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Amor Yaoi
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En los zapatos del otro. por YaKayLex

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Notas del fanfic:

Los personajes de Digimon y nombres utilizados les pertenecen a sus respectivos autores (Akiyoshi Hongo y Toei Animation). Fanfic sin ánimo de lucro. Hecho por una fan para fans.

Notas del capitulo:

¡Hola a todos! Aquí con una nueva historia AU con mi pareja más preferida de todas Taichi x Yamato. Como saben me encanta Digimon y me encanta hacer yaoi con esta serie. Les advierto que habrá un poco de lemon entre estos dos. Si no te gusta este tipo de contenido te pido que no lo leas. Para todos los demás ¡espero que lo disfruten!

Universidad de Tokio 

 

 

 

Me encuentro en la entrada principal de esta increíble universidad, ya que un nuevo curso ha comenzado. Me llamo Taichi Yagami y curso el segundo año en la facultad de Leyes. Tengo diecinueve años y entré por una beca deportiva a estudiar aquí. Siempre he amado el futbol soccer y me encanta hacer amigos. Si bien no tengo el cuerpo de un artista de cine, creo que es pasable. Siempre verás en mí una gran sonrisa. Pese a todo... 

 

 

 

La mañana pasó volando. Códigos legales que aprender, tareas por hacer. Es el primer día y ya nos tienen atareados. Doy gracias al cielo que la hora del descanso esté próxima a llegar. Aprovecho que el profesor nos ha dejado salir antes para correr a la biblioteca y solicitar el préstamo de algunos libros. Como dije antes, estoy aquí por una beca deportiva, así que no nado en dinero como para poder adquirirlos. Salgo varios minutos después con una pesada torre de libros. Los llevaré a mi casillero y ya en la salida veré como me las arreglo para llevármelos. El pasillo está libre en estos momentos, así que voy sin cuidado. Pero de pronto algo - o alguien - impactó conmigo, haciendo que todos mis libros se cayeran al piso. 

 

 

 

- Oye, ¿por qué no te fijas por donde caminas? - le grito a la persona que choco conmigo, sin siquiera preguntar si se había hecho daño. Levanta su rostro y entonces nuestras miradas se encuentran. Mi corazón palpita demasiado aprisa. Frente a mí se encuentra un apuesto joven de tez blanca, cabello dorado y los ojos azules más fabulosos que haya visto. Por un momento me parece alguien lindo y tierno, frágil e inocente. Su rostro se veía suave y gentil. Pero de inmediato una mueca me indico todo lo contrario. Creo que me había equivocado. 

 

 

 

- Y tu ¿por qué no lo haces, idiota? - Se levanta sin ofrecerme una mano. - ¿Acaso no vez que ibas en sentido contrario? - comenzó a alejarse, mientras comenzaba a hervirme la sangre por el coraje hecho. 

 

- ¿Y acaso tú no sabes que está prohibido correr en los pasillos? - Pero el tipo se había largado. Maldito adonis engreído. Ya me las pagaría. 

 

 

 

Con prisa levanté mis libros y los llevé a mi casillero; después me dirigí a la cafetería. El bullicio era enorme, parecía que estábamos en preparatoria. Había demasiadas personas, pero afortunadamente mis amigos me estaban esperando. 

 

 

 

- ¡Taichi, por aquí! - me gritó Sora. Ella era mi mejor amiga. Estudiaba diseño textil. En algun tiempo quizá hasta estuve enamorado de ella, pero con los años me di cuenta de que lo que nos unía era solamente amistad. Pude ver que a su lado se encontraba su novio Joe. Era un buen tipo, aunque algo torpe y tímido para expresarse. Ambos me sonrieron.  

 

 

 

- ¡Hola chicos! perdón la tardanza. 

 

- ¿Pero no trajiste nada para comer? - Me pregunto Joe, como estudiante de medicina estaba obsesionado con la nutrición. - Te hará daño. 

 

- No tengo hambre, acabo de hacer un coraje. Aunque no tiene importancia. -Les dije molesto. Luego cambié de tema. - Y por cierto ¿en dónde están Koushiro y Mimi? 

 

- Aquí. -Una voz familiar me hizo darme la vuelta. Allí estaba mi mejor amigo, un chico pequeño, pero con una inteligencia enorme, tendiéndome una bolsa. - Toma, te traje un emparedado y una soda. 

 

- Koushiro ¡te quiero! - Lo abracé con efusividad. Aunque era un serio estudiante de sistemas pude ver como se sonrojaba. Me encantaba hacerle eso. 

 

- Ya basta, Taichi. Suéltame o pasará lo de aquel día.  

 

- ¿Aquel dia? - Preguntó Sora dudosa.  

