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Criminal - [Ereri] por L_inverse

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Notas del capitulo:

¡Hola! Espero que se encuentren muy bien. 

 

Les traigo el segundo capítulo para que disfruten de la historia y vayan dándole más oportunidad para lo que se vendrá. 

 

¡Disfruten!

Pese a que Levi ya no vivía en aquel lugar, siempre estar de pie frente a esa casa tan grande y vieja le hacía sentirse extrañamente seguro, como volviendo a su hogar. Llamó a la puerta de madera maciza, más por educación que por necesidad, pues él todavía conservaba la llave de aquella residencia.

Esperó unos segundos mientras escuchaba los ruidos de los autos en la avenida más cercana a esa poco transitada calle y también los gritos de algunos niños jugando entre los callejones y las casas aledañas. Todos aquellos sonidos habían marcado su infancia lejana y una parte de él sentía que ese era el único lugar donde llegaba a sentir paz, pese a todo el caos que significaba vivir ahí.

Cuando la puerta se abrió, una chica de cabellos rojos, que comía gustosamente un pan, lo miró con curiosidad hasta reconocerlo, tragando de golpe el bocado que masticaba y alegrándose de verlo allí.

– ¡Levi! – exclamó con su cara llena de migas.

– Tch, demonios, Sasha. Aprende a comer de una vez. – le soltó mientras estiraba la manga de su abrigo y la alzaba para limpiar el rostro de la chiquilla.

– Jejeje. Entra de una vez, el almuerzo está casi listo. – le dijo la quinceañera, haciendo espacio para que él pudiese entrar. – ¡Chicos, Levi está aquí! – gritó ella hacia dentro de la vivienda.

La casa era un antiguo sité de varios pisos, con muebles viejos y ventanas descuidadas; sin embargo, la limpieza era impecable. Durante los veinte años que vivió en ese lugar se aseguró de que todos aprendieran las normas de aseo estrictas para que todo funcionara correctamente y que, aparentemente, todavía seguían al pie de la letra. Excepto, claro está, la cocina, a la que buscó adentrarse una vez que pasó el recibidor y fue hasta el lugar desde donde salía un exquisito aroma a guisado.

Pasando junto a las escaleras, siente el retumbar de pasos sobre la madera que crujía por el peso de quienes se acercaban hasta él. Dos chicos aparecieron en breves instantes junto al azabache, mostrándose emocionados por verle.

– Levi, ¿es cierto que tienes que abrir cadáveres cuando buscas evidencia? – le preguntó el más bajo, con sus ojos dorados brillando por la incredulidad y la emoción. A su lado, el castaño alto le puso la mano sobre su cabeza rapada y rio con gracia.

– Deberías saludarlo primero. – le reprochó. – ¿Cómo estás, Levi? – saludó al detective.

Connie y Jean tenían casi la misma edad, pero el castaño siempre parecía mucho más maduro; tal vez era porque desde pequeño fue un arrogante de mierda, aunque el más responsable de todos ellos cuando llegaron hasta el hogar. No pudo evitar mostrar una sonrisa por las boberías que decían, notando lo mucho que extrañaba vivir ahí y lo cálido que el ambiente se sentía.

– No, Connie. No abro cadáveres. – respondió tajante, volteándose para seguir su trayecto hacia la cocina. – Para eso están los forenses. –

– Oi, Levi. – comenzó a decir Jean, apresurándose a su paso para llegar hasta su lado. – Leí las noticias sobre el Espectro. ¿Es cierto que aún no tienen idea de cómo atraparlo? –

– Ni una puta idea. – se sinceró cuando atravesó el umbral hacia la cocina, encontrándose con el hombre detrás de la preparación que tenía tan sabroso aroma.

– Lo sé, lo sé... es un poco tarde para estar cocinando aún. Pero me atrasé con unos trámites en la mañana. – el hombre rubio ataviado en un delantal, que en algún tiempo pasado fue de color blanco, lo miró con sus ojos claros cargados de cariño, terminando de revolver la olla con el almuerzo. Levi suspiró, dedicándole una media sonrisa cuando se acercó hasta él.

Farlan y él tenían la misma edad. Era su mejor amigo desde que llegó a ese lugar y la persona en la que más confiaba en el mundo. Jamás se decían lo importante que eran el uno para el otro, pero su hermandad era algo que traspasaba las palabras; por el contrario, eran sus acciones y todo lo que habían pasado juntos lo que formaba esa comunicación no verbal tan cómoda entre ambos.

– Chicos, ordenen la mesa para que podamos comer junto a Levi. – ordenó el rubio y los tres adolescentes siguieron su mandato inmediatamente. – Me alegra que hayas venido. Hace tiempo no almuerzas con nosotros. – comentó hacia el detective, con un gesto desaprobatorio.

– Tch. El trabajo no deja ni dormir. – sentenció él, ayudando a su amigo a ordenar el desastre que tenía en la cocina. – ¿Ha estado todo bien por acá? – preguntó el azabache.

– Bastante. A los chicos les está yendo bien en la escuela, excepto que Sasha sigue comiendo en clase y Connie no para de dormirse las primeras horas. – comentó con una carcajada mientras picaba lechuga y la metía en un bol.

– Eres demasiado blando con ellos. – murmuró el policía, lavando los implementos sucios.

