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Love in Four Seasons (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 1:

(WINTER)

SNOWFLAKE

 

La nieve cae

en la tarde silente;

ya es invierno.

 

 

 

La primera ocasión en que le ves, el cielo está teñido de blanco a sus espaldas y el aire se halla cargado del inconfundible aroma de la escarcha que aún no cae. Es casi la última hora de la tarde, el punto exacto en que el pálido cielo se pinta ya de oscuro y llama al ocaso; el punto específico en que las aves cesan su vuelo y regresan a sus nidos para cobijarse, ansiosas ante la llegada de un nuevo día.

La primera vez que lo contemplas, su ceño se frunce tormentoso mientras te observa como si fueses un idiota, el que probablemente eres, ya que aún yaces sentado a sus pies y le miras anonadado sin poder asumirlo del todo: una visión en negros ropajes y blanco semblante que se asemeja al día invernal que lo enmarca, y la cual te hace replantearte, con seriedad, si él será tan real como una promesa al fin cumplida o tan solo una alucinación de tu alborotado cerebro soñador tras el desafortunado accidente.

La primera ocasión que le miras, sientes tu corazón agitarse como un canto y tu estómago revolverse en mil mariposas alocadas, de seguro porque sigues asustado y la adrenalina corre por tus venas en una carrera sin tregua. Le oyes hablar pero no lo entiendes, observando con desconcertada fascinación como sus delgados labios se mueven y se fruncen, como se convierten en una pálida línea con palabras ásperas escapando de ellos al regañarte duramente por tu momentáneo descuido, uno ante el que tú no puedes sentirte más indiferente, y no porque aquello no te importe, sino porque quien está frente a tus ojos te parece mil veces más interesante que un tonto accidente de bicicleta que ha acabado contigo tumbado en la fría y humedecida acera, y con aquel hombre de pie frente a ti, tras acudir en tu ayuda por el choque de aquel coche.

La primera oportunidad en que la mirada de ambos se encuentra, su blanca mano se extiende hacia ti ofreciéndote ayuda, y tú, sintiéndote tan fascinado como mortificado, tan emocionado como desconcertado, aceptas y la notas caliente contra tu palma demasiado fría. Un estremecimiento te recorre cuando él vuelve a contemplarte con aquellos pálidos ojos grises tan serios y profundos como la sabiduría, y la anticipación del reconocimiento te embarga, volviendo el ensueño en realidad tangible y haciéndote sentir que por fin has despertado.

De pie, la diferencia de altura entre ambos es considerable y le sobrepasas por más de una cabeza; aun así, te sientes repentinamente tan pequeño como un niño, tal vez porque su presencia parece llenarlo todo a pesar de estar en plena calle y rodeados de gente; quizá, porque no eres capaz de apartar tu verdeazulada mirada de aquella otra pintada en plata, pudiendo solo pensar en si los presentimientos y los encuentros predestinados existen, porque estás seguro de que tarde o temprano tenías que encontrarlo y conocerlo, y al fin ha llegado el momento.

Aquella es la primera vez que se encuentran, pero no la sientes así en absoluto. El cielo está coloreado de deslucido blanco, a solo un paso de convertirse en ocaso, y puedes oler la escarcha en el aire, fría y fresca, cargada del aire gélido de las montañas. Y contemplas su mano aun sujetando la tuya, y notas el ligero calor que emana de esta y te envuelve suavemente como un cálido manto que te sumerge en las aguas de la memoria, llenándote de la extraña añoranza de aquello que deseas y no logras alcanzar.

Aquella es la primera vez que se han visto, por supuesto, pero mientras se contemplan en curiosidad expectante, el cielo finalmente se rinde y permite que el crudo frío invernal haga de las suyas, derramando sobre ambos ligeras e hiladas plumas de frágil nieve, que caen con la suavidad de una danza y provocan jadeos sorprendidos a su alrededor porque es la primera nevada del año y se ha adelantado más de lo previsto, como si desease marcar un hecho importante.

Y él tiene delicados copos de nieve enredados en sus negras pestañas y su mano todavía sigue sujetando la tuya, ya no con la ligereza de una desinteresada ayuda, sino que con la posesividad de no permitirte marchar. Su cabeza se inclina sutilmente hacia un lado, lo suficiente para que su lacio y renegrido cabello se agite como fluida tinta con la débil brisa, y te contempla como si aquella fuera la primera vez que te viese, haciéndote contener la respiración como si esperaras por una sentencia o quizás un milagro, no estás seguro; por eso, cuando te pregunta si se han conocido antes, no sabes que responderle, siendo solo capaz de articular un insignificante «quizá» cuando tu corazón te exige que sea un «por supuesto».