 

- Mimi vio que Taichi hacía eso y por poco lo mata. - dijo, exagerando un poco la situación. 

 

- Es que tu novia es muy posesiva. - Le dije con un tono de desprecio. Me agradaba Mimi, pero realmente no dejaba ni respirar al pobre chico.       

 

- Error, es porque mi novia me ama. - Todos comenzamos a reír.

 

 

 

Aunque realmente no me sentía muy feliz. Era un poco incomodo compartir la mesa con ellos cuatro. Eran pareja, se daban algunas demostraciones de afecto. No muchas, pero si las suficientes como para hacerme sentir un poco celoso. Había pasado toda mi vida sin una novia y esto me estresaba sobremanera. Deseaba conocer a una persona que me comprendiera, que compartiera momentos conmigo. Alguien a quien llamar para contarle cualquier tontería y que riéramos juntos. Pero creo que estaba destinado a estar solo. Sería "el tío solterón, amargado y con una inmensa cantidad de gatos como mi familia." O al menos eso me decía mi hermana menor Hikari, quien a sus quince años ya tenía varios pretendientes a sus pies.   

 

 

 

- Y por cierto ¿en dónde está Mimi? - le pregunté. Esperaba que me dijera que había regresado a América o a Marte. 

 

- Allí viene, - señaló hacía la entrada - dijo que queria presentarnos a su nuevo amigo.  

 

 

 

Yo no estaba de humor, sin embargo, hice un esfuerzo. En cuanto llegaron a la mesa, y con su efusividad de siempre, Mimi comenzó con las presentaciones - luego de haber besuqueado todo el rostro de Koushiro, aclaro. - Yo me encontraba de espaldas, así que fui el último en saludarlo. Pero escuchaba una voz tan suave y cálida, incluso un poco musical. Sora se sonrojo un poco por la forma tan galante en que el chico la saludó, incluso creo que también hizo sonrojarse a Koushiro y a Joe, ya que no paraba de alabarlos debido a que todos en la escuela sabían que eran los "masters" en sus respectivas carreras. Cuando me volteé no esperaba ver a esa persona.  

 

 

 

- Y él es Taichi Yagami. Mejor amigo guion acosador de Koushiro. - Dijo Mimi con su impertinente sentido del humor. Creí que vería nuevamente la mueca de desagrado, pero solo noté una sonrisa llena de empatía y el brillo en sus ojos me cegó por un momento. Al igual que su sonrisa. 

 

- ¡Mucho gusto Taichi-kun! - dijo mientras se inclinaba respetuosamente ante mí. De inmediato me puse de pie. - Espero poder llevarnos bien. - Correspondí al saludo mientras me preguntaba si de verdad era el mismo tipo odioso con el que había chocado.

 

 

 

En la salida me reuní con mis amigos y allí estaba nuevamente. Pude notar que varias chicas lo rodeaban mientras él las impresionaba con su hermosa sonrisa. 

 

 

 

- Tu amigo es bastante popular ¿no crees? - Le pregunté indiferente a Mimi, mientras esta se colgaba del brazo de Koushiro. 

 

- Lo es. Y muy apuesto. - Me dijo con una mirada traviesa. 

 

- ¿Y eso le habría de importar a Taichi por...? - Preguntó Koushiro, quien gracias al cielo no había notado mi sonrojo.  

 

- Nada más, Kou-chan. -Le sonrió coqueta. - Bueno, nos vemos luego.  

 

- Pero iba a ayudarle a Taichi a llevar sus cosas. -Le dijo suplicante Koushiro. 

 

- Yamato le ayudará. ¿No es cierto? - Le preguntó al chico que se iba acercando. Pude notar nuevamente la mueca de desagrado, que pasó rápidamente a convertirse en una sonrisa melosa.

 

- Claro, claro Mimi-chan. Lo que sea para ayudar a un amigo. - Tomó unos cuantos libros y me dirigió una falsa sonrisa. - ¿Nos vamos Taichi-kun? - Solo asentí en silencio mientras Mimi se despedía alegremente de nosotros. Koushiro solo se encogió de hombros. 

 

 

 

Caminamos un par de calles en silencio. Durante ese breve tiempo pude notar lo atractivo que era. Su cabello peinado a la moda, era brillante y parecía suave. Si bien no era del tipo musculoso que se pasa horas en el gym, su cuerpo si se notaba un poco trabajado. Los pantalones ajustados marcaban sus delgadas - pero formadas - piernas. La camiseta que llevaba no tenía mangas por lo que por un momento me perdí en la forma de sus brazos y luego ese cuello tan largo y pálido... ¡Esperen! ¿Qué clase de tonterías estoy diciendo?

 

 

 

Un rubor intenso comenzó a apoderarse de mi rostro y me detuve un momento. Yamato lo notó y se acercó hacia mí. Con el mismo tacto suave que había empleado con los demás, colocó su mano en mi frente.  

