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Sweet Marlboro por Alleisys

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Notas del fanfic:

One Piece no me pertenece, sino al señor Oda. 

 

«Today is gonna be the day that they're gonna throw it back to you,

By now you should've somehow realized what you gotta do…

I don't believe that anybody feels the way I do about you now»

 

Kid se vio una última vez al espejo de cuerpo entero que tenía en la parte trasera de la puerta de su habitación, acomodándose con una extraña delicadeza su ya desgastada cacheta de cuerina roja. La había comprado hace años ahorrando todas las propinas que su padre le daba por lavar su viejo Mustang los fines de semana, y desde los quince años se había convertido en su eterna compañera. Trazo ligeramente sus dedos por el perfil de su nariz, se encontraba algo tupida por el jodido cambio de clima, pero lejos de ello, en su mirada destello una aparatosa sonrisa que mostraba la blancura de sus dientes mientras pasaba la lengua por estos y sonreía complacido al ver el reflejo que tenía en frente.

Salió con rapidez de la pensión universitaria en la que residía para no tener que toparse en el camino con alguno de los descerebrados roomies con los que compartía techo. Era una vieja y destartalada casa solariega que quedaba al extremo este de Liverpool, y lo más barato que pudo conseguir por seiscientas libras mensuales mientras culminaba sus estudios en ingeniería.

Del bolsillo trasero de su pantalón de mezclilla saco a su siempre eterna acompañante; una caja de Marlboro tan roja como su largo y salvaje cabello. Sabía que fumar estaba mal y bla, bla, bla, pero el humo del cigarrillo era lo único que lograba calentarlo en aquel condenado frio de invierno que siempre amenazaba con helarle las bolas.

Además, le gustaba mucho ese sabor.

Fuerte y amargo chocando contra sus pulmones.

Nunca fue fanático de los sabores dulces o los colores rosa. Prefería la potencia del cargado aroma del tabaco y el furor de las motocicletas. Lo que lo hacía no poder esperar a que fuera diciembre para que con la gratificación de fin de año finalmente pudiera comprarse esa increíble Harley Davidson que había visto en una revista de motores y dejar de tomar el maldito Underground como el resto de los mortales.

Siguió caminando por las frías calles de aquella ciudad de ríos y astilleros hasta detenerse en un semáforo. Mientras veía el siempre nublado cielo de Liverpool escuchaba la gratificante voz de Liam Gallagher por sus audífonos, la realidad era que odiaba al muy imbécil y rogaba con todo su corazón de que Noel no se cansara de él y mandara al diablo al grupo, pero al menos tenía que reconocer que el vocalista de Oasis cantaba bien. Le gustaban mucho sus canciones, y a pesar de que tenía una clara favorita, no lograba entender del todo su letra.

¿Realmente una persona podía llegar a ser el «Wonderwall» de otra?

Se le hacía algo demasiado inverosímil y hasta estúpido. Él no necesitaba meter esas mierdas tan complicadas del amor, — y todo lo que venía con este, — en su de por si jodida vida. Así que cuando la luz cambio a verde siguió su camino sin preocuparse más por esa clase de tonterías.

Supuso que ese día seria como cualquier otro. Trabajar por las mañanas e ir a la facultad en la tarde, para después terminar en algún bar del centro tomando una cerveza con sus amigos mientras veía algún resumen de la Premier League, pero no.

Porque ese día cambiaria totalmente la vida de Eustass Kid…

—¡Ya llegué! — Se anuncio al entrar por la puerta trasera de su trabajo.

—Hola Kid, ¿Cómo estas, cariño? — Su jefa lo saludo con una dulce sonrisa.

La encontró haciendo el inventario de los ingredientes que recientemente había llegado. Makino era una mujer de unos treinta años que había heredado el negocio de su abuelo hacia poco, y al no poder estar siempre detrás de barra por sus responsabilidades como madre, decidió contratar un par de chicos para que la ayudasen con la organización del lugar.

Algo que agradecía totalmente, ya que su jefa no le pedía experiencia y le permitía trabajar lo suficiente para poder pagar la renta y comprarse un par de latas de cerveza de vez en cuando.

—Bien Makino, gracias.

Paso de largo hasta su casillero para cambiar su corpulenta imagen de chico malo por un mandil color rosa y un estúpido gorro blanco de marinero. 