Pero no es hasta que su mano te abandona, hasta que sus ojos de invernal plata bajan y dejan de mirarte, que sientes perder algo y el dolor te embarga. Un sentimiento tan confuso y tan complejo que no sabes que más decirle, que más hacer, por lo que solo murmuras un «gracias» y te quedas de pie observando como da la vuelta y se marcha, perdiéndose entra la multitud hasta volverse solo un espejismo.

Esa es la primera ocasión que le has visto, pero no parece ser la primera, sino que tan solo una continuación de lo que mucho tiempo atrás dejaron a medias. Una remembranza del pasado que aún no alcanzas a hacer tuya porque resulta lejana, pero la cual sabes habita en ti esperando respuestas. El momento exacto en que la verdad florezca.

Esa es la primera vez que le has visto, con el cielo teñido de blanco invernal y la nieve cayendo a su alrededor hasta cubrir de ligeros copos su cabello y el negro abrigo sobre sus hombros. Un halo de certezas que te ha recordado a un cuadro ya visto e inmensamente atesorado, aunque todavía no puedas recordar a quien lo pintó en tu memoria.

Y es así como tras volver a poner en pie tu maltrecha bicicleta, miras al cielo y observas los copos de nieve caer suavemente, oliendo la escarcha en el aire mientras añoras a quien ha llegado y se ido, tan suave y silente como la primera nevada de la estación fría.

«Ah», suspiras al pensar en aquel extraño encuentro, cerrando los ojos. «Finalmente ha llegado el invierno».

 

——o——

 

La segunda vez que se encuentran, es por completo diferente a la primera, pero resulta igual de sorprendente y significativa.

En esa oportunidad, tu exdesconocido es quien se haya sentado tras el mostrador de una tetería, mientras que tú, de pie frente a él, esperas por aquella entrevista de trabajo.

Sus ojos plateados te reflejan cuando se alzan para mirarte, y rememoras su anterior encuentro como si aún lo estuvieses viviendo; aun así, al verle enmarcado entre las blancas paredes y la oscura madera del local, entre relucientes tazas de porcelana y acristalados recipientes de tés, la imagen invernal de tu memoria se convierte en otoño de colores cálidos reflejados en el fuego del hogar que en una esquina arde. Otoño que nuevamente te recuerda a otros muchos perdidos en la memoria, tan lejanos que apenas y son un deslucido bosquejo en tu mente inquieta que no logras acabar de retratar.

Sin el viento gimiente y la algarabía de la multitud en el exterior volviéndolo todo una vorágine de risas y palabras al viento, su voz calma y ligeramente grave resuena y se expande por la estancia como si fuese música.

Descubres que Levi Ackerman es su nombre, y que Four Seasons, la tetería y cafetería de la que es dueño, tiene previsto abrir en una semana más, justamente para Navidad.

Te explica con tono lánguido y veladamente desganado, que la repostera que se encargaría del trabajo ha renunciado hace solo tres días atrás, motivo por el que le urge encontrar a alguien que se adecúe al trabajo y la remplace, para no tener que posponer la inauguración.

Levi habla escasamente, escuetamente, como si las palabras para él sobracen una vez hecho el recuento. Te mira de tanto en tanto, todo pálidos ojos rasgados enmarcados en negras pestañas y oscuras sombras bajo estos que revelan a gritos un pésimo dormir, y aunque sabes que no tienes derecho alguno, te preguntas si sus noches sabrán a pesadillas y si aquellas pausas ligeras como suspiros que hace al contarte sus motivos para ofrecerte aquel trabajo, serán la razón de que parezca tan inmensamente triste.

Y aunque no lo esperas, esa posibilidad te incomoda hasta lo imposible, sin que puedas comprender del todo el porqué. Sabes que no es miedo ni mucho menos la euforia de lo inesperado a pesar de que tu estómago se ha vuelto un doloroso nudo, sino que más bien la necesidad de reafirmarte en el sitio correcto, el momento correcto, y esa certeza te aterra, porque tú no eres así.

Con ojos bajos y sagaces, Levi revisa tus antecedentes mientras te explica las condiciones del empleo; no obstante, cuando sus labios murmuran un «sin experiencia previa», tu ansiedad se convierte en miedo ya que presientes un nuevo rechazo, uno más de tantos que te han acompañado durante ese último año como fieles compañeros. Y no debería importarte, pero en esa ocasión la posibilidad sí te duele, y no por la oportunidad perdida, sino por la seguridad de que finalmente has llegado al puerto correcto tras un tormentoso viaje, y no deseas dejarlo.