 

 

 

- Estás ardiendo, ¿tienes fiebre? - Me ruboricé aún más. - ¿O acaso te gusto? - Me preguntó con una mirada intensa. Sus labios estaban tan cerca. Podía sentir su aliento tan fresco y cálido a la vez.  

 

- No... yo... tú... no me... -balbucee. 

 

- Perfecto. -Quitó su mano de inmediato, como si se hubiera ensuciado con algo. – Entonces toma tus libros que no soy tu sirviente. 

 

- ¿Qué? - El rubor desapareció tan pronto como llegó. Arrojó mis libros tan fuertemente que me hizo perder el equilibrio. Caí sobre mi trasero. Lo miré desconcertado. - ¿Qué demonios te pasa? 

 

- No voy a ayudar al idiota que me tiró encima sus libros. - Comenzó a caminar rápidamente. 

 

- ¡Tú eres el idiota! - Le grité mientras se alejaba.  

 

 

 

¿Qué diablos le pasaba a ese tipo? ¿Acaso sería bipolar o por qué sus dos caras? Si planeaba que al día siguiente le hablaría estaba muy equivocado. Deseché todos los pensamientos lindos que tenía sobre él y me juré tratarlo con todo el desprecio que hubiera en mí. 

 

 

 

Sin embargo, durante las siguientes semanas trate de evitarlo como si la vida se me fuera en ello. Lo vi en varias ocasiones, rodeado de chicas y de chicos; hablando con algun profesor e incluso conversando con mis amigos. Siempre con esa sonrisa amable y cálida. Lo detestaba. ¿Acaso creía que era un dios o qué? Lo veía y sentía como la bilis iba subiendo poco a poco por mi garganta. Pero también me descubrí varias veces observándolo embelesado. Como un idiota.  A la hora del almuerzo prefería no aparecerme en la cafetería, seguro de que estaría con mis amigos. Hasta eso me había quitado. ¡Maldito infeliz! 

 

 

 

- ¿Qué haces en tu salón, Taichi? - Escuché una cálida voz familiar. 

 

- Estudio, Sora. - Le dije sin dejar de mirar por la ventana. 

 

- ¿Con tu almuerzo sobre la mesa y ningún libro a la vista? - Me pregunto con ese tono maternal.  

 

- Si... - Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas. Hice un esfuerzo. 

 

- ¿Por qué ya no comes con nosotros? ¿Es acaso por Mimi? - Ahora era el turno de Koushiro, decidí voltear para ver quien más estaba allí. Solo eran ellos dos. 

 

- Si fuera por Mimi, hacía mucho que no comería con ustedes. - Sonrieron abiertamente. - Es por ese imbécil. 

 

- ¿Te refieres a Yamato? - Sora me preguntó sorprendida. No podía creerlo. - Es un chico muy dulce. 

 

- Tal vez con ustedes, pero conmigo es un déspota, engreído, chocante, embustero.... - me detuve por mi pronta facilidad de palabra. Jamás había hablado así de alguien. -  Por su cara bonita se siente como si fuera un dios y quiere que todo el mundo lo alabe. Pero conmigo no podrá. 

 

- Creo que hay cosas que debes saber de ese chico. - Me dijo Sora un poco molesta. 

 

- No, gracias. - Volví a mirar por la ventana.  

 

- Por lo menos acepta este obsequio. - Koushiro me tendió una especie de muñeco. 

 

- ¿Qué es esto? - Lo miré extrañado. 

 

- Se trata de un regalo para disculparse por su comportamiento. Al menos en su cultura. - Koushiro se veía nervioso. - Me dijo que, si no te molesta ponerlo al lado de tu cama, te lo agradecerá. 

 

- ¿Y por qué no vino él? - Pregunté con desconfianza. 

 

- Porque es muy tímido. - Dijo rápidamente Sora. - Bueno, ya nos vamos. El lunes debes comer con nosotros. - Y comenzó a jalar a Koushiro del brazo. Este solo se dejó llevar.  

 

- Si... Hasta el lunes. – Era muy extraño su comportamiento, pero ya les preguntaría después. 

 

 

 

Por la tarde entré directo a mi cuarto. Arrojé mis cosas a mi escritorio y me recosté en mi cama. Sin querer recordé el extraño muñeco que me había mandado Yamato. Era una especie de mascara tribal o algo así. Sin pensar lo acerqué a mi nariz. De inmediato pude percibir el olor de su colonia. Comencé a sentir sueño. ¿Qué estaba pasando? 

