inútil que no podía siquiera hacer una poción tan sencilla.

Los minutos pasaban, el murmullo de los alumnos pelando, cortando, usando el mortero y agregando los ingredientes a la vez que conversaban o se quejaban ambientaba la fría aula. James observó de reojo a Lucius, el joven preparaba con maestría la poción, siguiendo los pasos del libro al pie de la letra mientras regularmente quitaba de su rostro las hebras de cabello rubio que le estorbaban. Pasó a Lily, ella, como últimamente lo hacia, dirigía miradas de soslayo a su ex mejor amigo, a veces sus bonitas esmeraldas se veían enojadas, otras, preocupadas, algunas más parecía querer golpearlo, pero ahora mismo la tristeza embargaba el rostro angelical de un modo que James jamás hubo visto. Se sintió enfadado. No entendía porque incluso con la relación tan rota ese Slytherin inútil, amargado, estúpido y poco atractivo seguía lastimándola, entrometiéndose entre ella y él.

Decidido sacó su varita, aprovechando que Lucius se habría levantado a lavar las manos, que se encontraban pegajosas tras extraer líquido de unas semillas cuyo nombre sinceramente nadie recordaba. Una vista rápida le confirmó todos, incluido el profesor, estaban con la cabeza metida en sus propios asuntos; sin titubear lanzó un pequeño diffindo en dirección a la mesa de Snape, esperando magullar el caldero que hervía al fuego para arruinarle la poción. 

El horrible sonido de un jadeo seco aunado a una silla cayendo estrepitosamente al suelo atrajo la atención de todos los presentes; Severus se había levantado de golpe, su mano izquierda escurría sangre por diferentes aberturas que se veían realmente dolorosas, el líquido rojizo goteaba ensuciando tanto la mesa como el piso y su propio uniforme. Todo se quedó hundido en el penetrante silencio de un cementerio, sabiendo bien que uno de los dos merodeadores más problemáticos lo hubo hecho.

El profesor Slughorn se acercó rápidamente a su alumno, tomando al chico de la muñeca con delicadeza, le dirigió una mala mirada a Sirius, pero antes de hablar fue interrumpido por Malfoy:

— ¿Ni siquiera castigado puedes dejar de hacer idioteces, Potter?— preguntó sarcásticamente, caminando enfadado hasta la mesa donde un asustado James lucía pálido al presenciar lo que su tiro fallido habría ocasionado; con el revuelo aún traía su varita en la mano. Lucius se plantó frente a él, estaba furioso por lo hecho a su amigo y junto al estrés de esas últimas semanas una voz maliciosa le gritaba que lo moliera a golpes— Te hice una advertencia y espero que después de esto la reconsideres— comunicó, la voz baja, casi aterradora, entonces levantó un puño y lo plantó sobre la mejilla ajena, tirándole al suelo; tanto la varita como sus gafas salieron volando en el acto.

— ¡Lucius!— gritó Severus, zafándose del agarre de Horace y caminando un par de pasos antes de ser detenido por Sirius, quien se interpuso en su camino. El muchacho veía a James casi con la misma decepción que su profesor y eso en sí mismo confundía demasiado a Snape, Sirius debía estar defendiendo a Potter, sin embargo desde su perspectiva más bien parecía esperar que Lucius le atestara otro golpe.

— Treinta puntos menos para Slytherin, cien menos para Gryffindor— comandó Slughorn en voz alta, seguido de una ola de reproches por parte de sus alumnos. Lucius pareció reaccionar, alejándose del James que aún seguía en el suelo, ambos se veían con rencor—. Muchachos, quiero verlos a ambos esta noche en mi despacho después de la cena. Comunicaré al profesor Dumbledore la situación y el joven Potter recibirá la sanción correspondiente. Ahora, joven Black, acompañe a Severus a la enfermería, y que quede claro, no quiero otro percance— amenazó como solo él sabía hacerlo.

Sirius obedeció sin chistar, dirigiéndose a la puerta. Observó a Severus esperando que le siguiese, sin embargo el muchacho se limitó a agregar un ingrediente más a la mezcla, revolverla y apagar las llamas, diciendo ante una clase anonadada que la poción estaba lista y quería la revisara. Slughorn, titubeante por la falta de consciencia hacia su salud se acercó, buscando minucioso pero apresurado a la vez por algún error.

— ¡Excelente como siempre, Severus!— terminó por felicitar, Snape no se veía ni medianamente sorprendido. El hombre metió su mano en la túnica, sacando la botella de Felis Felicius para poner la cadena alrededor del cuello del chico—. Se acabó la clase y como únicamente su poción fue realizada con éxito, esto es todo suyo, úselo bien— habló revolviendo contento el cabello del muchacho, a quien le había tomado un inmenso cariño, quien ni siquiera reaccionó al toque—. Ahora sí, váyase con Pomfrey, quiero verlo sano la próxima clase

Severus asintió con la cabeza, guardando con toda la calma del mundo y algo de dificultad su pluma y tinta en la túnica. Iba a tomar sus libros cuando la mano de Sirius se cruzó en su caminó nuevamente y los colocó todos juntos para llevárselos— No voy a hacer nada bajo amenaza, camina— comentó al notar la mirada frívola. El Slytherin, a sabiendas de no poder hacer nada, se resignó a caminar altivo como siempre, en dirección a la enfermería.

