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Un inoportuno castigo divino. por KimJoonAi

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Un inoportuno castigo divino

 

Capítulo 1: Un encuentro…¿Fortuito?

JoJo’s POV:

Intentaba autoconvencerme de que no iba a ser tan terrible, pero no nos engañemos, yo no soy optimista y aquél era mi tercer primer día de segundo de bachillerato.

 

-Flashback-

 

-       Como no apruebes segundo de bachillerato este curso, te irás con tus tíos a Estados Unidos, a que te metan en vereda, y te aseguro que no serían unas vacaciones, no, ¡Te tocará trabajar en un Burger si hace falta!

Me dijo mi madre, furiosa, harta, y motivos no le faltaban, seamos sinceros, su queridísimo y único hijo tenía que repetir curso por segunda vez. Pero es que ella no entendía que a mi me importaban más bien poco los estudios, conseguir un trabajo o ser lo que los adultos llaman “alguien de provecho”. Por Dios, con 17 años lo único que quieres hacer es divertirte con los amigos, ligar con chicas guapas y conseguir algo de dinero sin esfuerzo o, si me apuras, con el mínimo.

 

-Fin del flashback-

Pero ahí estaba yo, arrastrando los pies hacia la que se convirtió en mi cárcel, dado los años que llevaba allí perdidos, condenado, con sólo algunos meses de permiso entre curso y curso. Me alegró ver algunas caras nuevas, pues, aunque tenía buenos amigos en el instituto, se habían graduado en junio, fui el único que repitió. ¡Maldita sea! Con lo zopencos que parecían y fueron capaces de aprobar todas las asignaturas, como se suele decir: las mataban callando…

De entre los nuevos estudiantes que vi atravesando el patio para llegar al edificio principal, hubo uno que me llamó la atención, un chico con una indumentaria bastante particular: cazadora de preparatoria verde inglés que le llegaba prácticamente hasta las rodillas, lo que parecía un pañuelo blanco alrededor del cuello, el cabello teñido de rojo y ¡No puede ser! Incluso llevaba unos largos pendientes. ¿Quién era aquel tío? Y ¿Quién se creía apareciendo con esas pintas el primer día de clase? Sin duda, no debía tener sentido del ridículo.

Desvié mi atención de aquel chico, ya que iba algo justo de tiempo y no me apetecía llegar tarde el primer día, para ahorrarme las broncas de mis profesores y acto seguido la de mi madre.

Las clases pasaron sin pena ni gloria, aburridas como de costumbre e incluyendo el mismo discursito paternalista de cada año: a partir de este curso debéis entender que ya sois adultos, debéis tener claro lo que queréis hacer al acabar el bachillerato, qué carrera queréis estudiar… En fin, la misma canción de siempre.

Salí de clase el primero, necesitaba irme de allí. En mi cabeza me torturaba la duda de no saber si podría soportar otros nueve meses allí metido, recibiendo cada día las mismas lecciones del año anterior.

Con esos pensamientos obsesivos y notando mi corazón a punto de estallar por la ansiedad, sentí a alguien tocarme el hombro.

-       Ey, ¿Se puede saber por qué te me has quedado mirando esta mañana?

Me giré, era él, el bicho raro que había visto a las 8 a.m. entrando al instituto. Sinceramente debía ser la última persona que quería ver ahora. ¿Cómo se había dado cuenta? Tampoco es que hubiese estado cinco minutos enteros con la mirada puesta en él.

-       ¿Qué dices? No sé ni quién eres, ¿Por qué te iba a mirar, friki? – Rio.

-       Oh sí, ya lo creo que me mirabas. Has estado como cinco minutos empanado mirándome. – Mierda. ¿Qué coño le pasaba? Está bien, me había llamado tanto la atención el personaje este que igual se me fue el santo al cielo, pero ¿A qué venía esta encerrona? ¿Buscaba pelea?

-       Pues mira sí, no he podido evitar fijarme en tus pintas, ¿De qué vas así vestido? ¿Te crees Lady Gaga o algo? ¿O simplemente eres un maricón adicto a la moda? – Hizo un gesto extraño, lo que me satisfizo, había logrado ofenderle. O eso creí, porque inmediatamente después cambió su expresión e hizo una sonrisa burlona.