 

 

 

Desperté con un dolor terrible de cabeza. Como si me hubieran golpeado o atropellado. Noté mi cuarto más obscuro de lo normal, más pequeño y más frío. Me levanté torpemente y me dirigí al baño. Pero apenas di un par de pasos me golpeé en la frente. ¿Acaso mi cuarto se había encogido? Sali de la habitación y por fin lo pude notar.  ¡No estaba en mi casa! Miré a todos lados, buscando el baño y por fin lo encontré. Rápidamente me lavé la cara y me miré al espejo. Un hermoso rostro de piel blanca apareció en lugar del mío moreno. El cabello era corto y dorado, en contraste con mi castaño y alborotado cabello café.  El cuerpo se sentía delgado y ligero. Y finalmente los ojos eran tan azules como el mar en lugar de chocolate como siempre lo habían sido. ¡Era el cuerpo de Yamato! 

 

 

 

- ¡Ah! grité como cierto niño lo hacía en aquella vieja película navideña. Esperaba que no hubiera nadie en esta casa. Escuché que sonaba el teléfono. Nadie contestaba. Este seguía sonando incesantemente. Tendría que contestar. 

 

- ¿Ho...hola? - Pregunté tímidamente, con una voz que no era la mía. 

 

- Grandísimo idiota ¿qué demonios me hiciste? - Mi voz me hablaba por teléfono, con una ira que jamás había escuchado. Creí que yo mismo me estaba regañándome.  

 

- Perdóname, Taichi no sabía que te había lastimado. Te conseguiré una novia o dos. Te daré de comer las porquerías que quieras, me iré de fiesta todos los viernes si quieres, pero regresa a mí... 

 

- ¿Qué estás diciendo, Taichi? Habla Yamato. - Su voz era la mía, pero no era yo. Reaccioné.  

 

-Entonces no es un sueño... 

 

- Pues no... - mi voz se oía más serena. - Escucha tenemos que vernos. Así que vístete de inmediato y te veré en unos veinte minutos cerca de la escuela, ¿estamos?  

 

- ¡Espera! - le grité. -No puedes salir tan temprano. 

 

- ¿Por qué no? - me preguntó confundido. 

 

- Hoy es sábado. -le respondí en un susurro. 

 

- ¿Y eso que?  

 

- Hoy mis padres y mi hermana se irán de viaje. -Un nudo se comenzó a formar en mi garganta. - Podrías... ya sabes... ¿desayunar con ellos? 

 

- ¿Qué? Pero si ni los conozco. ¿Cómo planeas? 

 

- Por favor puedes fingir como siempre lo haces. - Le supliqué. 

 

-Está bien... -su voz se oía nerviosa. - Pero tienes que estar presente o de lo contrario podría cometer una estupidez. 

 

- Voy para allá. - Le dije mientras corría a su habitación.  

 

 

 

No supe si ya se había bañado o no, así que solo busqué algo de ropa. Una camisa negra de manga larga y unos pantalones guinda. Se veía bastante formal. Ni hablar. Tomé un poco de su colonia y me dirigí a su habitación.  Pude ver que estaba más ordenada que la mía. Busqué su mochila y vi varios libros en ella. Astrofísica, geografía, matemáticas. ¿Qué diablos estudiaba este chico? Encontré sus llaves y salí corriendo. Entonces en la puerta choqué contra un hombre.

 

 

 

- Lo siento señor... - Voltee a verlo y se me hizo muy familiar. 

 

- ¿Señor, hijo? Está bien que casi no nos vemos por el trabajo, pero tampoco es para que seas tan frio. - Su voz era cálida como la de Yamato. 

 

- Lo siento... papá... - se me hizo muy extraño decirle así a alguien que no era nada mío. Vi cómo se ruborizó. 

 

- Bueno, tampoco exageres. - Bromeo y me tocó la cabeza. Debería sonreír. Tenía que imaginarme que era mi propio padre el que hacía eso. 

 

- Te preguntaras que hago aquí tan temprano. - De hecho, no, ni siquiera sabía su horario. No sabía ni siquiera en que trabajaba. 

 

- Si... claro... ¿qué haces aquí? - Dejé mejor de un lado la palabra padre. 

 

- Tomé un par de horas para mi desayuno. Hace meses que me lo pediste. Se que es muy importante para ti. Para los dos. -suspiró. - Desde que tu madre y yo nos separamos y tuviste que alejarte de tu hermano, bueno pasas la mayor parte del tiempo solo... -me miró como esperando que le dijera algo. ¿Pero qué podría decir? No tenía idea de que Yamato pasara por ese tipo de cosas. Se ve tan seguro y sonriente. - Vaya esperaba que comenzaras a recriminarme como siempre.  

 

- Pa... ¿para qué pelear? - Trague saliva. - Si pasamos poco tiempo juntos creo que debemos aprovecharlo ¿no? -Sonrió de oreja a oreja. 