– Son buenos chicos. Jean es muy inteligente y quiere meterse en la policía para trabajar a tu lado. – comentó el rubio mirándolo de reojo.

– Que ni se le ocurra. Si es tan inteligente que entre a la universidad. Estoy seguro de que conseguirá una beca y podrá salir de esta ciudad. –

No tenía idea en qué momento se había vuelto tan paternal en sus conversaciones con Farlan; lo que sí sabía es que cada día sentía una responsabilidad creciendo de manera exponencial por los miembros de aquel hogar: su hogar.

Era una casa de acogida. Levi había llegado ahí cuando tenía cinco años tras perder a su joven madre y fue su tío – quién dirigía el lugar – el que lo llevó a vivir junto a él en esa residencia. Kenny era un bastardo en todo lo que significaba aquel adjetivo, pero nunca un irresponsable con los niños y niñas que llegaban hasta esa casa. Se preocupó de su educación, de sus necesidades básicas, de darle valores y también de formar su personalidad.

No podía decir que había sido una figura paterna para imitar, porque Kenny era de aquellos hombres con vicios por la bebida y carácter violento; sin embargo, cuando se trataba de educación y responsabilidad, era intachable. Su legado para él fue enseñarle que, en esa asquerosa ciudad, con la asquerosa gente que había y toda la brutalidad del mundo actual encarnándose en las personas más terribles que la habitaban, todavía existía gente capaz de brindar seguridad cuando sentías que todo el mundo se caía a tus pies, como cuando un niño pierde a sus padres en terribles circunstancias.

Farlan había llegado un año después que él y se encargó de darle aquel pequeño toque hogareño al que él comenzaba a acostumbrarse. Fueron ellos quienes ayudaban a Kenny a reinsertar a los niños y niñas que llegaban al hogar, tratando de hacerlos sentir parte de esa unidad y dándole todo lo necesario para que no salieran a las calles a delinquir o drogarse. Porque Kenny era muy estricto en esos aspectos y no perdonaba esas conductas.

– ¿Tú cómo has estado, Levi? – preguntó de pronto Farlan, rompiendo la seguidilla de recuerdos que lo ataviaban cuando volvía a ese lugar, con lo poco y mucho que había cambiado con el paso de los años. Entonces, dirigió su gris mirada hacia su amigo, quien parecía animado terminando de probar el guisado, aunque unas marcadas ojeras se dibujaban bajo esos preciosos ojos aguamarina.

– Sobreviviendo. – le contestó. Era lo que siempre se respondían entre ellos cuando se daban cuenta de que el mundo se cernía sobre ellos, pese a las buenas intenciones que tenían de mejorarlo. – ¿Y tú? –

– Sobreviviendo. – correspondió el otro tras un suspiro. – En la mañana fui a la alcaldía porque estamos teniendo problemas con la subvención del establecimiento. No han llegado nuevos niños. – comentó con preocupación el rubio, haciendo que Levi maldijera por lo bajo.

– Abrieron un nuevo hogar a nombre de las industrias Fritz. Otro nuevo negocio para evadir impuestos, y se están asegurando de que, desde las oficinas de protección para menores, les encarguen los casos para obtener los pagos del gobierno. – informó el policía.

Esa era una de las razones por las cuales quería ir hasta su hogar, para conversarle a Farlan – quién era el encargado desde la muerte de Kenny – sobre la situación. No era extraño que las empresas evadieran impuestos con obras de caridad, pero jamás lo habían hecho con casas de acogida. El problema radicaba en que, últimamente, los delitos estaban aumentando en la ciudad, la violencia se había desbordado y cada día había más niños y jóvenes huérfanos.

Claramente, para personas como Farlan y él era una situación lamentable y que apretaba sus corazones recordando el infierno que ellos pasaron cuando quedaron sin sus padres. No obstante, para los elitistas ambiciosos que regían las leyes de la ciudad... todo era un negocio.

– Demonios, Levi. – gruñó el rubio, completamente molesto. – Es increíble los niveles de egoísmo que tiene esa gente. Están lucrando con el bienestar de menores que sufren una terrible pérdida. ¡Que se jodan! –

– Disculpen... – Farlan y Levi miraron hacia la entrada de la cocina, donde los tres adolescentes miraban confundidos el sobresalto de su cuidador. – ¿Pasa algo malo? – preguntó Jean, preocupado.

– Lo siento, chicos. No es nada grave. – les dijo inmediatamente el rubio, volviendo a sonreír como antes, intentando no preocupar a los adolescentes que todavía se mostraban dudosos, de pie bajo el arco de la cocina. El detective sabía que Farlan jamás les comentaba todos los esfuerzos que él hacía para mantenerlos a salvo y cubriendo todas las necesidades que, por derecho, debían recibir. Su amigo siempre fue muy bueno con los niños y, ahora, también era genial con esos jóvenes en plena adolescencia. – ¿Está listo el comedor para llevar la comida? – preguntó entusiasmado, abriendo la olla y apagando el fuego.

– ¡Todo listo! – exclamó la pelirroja.

– Bien. – dijo Farlan con una carcajada. – Ayúdenme a llevar los platos servidos. –

Levi le ayudó a su amigo con el almuerzo y comió amenamente con los miembros de su antiguo hogar. A veces olvidaba lo agradable que era todo ese ruido de cubiertos chocando con la loza al comer y las risas estridentes que tenían los mocosos mientras le hablaban, tanto a Farlan como a él, sobre sus aventuras en la escuela y tonterías de niños que él no entendía del todo.