Si, trabajaba en una pastelería, pero no una cualquiera, ¡Sino que era la mejor pastelería en todo Maryside!... o al menos eso solía decirse para no sentirse tan imbécil por como lucia. Se le hacía algo estúpido tener que llevar un sombrero con una dona de peluche en la copa, pero con el tiempo logro acostumbrarse.

Llego hasta la zona central del Café, justo detrás de la barra, en donde descansaba un gran repostero repleto con diferentes postres que eran muy perjudiciales para la salud, pero que la gente los consumía igual; pasteles, suflés, donas y demás. Todo era hecho por la propia Makino, y debía reconocer que hasta para alguien como él que odiaba el dulce, esas cosas sabían jodidamente bien.

Encontró a Usopp distraído escuchando música mientras trapeaba la zona de las mesas. Así que decidió divertirse un poco a costa de su compañero, lanzando al piso un poco de la harina que había sobrado de los Cupcakes de Zanahoria que había hecho Makino la tarde anterior, provocando que el de nariz larga se retirase en el acto los audífonos para ver como todo su trabajo de la mañana había quedado estropeado.

—¡Kid, si serás idiota! — Gruño fastidiado el de nariz larga.

—¡Hahaha! Chúpame las bolas Usopp. 

—Chicos, no peleen por favor. — La llegada de Makino, que venía a darle una última revisada a la barra antes de abrir, evito que Kid terminara por desnucar al pelinegro. — Usopp, cielo, hoy te toca llevar los pedidos, y Kid, cariño iras a la caja. — Explico con una maternal sonrisa. —Bonney no vendrá hoy porque tiene que rendir un examen en la tarde y aún le falta mucho por estudiar, pero ya nos las arreglaremos.

—Entendido jefa. — Expreso el pelirrojo.

Ese día su turno transcurrió con ligera normalidad. La mañana era una de las horas pico del café, con varios abuelitos y grupos de chicas que venían a disfrutar de la calma hogareña de la pastelería y de sus singulares dulces que eran hechos con todo el amor del mundo por Makino, pero conforme se acercaba al medio día, la carga de personas se libero un poco, lo que le daba tiempo de avanzar la tarea de números imaginarios que tenía que entregar pasado mañana. Le habían dado como tres semanas para completar los cien ejercicios, pero como todo buen universitario, lo dejo para último momento.

Decidió tomar una pausa de Matemáticas cinco para suspirar largamente y ver hacia la tierna copa de propinas rosa, que la misma Makino había decorado con brillantina y papel de colores, reluciendo de lo vacía que estaba.

¡Hijos de puta! ¿Qué les cuesta dejar una jodida libra? ¡No se harán más pobres por eso!

De repente se percató que a través de la ventana empezaron a caer gotas de agua, ¡Carajo, lo que le faltaba! Eso solo significaría dos cosas; la primera, que estaba jodido porque no había llevado paraguas por culpa del maldito reporte meteorológico que le dijo que hoy no llovería, así que llegaría a la facultad todo mojado, y la segunda, ahora si estaba seguro de que no habrían propinas hoy.

Pero entonces, eso que tenía que ocurrir paso, y nada fue igual en su vida desde ese momento.

Porque él hizo su ingreso a la cafetería; y con eso, a su vida... 

Le fue imposible no notar su presencia, y no solo lo decía por su altura, que sorprendentemente era hasta incluso un poco más alto que él. Sino porque era totalmente diferente a cualquier persona que Kid hubiera visto antes. Piel cobriza y mirada borgoña. Su cabello corto estaba mojado y tenía una inusual tonalidad ciruela. En su rostro, una singular cicatriz adornaba sus mejillas, pero de alguna bizarra forma lograba armonizar totalmente con su presencia, dándole un toque mucho más oscuro y fuerte a su persona. Llevaba polo blanco que estaba totalmente empapado por la lluvia y que se pegaba de maravilla a su trabajado tórax. Mostrando con perfecta claridad el tatuaje tribal que decoraba la mitad de su cuerpo junto con el resto de su mojada piel.

La respiración de Kid se quedó en Standby.

Sabía desde antes de nacer que era total y absolutamente gay, pero esto era diferente… Era como si a través de ese sujeto, Kid hubiera redescubierto su homosexualidad.

Lo vio avanzar hasta el estante de vidrio, mojando todo el piso con sus fuertes botas en el proceso, y Kid pensó por unos segundos sobre que carajos hacia una persona así en una cafetería como esa, pero cuando sus miradas chocaron, el pelirrojo se preguntó si es que acaso no estuvo ciego durante todo ese tiempo.  