 

- Entonces podría quedarme más tiempo... - Me sonrió cálido. De pronto recordé. Yo no era Yamato. Creo que todo esto llegaba en un mal momento. - O ¿tienes planes?  

 

- ¿Cómo?  

 

- Estás muy formal... - me miró divertido. 

 

- Ah... es que voy a reunirme con un... eh... amigo... ya sabes... tiempo libre... -titubee. 

 

- ¡Ah, ya! Bueno...  

 

- Pero podrías acompañarme - lo invité. - A mamá le gustará que te lleve. 

 

- ¿A mamá? - Preguntó sonriente. 

 

- Digo, a la mamá de Taichi. - comencé a sonreír nerviosamente. 

 

- Bueno - me tomo del hombro. - Vamos.  

 

 

 

Y fue así que nos dirigimos a mi casa. Esperaba que todo saliera bien.

 

 

 

 

 

Al llegar a casa pude notar el alboroto. Mis padres y mi hermana se iban por dos días, pero parecía que se iban por un mes. Mi madre abrió la puerta. De inmediato sonrió y nos hizo pasar. Comenzó a toquetearme la cara y el cabello. Yo estaba tan acostumbrado a eso que no me importo en lo absoluto. Pero el padre de Yamato me miró entre divertido y extrañado. Solo me encogí de hombros. Nos hizo sentarnos en la sala mientras me llamaba a voces. Tuve que hacer un esfuerzo para no levantarme. Cuando vi salir a Yamato mi corazón me dio un vuelco. Sabía que era mi cuerpo. Lo veía todos los días. Lo había visto durante diecinueve años. Pero algo en la manera en la que Yamato se movía me hacía verme demasiado atractivo. Creo que estaba loco. También se había vestido bastante formal. Esperaba que nuestros padres no se imaginaran otra cosa.

 

  

 

- Y dígame señor...  

 

- Ishida. - Indicó rápidamente Yamato. - El señor se llama Hiroaki Ishida y trabaja en la televisora de Tokio. A pesar de ser un hombre muy ocupado siempre está al pendiente de su hijo y...  -Yamato se calló de improviso. El Sr. Hiroaki comenzó a reír.  

 

- Vaya, es bueno saber que mi hijo te ha contado sobre mí. - Miré a Yamato ruborizarse.  

 

- No... yo... 

 

- Descuida, papá. - le dije tratando de no darle importancia. Yamato casi me taladra con la mirada. - Ya te dije que es mi amigo. - El solo sonrió y volvió a acariciarme la cabeza. Yamato estaba sorprendido. 

 

 -  Y ustedes señores...  

 

- Yagami. - Ahora era mi turno. - Yuuko, la mamá de Taichi es la mejor cocinera del mundo y una mamá muy cariñosa. - Pude notar que mi madre le sonreía enormemente a Yamato, bueno a mi cuerpo. - y el señor Susumu es un padre muy agradable, a él le encanta el beisbol. 

 

- Vaya, pues algun día deberíamos ir al estadio a ver algun partido. -El Sr. Hiroaki se veía feliz. 

 

- ¡Claro! - mi padre también se veía satisfecho. 

 

 

 

Mientras los hombres platicaban, mi madre e Hikari preparaban el desayuno. Mi hermana me sonrió con ternura y abrazo a "su hermano" con amor. Yamato se sonrojó y yo me moría de celos. Lo llevé a mi cuarto. 

 

-

 

 ¿Qué diablos te pasa? Para que trajiste a mi papá. ¿Y por qué te acaricia a ti la cabeza? 

 

- Porque el piensa que soy su hijo, idiota. Y lo traje porque deseaba pasar el tiempo contigo. 

 

- ¿Tu querías pasar el tiempo conmigo? - Me dijo mientras acercaba su rostro al mío. O al suyo. Ya no estoy tan seguro.

 

 

 

De pronto sus brazos rodearon mi espalda, como si fuera algo natural. Él tenía el cuerpo ligeramente más alto así que mis brazos rodearon su cintura.  Sentí el latido de su pecho al mismo ritmo que el mío. Irónicamente no me veía a mí, sino a él. Podía ver sus labios y su rostro, creo que él también lo hacía.  Estábamos a punto de besarnos cuando Hikari tocó la puerta. De inmediato nos separamos.  

 

 

 

- Hermano, vengan a desayunar. 

 

- Cla... claro. - Dijo Yamato. Yo sonreí. Me dirigí a la puerta, pero antes de abrirla sentí que su brazo me detenía. Con velocidad me acorraló contra la puerta, y nuevamente se acercó a mi rostro. No tuvo que decirme nada. Abrí naturalmente mi boca mientras él se apresuraba a sellarla con sus labios. Aunque era mi cuerpo no se sentía para nada extraño. Sentí su beso y una corriente eléctrica recorría mi cuerpo.