 -       ¡Je! Más quisieras que un tío como yo fuese maricón y pudieras tener aunque fuese una mínima esperanza conmigo. – En serio, en ese momento no me cupo ninguna duda de que estaba mal de la cabeza.

-       Mira, friki, hoy no es un buen día ¿Vale? Y no me gustaría tener una movida en el insti, así que pírate. – Y sin darle la más mínima oportunidad a contestarme, me fui a paso ligero, todo lo rápido que pude ir sin llegar a correr. Por suerte no me siguió. De verdad que yo no tenía el día para estas tonterías.

Llegué a casa y me encerré en mi habitación. Me estiré en la cama boca abajo, con la cabeza hacia el lado de la pared y cerré los ojos con la esperanza de que Morfeo me tomase entre sus brazos, pero no fue así, no dejaba de pensar en aquel bicho raro de cabellos color carmesí. ¿Realmente merecía la pena ir a provocar a un desconocido sólo porque te había estado mirando? Él lo había buscado por aparecer con esas pintas siendo nuevo en el instituto. No entendía por qué me había afectado tanto, no era ni el primer ni el segundo incidente que tenía en el instituto, supongo que tantas amenazas recibidas por mi madre habían acabado por hacer mella en mí. Juré intentar evitar cualquier tipo de problemas en el centro, pues mi madre había dado la cara por mi en demasiadas ocasiones y sabía que el director no dejaría pasar ni un problema más, por insignificante que fuera. Tan sólo esperaba que aquél friki hubiese desistido y no me volviese a dirigir la palabra. Y, por fin, dándole vueltas al pequeño encontronazo, me quedé dormido.

 

 

Kakyoin’s POV:

No podía estar más eufórico, por fin había llegado, ¡Era el primer día de clase en mi nuevo instituto! Había pasado todo el verano deseando y temiendo a partes iguales este día, pero siempre intentando que mi corazón inclinase la balanza de mis sentimientos hacia el lado positivo. Aunque he de decir que mi trabajo me costó, después del acoso que había recibido en mi anterior instituto y por lo que mis padres y yo decidimos que lo mejor era poner tierra de por medio y estudiar el bachillerato en otro centro.

Mis padres me habían aconsejado que lo mejor para empezar con buen pie era intentar pasar desapercibido, no llamar la atención y así mis compañeros de instituto me verían como un igual. Pero yo estaba harto de esconderme, bastante había intentado fingir ser quien no era en el otro colegio, yo quería liberarme, expresarme, no iba a volver a vestir con ropa que no me gustase únicamente por parecerme a la mayoría de la gente. Yo tenía mi propio estilo, mis propios gustos y quería mostrarlos desde el principio, de este modo, quien me aceptase estaría aceptando mi yo verdadero, y a quien no le gustase, que mirase para otro lado, que yo estos dos años mantendría la cabeza bien alta y la vista al frente. 

Y, de este modo, intentando entrar por la gran verja de hierro que daba acceso al patio del instituto con toda la seguridad en mi mismo y autoestima que había sido capaz de reunir aquella mañana, me topé con la mirada fija en mi de un chico algunos años mayor y con cara de pocos amigos. – Empezamos bien… - pensé. Fingí no darme cuenta y seguí con mi marcha militar hacia el interior del edificio, mientras sentía los ojos de aquel joven clavados en mi persona, como si de un león que había localizado a su presa se tratase. Notaba su mirada escrutando cada detalle de mi anatomía. Empezaba a arrepentirme de no haber hecho caso a mis padres, tendría que haber venido vestido de un modo más discreto. Pero ¿Qué estaba pensando? ¿Otra vez iba a dejar que los demás decidieran por mi? Ni hablar, ya era mayorcito para enfrentarme a mis miedos y mis inseguridades.

 

Durante las clases, la más mínima idea de que aquel chico se convirtiese en el matón que haría de estos dos años un infierno para mí me atormentaba. Realmente no tenía motivos suficientes para creer eso, pero es lo que pasa cuando llevas los últimos cuatro años de tu adolescencia sufriendo acoso escolar, que tiendes a creer que cualquiera podría volver a hacerte lo mismo. Intenté pensar en la mejor solución para este problema que, irónicamente, aún no tenía. Después de mucho pensar, creí que lo mejor era marcar territorio, sacar pecho desde el principio. Eso es, en cuanto finalizasen las clases le buscaría y le mostraría, o eso intentaría, que no era rival para mí.