Ya que quizás esta era la primera vez que veía así de claro.

—Me das una dona glaseada, por favor. — Su voz era totalmente adictiva, calmada y jodidamente profunda.

—¡Por supuesto! Deja que baje mi pantalón y me dé la vuelta para que tu pongas el glaseado. — ¡Joder! Como le gustaría poder decir eso. — Claro. — Era una suerte que no pudiese leer su mente.

Pero sorprendentemente, el sujeto se empezó a reír en su cara. No entendió porque lo hacía, pero le importaba un carajo. Porque era una risa tenue, casi imperceptible. Sin embargo, para Kid lo significo todo. Era pausada, pero fuerte y potente. Casi tan abrumadora y densa como el humo del tabaco que el tanto idolatraba.

Con cuidado se puso los guantes de látex, y del mostrador temperado tomo con una pequeña servilleta color rosa la dona glaseada. Cuando se la entrego y sus dedos chocaron, Kid se preguntó en silencio; ¿Dónde carajos había estado ese hijo de puta antes?

Así que a esto te referías, maldito Liam…

—Son tres libras. — Expreso con una muy ligera capa de nerviosismo.

Lo vio sacar su billetera con serena calma, por el rabillo del ojo pudo ver que era Hermés, y se sorprendió al ver que el granate le pago con tres billetes de cincuenta libras.

—Quédate con el cambio, Kid. — Susurro mientras se alejaba del mostrador para salir de la tienda.

¿Cómo diablos sabia su nombre?

¡Oh, cierto! Tenía esa maldita placa color rosa con su nombre rodeado de corazones en el pecho.

¡Joder! Si su nombre de por si sonaba bien en sus labios… ¿Como sonaría gimiéndolo?

¿Entonces ese sería el final? ¿Nunca más lo volvería a ver a él, ni a su mojado polo blanco?

—Oh no… Conmigo te equivocaste de historia. — Escupió decidió al cielo. Él sería el único que decidiría cuando se terminaba, por lo que rápidamente dejo la barra atrás y se dispuso a seguirlo.

No le importo que la lluvia lo mojase a él, ni a sus rojizos cabellos que poco a poco empezaron a ceder ante la intensidad del agua, tenía que alcanzarlo.

—¡Espe…! Wow… — Creyó que tendría un orgasmo allí mismo al ver como ese sujeto se subía a una Ducati Superleggera V4 — ¿¡Tambien te gustan las motos!? — Pregunto sin poder apartar la mirada de esa belleza de motor.

¡Esa motocicleta costaba diez veces más de lo que el planeaba gastar en su maldita Harley Davidson! Con 234 caballos de fuerza era una joya superdeportiva sobre dos ruedas.

El grate lo vio por unos tenues segundos extrañado, solo para luego soltar una ligera risa. — ¿A quién no?

Joder, ¿Y no quieres casarte conmigo tambien?

Vio que tenía su atención, y simplemente hablo por impulso. — ¡M-Mañana tendremos la docena de donas a mitad de precio!

Vio como el granate simplemente asentía para luego retroceder y desaparecer entre la lluviosa Liverpool a una velocidad inusitada.

Idiota… deberías usar casco. No puedes morir ahora, no cuando finalmente te encontré, mi Wonderwall.

Se dispuso a darse la vuelta para volver a trabajar, pero para su desgracia se encontró con que Makino y Usopp lo estaban viendo con una sonrisa pícara desde la puerta de la tienda, y al instante su rostro se volvió casi tan rojo como sus largos cabellos de la vergüenza que sintió al saber que su jefa y el imbécil habían sido testigos de todo lo ocurrido.

—¡Hahahaha! ¿Qué ocurre, Kid? ¿Le pediste un beso bajo la lluvia como en «The Notebook»? — Se mofo el moreno con una sonrisa burlona.

—¡Que sepas que eso me lo pidió Kaya ayer, imbécil! — Le soltó recordando a la novia del narizón.

—¡I-Idiota!

Makino rio con reluciente alegría. Era la primera vez que veía a Kid actuar así de nervioso por una persona y le parecía totalmente tierno, pero solo tenía un pequeño problema. — ¿Con que mañana venderemos la caja de donas a mitad de precio, no? — Pregunto entretenida alzando una ceja.

¡Mierda! Había olvidado ese ligero detalle — Réstalo de mi paga. — Anuncio despreocupado, si su chico de las donas volvía al día siguiente, entonces valdría totalmente la pena.