 

Toc, toc, toc.

 

-Chicos… - Hikari no se atrevía a abrir. Ambos nos separamos de inmediato Yamato se veía nervioso.

 

- Ya vamos Hikari, Taichi me estaba enseñando sus videojuegos. – Salí con un par de discos en la mano y le dirigí una sonrisa amable a mi hermana. Ella se ruborizó. Se me olvidaba que no era mi hermana ahora.

 

 

 

Después del desayuno el padre de Yamato les indicó a mis padres que no se preocuparan por mi durante estos días. Incluso insistió en que podría pasar los días en su casa para que estuviera cómodo. Habría bastante lugar. Y aunque sabía que eso era mentira, mis padres no pusieron objeción alguna. La cara de pánico de Yamato y mía iba en aumento. Nuestros padres se imaginaban otra cosa. Aunque ni yo mismo sabía si pasaba algo entre nosotros.

 

 

 

Llegamos a su casa y su padre se despidió rápidamente, sonriéndome pícaramente. Yo solo me sonrojé. Momentos antes nos habíamos despedido también de mis padres e Hikari, y afortunadamente son tan efusivos que hasta a mi me besaron y abrazaron. Yamato se dirigió a su habitación. Yo lo seguí.

 

 

 

- ¿Qué vamos a hacer Taichi?  No podemos seguir así. Mi padre se portó tan cariñoso contigo porque tu eres mas efusivo que yo. Pero yo soy más frio.

 

. Lo sé, vi el rostro de mama cuando le disté un rápido abrazo de despedida. – Me acomodé en su cama.

 

-  Cuando regresemos a nuestros cuerpos ninguno de los dos va a actuar de la misma manera. Tu no tienes gran problema, ¿pero yo? – se notaba nervioso.

 

- Si es que regresamos. -Le dije con una ligera risa. Él no sonrió.

 

- Estoy es serio Taichi. Si no regresamos ¿Qué diablos va a pasar? ¿Con la familia, con la escuela, con la novia? – Me sorprendió bastante y todas las falsas ilusiones que me había formado después de ese beso, se fueron por el drenaje.

 

- ¿Tienes novia? – Le pregunté nervioso.

 

- ¿Tu no? – Me preguntó curioso.

 

- No… - creí que diría algo más, pero guardo silencio. Yo estaba muy molesto, pero trate de ocultarlo. – De cualquier manera, tenemos que ver como revertir el hechizo.

 

- ¿Crees que sea un hechizo? - Me pregunto curioso mientras se sentaba a mi lado.

 

- ¿Crees que no? Y seguro todo fue por el feo muñeco vudú que me enviaste.

 

- ¿Qué muñeco? – Tomé mi mochila y le arrojé la mascara tribal del día anterior. Lo miró dudoso. – Yo no te lo mandé. Tú me lo diste.

 

- ¿Cómo? – le pregunté intrigado. Revolvió entre sus sábanas y allí estaba; era el mismo muñeco, solo que de color blanco.

 

- Pero se supone que era un regalo para pedir perdón en tu cultura. – Le dije.

 

- ¿Cuál cultura? – Ahora si se veía extrañado. Le comenté lo que me habían dicho los chicos. Sonrió irónico. – A mi me dijeron lo mismo.

 

- ¿Qué?

 

 

 

Flash back

 

 

 

Yamato se encontraba sentado en una mesa de la cafetería. Se sentía molesto consigo mismo. ¿Por que había tratado tan mal a Taichi en esa ocasión? Quería ser su amigo, pero no estaba del todo seguro que pudiera volver a acercarse. Desde varias semanas atrás el chico moreno se había alejado de todos. Hasta de sus mejores amigos. Quería hablarle, ¿pero ¿cómo? Odiaba admitirlo, pero sentía algo especial por él. Le gustaba su sonrisa, su alborotado cabello castaño, su cuerpo ligeramente mas bajo que el suyo, pero bien trabajado. Y sus ojos. Eran como una fuente de chocolate donde Yamato se perdería frecuentemente. Le gustaba. Punto

 

 

 

. ¿Por qué tan solo Yamato-chan? – una voz melodiosa lo saludó. De inmediato reconoció a Mimi y a Joe.

 

- No estoy solo Mimi-chan. Me acompañan todos los compañeros que están en la cafetería. – Sonrió. Odiaba tener que fingir que su soledad no le afectaba. Pero al menos así estaba consiguiendo amigos.

 

- Toma. -Intervino Joe. – Taichi te envía esto. – Y le entregó la mascara tribal de color blanco. Yamato sonrió burlonamente.

 

- Es una broma ¿verdad?