Ambos iban en silencio, el suelo que Severus pisaba dejaba un rastro macabro de color rojo, el chico temblaba sintiéndose más débil con cada paso dado, tanto la mano como su muñeca presentaban heridas y sabía que pronto se desmayaría por la pérdida de sangre. 

Sirius, sintiéndose algo tocado por la situación causada por su mejor amigo se acercó al chico— Espera— le dijo, deteniéndose; ante los ojos recelosos de Snape colocó los libros sobre el suelo y comenzó a quitarse la corbata, luego estiró su mano esperando que el otro le diera la propia.

— ¿Ahora vas tú?— preguntó Severus, desconfiado, dando pequeños pasos hacia atrás.

— Hay que detener la hemorragia o te vas a desmayar aquí mismo, solo pondremos un torniquete apretando alrededor del brazo para que la sangre pase más lentamente— ante la ceja arqueada de su compañero añadió: — Paso más tiempo en el mundo muggle del que podría parecer

Severus estaba mareado, no tenía muchas fuerzas que utilizar para poner resistencia así que simplemente cedió extendiendo su brazo, dejándose hacer. Sirius hizo una mueca al ver la mano de cerca, pudiendo notar las múltiples heridas abiertas en primera plana, no pudo evitar maldecir internamente a James, eso podría costarle una expulsión. Sin decir nada colocó la corbata casi a la altura del codo, haciendo un nudo apretado con ella; pareció funcionar, pues la sangre dejó de gotear tanto. 

Apenas tomó los libros entre sus brazos Malfoy los interceptó, arrebatándole las pertenencias de Snape antes de colocarse a un lado del chico—. Tu repugnante presencia ya no hace falta, traidor de sangre— tomó delicadamente al más bajo por la muñeca, sorprendiéndose al ver la corbata atada. Su expresión se ablandó notablemente, viéndose derrotado— ¿No piensan parar algún día o acaso no tienen cerebro para ver lo obvio? ¿Cuándo van a comenzar a ver la realidad, cuándo lo maten?

Mientras el rostro de Sirius se contrajo culpable a la par de su estómago, Severus lucía aterradoramente en paz, como si Malfoy no hubiese hecho alusión a su muerte.

Lucius suspiró mirándole con un odio que no tenía la intención de ocultar— Escúchame bien, Black, y quiero que se lo digas a tus amiguitos imbéciles también: Si vuelven a hacer algo, lo que sea, yo mismo me encargaré de hacerles saber el poder que poseo, no como estúpido prefecto, sino como mago. Y no es una amenaza, es una advertencia— habló con un tono helado y mirada penetrante que no dejaban duda alguna de su ira, jalando del brazo a un estupefacto Severus y dejando a Sirius medianamente preocupado.

El Gryffindor se quejó chasqueando la lengua. Ya tenía casi una semana sin pensar siquiera en molestar a Snape y James lo había tirado todo por la borda, mandando a la mierda el trato de dejarle en paz. Ahora tendrían que andarse con cuidado, vigilarse las espaldas y ser precavidos sobre lo que consumían en el gran comedor.

Cansado por lo desastroso de su semana se dirigió de nuevo y por segunda vez, a un aula en la que ya había pasado rato, solo para descubrir que no había ni un alma y sus cosas ya no estaban. Se maldijo internamente, era obvio que sus amigos se las habían llevado a la siguiente clase. Cuando iba de salida notó que el reguero de sangre aún permanecía ahí, dándole a la mazmorra un tono, si aún cabía en ello, más lúgubre. Perdió la mirada en el líquido rojo que chorreaba de la mesa hacia el piso.

— ¡El pensadero!— gritó emocionado; finalmente obtendría respuestas. Sacó la botellita que encontró en la clase de adivinación y guardó un poco de sangre en ella. Pondría el líquido en un pensadero y así saciaría sus dudas.

Sonrió, tal vez sí era cuestión de suerte.

Notas finales:

Sí, bueno, los libros los leí hace ya unos años y... no recuerdo muchos detalles, por eso la advertencia de que alteraré el canon para mi beneficio, sé que Lucius en realidad es mayor a Severus, pero me pareció lindo dejarlos juntos. Verán más cosas así a lo largo de mi historia, espero lo entiendan.

Trataré de actualizar mis historias más seguido, ¡Gracias por ser pacientes!

 


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