Siempre que tenía aquella sensación tan cálida al estar sentado en la mesa junto a ellos, se preguntaba si Kenny también lo sintió en esos tiempos de su niñez y adolescencia junto a Farlan, Nanaba, Mike y los otros niños y niñas que iban y venían en la casa. Se preguntaba si esa era su motivación diaria para seguir con ese camino que había escogido para su vida y si no se arrepentía de haber invertido su tiempo y dinero en pelear por esos niños sin hogar.

Nunca se lo preguntó y, tal vez, el hombre le hubiese dicho que estaba hablando estupideces, mandándolo a lavar la ropa o cualquier otra tarea doméstica que el mayor odiaba hacer.

Para cuando terminó el almuerzo, su hermano mandó a los chicos a lavar la loza sucia y dejar la cocina limpia, mientras ellos se quedaban en el comedor conversando de cosas más de adultos y de la vida que estaban llevando. Farlan trabajaba como editor en una revista a tiempo parcial, ya que había decidido quedarse como jefe del hogar cuando se dieron cuenta de que el cáncer de Kenny empeoraba y tendrían que sopesar lo que sucedería con esa casa de acogida.

Su mentor dejó las escrituras de la propiedad a nombre de Levi y Farlan, pero el establecimiento era totalmente del rubio. Esto había pasado hace casi once años, cuando el azabache ya estaba trabajando en el cuerpo de policía del cuartel Este y Farlan tenía un trabajo en el periódico como estafeta.

Nunca hubiese pensado que su amigo quisiera seguir el legado de quién se podría considerar su padre, hasta que fue él quien se lo comentó cuando Kenny estaba en sus últimos momentos, asegurándole que no dejaría morir aquel sueño que tenía el mayor de cuidar a los niños sin hogar, tal como los ayudó a ellos.

– Oi, Levi... – comenzó a decir el rubio y el policía supo de inmediato de lo que tenían que hablar; Farlan usaba ese tono de voz suave y casi inocente, invitándolo sutilmente a comenzar un tema de conversación que había estado evitando con su hermano desde hace varios días. – Isabel me comentó que no habías ido a verla. – mencionó con sutileza y una sonrisa forzada.

– Sí, soy una persona de mierda... – murmuró él con frustración, sosteniendo el puente de su nariz. – Ya no sé qué decirle... – admitió.

– Dile que la quieres, que estás haciendo lo mejor posible para ayudarla. –

– ¿Lo hago? Porque no estoy realmente seguro. – se negó a mirar a su amigo de pura vergüenza. No quería admitir que sentía un nudo en la garganta de pensar que Isabel estaba en aquel lugar, sin poder ayudarla realmente.

– Estás haciendo todo lo posible... sabemos que la situación es complicada. – trató de suavizar el rubio, manteniendo ese semblante de serenidad y madurez.

– Yo no le llamaría complicada. Lo llamaría jodidamente injusta. – corrigió el azabache, malhumorado. – Si fuese la hija de Grisha Jaeger o Rodd Reiss ya tendría un trasplante y estaría en una clínica con todos los cuidados del mundo. –

– Los ricos también enferman, Levi. – mencionó el más alto, tratando de que lo mirara.

– Sí, también lo hacen. Pero, al hacerlo, tienen todos los recursos para tratar de salvarse... Las personas sin dinero ni contactos tenemos que esperar a que avance una fila de espera interminable, mientras gastamos en la hospitalización de un hospital mediocre. – escupió con frustración, sabiendo que sus palabras eran simplemente por despecho, porque odiaba no tener los recursos o la manera de ayudar a Isabel.

– Isabel sabe que no es tu culpa. – siguió argumentando el dueño de casa, ahora un poco más intranquilo por la terquedad del policía.

– Kenny tenía razón. – comenzó a decir el azabache. – Si me hubiese ido a la universidad a estudiar leyes o economía, a estas alturas podría tener un buen trabajo y ayudar a Isabel. –

– Kenny nunca quiso que siguiésemos un camino que no queríamos. Tu sueño era proteger a los más vulnerables. – argumentó su hermano con seriedad, intentando hacer entrar en razón al más bajo.

– ¿A los más vulnerables? ¡La policía en esta ciudad es una mierda, Farlan! Nos mandan a atender a los millonarios como si fuésemos sus empleados. –

– Está bien. – sentenció el rubio con firmeza cuando sus miradas se encontraron. – No quiero discutir contigo sobre esto. Sólo te estoy pidiendo que vayas a verla... te extraña. Eres su hermano. – soltó el otro con una sonrisa paternal, esa sonrisa que usaba para darle los sermones a esos mocosos en la casa, esa sonrisa que lo hacía tan bueno en ese oficio al que le estaba dedicando su vida.

– Tch. No me sermonees como a esos mocosos. Para eso tengo a Erwin. – respondió cabreado, mirando la hora en su teléfono al recordar a su compañero y, con eso, el hecho de que tenía que volver trabajar. – Debo regresar a la oficina. – comentó con frustración, mientras se ponía de pie.

– Oi, no te desaparezcas tanto tiempo. A veces necesito hablar con otro adulto o terminaré hablando con esas jergas extrañas que tienen los jóvenes de hoy. –mencionó Farlan con una sonrisa agotada.

