Cuando tienes edad suficiente, todo el mundo te dice que está bien que lo hagas. Es normal. Y más que por curiosidad es una necesidad física por la que todos debemos pasar algún día. Y por tu tranquilidad emocional y mental, debes saber que una vez que inicias tienes que terminar. Puedo afirmar que ningún tipo de entrenamiento con Kakashi-sensei puede ayudarte a soportar esto sin que una lagrima cobarde se resbale por tu mejilla.
A veces te ponen algo para que no duela, con lo que la molestia es tolerable (claro que después de unas horas el dolor tendrá que llegar). Hay algunos que son más valientes y deciden tomar "al toro por los cuernos", es decir afrontan la situación sin ningún tipo de ayuda. A lo que vienen y punto.
Comienza todo tan tranquilamente, una limpieza profunda para que ambos se sientan cómodos. Después de unos minutos todo comienza. Solo escuchas un pequeño “Voy a empezar” y de pronto sientes -literalmente- como si un taladro comenzara a perforarte. Momentos después – ya que valientemente elegiste la segunda opción- comienzas a sentir un dolor intenso que hace que todo el cuerpo se arquee. Sientes como te desgarran poco a poco, sientes incluso que la sangre comienza a brotar de ti -aunque claro, no la puedes ver-.
Tu mente no puede procesar otra cosa más que el dolor físico que estás sintiendo, mientras vez como la otra persona tiene el rostro más sereno y tranquilo del mundo. Te trata de hablar de una manera amable para que olvides la molestia, pero tu ni siquiera le prestas atención. A veces, y si no estás acostumbrado, sientes como si el mundo - y tu cabeza- te hubieran caído encima. ¡Duele, duele demasiado! Y más cuando la otra persona te dice que quiere ir más profundo... Toma un kunai y entiérralo en mi corazón de una vez. Creo que como tortura valdría la pena tomarla en cuenta.
Después de un rato de estar en ese tipo de vaivenes (o lo que yo llamaría jaloneos bruscos) te dicen que ya todo terminó. Y te percatas del exceso de sangre que tienes en ti. Comienzas a preocuparte, pero la otra persona te dice que es muy normal. Al salir de allí el dolor comienza a sentirse poco a poco. Tal vez te mareas y desearías que la persona con la que estás te ayude a llegar a tu casa, pero sabes que es imposible. Así que sales del edificio con toda la dignidad que es posible tener en un momento como ese. Estás a punto de tomar un taxi -sintiéndote bastante desanimado- cuando escuchas una agradable y hermosa voz que te llama.
- ¡Naruto!
Grita mi nombre y me giro a verlo. Frente a mi viene corriendo el chico más lindo que haya existido jamás. Alto, atlético, con la piel tan blanca y sensual que derretiría a cualquier pervertido que lo viera -yo me incluyo entre ellos- y demasiado atractivo. El gennin número 1 -aunque aún estoy en proceso de aceptarlo, la verdad- Sasuke Uchiha. Al recordar en qué tipo de situación me encuentro, tengo la sensación de que soy un tipo bastante patético.
- ¿Cómo supiste que estaba aquí? -Mascullo suavemente, el dolor me mata.
- Sakura-chan me lo dijo. Se que no querías que me enterará, pero no es justo. Tú sabes cuánto te quiero. - Me dice esto último mientras me abraza con ternura. Aunque me haya dicho esas cariñosas palabras se que por dentro se muere de ganas de burlarse por la expresión de dolor que hay en mi rostro. Tal vez mañana mismo lo haga. Sin embargo, una parte interna de mi quiere creer que en realidad siente eso por mí, de lo contrario no hubiera aceptado salir conmigo desde hace tres meses.
-Lo siento... -Vuelvo a mascullar por lo bajo.
-Ni te disculpes... -besa mi frente y después toma mi mano con delicadeza. Me conduce con suavidad a un taxi que había detenido y dentro de él me hace la pregunta más obvia en estos casos.
- Y dime Naruto ¿cómo te fue en el dentista? – una ligera sonrisa se esboza en sus labios. Yo giro mis ojos y le dirijo una mirada asesina.
Ni preguntes Sasuke, ni preguntes.