Por suerte, no todo fueron pensamientos obsesivos mezclados con algo de manía persecutoria el primer día de clase, también hubo algo bueno: hice un par de amigas en clase. Dos chicas muy simpáticas se acercaron a mí a la hora del desayuno para decirme que estaban maravilladas por mi outfit. ¡Lo sabía! Una apuesta por uno mismo siempre es una apuesta segura.

Salí de clase con la autoestima al doscientos por cien gracias a mis nuevas amigas, con las que incluso había intercambiado ya mi número de teléfono, y me lancé directo a la caza de mi posible enemigo. No fue difícil dar con él, pues también lucía un estilo un tanto distinto del resto. Según mi juicio, iba vestido como un macarra un tanto pasado de moda, como los antiguos camorristas de los noventa. Parecía tener prisa, pues me costó alcanzarle. Toqué su hombro para llamar su atención y casi sin darle tiempo a girarse del todo, le solté:

-       Ey, ¿Se puede saber por qué te me has quedado mirando esta mañana? -  Me sorprendí a mi mismo de mi valor. ¿Y si aquel tío me pegaba?

-       ¿Qué dices? No sé ni quién eres, ¿Por qué te iba a mirar, friki – No pude evitar reírme, ¿“Friki”? ¿En serio? Un poco infantil para nuestra edad. Aquella respuesta pueril fue todo lo que necesitaba para tranquilizarme y saber que aquella guerra psicológica la ganaría yo.

-       Oh sí, ya lo creo que me mirabas. Has estado como cinco minutos empanado mirándome.

-       Pues mira sí, no he podido evitar fijarme en tus pintas, ¿De qué vas así vestido? ¿Te crees Lady Gaga o algo? ¿O simplemente eres un maricón adicto a la moda? – No negaré que volver a escuchar la palabra que se convirtió en la palabra mágica que daba inicio a todos los abusos que recibí estos años atrás, me dolió un poco, pero no iba a dejar que la historia se repitiera.

-       ¡Je! Más quisieras que un tío como yo fuese maricón y pudieras tener aunque fuese una mínima esperanza conmigo. – Opté por darle la vuelta al cuento, una técnica más vieja que un bosque, pero pareció funcionar.

-       Mira, friki, hoy no es un buen día ¿Vale? Y no me gustaría tener una movida en el insti, así que pírate. – Me dijo que me fuese, pero fue él quien salió por patas, y allí acabó nuestra conversación.

Me sentí satisfecho con el resultado, no sentí aquel pavor incontrolable que sentía al ver a mis antiguos compañeros de clase, no parecía ser el mismo tipo de persona que ellos, aunque de igual modo me había insultado. Mi juicio estaba dividido; por una parte, conservaba algo de miedo a haber cavado mi propia tumba al enfrentarme a él sin realmente venir a cuento, pero por otra, algo en mi interior me decía que aquel chico con aspecto sombrío no tenía ninguna mala intención conmigo, ni había actuado de mala fe al mirarme fijamente. Quería creer que realmente sólo le había llamado la atención mi forma de vestir. Y es que eso es cierto; si iba a ir a clase vestido como a mi me gustaba, ya podía empezar a acostumbrarme a que la gente me mirase, porque iba a llamar su atención sí o sí.

Con toda esta macedonia de emociones y pensamientos llegué a casa sin darme cuenta, tenía suerte de que ningún coche me hubiese atropellado pues no había puesto ninguna atención al camino de vuelta. Al entrar en casa expliqué a mi madre, que en estos momentos aún no había vuelto al trabajo, que mi primer día de clase había ido bien y le conté sobre mis dos nuevas amigas, e inmediatamente después me dirigí a mi habitación. Me estiré boca arriba en la cama y me vino a la mente aquel chico, la verdad es que no parecía muy feliz y se le veía notablemente mayor a mi y al resto de compañeros, por lo que indudablemente debía ser un repetidor y de segundo curso, dado que tampoco habíamos coincidido en ninguna asignatura. Mi cuerpo no aguantaba mucho más dado el nivel de nervios y agitación que había soportado hoy y me quedé dormido pensando en él.


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