– Suenas como un viejo de mierda. – comentó Levi con una carcajada. – A todo esto, la próxima semana te haré el depósito mensual. Todavía no me pagan. – mencionó, encaminándose hacia la salida.

– Levi, no es necesario que sigas enviándonos dinero. Ahorra, cómprate un departamento decente o tal vez un auto. – le dijo Farlan con una sonrisa torcida.

– No necesito nada de eso. Además, esta sigue siendo mi casa, ¿no? – ante la sorpresa de su amigo por tal declaración, no pudo evitar enarcar una ceja y dedicarle una media sonrisa.

– Siempre lo será. – dijo él, encogiéndose de hombros. En eso, los tres adolescentes llegaron hasta el recibidor para despedir al azabache. Sasha se acercó y le dio un abrazo, recibiendo unas palmaditas en la espalda por parte del policía porque a él no le gustaban tanto las muestras de afecto de ese tipo. Luego se despidió de Connie, advirtiéndole que no siguiera durmiendo en clases y que se dedicara a aprender; y, por último, cuando llegó al castaño, lo miró entrecerrando los ojos.

– Supe que querías entrar a la policía. – mencionó, haciendo que el menor se sobresaltara y se pusiera ligeramente nervioso. – Hazme un favor, Jean... Considéralo un poco más. – le dijo con firmeza. – Sé que soy nadie para estarte diciendo lo que es mejor en tu vida; pero no te estanques sólo en lo que ves... proyéctate y haz que Farlan y yo nos sintamos orgullosos de ti. – le aconsejó mirándolo directamente a los ojos. – Lo mismo va para ustedes dos. Cuando tomen una decisión, asegúrense de que sea algo de lo que no se arrepientan después. – añadió, mirando tanto a Connie como a Sasha, quienes asintieron enérgicamente hacia el azabache. 

– Cuídate, Levi. – le dijo Farlan desde más atrás y él le dio un asentimiento corto con su cabeza para luego abrir la puerta y marcharse.

Se avergonzaba un poco de haber actuado como un padre sobreprotector con ellos; pero es que con todo lo que veía a diario en la ciudad, y conociendo las historias de cada uno de ellos para haber llegado a esa casa de acogida, lo único que quería es que fueran felices y vivieran en un lugar tranquilo, sin limitarse a soñar en grande; incluso si eso implicaba irse de aquella ciudad o de esa isla.

Él pudo haberlo hecho, pero ingenuamente creyó que podría cambiar las cosas si ascendía lo suficiente en la policía y tenía poder sobre las cosas que pasaban en la ciudad; asegurando el bienestar de todas las personas, frenando los crímenes y ayudando en el proceso de llevar ante la ley a aquellos que la infringían. Era un iluso, lo tenía claro... pues la policía sólo era una marioneta en esa caótica ciudad. Sus mismos superiores eran mandados por mercaderes y políticos a su antojo...

Suspiró mientras se encaminaba hacia el cuartel central y, de pronto, un par de ojos verdes vuelve a su mente de manera brusca e inesperada. Pensar en crimines y en jóvenes mocosos le hizo recordar a su Espectro herido, al moreno que había dejado de ver hace dos días cuando notó que ya estaba mejor de su herida.

Todavía se reprochaba no haberlo arrestado, pero no tenía pruebas tampoco; de hecho, ni siquiera estaba tan seguro de que fuera él. Su instinto le había llevado a esa conclusión tras estar frente a esa escena inesperada de un mocoso malherido, completamente vulnerable en un asqueroso edificio abandonado. Él casi había confesado ser su ladrón fantasma, que atacaba a los millonarios y le daba dolores de cabeza constantemente. Supuso que el mocoso había estado tan confiado en que no lo arrestaría al verlo en ese estado, que no temió revelar su identidad como el famoso Espectro, así como tampoco temió ofrecerle un supuesto acuerdo de negociar.

Qué ridícula situación. Era muy probable que el estúpido chiquillo no fuese el criminal más temido por los ricos, sino un impostor que pidió auxilio cuando se dio cuenta de que moriría en ese lugar si Levi no intervenía; más ridículo aún es que no había podido dejar de pensar en esto durante todos esos días, incluso conteniendo las ganas de visitar nuevamente ese edificio y comprobar si se había marchado para hacerle más preguntas... porque tuvo la oportunidad de preguntar cualquier cosa y lo primero que se le vino a la cabeza era cómo se había herido de esa forma.

"De verdad soy un completo cabrón... ", pensó, mientras maldecía por lo bajo, siguiendo el camino hasta su trabajo.

 

~*~~~*~~~*~

 

– ¿Eren? –

El moreno despertó un poco sobresaltado. Despegó su cabeza que descansaba sobre sus brazos cruzados sobre la mesa, en aquel salón de clase del cual el resto de los estudiantes ya se estaba marchando. Había soñado con una tormenta en medio del mar, con los cielos grises amenazantes y el agua agitándose bajo las nubes tormentosas. Se incorporó lo suficiente mientras movía lentamente su adolorido cuello y sus brazos dormidos, a la vez que le dedicaba un vistazo a su amigo rubio que estaba de pie junto a él.

– Te volviste a dormir en clases. – dijo lo obvio. Armin lucía extremadamente preocupado cuando esos ojos azules dirigían su atención hacia él.

