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Ojos Azules por Kitana

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Afuera la tarde era fría, se cubrió con las mantas esperando no llorar más. Pegó el rostro a la almohada esperando aspirar el aroma que él le había dejado al irse. Las lágrimas acudieron de nuevo a sus ojos humedeciendo la almohada. No se sentía bien estar sin él. Era sumamente doloroso. Habría querido ir junto a él, al diablo el santuario y las órdenes del patriarca. Pero el propio Camus le había pedido no ir a su lado. Habría dado todo por seguirlo, por no apartarse de su amado caballero Acuario. Y ahí estaba, sumido en un mar de recuerdos y anhelos que no hacían sino provocarle el llanto. Y solo había transcurrido una semana desde que él se fuera. ¿Cómo olvidarlo si todo a su alrededor le hacía pensar en él y en todo lo que habían compartido?

- ¿Cómo voy a sobrevivir en tu ausencia amor, cómo voy a hacerlo sin ti?- se dijo Milo mientras intentaba reprimir el llanto que de nuevo le acometía. Finalmente se quedo dormido después de llorar durante horas como venia haciéndolo cada noche desde su partida.   Por la mañana pensó que no era buena idea seguir encerrado en su templo. Decidió que sería bueno tomar un paseo y salir al fresco, no había salido desde el día en que Camus partió a Siberia. Sin pensar llegó hasta la pequeña colina en donde solía encontrarse con Camus, al darse cuenta de donde se encontraba simplemente rompió a llorar.  Se puso a recordar una vez más la forma en que Camus le había declarado su amor bajo la sombra del mismo árbol en el que en ese momento se encontraba llorando por su separación, recordó también la noche de su despedida, las promesas que él le había hecho de volver pronto y la forma en que enjugó con besos las lágrimas que brotaban de sus inmensos ojos azules. Milo se limpió las lágrimas y entonces comenzó a andar en dirección al lago que se encontraba en las cercanías de ese lugar. Se despojó de sus ropas a orillas del lago sin pensar siquiera que alguien podría estar viéndole. No quería pensar, no quería recordar, porque cada recuerdo y pensamiento estaban dirigidos a Camus, su amor, su adorado Acuario que se encontraba a kilómetros de él.  Sin embargo, no lejos de él, unos ojos tan azules como los suyos no perdían detalle de cada uno de sus movimientos. Se trataba de Shaka, el santo dorado encargado de custodiar la sexta casa del santuario. Había llegado hasta el lago con la idea de refrescarse, pero al ver que Milo se encontraba ahí decidió no acercarse, sabía de la difícil situación en que se encontraba el Escorpión y creyó que no era prudente intentar entablar una conversación con alguien que se encontraba en tal estado de desesperación. Pero al verlo no pudo evitar contemplar el bien formado cuerpo de su compañero. Observo la espigada figura entrar al agua, se maravilló aún más cuando Milo salió del agua… se fijó en cada detalle del hermoso cuerpo que emergía de las tranquilas aguas y se tendía bajo el tibio sol. Sin darse cuenta se acercó un poco más. Milo tenía los ojos cerrados y sentía la calidez del sol, extrañando la tibieza del cuerpo de Camus a su lado y sus manos inquietas que no le daban tregua cuando estaban a solas. ¡Que distinto era todo sin él!  

Mientras tanto Shaka le observada, el cuerpo desnudo de Milo le producía una inquietud que jamás había experimentado frente a nada ni  nadie. Habría querido pasar sus labios sobre aquella piel que imaginaba sumamente tersa y agradable al tacto, habría querido besar esos labios sonrosados que se entreabrieron para dejar escapar un suspiro. Shaka sintió encenderse en su pecho la ira al saber a quien iba dirigido ese suspiro. Sí, él sabía que ese suspiro no era sino a causa de Camus de Acuario, el caballero que dominaba las nieves. La sola idea de que ese hombre era el dueño de los pensamientos y el corazón de Milo le hizo estremecerse, ¿es que sentía celos? No quiso pensar más y volvió a su templo. Una vez ahí se esforzó en concentrarse para meditar, pero no pudo hacerlo, cada vez que lo intentaba, a su mente venía la imagen de Milo adentrándose en las aguas del lago, emergiendo de ellas, recostado en la hierba, recostado en su lecho… Asustado ante esos pensamientos abandonó el templo, ya que no podía meditar, saldría para despejar su mente. No quería pensar más en Milo. En efecto eran buenos amigos y le preocupaba su estado de ánimo ahora que Camus había tenido que irse a Siberia, se dijo para calmar su intranquila conciencia. Pero no lo logró.  A cada momento Milo se hacía presente en su mente.  

