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The Truth Untold por Sora Hatake

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Caminando por los pasillos de aquel castillo, de un lado a otro buscando que hacer. Así era su día a día, yendo de un lado a otro, de arriba abajo, buscando que hacer.

Vivía encerrado en las 4 bardas que rodeaban el castillo.

Era el hijo de un noble, por lo que vivía rodeado de todo tipo de lujos que una persona normal desearía, pero para él eran meros objetos de adorno en aquel solitario lugar.

Estaba encerrado ahí, no porque esperara un príncipe que lo rescatara, sino porque su padre no quería verlo, su madre tampoco. Ninguna de las nanas que tenía su padre quiso cuidarlo. Había algo mal en él, una enorme cicatriz en su rostro que les resultaba desagradable.

Estaba sobre su ojo izquierdo, y a pesar de que no había perdido la vista en este, la cicatriz estaba ahí, empezando por arriba de su ceja para terminar a la altura de media nariz.

Semejante marca no iba con la nobleza, por lo que su padre le mando a construir un castillo lejos, donde nadie lo pudiera ver.

La soledad era dolorosa, pero no era algo que le molestara, eran más dolorosas las palabras que la gente soltaba al verlo, la forma en que arrugaban el rostro de disgusto le lastimaba más.

Al tener tanto tiempo libre se encerró en los libros, leyó todos y cada uno de los que había en la biblioteca. Cuando no hubo nada más que leer decidió probar con algo nuevo. Observo su jardín a través de una ventana, estaba seco y sin vida. Así que busco un libro de jardinería y puso manos a la obra.

Le dedico todo su tiempo a aquel lugar, en poco tiempo pudo ver todo tipo de flores hermosas creciendo por todos lados, era hermoso. Se sentía estúpido, pero de alguna forma estaba celoso de su propio jardín, que era bello a diferencia de él.

Cenaba tranquilamente un pan que había preparado con ayuda de un libro de cocina, no había quedado tan mal pero podía hacerlo mejor.

Unos ruidos en el exterior lo alertaron, apago todas las luces que había cerca y se asomó a una ventana para buscar de donde provenía aquel ruido.

Parecía haber alguien afuera merodeando su jardín. Nunca antes le había pasado algo así, por lo que tomo el cuchillo con el que corto el pan y se mantuvo observando que era lo que quería aquella persona.

Siendo iluminado únicamente por la luz de la luna un chico castaño salto la barda y entro al jardín, observo la casa, no parecía haber nadie. Comenzó a cortar flores para meterlas en una canasta que llevaba consigo.

El hombre de la cicatriz abrió la boca por sorpresa, le estaba robando sus hermosas flores. Apretó su puño mientras observaba al ladrón, no podía creer que le estuvieran haciendo aquello.

Una vez que el castaño tuvo las suficientes salto la barda de nuevo para irse.

Suspiro aliviado cuando lo vio irse, no hubiera querido usar el cuchillo en su mano, pero tampoco sabía otra forma de enfrentar a alguien que entrara ahí buscando hacerle daño, aunque aquel chico solo fue por sus flores, por lo único hermoso en aquel lugar.

El día siguiente transcurrió con normalidad, estaba dispuesto a irse a la cama cuando escucho ruido de nuevo, no otra vez, pensó para asomarse a la ventana.

Ahí estaba de nuevo aquel ladronzuelo quien fue directo a cortar sus flores. De nuevo se mantuvo solo viendo, ¿qué más podía hacer? ¿Enfrentarlo? Bueno, quizá si viera su rostro saldría huyendo y no regresaría jamás.

Vio de nuevo como el chico se iba, lo iba a enfrentar, al día siguiente lo haría.

Cuando ya era tarde se mantuvo esperando, vigilaba desde una ventana la llegada del ladón. Paso una hora, pasaron dos, pasaron tres, se quedó dormido en el marco de la ventana de su habitación.

Al día siguiente despertó alerta viendo a su alrededor, bajo a su jardín y sus preciosos girasoles ya no estaban.

-Maldición- se quejó para sí mismo, se quedó dormido y no pudo enfrentarlo, pero esa noche, esa noche si lo haría, por ahora no le quedaba nada más que plantar más girasoles.

