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Rebirth Re: Z-3RO-X por Yukitza KuroiL

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Notas del fanfic:

Fanfic basado en el videojuego de Megaman/Rockman X y Zero.

PRÓLOGO

 

Una voz resonó en su cabeza. Le pareció distinguirla en la distancia, a pesar de la sublime sensación de la nada que le envolvía desde hace mucho tiempo. Tenía la percepción de que sus extremidades estaban entumidas o inhabilitadas, o por lo menos esa idea le daba sus adormecidos sentidos. Aquella voz seguía resonando desde la lejanía, al parecer, insistiendo en su persona. Intentó despertar; quería visualizar su entorno y ver quien le llamaba pero la brillante luz blanquecina que le rodeaba, le confundía. Ignoraba si estaba consiente o no.

«¿Dónde… dónde estoy?»; su propia voz, débil y estoica, le sorprendió.

"Tu sistema ha sido restaurado. Me alegro tanto"; escuchó una respuesta lejana, amigable y… familiar.

«¿Quién…?»

"Debes sobrevivir a toda costa. Debes conseguir lo que yo dejé pendiente. Lo que no pudimos concretar cuando nuestra memoria se esfumó".

«Esa… voz…»

A lo lejos, pudo ver una difusa silueta, enmarcada por una etérea aura azulina que le daba esa forma casi espectral. Tuvo la impresión de que una tenue luz rojiza brillaba en –lo que sería– su cabeza.

"Eres el único que siempre pudo"; oyó a la efímera voz, con decisión.

«¿Quién eres?»; insistió aunque su voz no sonaba tan fuerte como él quería.

"Sobrevive… y lucha contra tu destino".

La extraña figura, ahora un poco más nítida, esbozaba una cálida y triste sonrisa… de despedida. Fue en ese instante cuando su sistema interno dio una débil señal de alerta. Algo en su sistema de datos le había identificado y forzaba la memoria para procesar la información.

«¡Espera! ¡No…!»

Quiso alcanzar esa imagen borrosa, y que desaparecía frente a sus ojos, sin resultado. Su mano, entumecida, a penas pudo levantarse y quedó extendida frente a sus propios ojos que ya no visualizaban bien a causa de una inevitable caída de sistema. Hizo un último esfuerzo para ir detrás de él, para llamarle, más su cuerpo no respondía ni su voz emitía sonido alguno.

Se quedó con la vaga sensación de que se iba algo importante; que dejaba un tema pendiente. No se trataba de una meta no cumplida o un trabajo hecho a medias. No. Era una cosa diferente, más propia, más de alma, que le regalaba esa sensación extraña dentro sí. Un vacío… que no lograba comprender.

La oscuridad le invadía, otra vez.

 

--- ---

 

C:/ _

C:/ loading.
Z:/ DATA IN PROCESS.

Z:/ _ NO ERROR.

_VIRUS DISABLED.

_ALL STATUS ENABLED.

_
_ _ _POSITIVE.

_MAIN SYSTEM ENABLED.

_VISION ENABLED.

_VOICE ENABLED.

_AUDIO ENABLED.

- LOADED.

AWAKENING SUCCESSFUL.

 

DATA 00: "El despertar".

 

1

 

Un extraño pitillo repercutió dentro de la sala de análisis cuando él abrió los ojos. En un principio, no podía distinguir esas formas difusas que se movían frente suyo. Alguien, al parecer, le hablaba directamente, pero su recepción de audio estaba tan impreciso como su visión y no podía asimilar su entorno con claridad.

Un haz de luz golpeó sus pupilas antes de volver a enfocar. Ahora las voces le llegaban con algo de claridad, aunque seguían siendo lejanas. Poco a poco, el enfoque se hacía más nítido y las imágenes borrosas ya comenzaban a tomar forma. Una mujer se le acercó, tanteando algo en su cabeza:

—¡Doctora! ¡Mire! —; exclamó con alegría.

Otra mujer se acercó rápidamente. A pesar de llevar el mismo delantal blanco de los demás, lucía distinta; tal vez su aire seguro o la manera profesional de dirigirse a sus otros compañeros, le daba cierto rango. Llevaba el pelo recogido hacia atrás en un descuidado moño, sujeto por un peine a presión; de su cuello colgaba una especie de fonendoscopio digital de color grisáceo, mientras la credencial le bailaba desde un alfiler enganchado en el bolsillo superior izquierdo de su delantal. En su mejilla derecha, una vaga cicatriz rosada quería esconderse tras un mechón.

Sin perder tiempo, sacó de uno de los bolsillos laterales de su delantal una linternita alargada, y apuntó sin aviso la luz cálida y blanquecina hacia los ojos del individuo en cuestión. De inmediato, éste soltó un leve sonido de desagrado cerrando sus ojos por un segundo.

—Reacciona a los estímulos leves. Es una buena señal—, añadió la doctora haciendo un gesto para que le mirase—. ¿Me escuchas?

Por un instante, las siluetas se desvanecieron y todo volvió a ponerse confuso. Las voces proseguían.