Por su parte, Milo se dedicaba a leer una y otra vez la carta que Camus le había dado antes de partir. Una semana, pensó, una semana y el no ha escrito. Se dijo a sí mismo que no era nada de que preocuparse, después de todo, Siberia se encontraba muy lejos y dadas las condiciones, era un sitio más bien aislado del mundo y la civilización, además él no había salido de su templo en días, así que bien podría haber sucedido que la carta de su amado Camus se hubiera quedado con Mu en la casa de Aries esperando por él. Animado con ese pensamiento se dirigió al templo de Aries esperando encontrar ahí las ansiadas noticias de Camus. Corrió en dirección a Mu que se hallaba en ese momento conversando con Aldebarán.

-                     Hola Milo, ¿cómo estás? Hace días que no te veíamos. – dijo  Mu saludándole.

-                     Umm, no muy bien, extraño demasiado a Camus.

-                     Lo imaginaba.- respondió Mu con una sonrisa - ayer tenía pensado ir a tu templo para avisarte que tenía una carta para ti, solo que no pude hacerlo porque el Patriarca me llamó a su palacio para que le ayudase a atender a unos visitantes, precisamente estaba pidiéndole a Aldebarán que me acompañara a tu templo. – la sonrisa en el rostro de Milo alegro a los otros dos caballeros, ellos sabían de lo mucho que Milo amaba a Camus, aunque Mu dudaba de que el caballero de Acuario estuviera tan enamorado de Milo como Milo de él.

- Mu ¿podrías darme esa carta? – pidió alegremente Milo.

- Por supuesto. – Mu le extendió un sobre bastante abultado en el que Milo encontró plasmada la caligrafía de su amor. Feliz y sonriente Milo se retiró a su templo.

De camino a allá se encontró con Shaka que regresaba después de una larga caminata con la que esperaba tranquilizarse y aclarar sus ideas respecto a Milo.

-                     Hola Shaka. – dijo Milo sin poder ocultar su alegría.

-                     Hola Milo, ¿por qué tan feliz?

-                     Ah es que Cammie… quiero decir Camus, me ha enviado una carta. Me voy, quisiera leerla cuanto antes, hasta pronto Shaka.

-                     Hasta pronto Milo.- dijo Shaka con un hilo de voz viendo al Escorpión correr a toda velocidad en dirección a su templo. Sintió el ardor de los celos y una furia increíble. Se reprendió a si mismo por albergar esos sentimientos tan reprobables y a la vez sintió una profunda tristeza porque se dio cuenta de todo lo que Camus representaba en la vida de Milo. Furioso descargó un puñetazo en un árbol cercano, mientras veía a su amigo alejarse.  

Tendido en su cama, Milo comenzó a leer la carta de Camus, su sonrisa se hacía cada vez más grande, Camus le pedía que lo esperara que su ausencia no sería larga y que pronto iría a visitarle y mientras tanto le pedía que le escribiera lo más pronto posible porque le extrañaba a morir. Milo se alegró aún más cuando encontró dentro del sobre un dije en forma de copo de nieve que Camus le enviaba como regalo. Colocando el dije frente a sus ojos lo observó detenidamente, era un hermoso presente que Camus le había hecho. Cuando se lo colgó del cuello sonrió pensando en su amante.   Aquella noche pudo dormir con tranquilidad, aforrándose al dije que su amor le había enviado. Sin embargo. El guardián del templo de Virgo no pudo dormir esa noche, ni muchas otras más, al final había admitido que lo que le unía a Milo no era simplemente amistad, era un incipiente amor que crecía a pesar de él mismo.
Notas finales: ojala les guste, espero rewiews, bye = P

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