Cuando la noche llego se preparó, esta vez había cenado un pan con café, no dejaría que el sueño le ganara.

Cuando el castaño cruzo su barda lo vio fijamente, ¿qué era aquella mueca en su rostro? ¿Una sonrisa?

El chico corto una rosa para olerla, su sonrisa se hizo más amplia, recorrió el jardín buscando las flores más hermosas, esas fue las que se llevó.

Quedo plasmado viéndolo sonreír que se olvidó de lo molesto que estaba porque le robaran.

Los días siguientes tampoco pudo enfrentarlo, había algo en aquel chico que le atraía, ¿por qué era tan feliz llevándose las flores? Sabía que eran hermosas, ¿pero tanto como para hacer feliz a una persona? ¿Para qué quería tantas? ¿Acaso no se marchitaban?

Tenía curiosidad de saber, quería acercarse a hablarle, hasta que vio su rostro en la ventana, no podía hacer algo así, no con ese aspecto.

Eso que sentía, ¿acaso era lo que había leído en los libros de romance? ¿Se había enamorado de aquel chico?

Cuando el sol salió respiro hondo, llevaba una capa puesta y busco entre sus cosas una máscara blanca con toques rojos, parecía un gato por las orejas en la parte superior.

Fue a la barda y tomo la perilla de la puerta para apretarla, era la primera vez que saldría de aquel lugar por gusto y no por necesidad como cuando iba a comprar víveres.

Dejo los nervios a un lado y salió, al fin y al cabo con la máscara nadie podría ver su horrible aspecto.

Caminaba por las calles buscando al ladrón de cabellos castaños, pudo visualizarlo a los lejos.

Camino poco a poco acercándose para quedarse atónito.

Era la primera vez que lo veía bajo la luz del sol, poseía unos enormes ojos hermosos, una sonrisa tierna, no vestía con ropa muy ostentosa pero aun así se veía bien. Llevaba la canasta en uno de sus brazos, había armado pequeños ramos de flores los cuales ofrecía a la gente que pasaba por el lugar. La razón por la que se llevaba tantas era para venderlas.

Dio un paso hacia el frente, quería acercarse a él, deseaba hablarle, necesitaba conocerlo mejor, entonces dio 3 hacia atrás, no, no podía hacer eso, en el momento en que viera su rostro de seguro le diría palabras hirientes, incluso si no las decía, seguro que con su rostro expresivo le mostraría desagrado.

Se giró y regreso corriendo a su castillo, no podía acercarse a él, estaba tan cerca, pero a la vez tan lejos.

El castaño giro a su alrededor, había sentido como si alguien lo observara pero no había nadie centrado en él.

Una vez dentro de su castillo se puso a pensar, ¿qué podría hacer? Acercarse al castaño no era una opción. Pero quería volver a ver esa sonrisa en su rostro.

Vio su jardín y entonces se le ocurrió una gran idea. Plantaría una flor hermosa y única, una que todos querrían por su belleza, de seguro la vendería rápido y podría tener más dinero, seguro que eso lo haría feliz. Cuando las personas están enamoradas regalan flores, así que el crearía la flor más hermosa para dársela.

Fue hacia la biblioteca y se encerró ahí por horas, leyó tantos libros como pudo y luego empezó a hacer mezclas para comenzar a plantarlas.

Salieron varias flores, algunas desagradables como él, una que otra era pasable, pero lo que él quería era una flor perfecta y hermosa.

Fueron varios días que estuvo en vela hasta que finalmente lo consiguió, una flor hermosa de color azul, él mismo quedo asombrado con la belleza de aquella flor.

La planto por todo el lugar, y en un par de días su jardín estaba repleto de color azul. Ahora solo quedaba esperar a que el ladrón nocturno fuera por su creación.

Se posó frente a una ventana a esperar, quería ver la sonrisa en su rostro cuando se encontrara con aquella flor.

Las horas pasaron y se quedó dormido, al despertar fue al jardín el cual estaba intacto, no había ido aquella noche.

Al siguiente día, a lo mejor iría al siguiente día, quizá aún tenía flores que vender.