Invierno vuelve a ser su mirada cuando te contempla una vez más, y su boca una pálida línea que no se tensa ni sonríe en su gesto impertérrito. Le ves pensar seriamente, vuelto una imagen de grises ropajes, pálido semblante y pálidos ojos demasiado serios para alguien de su edad. Le ves pensar y aquel momento te recuerda a otro, sin que puedas descubrir a cual ni por qué.

—Oi, mocoso, ¿quieres un té? —pregunta rompiendo en silencio, y tu única respuesta es un tímido «sí» que te sabe a promesa.

Durante unos instantes que rompen el flujo del tiempo, observas hacer a sus manos hábiles mientras estas calientan el agua hasta la temperatura correcta, y disponen tazas y té en exacta medida para preparar la infusión.

Oyes las suaves notas de la música flotar en el ambiente en un arrullador canto, y verle hacer con la lánguida elegancia de las costumbres adquiridas, llena tu pecho de un sentimiento cálido y suave que te asusta un poco, quizá porque no puedes apartar de tu cabeza la sutil idea de que en cualquier momento este se volverá y te sonreirá, porque es lo que siempre hace. Lo que siempre ha sido entre ustedes.

El pensamiento se cuela en tu mente tan ligero y repentino que apenas y tienes tiempo de refrenarlo, pero antes de que puedas hacer nada con él, ya tienes una taza enfrente tuyo y la esencia que de ella emana explota a tu alrededor como un dulce recuerdo de la infancia.

No hay palabra alguna en sus labios cuando te ofrece azúcar, acercándola a ti; y cuando la rechazas con un gesto y tu mirada verdemente inquieta le ve posar sus propios labios sobre la taza que le pertenece, notas tu corazón acelerarse y caer; ansiar y temer.

—Oi, mocoso, ¿podrías decirme a qué sabe? ¿Qué es lo que sientes al beberlo?

La pregunta de Levi te pilla por sorpresa, más aun cuando su atención callada y afilada parece ser toda tuya.

Tu rostro moreno se enciende en rojo amapola y te sientes tan idiota que deseas morir allí mismo; aun así, sonríes lo justo y acallas tus nervios, sabiendo que aquella interrogante de su parte es todo un juicio, uno en el que podrás o no inclinar la balanza a tu favor.

El ligero regusto cítricamente amargo del té negro se expande por tu boca y se suaviza en tu lengua con la dulzura de la caramelizada vainilla, y mientras bebes un nuevo sorbo, sientes como el miedo se convierte en nostalgia, de aquella que envuelve el corazón hasta volverlo familiarmente cálido.

Un cálido invierno.

—Es nostálgico —añades finalmente, porque no hay otra forma de describirlo, y cuando aquel hombre te mira como si por primera vez te viese, sientes que tu respuesta ha sido la correcta.

Y entonces tu perdida confianza regresa y las palabras en tus labios abundan, porque sientes que al fin has dejado de ser solo el chico forastero de veinticuatro que ha llegado a la ciudad para pedir la oportunidad de un empleo, convirtiéndote en alguien diferente que dejará huella.

El resto de la plática entre ambos resulta mucho más cómoda y fluida, con Levi contándote un poco de sus planes para la tienda y contigo explicando el por qué has decidido emigrar de Shiganshina para vivir en Stohess, dejando a tus espaldas una vida segura para buscar nuevos rumbos.

Aquel hombre te oye y bebe té en tanto lo hace, elegantemente acodado sobre el mostrador mientras que tú te sientes por completo torpe y burdo sentado frente a él, disfrutando de su compañía sin creer merecerla.

Los dos ventanales que enmarcan la entrada de la tienda muestran la tarde ya cayendo, y aunque ese día no hay nieve hilando el paisaje, el invierno próximo ha pintado de blanco puro el cielo y cargado el aire con el olor de la fría escarcha.

Una hora es la que han robado al tiempo cuando aquella extraña entrevista llega inexorablemente a su fin, no con la violencia de los malos sueños, sino con la suave sutileza del despertar.

Levi te acompaña hasta la puerta, todo grises sombras y seriedad en aquel entorno familiarmente cálido, y tras explicarte que durante los próximos días te dará una respuesta, al fin se despide.