– Lo siento, Armin. Me siento un poco cansado. –admitió, todavía sin poder despertar completamente.

– Te ves pálido. ¿Seguro que esa herida no es grave? Deberías dejar que un profesional te evalúe. – mencionó el chico, al tiempo en que el moreno se ponía de pie y tomaba sus libros para marcharse a su siguiente clase.

– La herida está cerrando bien. – comentó Eren con desinterés, cada vez notando que le dolía menos la zona donde ya se estaba formando un costra que seguramente dejaría una marca permanente en su abdomen. – Es sólo que ese día perdí mucha sangre y supongo que aún estoy algo débil. – la tormenta de sus sueños no hacía más que recordarle la mirada grisácea del detective que lo había salvado cuando pensó que moriría esa noche, en un edificio olvidado.

Caminaron por el pasillo de la facultad mientras se aventuraban a su siguiente clase. Eren ya se movía mejor, su herida estaba cicatrizando perfectamente y no había tenido infección alguna. Se sorprendía de que el detective Ackerman fuera tan bueno con los puntos de sutura, porque parecía un trabajo bastante profesional, incluso para él que era un estudiante de medicina.

Sin embargo, no podía negar que estaba ligeramente deprimido al darse cuenta de que el policía no había querido cooperar con él; ni siquiera parecía tener intenciones de escucharlo cuando se vieron hace dos días en su escondite. Lo cierto era que ese encuentro estaba lejos del que se había imaginado alguna vez, cuando por fin decidiera presentarse al detective de las fuerzas centrales de Stohess, no como el Espectro, sino como Eren... por lo menos, inicialmente.

Tampoco lo había reconocido; esto, de cierta manera, lo aliviaba mucho. Porque lo que menos necesitaba ahora era tener a un detective – y uno tan bueno como Levi Ackerman – siguiéndole la pista por toda la ciudad, haciendo cada vez más difícil el llevar a cabo el trabajo que se había encomendado desde hace más de tres años, pese a comenzar a ejercerlo hace dos simplemente.

– ¿Vendrás a mi casa más tarde? – le preguntó el más bajo, haciendo que espabilara de sus pensamientos sobre el policía y volviera a la realidad. – Eren, comienzo a preocuparme por ti. –

– De verdad, discúlpame, Armin... – dijo el moreno, avergonzado por ser descubierto soñando despierto con una situación que, hasta el momento, parecía totalmente incontrolable e impredecible.

– Es que te desapareciste por dos días, Eren. Pensé que te habían atrapado. – le comentó angustiado. No era la primera vez que le decía sus preocupaciones sobre el acontecimiento de los días pasados cuando fue herido de gravedad; de hecho, ese día que volvió hasta su departamento y accedió a su teléfono, tenía tantas llamadas de su mejor amigo que llegó a pensar que el rubio había recorrido la ciudad entera buscándolo. – Encima, cuando decides aparecer, tienes apuñalado el estómago... y todavía no me quieres contar todo lo que pasó. –añadió, claramente molesto porque a Eren todavía le daba mucho miedo admitirle que lo había echado todo a perder cuando decidió confesarle al gran detective Levi Ackerman que él era el Espectro.

– Está bien... – se rindió con un suspiro, sentándose en una de las bancas del patio que atravesaban en ese momento. El resto de los estudiantes los ignoraba completamente, o al menos eso quería creer. Le costaba un poco contar lo que pasó, porque estaba seguro de cuál sería la reacción del rubio al respecto... y esta no era nada buena. – Terminé en una ridícula riña con unos ladrones y, en un descuido, me apuñalaron. Supongo que, en mi desesperación por no ser descubierto con el traje, llegué hasta el edificio donde me escondo en casos de emergencia. – le comentó el moreno. A su lado, su amigo escuchaba atentamente sus palabras, sin despegar sus ojos azules de él. – Estaba gravemente herido cuando alguien apareció en el edificio... –

– ¡Eren! ¿Alguien te vio? – exclamó preocupado.

– No fue sólo alguien... era el detective Ackerman. – confesó ligeramente sonrojado. Al ver el gesto de terror del rubio y el torrente de palabras que estaba a punto de escupir, se adelantó al hablar. – No te preocupes. No me reconoció. – aclaró apresuradamente, poniendo una mano en el hombro de su mejor amigo. – Pero fue quien curó mis heridas y cuidó de mí durante esos dos días. –

– ¿Quieres que crea que el mejor detective de la ciudad no se dio cuenta de quién eras? – el tono de voz de su compañero era de completo escepticismo.

– Estoy absolutamente seguro, Armin. – afirmó el moreno, frunciendo el ceño.

– Aclárame algo. – comenzó a cuestionar. – No te reconoció como Eren, ¿o como el Espectro? – quiso saber, mirándolo con esos ojos entrecerrados que evidenciaban la desconfianza absoluta sobre el relato que le estaba contando.

– Bueno... sí se dio cuenta de que era su ladrón. No tengo idea cómo, pero supongo que yo terminé por confesarlo. – admitió con frustración, mientras revolvía un poco su cabello y, con eso, desordenando su desprolija coleta. – Estaba muy mal, Armin. Pensé que iba a morir y... cuando él apareció... no lo sé. Casi confieso todo pensando que era lo último que haría antes de morir. – balbuceó mientras rascaba su nuca, ligeramente desesperado. 