 

- No, Taichi quiere disculparse por no sé que motivo. Esta figura representa el perdón en su cultura. Por favor, no lo rechaces. – Mimi puso su mejor rostro de aflicción y suplica. – Si puedes hacerlo colócalo al lado de tu cama y verás que para mañana todo se resuelve. – Yamato la miró dudoso. No creía que algo se arreglara con ese muñeco.

 

- ¿Y por qué no vino él? – Le parecía extraño.

 

- Es muy tímido. – Joe se alejó y Mimi lo siguió detrás.

 

 

 

Fin del flash back

 

 

 

- Entonces eso fue lo que pasó. – Yamato asintió. – Hay que romperlos entonces.

 

- ¿Y si es vudú y nos quedamos así para siempre? Yo no se nada de leyes. - Me miró suplicante.

 

- Y yo no sé nada de… bueno… eh…

 

- Astrofísica. – Me dijo con hastío.

 

- ¡Si! Eso. Marquemos a los chicos. Alguno sabrá qué hacer.

 

 

 

Pero nadie contestaba.

 

 

 

Pasaron las horas. Cada uno se dedicó a hacer la tarea del otro. Comimos hamburguesas con refresco. Pusimos una película de acción e hicimos la limpieza. Ninguno de los dos mencionó el beso jamás. Tal vez fue algo inconsciente. Además, él tenía una novia. No creía que hubiera querido engañarla deliberadamente conmigo.

 

 

 

Cerca de las ocho de la noche el Sr. Hiroaki llamó. Al parecer tenía que ir a cubrir alguna noticia importante y llegaría a casa hasta el día siguiente por la tarde. Me puse un poco nervioso. Yamato por el contario estaba acostumbrado.

 

 

 

-  Siempre es igual con él. No te preocupes.

 

- Si… - Deje pasar unos momentos. – Oye Yamato. ¿Podría darme un baño?

 

- ¿Có… cómo? – Me preguntó sonrojado.

 

- Me siento sucio. – Le dije incómodo. Rápidamente me entregó una toalla y me empujó hacía el baño.

 

 

 

Cuando estuve dentro caí en cuenta ¡iba a ver su cuerpo desnudo! Con cierta vergüenza comencé a bañarme. Cerraba los ojos para no ver, pero dado que eso me provocó mareos, decidí abrirlos. ¡Era lo más hermoso del mundo! Su piel pálida, su torso marcado, su… bueno ya me entenderán. ¿Desde cuando me gustaban los hombres? Pero comprendí que no eran los hombres en sí. Era Yamato. Tal vez parezca raro pero el me gustaba. Nadie más. Salí de la ducha y de inmediato entró corriendo al baño. Me sonrojé. Era tiempo de que me viera a mí. Ni hablar. Me puse mi pijama que consistía solo en una bermuda y una camiseta y me arrojé a su cama. El cansancio me fue invadiendo y poco a poco el sueño me venció. Un rato después sentí unos suaves labios sobre los míos. Correspondí al beso sin abrir los ojos. No quería verme besándome a mi mismo. Sería algo extraño.

 

 

 

- ¿Me odias? – Me preguntó cuando logramos separarnos.

 

- No te odio. -Le respondí con voz ronca.

 

- ¿Por qué soy tu? – me preguntó sonriente.

 

- Porque eres tú. – Le devolví la sonrisa. – Y porque te quiero. – Unas lagrimas comenzaron a salir de sus ojos. No sabía que podía verme tan adorable.

 

-Yo también te quiero… - me abrazó con ternura. – Y no tengo novia.

 

 

 

Esa información fue como música para mis oídos. Comenzamos a besarnos, esta vez más apasionadamente. Manteníamos los ojos cerrados. Lo besé con deseo, con lujuria y con amor. Nuestras bocas chocaban una contra otra sin parar. Su lengua jugaba con la mía. Su saliva era como un elixir delicioso y exótico. No podía dejar de besarlo. O besarme. ¿Qué diantres? ¿Nos estábamos besando a nosotros mismos? Con cuidado abrí los ojos. Mi rostro moreno ya no estaba en frente de mí. En su lugar estaban los labios suaves de Yamato buscando los míos.

 

 

 

- ¿Yamato? Abre los ojos… -Le susurré.

 

 

 

El los abrió con cuidado y también se sorprendió. Habíamos recuperado nuestro cuerpo. Con alegría nos abrazamos. Ahora si sentía la finura de su cintura. Comenzamos a acariciarnos. Mis manos no se detenían. Jamás había sentido o hecho algo igual. Era inexperto. Pero eso no me detuvo. Lo recosté en su cama y pronto comencé a quitarle su pijama.