Aquel segundo encuentro ha sido tan extraño como el primero, piensas al observarlo de pie bajo el dintel de la entrada, quizá por última vez; y esa posibilidad te duele tanto…

Ustedes jamás han sido un «nosotros», pero durante aquellos breves instantes de verse y conocerse, has tenido la certeza de que ambos encontrándose y reencontrándose, son de esas cosas que la vida tiene destinadas a suceder, porque son inevitables.

Te gustaría decir algo ingenioso para terminar aquel encuentro, pero tu cerebro y tu corazón son un completo caos ya que ninguno de ellos parece desear reconciliarse con el otro, teniendo como único punto en común las emociones agitadas que despierta aquel hombre frente tuyo.

—Té negro Ceilán aromatizado con vainilla y caramelo —suelta este como si nada, apoyando un hombro en la jamba de la puerta y cruzando ambos brazos sobre su pecho—. ¿Qué sería lo que prepararías para acompañarlo, mocoso?

Mil ideas, mil recetas ya hechas repletan tu cabeza, porque quieres impresionar y sabes que esa es tu oportunidad, quizá la única que tengas y él te ofrezca.

Tartas, pasteles y galletas se vuelven una vorágine de ideas que tomas y desechas en cada latir de tu corazón; pero como si fuese algo ya aprendido, algo correcto, tu respuesta es tan simple y natural como el respirar.

—Pastas de mantequilla. Solo mantequilla.

El silencio de Levi es tragado por el ruido de los transeúntes que pasan por la calle tras las compras navideñas y las sentidas notas de piano del interior. Notas el frío en tu espalda y la ansiedad golpeándote de frente, y no es hasta que una efímera y casi imperceptible sonrisa adorna sus labios, que vuelves a recuperar el aliento.

—Oh, nada mal —murmura con el laconismo que siempre parece adornar sus palabras—. Ya te llamaré, Eren Jaeger.

Le observas entrar a su tienda e inspiras el aire frío de mediados de diciembre tragando frialdad que entumece tu pecho, aunque este se siente inesperadamente cálido, porque lo sabes y tienes la certeza. Porque aunque su boca no ha sonreído, su mirada de plata se ha fundido un poco al despedirte, lo suficiente para hacerte entender que el desconcierto por aquel par de extraños encuentros, no ha sido solo tuyo.

Y mientras emprendes nuevamente tu marcha, sientes que estás tomando el camino incorrecto porque no es donde debes estar.

Una vez más.

 

——o——

 

Su tercer encuentro ocurre al día siguiente, como si la suerte ya hubiese echado a correr sus dados y hubiera decidido que ustedes son mejores juntos que por separado.

Four Seasons vuelve a estar abierta para ti, toda calidez solitaria que augura lo que en un futuro próximo vendrá para ambos.

Levi, tras el mostrador una vez más, se afana preparando y etiquetando una selección de tés, vestido todo de negro como un cuervo y la palidez espectral de las almas en pena.

—Oi, mocoso, el trabajo es tuyo —te dice a modo de saludo, señalando con un gesto de su afilada barbilla el contrato que allí espera—. Puedes leerlo con calma y decirme que te parece; si algo no te agrada del todo, podría ser negociable.

—¿Así sin más? —preguntas, sin creerte que aquello esté ocurriendo—. ¿Sin probar antes mi trabajo ni un periodo de prueba?

—Instinto, supongo —masculla este cortante, intentando ocultar su bochorno—. Tch, ¿no me digas que ya no quieres el empleo?

De inmediato tus disculpas se enredan con tu agradecimiento, y al oírte reír —porque te sientes tan aliviado como feliz—, la mirada de invierno de aquel hombre se suaviza al decirte que eres un tonto, poniendo a calentar agua para preparar té mientras dejan de ser dos simples desconocidos para finalmente empezar a conocerse.

Y por la ventana contemplas la nieve comenzar a caer, en suaves hebras hiladas que van tiñendo el suelo de blanco puro, blanco de un nuevo inicio, y te sientes satisfecho y en paz, descubriendo por fin que aquello es lo que en verdad ansiabas.

La rueda ha terminado de girar para dejarlos en el sitio y momento correcto, y aquel «bienvenido» que masculla Levi cuando firmas y tomas su mano para cerrar aquel trato, se siente extrañamente como un «estoy de regreso».

Notas finales:

Lo primero, muchas gracias para todos quienes hayan llegado hasta aquí. Realmente espero que el primer capítulo de esta historia haya sido de su agrado y que por lo menos quede un poquito de curiosidad por lo que se viene.

Para quienes no me conocen, soy Tessa, ¡un gusto y gracias por la oportunidad! Si alguien ya se ha topado con alguna otra de mis historias, ¡un gusto nuevamente y muchas gracias por darme la oportunidad, una vez más!