Sabía todo lo que significaba que el detective hubiera visto su rostro, reconocido su voz e, incluso, tener acceso a una muestra de su sangre tras curar sus heridas; no le hubiese extrañado que haya llevado alguna muestra a analizar al cuartel y descifrado quién era el misterioso mocoso – como lo había llamado el azabache – que había encontrado herido y proclamando ser el famoso ladrón de Stohess.

Sólo tenía una cosa a su favor... y era que ni siquiera el gran detective podría encontrar evidencias suficientes de que Eren era el Espectro. No lo había hecho en dos años y no lo haría ahora. En ese edificio, el chico no tenía ninguna pista que pudiera llevar a Levi a encontrar alguna relación entre el moreno y el ladrón.

– Esto puede ser muy malo, Eren. Si Levi Ackerman llega si quiera a reconocerte en las calles... –

– De todas formas, no tiene pruebas de que soy el Espectro. – interrumpió a su amigo, sabiéndose completamente seguro de que no había manera de que lo capturara, incluso si descubría la identidad del chico que había encontrado en el edificio. – La única forma de llevarme ante la justicia es atrapándome en un robo. No hay pruebas suficientes para decir que soy el ladrón. – sentenció determinado. Su amigo le dedicó una mirada cargada de dudas, al tiempo que entrecerraba los ojos; finalmente, suspiró a su lado y se puso de pie, justo para que el moreno notara que había poca gente transitando, avisando que el receso ya había acabado y que llegarían tarde a clases.

– No me ocultes más cosas como estas, ¿entendido? – dijo finalmente el rubio mientras se apresuraban en llegar a su salón. – Esperemos que el detective tenga cosas mejores en las que pensar que en el encuentro que tuvieron. Tanto así como para que no tenga que estar buscándote. – señaló su amigo, mientras comenzaban a caminar juntos, al ritmo del más alto, hacia su siguiente clase. – Es más, espero que no te haya creído que eras el Espectro y haya pensado que eras un vagabundo cualquiera escondido en un edificio en ruinas. –

– Entendido... – respondió Eren con un murmullo, sutilmente en desacuerdo con lo que planteaba Armin.

Una parte de él – de hecho, una parte bastante considerable – no quería que Levi se olvidara de dicho encuentro. No quería que se olvidara de él, porque estaba firmemente empeñado en hacerle ver que el Espectro no era su enemigo. Quería ganarse la confianza del detective y tendría que pensar en un buen plan para hacerlo.

Lo único que esperaba de todo esto, era no equivocarse con respecto al policía. De lo contrario, estaría apostando por llegar a prisión y ser descubierto por toda la ciudad; no estaba seguro de que su padre lo apoyaría cuando se enterara de que le había estado robando a un círculo considerablemente poderoso de la elite de Stohess.

El detective le había mencionado aquella noche que no tenía buenas cartas para jugar esa mano y, probablemente, tenía razón. Pero, como buen apostador, tenía que ingeniárselas lo suficiente para tornar el juego a su favor, incluso sabiendo que podía perder.

 

~*~~~*~~~*~

 

La reunión mensual sobre los casos aún no resueltos por la policía central siempre tenía como punto importante el tema de su ladrón fantasma. Evidentemente, era por una presión política que se volviera al caso constantemente, incluso cuando no había ataques durante un periodo. Sin embargo, ese día en particular, sólo habían conversado respecto al último robo del Espectro y de cómo la élite estaba comenzando a inquietarse más al respecto, ya que, hasta la fecha, no había pruebas suficientes como para comenzar a armar un perfil del criminal, ni tampoco deducir su próximo ataque.

Erwin estaba leyendo el reporte del atraco de la noche en que él se había encontrado al mocoso mal herido; si tan sólo hubiese tenido el impulso de llevarlo ante la justicia, tal vez le hubiera revelado al cuerpo de policía quién era y habrían terminado con ese tedioso caso que los tenía aburridos.

Honestamente, era reprochable el hecho de que se haya dejado llevar por su maldito instinto casi paternal de salvar al mocoso, porque él tenía la certeza de que la delincuencia a temprana edad no era un rasgo propio del adolescente, sino que es una resultante de todos los problemas que habían en esa ciudad, en la sociedad en la que vivían, en las brutales realidades que vivían jóvenes de todas las edades; era un síntoma de los problemas mayores que aquejaban a la sociedad.

Pero había un montón de cosas más que daban vuelta por su cabeza. Claro está que el chiquillo había admitido que era su ladrón, aunque en tal estado probablemente ni siquiera entendía lo que decía – porque coquetearle a un oficial de policía que lo apuntaba con un arma mientras se desangraba no podía considerarse algo racional –, y estaba el hecho de que en aquel escondite no había vestigios de sus robos, simplemente era un cuarto medianamente equipado donde parecía esconderse. 

Encima, Levi había visto su rostro. Podría perfectamente pedirle a un dibujante que hiciera un retrato hablado para buscar alguna coincidencia y dedicarse a investigar a esta persona, esperando que fuera el ladrón tan buscado por esos días. También podría haber llevado alguna muestra de sangre o de cabello para averiguar la identidad del supuesto ladrón y, así, establecer una rutina de investigación y monitoreo constante sobre él para corroborar si, efectivamente, era el Espectro, atrapándolo en el acto, con las pruebas suficientes para condenarlo...