Al ver su convicción Makino le mostro una dulce sonrisa. —Descuida, no es mala idea, ya va siendo tiempo de que tengamos otra promoción, y algo me dice que volverá. — Le ánimo. — Ahora date prisa, entra para que puedas secarte o te resfriaras, Kid. 

.              .              .

Ese día llego tarde a clases porque Makino no lo dejo ir hasta que su ropa saliera de la secadora. Se gano una buena puteada del profesor Sengoku por interrumpir su clase de electrónica industrial, pero le importo un carajo. Porque mientras el maldito viejo hablaba de la importancia de los mecanismos de alta potencia, él no pudo dejar de pensar en unos apabullantes ojos escarlatas.

—¡Oye, Kid! ¡Tierra a Kid! ¡Imbécil! ¿¡Estás ahí!? — El sonoro grito de Killer, su mejor amigo desde que tenía uso de razón, lo hizo levantar la mirada del gran vaso de cerveza que descansaba entre sus manos sobre la barra del bar universitario que estaba a unas cuadras de la facultad.

—¿Hm?

—Hermano, ¿Todo bien? Estas actuando muy raro, bueno, ¡Más de lo usual! No has dicho ni una palabra desde que llegamos aquí.

—Si Kid, ¿Qué carajos te pasa? — Le inquirió Drake, otro de sus hermanos de otra madre.

—Estoy un noventa y nueve por ciento seguro de que esta así por ser el blanco de los insultos del viejo Sengoku. — Razono Hawkins.

—Solo asegúrate de terminar tu estúpido proyecto para que podamos ver la final del Liverpool tranquilos, Kid. — Le pidió Drake.

Rio escuetamente, mordiéndose ligeramente los labios en el proceso. — Ya idiotas, ¡Déjenme en paz! Estoy bien. — No, no estaba bien, porque ya ni siquiera le importaba que el Liverpool jugara este fin de semana el partido que definiría al campeón de la FA de esta temporada, o de los ejercicios de matemática que aún le faltaban completar.

En lo único que podía pensar era en él.

¿Cuál sería su nombre? ¿Albert? ¿Henry? ¿Richard? ¡Tenía cara de llamarse Phillip!

¡Ya sabía en quien pensaría esta noche al momento de jalársela!  

¿Qué comida le gustaba más? ¿Salada? Quizás dulce, aunque un hombre de su contextura pidiendo una dona le causaba mucha gracia.

¿Cuánto media? Y no solamente se refería al tamaño de su pene, sino que realmente; ¿Qué altura tenía? Estaba seguro de que era más alto que él, entonces, ¿Tendría que hincarse para poder besarlo?

¿Cuál sería su música favorita? A él le gustaba Oasis, pero su banda favorita era Iron Maden. Quizás podrían ir a un concierto juntos.

¿Le gustaba el fútbol? Si la respuesta era negativa, sería una verdadera patada en las bolas, pero le enseñaría a gustarle, y si era positiva, ¿De qué equipo era? Si era del Liverpool, le pediría matrimonio allí mismo, si era el Manchester United o del Everton, tendrían una larga charla para convencerlo de dejar de animar a esos clubes de mierda, pero si eran alguno de los demás, entonces estaría bien.

Y lo más importante, ¿Le gustaba el Marlboro rojo?

Esa noche durmió sin contratiempos, como no lo hacía en mucho tiempo. En un sueño reparador y tranquilo en donde lo único que atacaba su mente eran los flashes de una Ducati y un torso mojado.

Despertó muy temprano al día siguiente, con la convicción de que ese día finalmente descubriría el nombre de su chico de las donas, y con esa misma potencia fue que salió con la energía totalmente renovada de la pensión, pero de camino a bajar las escaleras vio a lo lejos a Luffy, uno de sus rommies, sentado en el sofá de la sala comiendo una gran caja de chocolates sin temor a atragantarse mientras que su novia, Hancock, no paraba de dar vueltas a su lado.

El amor sí que podía llegar a ser una cosa muy extraña, ya que escapaba de su compresión como es que una chica como esa — Que hasta él que prefería a los hombres tenía que admitir de que era jodidamente hermosa, — Se había fijado en ese retrasado con sombrero de paja. También estaba lo de Kaya y Usopp, ¿Qué carajos era eso? ¿Acaso Kaya estaba ciega? ¡La mierda que él hacía en el inodoro era mucho más vistosa que Usopp!, o Ace, otro de los que vivían en esa pocilga, y ese señor con extraña cabeza de piña que siempre le regalaba cosas de lujo ¿Acaso era su Sugar o algo así?, Al menos Sabo y Koala eran los más normales, junto con Robin y Franky, pero… ¡Un segundo! Ahora que lo pensaba detenidamente… ¿¡Él era el único soltero en esa casa!?

