Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Destino compartido por mei yuuki

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Esta serie de one-shots/drabbles es para la actividad My Valentine ¿Good or Evil? De MotínFanficker, corresponde a la lista Good. Los personajes no me pertenecen. Aparte de eso, no estarán en orden cronológico aunque algunos tendrán continuidad. Es posible que haya algo de smut, pero será leve. ¡Hay muchos spoilers! Si alguien lee a pesar de todo, se lo agradezco mucho.

Sentimientos

 

     La ubicación del pueblo era lo bastante remota como para no tener que preocuparse de ser reconocidos. A pesar de no estar ya dentro de las fronteras de Inglaterra, William podía estar seguro de que a esas alturas el escándalo se habría difundido a otros países. Sabía que Sherlock estaría pensando en lo mismo sin necesidad de conversarlo; la tensión que parecía mantenerlo alerta incluso mientras dormía no se desvaneció hasta             que dejaron atrás la última ciudad densamente poblada.

    ―¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? ―Le preguntó tras abordar el primer tren, una mañana al inicio de la fuga. Era inútil, pero sintió la obligación de verbalizarlo a modo de última advertencia.

     Sentado al frente de él, los ojos azules de Sherlock se desviaron del paisaje. En un pasado cercano, William los había visto centellear con desesperación, ira y esperanza. Sin embargo, al igual que en esa ocasión (y en todas las anteriores), la duda en ellos era inexistente.

     ―Si piensas que voy arrepentirme a la mitad de esto, me ofendes, Liam. ―Eligió ese momento para buscar un cigarro en su bolsillo. Lo encendió, aspiró y soltó el humo despacio antes de volver a hablar―: Además, me apetecía un descanso de Londres.

    ―Puedes volver cuando lo desees.

    ―No, no puedo. ―Le sonrió, inmutable ante su expresión impasible, ante su mirada insistente―. Los muertos deben quedarse como están.

     William James Moriarty estuvo listo para morir hasta el final, para que aquel mundo que tanto despreciaba llegara a su fin junto con su vida. No estaba preparado, en cambio, para abrir los ojos en medio del dolor y descubrir que no estaba solo; fuese a donde fuese que lo condujese su sacrificio, no lo haría en solitario, puesto que una sola persona había decidido unírsele por la fuerza.

     Dada su rendición, no opuso resistencia cuando Sherlock se empeñó en llevarles al exilio, tampoco se quejó pese a lo duro que resultó el viaje. Las frías noches en altamar no eran especialmente favorables para las lesiones todavía en recuperación. No obstante, el antiguo detective no se movió de su lado; se esforzó por brindarle alivio y comodidad en la medida de sus posibilidades. Analgésicos, vendas, incluso mejores comidas que las destinadas para la tercera clase en la que viajaban. Dedujo cuál era el tipo el tipo de artimañas que utilizó para hacerse con tales cosas, pero prefirió no indagar.

     Incluso después de que decidieran instalarse ―al menos de forma momentánea― en aquel sitio alejado, no lograba esclarecer sus sentimientos. Por primera vez estaba bajo el cuidado de alguien y no necesitaba ser el único responsable de la situación; era una sensación extraña, casi inadecuada para él. Incluso durante la infancia había sido un pilar para Louis y para otros que necesitaran ayuda, pero jamás ocurrió en sentido contrario. Ni siquiera cuando asumió el rol del segundo hijo de la familia Moriarty aquello cambió.

     Las facetas que adoptó a partir de entonces, el estratega, el ejecutor y el matemático sirvieron para su objetivo y le convirtieron en el Lord of Crime. Sin ese propósito, la suya era ahora era una existencia vacía, además de corrupta.

     Sherlock Holmes le instó a vivir a pesar de no merecerlo ni quererlo. Le arrancó de la muerte y se convirtió no solo en la luz que William pretendía que fuera para todo el país, sino que en un faro en la oscuridad de su noche. De manera egoísta, William le robó para sí del que debería haber sido su lugar y ahora le tenía allí, a su lado, irradiando calidez entre las penumbras, sin importar cuán interminables fueran estas. Despertaba en él la necesidad de aferrarse; un instinto al que aún se resistía.

     Se suponía que le consideraba su amigo, o así se aseguró de dejárselo en claro durante el enfrentamiento sobre el puente de Londres. William se cuestionaba ahora los límites de esa amistad tan singular. Las emociones que brotaban de su interior cuando le veía o pensaba en él no se parecían al afecto que sentía por sus hermanos y aliados. La intensidad aumentaba; comenzó a tornarse problemático apilarlas contra una esquina de su mente.

     ―Ah, ¿terminaste de cenar? ―Sherlock se volvió cuando escuchó pasos mientras fumaba en el patio de la posada. El aire fresco agitaba su cabello recogido y dispersaba el humo.

     ―No tenía hambre. ―Se detuvo a su lado. Sintió su mirada tallarle la piel con insistencia, pero mantuvo la suya sobre el horizonte oscurecido; los brazos tras la espalda recta.

     ―No sueles tener.

     ―Dijiste que podíamos expiar nuestros crímenes ―empezó a decir; otro tema que habían procurado no tocar―, pero solo estamos escapando. ¿Cómo puede ser esto lo correcto, Sherlock? ―Su voz se fue suavizando hasta la mención de su nombre, el cansancio apoderándose de ella.

     ―Es un comienzo, Liam ―le dijo con firmeza, se había girado para enfrentarle y William tuvo que hacer lo mismo―. No tengo todas las respuestas pero sé que sacarte del agua fue lo correcto, aunque no sea eso lo que quieres escuchar. ―Su rostro, y todo su cuerpo, reflejaban la determinación inquebrantable que le debilitaba el corazón. Rozó su mano con las yemas de los dedos, y los ojos escarlata de William se agrandaron un segundo antes de entornarse con duda. ―Te ayudaré a encontrar más razones para continuar, si es lo que necesitas.

     «Una razón». Sherlock no apartó su mano, se aventuró y apretó la punta de sus dedos entre los suyos. La calidez del gesto provocó ligeras punzadas en su estómago. Se sintió abrumado y tuvo el impulso de retroceder, el deseo de evitar el motivo de tanta perturbación. No obstante, un pensamiento apareció y le hizo contenerse en el último momento. El destello de esta revelación debió ser percibido por el otro hombre; parpadeó con interés y alzó una ceja.

     ―Entonces, permíteme intentar algo. ―Antes de que Sherlock pudiese preguntar de qué se trataba, William se inclinó hacia adelante y tiró del cuello de su camisa blanca para arrastrarlo hasta sus labios.

     El cigarro, casi extinto, resbaló de la mano libre de Sherlock y cayó sobre la tierra.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).