— ¿Qué… sucede? —; dijo al fin, sintiendo su propia voz fuerte y clara—. ¿Dónde…?

Lentamente, comenzó a recobrar la claridad de su visión descubriendo que el rostro de la doctora se hallaba ahora muy cerca de él, con expresión preocupada.

— Vamos, no te desvanezcas ahora—, susurró antes de desviar su cabeza hacia otra dirección—. ¡Monitoreen sus señales! —ordenó.

—No hay errores esta vez, doctora—, respondió la única voz varonil del laboratorio—. Sus signos vitales están estables.

— ¡Por fin! — exclamó ella, con el semblante iluminado de esperanza. No tardó en acercarse y revisar sus conexiones—. ¿Puedes oírnos?

Intentó responder pero por alguna razón sus labios no se movieron. Estaba tan confundido con el cúmulo de repentina información, que no pudo articular palabra. La asistente de la doctora, que hasta ese momento se encontraba quieta en un costado de la cápsula, lo notó.

—No te preocupes—, le dijo la doctora mientras monitoreaba algo en una computadora cercana—; es normal su confusión. Yo estaría igual si un día despertara de un largo coma y viera tanta gente y cables a mí alrededor.

«¿Qué… rayos?»; pensó el sujeto, tratando de moverse sin resultado. Con suerte podía sentir sus brazos y los dedos de las manos.

—Doctora… —agregó la joven con un dejo de preocupación al ver que movía algunos de sus dedos.

—Ya te dije que no te preocuparas. No puede movilizarse aún—; le respondió.

«¿No… puedo moverme? ¿Qué quieren de mí?»; y en un esfuerzo por saber que diablos sucedía allí, sus labios musitaron algo que los demás no pudieron entender, pero si escuchar.

—Sistema estable al cien por ciento—, se oyó de nuevo al –parecer– único hombre del equipo investigativo.

La doctora se acercó una vez más, mirándole directamente a los ojos.

—¿Nos oyes? ¿Puedes oírnos y visualizarnos?

Sus labios se movieron, lentamente, antes de responder.

—… Sí.

De inmediato, el rostro de ambas mujeres se llenó de alegría y no tardaron en dar una exclamación de júbilo que fue compartida por los demás presentes, sin demora.

—¿Dónde…? —insistió la voz, un poco confusa, mirando a la doctora quien se agachaba a observarle otra vez, sonriente:

—Tranquilo. De a poco irás entendiendo todo. Primero debemos corroborar todo tu sistema y estado. ¿Algún error de percepción?

—No—; respondió con tono seguro—. Las veo y escucho claramente, ahora. Sólo no comprendo qué sucede.

—Ya te lo dije. De a poco comprenderás.

—Es lógico que por ahora estés un poco confundido—, añadió la asistente—. Tu sistema puede que no asimile todo aún y que tampoco se procese por completo tu memoria, provocando algunas lagunas en el data. Esperamos que al terminar de actualizar tus archivos y software obsoletos, eso mejore. Estamos en ello.

—¿Actualizar… recordar…?—, y una punzada le atravesó la cabeza, soltando un gruñido de dolor.

—No te esfuerces— le susurró la doctora, acariciando su cabeza—. Tu data no está corrupta y hemos recuperado más del noventa por ciento de información. Tomará algo de tiempo que tu sistema se adapte. Nos ha costado más de cincuenta años de investigación traerte de vuelta. No hay errores ahora. ¿Hay algo que recuerdes?

Miró a la mujer unos instantes, mientras su cabeza divagaba, de manera confusa, sobre unas leves imágenes escondidas en lo más profundo de sus archivos. Unas imágenes lejanas e imprecisas, que se encontraban atascadas a fuerza en su memoria. Con un poco más de esfuerzo pudo adentrarse más allá, donde sus archivos más preciados estaban con resguardo absoluto gracias a su propia decisión. Fue allí que logró visualizar esa efímera silueta que le sonreía, amigablemente.

—… X… —respondió suavemente, sin titubeos.

Al escucharle, ambas científicas se tomaron de las manos, felices y satisfechas. Después de tantos desvelos y fracasos, esa respuesta confirmaba sus sospechas y premiaba sus esfuerzos. ¡No había duda! ¡Era él!

Sin embargo, su triunfo duró poco cuando una leve alarma sonó desde la maquina de monitoreo. Pronunciar ese nombre y buscar más información sobre sí mismo en su propia data, le produjo un leve colapso en su reparado procesador que aún no estaba completamente funcional. La cabeza le ardía y el dolor aumentó, provocándole un leve corto circuito interno. Su entorno le daba vueltas y todo volvía a ser borroso, confuso.

—¡Mantengan la línea a su sistema! —, escuchó a la doctora, a lo lejos.

—¡Doctora! ¡Se nos desvanece! —; chilló la asistente, asustada.

—¡No! ¡Vamos, resiste!

Le pareció que la mujer le llamaba por su nombre, pero su sistema se caía y cada cosa se volvía incomprensible. La asistente articulaba palabras mudas, mientras le acercaba algo a su rostro. Ya no podía oír nada. La ceguera le iba invadiendo pausadamente y sentía que iba cayendo en un pesado sopor. A lo lejos, una lejana silueta azul se quedaba incrustada en su memoria, en un remoto recuerdo, junto a unas silenciosas palabras.