¡No, esperen! ¡Koby tambien! Oh mierda…

No sabía si sentirse mejor o peor sabiendo eso.

—¡Oye, Kid! — Cuando Luffy vio a su roomie parado en medio de la escalera con una expresión totalmente perdida lo llamo con un caluroso gesto— ¿Quieres probar? — Le ofreció un poco de los brownies que le había hecho su novia. Quizás el pelirrojo tenía hambre — ¡Están muy buenos! ¡Hancock me los hizo por nuestro segundo aniversario!

Kid gruño por lo bajo al ver el estúpido gesto del pelinegro y sin decir nada termino de descender los escalones que le faltaban para salir de la casa con un fuerte portazo.

¡Bien! Para la próxima entonces —Le grito Luffy animadamente desde dentro de la casa.

—¡Imbecil! — Expreso furioso, para así empezar su recorrido hasta el trabajo.

Ese día no tendría que ir a la facultad, así que podría centrarse totalmente en su objetivo, pero no espero que al llegar a la pastelería tuviera que pagarle sesenta libras a la puta de Bonney para que accediese a cambiarle su turno en las mesas por el de la caja. Dado que ese día le tocaba a su compañera recepcionar los pedidos, y no iba a perder la oportunidad de poder volver a hablar con su chico de cabellos granate solo por el capricho de la pelizorra de Jewerly. 

Estuvo muy pendiente de la campanilla de la puerta desde la mañana. Tal y como Makino le prometió, ese día pusieron la media docena de donas a mitad de precio, por lo que el grueso de los clientes se triplico de manera sorprendente. Hizo todos los esfuerzos que pudo por evitar que se agotaran. No quería que el granate llegara y ya no encontrara su porción.

Ya era pasado el mediodía, había atendido a una treintena de clientes, pero ninguno de ellos tenía el cabello remolacha. Suspiro cansado, levantando la vista hacia la rebalsada copa de propinas. ¡Joder! Debería estar contento de que ese día se llevaría una buena cantidad de dinero a casa, pero no, ¡No lo estaba!

¡Ahg, no! No debía enojarse todavía ¡Aun había tiempo! ¡Si! No debía darse por vencido…

Pero con el pasar de las horas, Bonney se fue a la facultad y llego Ussop para el cambio de turno. Makino salió a recoger a su hijo del kínder, y volvió al par de horas con su esposo, y el mocoso en brazos. Un centenar de clientes pasaron, pero no el que más estaba esperando.

El reloj marco las siete cincuenta de la noche, todas las donas se habían agotado, las sillas ya estaban encima de las mesas y Kid había enterrado bajo tierra la mínima posibilidad que tuvo de volver a verlo. En cualquier momento Makino saldría de la cocina para pedirle que cerrase el negocio y se fuera a casa, y lo único que le quedaba hacer hasta que ese momento llegara era tratar de terminar la maldita tarea del profesor Kizaru y sus jodidos números imaginarios. ¡Ese día no pudo haber estado más en la mierda! ¡Y para rematar aun le quedaban cinco ejercicios de los cuales no tenía ni puta idea de cómo hacer!

Diablos, solo quería irse a casa y hacer una maratón de Dragon Ball.

Pero fue en ese mismo momento que la puerta del local se abrio y el sonido de la campana resonó por última vez en la noche, no obstante, Kid ni siquiera le prestó atención. Debía terminar con su tarea o Kizaru lo reprobaría por imbécil.

—¡Lárguese, ya cerramos! — Grito carente de todo tacto sin ni siquiera dignarse a ver a la persona que acababa de entrar.

—Lo lamento, las luces seguían prendidas. — Apenas Kid logro codificar esa profunda voz en su cerebro levanto su mirada esperanzando, encontrando frente a él a aquellos inconfundibles cabellos remolacha.

¡Joder! ¡Era él! ¡Había regresado! 

Y se veía condenadamente sexy en esa camisa azul oscuro pegada al cuerpo, esos contorneados pantalones de vestir negros y unos elegantes mocasines de cuero.