"No, no es tan simple. " terminaba pensando el detective.

Con todas aquellas opciones sobre las cuales tenía control debido a su posición en la policía y las habilidades adquiridas gracias a la experiencia de los años que llevaba en servicio, el azabache no tenía intenciones de entregar aún a su ladrón; este pensamiento lo molestaba tanto que tenía que controlar su respiración cada vez que llegaba a esa conclusión. Era obvio que pudo haber hecho mucho más aquella noche como mano derecha de la ley; sin embargo, no lo hizo. Se limitó a cuidar por dos días a un mocoso apuñalado, esperando que se salvara para preguntarle cómo demonios se había herido de esa forma y luego dejarlo ir con una ridícula advertencia inconsistente.

No lo hizo porque ese joven había llamado completamente su atención. Había algo en su mirada que lo inquietaba, como si ser el ladrón no fuese lo único importante que tenía para ocultar. Su absurda determinación para pedirle una negociación despertaba su curiosidad, porque ¿qué tipo de ladrón era para confesarle a un detective sobre sus crímenes, a rostro descubierto? 

Claro, había un montón de variables que considerar. Si acaso lograban seguir constantemente al ladrón – suponiendo que su jefe le facilitaba los recursos para eso –, encontrarlo en un único robo no significaba que podía probar que había participado en la seguidilla de atracos realizada desde hace dos años. Iba a necesitar mucha más información de él, tal como lo que hacía con el dinero robado, dónde estaba su escondite, cómo conseguía la información de las víctimas, cómo lograba marcharse de la escena del crimen de la forma que lo caracterizaba como el ladrón fantasma de la élite...

– Detective. – la gélida voz del director del cuartel central llamándolo le hizo levantar la mirada en su dirección, haciendo que se diera cuenta de que se había sumergido en sus pensamientos respecto al caso del Espectro y al moreno de ojos verdes que había proclamado ser el ladrón. – ¿Algún aporte a la reunión que quiera hacer? – cuestionó, enarcando una ceja.

– Todas las teorías e información sobre el caso, incluso las poco relevantes, están en el informe que acaba de leer Erwin. El archivador contiene todos los datos sobre lo que sabemos y no sabemos respecto al criminal. – comentó, de manera fría, el ensayado discurso que tenían con su rubio compañero cuando los superiores preguntaban sobre el caso.

– Me gustaría que compartiera su opinión personal, detective. ¿Cuál cree que podría ser el posible perfil del ladrón? – Levi lo miró entrecerrando sus ojos, afilando aquella mirada mientras el resto de su equipo bajaba su vista hacia la mesa, sabiendo que era uno de los grandes problemas del caso: no tenían idea de cómo empezar. Dos años de múltiples atracos y ni pistas de determinar quién podría ser el Espectro.

– A modo personal... – comenzó a decir, tratando de llevarse esa opinión por las suyas y no involucrar a sus compañeros en ella. – Creo que esta persona pertenece a la misma élite de la ciudad. – escupió, haciendo que todos los miembros de la reunión posaran sus ojos en él.

No era una teoría descabellada, pero tenía dos problemas. El primero radicaba en que era ridículo dar algún tipo de noción sobre quién podía ser el Espectro, si no mentían al decir que estaban absurdamente lejos de saber su identidad. Las intuiciones personales tenían poca cabida en ese caso porque, literalmente, podía ser cualquiera; luego, estaba el segundo problema – y probablemente el más grave de todos – y es que, como policías, uno de los tabúes más grandes era acusar a los mercaderes, políticos y millonarios de cualquier crimen; no en esa ciudad.

Soltar como si nada que un miembro de la élite podía ser el criminal, era lanzarse a los leones completamente desnudo y sin armas para vencer. Por eso, nadie se atrevía a hacer suposiciones respecto a ello, pese a que, entre su círculo más cercano, fue una de las tantas teorías en las que pensaron.

– Detective, ¿en qué se basa para tan aberrante suposición? – cuestionó el jefe, mirándolo completamente en pánico por sus palabras.

– Para llevar a cabo los atracos, al menos lo que podemos ver de su modus operandi, se necesitan recursos. Es obvio que el mercado negro puede ofrecer un montón de artículos, pero este sujeto es prolijo en su trabajo, tiene estudiadas a cada una de sus víctimas, tanto así que no parece tomarse mucho tiempo en hacer los robos y simplemente va con un objetivo que cumplir. – explicó.

– La distinguida élite de nuestra ciudad no necesita robar. – bramó el hombre, comenzando a sudar un poco.

– Evidentemente no. – secundó el detective. – Pero, dada la inteligencia que posee este ladrón y la manera perfecta de ejecutar sus crímenes, no me imagino que pueda ser un simple marginado. Aquellas habilidades son dignas de una clase... alta. – casi vomitó al decir esas palabras, cuando pensaba completamente lo contrario. Este argumento era una completa falacia, sólo lo hacía para respaldar su opinión.

