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Fuck me, Aoi por Beautiful Blue

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Notas del fanfic:

Sinceramente, pensé que una vez que lo borrara, jamás lo iba a resubir, pero sé que esto probablemente hará reír a la lucecita de mi vida, y por eso me arriesgo a ser funada.

 

Lo que sea por verte sonreír, Bollito. ♥ Te amo.

Celos.

¿Acaso aquel hombre de pelo grasiento conocía la palabra “celos”?

 

Claro que la conocía, y si me permiten decirlo, los conocía bastante bien, pero ¿qué son los celos? ¿Acaso son un boggart? ¿Una tonta lechuza que perdió tu carta de aceptación en el camino? ¿Era acaso el mismo Voldemort?

 

No. Ninguna de esas horribles cosas eran celos. Y Snape lo sabía.

 

Eran incluso peor que el Señor Tenebroso.

 

Los conoció por primera vez cuando observó a Lily Evans acercándose a ese estúpido Potter, el que día a día se burlaba de su apariencia mugrosa ¿qué no entendía que en Slytherin no había duchas (para él)?. ¡Ah! Su querida Lily, con su hermosa sonrisa, sus bellos ojos, incluso ese sedoso cabello, todo desperdiciado en el imbécil de James.

 

En otra ocasión también los sintió; aquella noche hacía su “guardia nocturna” por las mazmorras, pero había escuchado un ruido cerca de uno de los muchos armarios de escobas que había a lo largo del lugar. Se preguntaba a quién sorprendería esa noche en pleno acto pervertido.

 

¿Está mal espiar la privacidad de una persona?

 

Entreabrió la puerta, la curiosidad fue mayor que su razón, él quería ver un poco de diversión aquella noche.

 

¡Bam!

 

Encontró a Harry “El niño que vivió” Potter y a nada menos que con Draco “Mi padre se enterará de esto” Malfoy, y a pesar de estar envueltos en una discusión como muchas veces, ésta era muchísimo más acalorada. Ambos se encontraban desnudos y perlados en sudor, tal y como los protagonistas de los fanfics que solía leer en YaoiLove.

 

—¡Por el honor de mi familia!—chilló— no permitiré que tu... varita entre en... mí, asqueroso Potty.

 

—Oh, vamos, no te cohibas, te gustará, Malfoy— Snape pudo observar claramente cómo Harry Potter decía esas palabras de una manera provocadora y después pasaba a lamer el cuello del rubio oxigenado.

 

Y la varita de Harry entró en el agujerito estrecho de Malfoy. ¡Por las barbas de Merlín! Qué barbaridades hacían los jóvenes de ahora.

 

Sintió que algo apretaba en sus pantalones. No pudo seguir observando por más tiempo. Cerró la puerta azotándola y echándose a correr, poco le importaba que los dos magos se hubieran percatado de sus espionajes secretos.

 

Dolido, se encerró en un armario —donde guardaba sus pócimas más poderosas— y se mordió una manga para darle más dramatismo al asunto, como en las telenovelas de Televisa que tanto le gustaban.

 

—Tenía que ser yo quién le quitara la virginidad a Potter y a Malfoy— el gesto que hizo en esos momentos sería el mismo que haría un tiempo más tarde durante uno de los conciertos más importantes de su vida.

 

Su cara ardió en mil tonos de rojo. ¿Cómo pudo haberse tardado tanto en poseer a aquellos chiquillos que no pasaban de los 17 años entre sus garras?

 

Sintió celos al recordar la cara de placer del sex symbol del colegio, y más aún los sintió al recordar a Harry acariciando su cuerpo de una manera lujuriosa. 

 

Maldito Potty.

 

Maldito Draco.

 

 

 

Tiempo después, unos cuantos años más tarde, recordó todos aquellos momentos en que se sintió impotente por no poder romperle la cara a James y por no haberse ofrecido en un trío con los dos jóvenes.

 

Sintió celos una y otra vez, pero ninguno se le comparaba a los celos del jodido demonio que sentía en esos instantes.

 

No le importó estar en plena guerra en el mundo mágico, no le importó si el Señor Tenebroso se enteraba que nuevamente se saltó una reunión de los mortífagos para ir al mundo muggle por tercera vez en la semana.

 

Todo le importó un carajo.

 

Necesitaba verlo ya.

 

Se escabulló al auditorio utilizando un Imperio, al principio creyó que sería una buena opción utilizar Bombarda, hasta que vio a los gorilas impidiéndole el paso a muchas chicas que se habían quedado afuera.

 

El concierto no llevaba más de media hora de haber comenzado; sonrió de una manera casi tierna (Sí, casi, porque era bastante perturbador verlo sonreír), había llegado justo a tiempo para ver y escuchar ese magnífico solo de guitarra que tanto amaba.