La oscuridad le invadía de lleno, otra vez.

 

2

 

Cuando volvió a abrir los ojos, todo era más claro. Las luces de la sala ya no le molestaban y su entorno era perceptible con más claridad; incluso el pesar en su cabeza se había disipado como si nunca hubiese existido. Como si sólo despertara de un placentero sueño.

Mirando a su alrededor, se encontró a la asistente durmiendo sobre una silla, muy próxima a la cápsula en donde él reposaba, con los brazos cruzados y su cabeza tambaleándose hacia adelante. Ahora que asimilaba todo sin dificultad pudo descubrir que la durmiente era un poco más joven que la doctora. Su cabello era largo y estaba trenzado hacia el costado derecho, dándole un aire juvenil y despreocupado. También se percató de que su contextura era fina y pequeña, que su piel era levemente rosada, y que llevaba unas grandes gafas –redondas y sin marco– que tarde o temprano se resbalarían por el puente de su nariz, a causa de su actual postura. Siguió explorando la amplia sala y comprobó que estaban solos. Al parecer era tarde y cada cuál se había retirado a descansar, dejando a la joven asistente de guardia.

Sin pensarlo, y al comprobar que tenía movilidad en sus extremidades, se sentó con cuidado sobre su óvalo lecho y con precaución extrajo de su cuerpo los cables y los tubos de ventilación. Necesitaba salir a explorar por su propia cuenta. Estar inmovilizado por tanto tiempo le impacientaba. Pero sus planes se vieron interrumpidos por la alarma de la maquina de monitoreo, cuando jaló el último cable que llevaba incrustado en el pecho.

La muchacha pegó un brinco sobre su asiento y al percatarse de lo acontecido, corrió hacia la cápsula y le sostuvo por los hombros.

—¡No te muevas!—, chilló suplicante—. ¡Aún no estás completo! ¡Podrías dañarte y tus hardwares no están protegidos!

—… ¿Hardwares?

—Además, si sales de la cápsula vas a perder la energía suministrada por el alimentador vertebral.

El androide le miró por breves segundos antes de obedecerle, no muy complacido, y recostarse nuevamente en el lecho, para luego llevarse una mano al rostro. La impaciencia se reflejaba en su semblante.

—Por favor, sé paciente—, sonrió la muchacha, mientras volvía a conectar todo en su respectivo lugar y desactivaba la alarma.

Un ruido airoso, proveniente desde el costado izquierdo de la sala, anunciaba que alguien había ingresado con apremio y agitación.

—¿Qué sucedió? —, se oyó a la doctora con voz nerviosa, acercándose a ellos.

—Nada. Nuestro príncipe se despertó inquieto y casi se desconecta del alimentador.

—¿Príncipe?—; musitó él, mirándoles por debajo de su mano.

La doctora dio un suspiro de alivio y se acercó con cuidado, examinando si estaba todo en orden.

—Aunque tu sistema esté estable y sólo esperábamos que volvieras a despertar, aún estás en proceso de afinamiento. Por lo menos ya corregimos los errores del procesador interno. ¿Sientes algún malestar?

—Ahora, ninguno.

—Nos ha costado trabajo, así que ten paciencia. Pronto tendrás libertad de acción. Aún falta por analizar los últimos detalles de tu sistema motriz. ¡Pero ya puedes sentarte! ¡Es un gran avance! —; finalizó con una gran sonrisa de satisfacción.

Se apoyó sobre sus codos, mirándolas con detenimiento. No saber nada le incomodaba, pero tampoco podía negar que sentía alivio al sentirse otra vez vivo. El peso de los cables sobre sus hombros le molestaba un poco, y ahora que tenía una visión más amplia de sí mismo, notó que su cuerpo estaba a medio terminar, aún con las conexiones a la vista y el color crudo oscuro de su exoesqueleto. La asistente hizo un gesto para que le mirase:

—No te preocupes. Hemos diseñado para ti un cuerpo que se asemeja, lo más posible, al que poseías originalmente. ¡Vas a quedar guapo, ya verás! Pero creo… que ya es hora de presentarnos —; dijo la asistente, apoyándose a los pies de la cápsula, justo sobre el motor de energía que ya estaba levemente tibio—. Me llamo Riana. Segunda científica al mando del Proyecto R.E 23.25. Y ella es Jazel, cabeza del proyecto, experta en ingeniería robótica y biomecánica.

—No era necesaria esa menuda presentación—; alegó suavemente la doctora.

—¿Eh? Pero él lo va a saber de todas formas.

Jazel suspiró cándidamente y fijó su atención en el androide, tomando su mano y ofreciéndole una amplia y grata sonrisa. Agregó:

—Es un agrado tenerte de vuelta. Es un gusto conocerte al fin… Zero.

«¿Zero?».

 

FIN DATA

Notas finales:

Es un prólogo. A penas calentamos motores.


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