En esta oportunidad, para celebrar el cumpleaños de Levi (aunque llegue un día atrasada) vuelvo a arriesgarme con una historia de capítulos cortitos de solo tres mil palabras por entrega, los cuales publicaré semanalmente y transcurrirán a lo largo de todo un año, en un total de 53 capítulos: trece para cada estación y uno más como epílogo. También, serán narrados de manera intercalada por los protagonistas. Esta vez fue un capítulo para Eren, pero el siguiente será de Levi.

Igualmente, una vez más vuelvo a utilizar la narración en segunda persona y una escritura un poco más poética, así que espero esto no sea un inconveniente a la hora de poder disfrutar de la historia.

Pasando a la historia en sí misma, algunos datos sobre ella son que esta podría considerarse como la hermanita de In Focus, para quienes la ha leído. In Focus nació basada en el sentido de la vista, mientras de Love in Four Seasons, es, claramente, el sentido del gusto, así que aquí abundarán los diferentes tipos de tés, cafés e infusiones, así como la repostería, dos de mis grandes pasiones en la vida, así que igualmente espero les guste y, por qué no, les anime a probar lo que quizá no conozcan.

Por lo mismo, el té escogido esta vez es un té invernal, hecho para días fríos ya que es reconfortante, o nostálgico como ha dicho Eren. El té negro suele ser el tipo de té más reponedor de todos por su cuerpo fuerte y aromático, ligeramente cítrico, sobre todo el de Ceilán cultivado en Sri Lanka, mientras que la vainilla y caramelo lo endulzan y suavizan, volviéndolo aromático y acogedor. Es un té para tardes frías frente a la chimenea y momentos agradables, de aquellos que se guardan en la memoria.

Por otro lado, las pastas de mantequilla son un tipo de galletas muy simples debido a sus ingrediente, sobre todo si no están saborizadas con nada en especial; aun así, su complejidad es alta por su forma, textura y el grado justo de dureza que necesitan para ser un acompañamiento agradable. Fueron creadas pensando en ser un acompañante para el té, por lo que en este caso, siendo el té elegido uno fuerte y demasiado aromático, una repostería sencilla es lo ideal para no quitarle protagonismo.

Otra acotación aparte, es que en esta oportunidad la cita de entrada corresponde a un haiku, un tipo de poesía japonesa que consiste en un poema de diecisiete sílabas escrito en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Estos por lo general se basan en la simplicidad de la observación del momento volviéndola hermosa, como el observar algo y emocionarse con ello, por eso, la gran mayoría toma la naturaleza y las estaciones del año como sus referentes. Me encanta la poesía en general, y los haikus me han conquistado en los últimos años, así que esta vez consideré que ellos eran los más apropiados para esta historia, y por lo mismo jugaré un poco más, ya que los haikus que encontrarán al inicio son míos y basados en el capítulo. Esta vez el título ha sido «Copo de Nieve», en relación directa a Levi, por lo que el haiku hace relación a lo mismo. De antemano pido disculpa por lo malísimos que sé estos serán, pero recién estoy aprendiendo y en verdad son difíciles de hacer.

Otro dato pequeño, es que para mí casi todo siempre funciona en base a la música, por eso esta historia nació en un comienzo en relación con dos temas: Recognize Me, de Sofi de la Torre, y Winter, de Joshua Radin. Aun así, la que acabó de darle forma a todo, una vez más, fue Taylor Swift con su álbum Evermore, que terminó por cerrar las ideas que ya estaban en proceso de escritura, como si fuese eso lo que necesitaba. Willow, Gold Ruch, Ivy, Cowboy Like Me y Long Story Short, son los temas que me ayudaron esta vez, aunque muchos otros tienen un pedacito de la historia. Taylor vuelve a ser mi musa, así como lo fue con Folklore para Etéreo, por ello, ¿me permiten volver a romper corazones y hacerles sufrir? Es broma, es broma. Esta historia es solo amor con una pizquita de drama, jaja. Lo prometo; no más dramas por este año.

Una vez más agradezco la oportunidad brindada. La historia se irá desarrollando de a poco, así que paciencia. Este primer capítulo sembró las bases de la trama principal, que espero ya algunos supongan cual será, y si no es así, ya lo descubrirán en las siguientes entregas. Y para la siguiente semana, ya tendremos aquí el cumpleaños de Levi.

Un enorme abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes. Hasta el próximo año, esperando que el 2021 entre siendo mejor que este 2020 que ya va quedando atrás.

 

Tessa.


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