 

Y cuando ambos pares de ojos se conectaron, sintió aquella corriente eléctrica recorrerle la espina dorsal, esa corriente que era totalmente diferente a la que le provocaba Ginny Weasley cada que iba a pedir que le subiera de calificación o que le quitara menos puntos a su casa. Era maravillosa con el cuerpomatiq.

 

Pero ¿por qué pensaba en la pelirroja teniendo a su novio frente de él?

 

Algunas le decían Aoi, otras tantas le decían Negro con sumo cariño, pero él no le podía llamar de la primera o de la segunda forma; Snape le conoció con un nombre, con ese susurrar del viento tan delicioso con el que las palabras fueron pronunciadas, esas cálidas palabras que le ponían la piel de gallina.

 

Shiroyama Yuu.

 

Por amor al santísimo señor Jesús Cristo Padre Purísimo Redentor ¿Qué había visto Snape en aquel guitarrista de la “famosa” banda the GazettE?

 

Y aún más increíble, ¿Qué mierdas había visto Aoi en Snape? I mean, the fuuuuuuuuck?

 

Para ambas preguntas la misma respuesta:

 

La primera vez que se vieron quedaron prendidos en la mirada del otro, sabrosearon aquellos labios adornados de un color carmín y sobretodo, se les antojó estrechar aquel trasero bien formado que los dos tenían.

 

Sintieron el “click” al mismo tiempo. Snape le dedicó “What is Love?” y Aoi le dedicó “Boy with luv” esa noche, sin siquiera entender qué decían las canciones coreanas.

Poco les importó estar rodeados de miles de personas, incluso sucedió antes de preguntarse el nombre: Se besaron de manera apasionada, con fervor y un ardor entre sus piernas que no los dejaba pensar con claridad, ni la maldita falta de aire los pudo separar.

 

Faltaba poco para que comenzaran a tragarse ahí mismo.

 

Una escena asquerosa para cualquier homofóbico y una romántica escena para ellos dos.

Y ahora, Snape sintió que las rodillas le fallaron cuando vio que el vocalista se acercaba a su novio y le plantaba semejante caldeo de lenguas, provocando la euforia de las fans, la mirada incrédula de Uruha, la quijada colgando de Reita y Kai enarcando las cejas, visiblemente decepcionado de lo idiotas que eran sus compañeros de banda.

 

—Maldito muggle asqueroso.

 

Enano cabezón, maldito. Pero ya se encargaría de quemarlo más por la noche en twitter, se inventaría que el nuevo material de Black Moral estaba hecho con plástico de Wallmart.

 

Cómo lo odiaba, todo en él le causaba envidia, Ruki era sumamente bonito, gay y sus guturales no eran los mejores pero estaban chingones de todas formas.

 

Pero había algo con lo que no había contado: Su enamorado le había devuelto el beso.

 

Bien, se lo había buscado, lo castraría.

 

Inhaló y exhaló, contó hasta diez y se dispuso a marchar del lugar.

 

 

 

 

Aoi llegó cansado a la habitación del hotel, sabía que ese día vería a Snape, y había ganado la habitación para el solo, echando a Uruha con Reita.

 

Pero espero y espero.

 

Se tiró en la cama, había buscado a su novio después del concierto pero jamás lo encontró, algo indignado se preguntó mentalmente qué había hecho para que esa noche no se presentara el mago en su habitación.

 

—Maldita sea...

 

Recordó el beso y las babas que había compartido con Taka y se sintió un imbécil.

 

—Eres un completo imbécil, ¿sabes?

 

Oyó aquella voz grave hablarle, o reclamarle, desde el baño. Rió entre dientes.

 

—Hola, preciosura.

 

La bella figura de Snape apareció en el marco de la puerta, a Aoi por poco se le caía la cabeza al verlo. Llevaba lencería fina, de la francesa, de la más cara; era de color rosado, combinaba sensualmente con el labial rojo que llevaba a juego con las sombras negras; en la mano llevaba un látigo con muchas correas; y, oh, esos ligeros que lucían sus piernas. Y justo eso era lo que más había sorprendido al pelinegro japonés: se había depilado las piernas, quitándose kilos y kilos de vellos.

 

Ambos se mordieron el labio inferior. Aoi sintió cómo su miembro crecía poco a poco y se tocó sobre la tela.

 

Snape comenzó a caminar seductivamente, lento y decidido. Cuando estuvo en la orilla de la cama subió una de sus piernas mostrando que llevaba plataformas.

 

—Ven aquí— le llamó com voz ronca tomándolo de la mano y jalándolo para que se sentara sobre sus caderas.

 

Snape comenzó a mover sus caderas en un suave vaivén mientras se llevaba el dedo corazón a su entrada.

 

—Fuck me, Aoi-san— ronroneó inclinándose para besarlo.

 

Notas finales:

Faltan dos partes, algún día las subiré


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