Pasaron los días, pasaron las noches, y el ladrón nocturno no fue a visitarlo.

Preocupado tomo su máscara y su capa para ir al pueblo. Recorrió todo el lugar, pero no había rastros de aquel chico, fue al lugar donde lo vio vender y nada.

Se acercó a un vendedor cercano.

-Disculpe señor, ¿no ha visto al chico que vendía flores en este lugar?

-¿No te has enterado?

-¿De qué?

-Unos asaltantes lo mataron hace unas semanas, quisieron quitarle su dinero y como se resistió terminaron con su vida. –Conto el hombre para luego negar con la cabeza-Pobre chico, se veía tan feliz con aquellas flores que se vendían tan bien, pero justo eso fue lo que provoco su muerte

Comenzó a caminar sin contestar. Las personas a su alrededor no notaron las lágrimas que bajaban de su rostro ocultas tras su máscara.

Llego a su casa, devastado. Si tan solo se hubiera acercado a él una vez.

Se quitó la máscara y la arrojó al suelo provocando que se rompiera.

¿Cómo no se había dado cuenta? Todo el tiempo que estuvo haciendo aquella flor el chico no fue a visitarlo. Estuvo tan concentrado en crearla que no noto su ausencia antes.

Entro al castillo y comenzó a romper todo, ¿de qué le servía tener todo eso si estaba solo? Si no había nadie más que el para apreciarlo. No había con quien compartirlo, estaba solo él y parecía que siempre lo estaría.

Si tan solo le hubiera hablado, ni siquiera conocía bien el sonido de su voz, ni siquiera sabía su nombre. ¿Le habría parecido desagradable? Nunca lo sabría. Si no hubiese sido un cobarde, ahora sabría si le chico huiría o se hubiera quedado cuando lo viera, ahora jamás lo sabría.

Estando completamente desolado preparo un veneno, ya no hallaba sentido para seguir vivo.

Bebió todo y fue a la cama para dormir sabiendo que jamás volvería a despertar. Las cosas estarían mejor así.

.

.

.

Un hermoso aroma lo despertó, abrió los ojos para ver el cielo. ¿Dónde estaba? Giro su rostro un poco, yacía recostado en aquel campo de esmeraldos.

Unos enormes ojos se asomaron a verlo.

-¿Estas despierto? –pronuncio aquel castaño

-¿Eh?- tardo un poco en entenderlo hasta que su cerebro reacciono y se levantó de golpe -¿Dónde estoy? ¿Qué es esto?

-¿Esto es tuyo? –pregunto el castaño mostrándole la máscara rota

-Si...era mío- respondió viendo el objeto para luego darse cuenta de algo, su horrible rostro estaba al descubierto -¡No me veas! –exclamo para cubrirse

El castaño ladeo su rostro un poco -¿Por qué no?

-Porque soy horrible

-Tú...plantaste todas estas flores para mí, ¿no es así? –pronuncio el chico viendo a su alrededor, el hombre asintió solamente- Alguien que haría algo así por mí no puede ser horrible

-Pero...-iba a decir algo cuando el castaño tomo sus brazos y los fue bajando dejando al descubierto su rostro.-Mi nombre es Yamato, ¿cuál es el tuyo?

-Kakashi...-respondió aun temeroso

-¿Por qué plantaste todo esto? –pregunto arrancando una de aquellas flores azules

-Porque yo quería... hacer una flor igual de hermosa que tú

El castaño quedo perplejo un momento para luego sonreír –Gracias, Kakashi

Estaban juntos los dos, en un paisaje lleno de tonos azules por los cientos de esmeraldos, estos nunca marchitarían, al igual que sus sentimientos.

-No, gracias a ti.-Dijo Kakashi tomando la mano del chico que sostenía la flor-Gracias por no huir de mí, porque yo te amo

Notas finales:

Una historia obviamente basada e inspirada en "La Città di smeraldo" y "The Truth Untold" 

En cuanto leí la historia tenía que hacer esto porque es hermosa TToTT y aunque la historia tiene un final triste, quise hacer uno diferente 

Gracias por leer uwu y arriba el KakaYama 

 


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