 

 

 

Pude apreciar mejor su cuerpo. Me encantaban las líneas que lo formaban. Su piel nívea tan suave y tersa, fue recorrida por mi lengua una y otra vez, hasta dejar pequeñas manchas rojas sobre ella por la fricción. Escuchaba los gemidos provenientes de su boca y eso me hacía excitar más. Comencé a lamer su pecho, me entretuve en sus tetillas. Las lamia y mordía con suavidad. Sus gemidos iban en aumento. Al igual que otra parte de su cuerpo. Con cuidado comencé a acariciarlo. Cada vez se tensaba más y eso me gustaba. De pronto sentí como su propia mano intentaba hacer lo mismo sobre mi ropa. Sonreí. Con cuidado me desnudé ante él y para mi asombro se abalanzó sobre mí. Devoraba cada parte de mi cuerpo. Me apretaba con fuerza como si quisiera cerciorarse de que realmente estaba allí. Nuestras manos no estaban quietas y nuestra boca tampoco. Las caricias hacia nuestros respectivos miembros no paraban y a cada momento aumentaban de velocidad. Creí que en cualquier momento terminaría, pero logré aguantar.

 

 

 

Cuando Yamato paró, yo estaba muy sorprendido. ¿Había hecho algo malo? Con cuidado se recostó sobre la cama boca abajo. Mi corazón comenzó a latir violentamente. Pude verlo en su totalidad, mientras movía sus caderas invitándome a acercarme.

 

 

 

- ¿E...estas... seguro? - Le pregunté dudoso. Quería hacerlo, pero era inexperto y no sabía si podía lastimarlo.

 

- Si... -susurró de una manera bastante excitante. - Solo hazlo despacio. Quiero ser tuyo.

 

 

 

Sentí una opresión en mi pecho que recorrió toda mi garganta. Con cuidado tomé un poco de crema y lo usé como lubricante.  Me coloqué un preservativo que por suerte siempre cargaba en mi mochila. Tomé su cadera y me acerqué. Entré con cuidado, pero, aun así, Yamato dejó escapar un grito. Su voz un poco ronca haciendo un ese grito me había excitado aún más - si esto era posible. - Comencé un movimiento lento. Yamato se movía cada vez que estaba listo. Pronto el vaivén en nuestros cuerpos comenzó a tomar una mayor velocidad. Sentía como su entrada tan estrecha apretaba mi miembro. Seguimos el ritmo mientras trataba con todas mis fuerzas de guardar la calma. No quería lastimarlo.

 

 

 

- Ah... Taichi...  Más... No pares... - gemía Yamato.

 

- Ah... Yamato.... Mmm... - gemía yo.

 

 

 

Después de un rato por fin nos volvimos uno solo, mientras sentía la tensión de Yamato al venirse. A mí también me había pasado lo mismo. Con cuidado salí de él y deseché el preservativo. El cansancio nos venció y dormimos abrazados, no sin antes habernos susurrado mutuamente un "te amo".

 

 

 

Al día siguiente, algo adoloridos y cansados nos hicimos oficialmente pareja. Cuando llegó su padre nos felicitó e incluso nos dijo que ambas familias estaban de acuerdo con nuestra decisión. Salimos a pasear e hicimos lo que todos los novios hacen: actuar como un par de idiotas enamorados. Incluso encontramos a los chicos y todos nos pidieron disculpas. Mimi había adquirido los muñecos en una tienda de magia negra y jamás creyó que funcionarían. Afortunadamente todo había salido bien. Cuando nos dirigíamos hacía su casa, caminando bajo el hermoso cielo estrellado le hice una pregunta que había estado rondo dando por mi mente.

 

 

 

- ¿Por qué eras tan frío y grosero conmigo? - Yamato bajó la vista un poco avergonzado, pero de inmediato sonrió con una mueca burlona.

 

- Porque me gustas. - Me sonrojé.

 

- ¿Y por esa razón tenías que aparecer en cualquier lugar donde yo estuviera? Actuando como un...

 

- ¿Cómo un dios? - Bajé la vista. El comenzó a reír. – Era porque quería que me vieras... -sonrió. Lo tomé de la mano y besé sus labios.

 

- Ya te vi... -Le susurré con delicadeza.

 

- Y quería que te quedaras conmigo... - Me abrazó con cariño. Recargué mi cabeza sobre su pecho.

 

- Siempre estaré a tu lado. – Le dije con cariño.

 

Así sería de ahora en adelante. Y pensar que solo tuve que ponerme en sus zapatos para comprenderlo. ¡Quién lo hubiera dicho!  

Notas finales:

Bueno hasta aquí el fanfic. Primera vez que escribo lemon. Espero no haberlos defraudado. Ya saben que cualquier comentario siempre es bienvenido y es un buen estimulante para seguir escribiendo o mejorando el contenido de las historias. Nos vemos en la siguiente.


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