– Ackerman. – llamó con rudeza el jefe. – Me imagino que estas ideas no están en el archivo. –

– Por supuesto que no. Es algo que me preguntó ahora y le respondo con sinceridad. Mi trabajo es cuidar a los ciudadanos y, sobre todo, a nuestros contribuyentes. – el sarcasmo en su voz era tan afilado que recibió un gesto desaprobatorio de Erwin. – Si uno de ellos está asustando a las personas de la ciudad y quitándole el fruto de su trabajo, debemos detenerlo, ¿no? –

– Director. – interrumpió Erwin con tranquilidad, dirigiendo sus ojos azules hacia el hombre que encabezaba la reunión. – Como dice Levi, nuestro deber es cuidar a las personas de esta ciudad. Como miembros de la policía, prestaremos nuestros servicios las veces necesarias a las posibles víctimas de los atracos para hacerlas sentir seguras y protegidas. Es nuestra responsabilidad. – aseguró el rubio sin alterarse. – Por otro lado, es muy pronto para andar señalando personas debido a la poca evidencia que poseemos. Necesitamos armar un plan que nos haga tener la ventaja sobre este criminal y eso requiere tiempo. –

– Bien. Hagan equipos de patrullaje a las casas de las familias que les enviaré y no duden en gastar recursos en su protección. – ordenó el jefe. – Doy por terminada la reunión. –

Al tiempo que el hombre se puso de pie, el resto de los presentes hizo lo mismo y esperaron hasta que se marchara para poder ordenar la sala y seguir con sus deberes. Levi tomó las carpetas que había traído con él para aquella reunión y, cuando estaba por salir, la mano de Erwin sobre su hombro detiene su avance para hacer que le pusiera atención.

El rubio lo miraba con sospecha y, claramente, desaprobando lo que había dicho en esa reunión.

– Creí que había quedado claro este asunto de culpar a los ricos. – mencionó con seriedad.

– Tch. Para qué pregunta estupideces si no quiere respuestas sinceras. – soltó el más bajo, malhumorado por esa pequeña discusión con el director del cuartel.

– Entiende cuál es tu lugar, Levi. Si te echan del cuerpo de policía, no podrás seguir ayudando a nadie. – Erwin parecía más comprensivo ahora, dándole a entender que él también tenía esos pensamientos y opiniones compartidas; pero que, por mucho que les molestara, todavía eran meras marionetas. – Además, ¿por qué, de repente, vuelves con estas ideas? –

Levi desvió su mirada al recordar esos ojos verdeazulados que clamaban una oportunidad de explicarse. Cuando cuidó del mocoso, no podía dejar de pensar que ese no era un chico que vivía en las calles, como tampoco miembro de esas bandas criminales que dominaban ciertos sectores de la ciudad.

No, este chico tenía algo distinto. Le recordaba un poco a los chicos que vivían con Farlan, tal vez. Verlo le hizo rememorar esa vieja teoría que surgió durante los primeros robos que había realizado el Espectro hace casi dos años, esa vaga idea de que un miembro de los círculos elitistas era el protagonista de los robos.

Suspiró con pesar y volvió a mirar a su compañero, quién parecía confundido y sospechando de que tenía más información de la que estaba compartiendo.

– El primer instinto es el certero, Erwin. Y, cuando partimos con este caso, esa fue la primera intuición que tuve sobre la identidad del Espectro. – se excusó. – Estuve tratando de volver a pensar las cosas desde otros puntos de vista y le he dado muchas vueltas a esta idea. –

– No te metas en problemas, Levi. – pidió el hombre, retomando su camino para salir de la sala. – Puedes hacer lo que quieras mientras eso no te lleve a volverte un blanco fácil. –

– Lo tendré presente. –

Había mucho por investigar todavía y no tenía claro por dónde empezar; sin embargo, esa corazonada que sentía al recordar el rostro moreno del Espectro herido le hacía sentir que las cosas comenzarían a cambiar, que nuevas pistas se abrirían para él y tenía que estar completamente atento a ellas o, de lo contrario, jamás podría alcanzar a su ladrón fantasma.

 

Notas finales:

¡Hola nuevamente! Muchas gracias por llegar hasta aquí y seguir dándole una oportunidad a mi historia. Espero que este capítulo haya sido de su agrado.

Durante el desarrollo de esta parte, presenté un poco los contextos en los que se desenvuelven los protagonistas; partí mostrando a Levi y su situación familiar, que es muy importante en la historia para definirlo a él como personaje, así como también quise mostrar estas discrepancias y problemas que presenta el caso del Espectro en el trabajo de él. 

Por otro lado, también mostré lo que hace Eren cuando no es el Espectro - un mero universitario como muchos y muchas dentro de la comunidad jiji - y lo que ambos pensaban del encuentro que habían tenido en el edificio. 

Por lo demás, les pido disculpas si encuentran algún error ya sea de tipeo o de ortografía; la verdad es que no trabajo con un beta, así que las revisiones van por mi parte y todos saben que hay detalles que se escapan, sobre todo cuando, como autores de la obra, ya sabemos lo que va a pasar o lo que habíamos escrito. De esta forma, les pido que, si desean, pueden comentar esos errores o preguntar si tienen dudas sobre la redacción (: 

¡Oh, y otra cosa más! No olviden dejar sus comentarios para saber si les está gustando la trama y la redacción y todas esas cosas. Estoy muy nerviosa de publicar esto, porque le he puesto cariño a la historia y no quiero decepcionar a nadie :(  Así que me haría muy bien saber sus opiniones (:

Sin más que decir, me despido y hasta el próximo capítulo (:

 


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