—Sera para otra ocasión. — Su chico de la motocicleta estaba a punto de cruzar la puerta e irse nuevamente, por lo que Kid se apresuró a arreglar su estupidez.

—¡No, espera! — Alzo la voz — P-Puedo quedarme un rato más a tomar tu pedido… Aunque… ya se nos acabaron las donas. — Reconoció avergonzado ¿¡Porque carajos no le guardo una puta porción!?

El sujeto pareció pensarlo, y que tuviera una mano sosteniendo la puerta de madera ciertamente exaspero a Kid — ¡Pero tenemos Red Velvet o tiramisú de chocolate! — Empezó a lanzarle a gritos todo el inventario de dulces que tenían — ¡Tambien té helado, jugo de fresas y—

—Té helado está bien. — Le contesto el de cabello granate de manera calmada, soltando la puerta y acercándose lentamente a hacia la barra, lo que hizo al pelirrojo respirar con cierto nerviosismo.

¡No! ¡Calma! No la puedes cagar. —Enseguida.

Se retiro con rapidez a la parte trasera de la cafetería, lugar donde Makino guardaba el té negro, y rápidamente se dispuso a preparar la bebida con hielo. Durante todo el tiempo que se tomó, rogo que su chico de cabellos granates no se aburriera de esperarlo y encontrase el lugar vacío cuando volviese, pero para su grata alegría, al regresar encontró a su chico de las donas no solo esperándolo en la barra, sino que tenía entre sus manos la hoja de sus ejercicios de matemáticas.

—¿Números complejos? — Le pregunto con cierto ¿Interés?

—Uhm, si — Aseguro colocando el te helado sobre la barra. No le molestaba que tomara sus apuntes, aunque ciertamente dudaba que pudiese entender algo lo que decía allí más allá del título — Son una putada, aun no logro descubrir cómo hacer la representación geométrica adecuada.

El granate asintió para después tomar el vaso de té helado entre sus manos, succionando de la pajilla lentamente, y durante todo ese ínterin Kid deseo con todas sus fuerzas que fuese otra cosa la que estuviese absorbiendo.

—Es porque estas planteando mal la formula en las exponenciales. — Le indico señalándole un ejercicio en cuestión.

—¿Ah? — ¿Acaso él entendía sobre matemática avanzada?

—Necesitas usar una formula polar para así conseguir el rango correcto del vector en el diagrama de Argard. — Le explico con tranquilidad.

—No, imposible. — De inmediato busco un lápiz entre la caja registradora para explicarle su planteamiento. — Usando la formula exponencial me permite obtener un resultado más exacto. — Le detallo escribiendo su procedimiento en el papel.

—Eso solo funciona cuando los axiomas siguen una determinada regla algebraica. — Le replico. — Permíteme, te lo mostrare — El pulso de Kid sufrió un revés cuando el granate tomo su mano entre la suya.

Cálido… Su tacto era cálido.

—Si usamos un método en el que las potencias de las unidades son imaginarias, nos permite simplificar los números enteros positivos logrando así una curvatura continua. — Detallo en el papel, resolviendo el problema con el que él estuvo lidiando toda la tarde, en solo cinco minutos. — Los ejercicios restantes solo siguen esa misma lógica. — Termino su explicación con una media sonrisa que casi hace a Kid babear una cascada entera.

Así que no solo era jodidamente sexy, sino que tambien un maldito cerebrito.

—Tu… ¿Cómo sabias eso? — Pregunto intrigado ¿Acaso tambien estudiaba ingeniería? Porque de lo contrario sería muy difícil que una persona normal se metiera a estudiar esas porquerías.

El granate rio por lo bajo y negó con la cabeza. — Me gustan los números.

¡A mi tambien me gustan los números! ¡Entonces te puedo gustar yo tambien! — Grito únicamente en su mente—¿Ingeniera? — Pregunto con grata curiosidad.

— No. — Reconoció con una media sonrisa — ¿Tu sí?

—En la Universidad de Liverpool. — Se inflo el pecho orgulloso. Se había esforzado mucho por ingresar a la mejor universidad del norte de Inglaterra. — ¿Y qué hay de ti?

—Negocios, en Oxford.

Mierda, no necesito decir más para que Kid lo entendiese todo. ¡Oxford era el lugar al que iban todos los jodidos genios del país! ¡Había que ser superdotado o algo parecido para entrar! Y no solo eso, la pensión era prácticamente impagable para cualquiera con solo dos riñones.

Además, no fue el único detalle que Kid pudo sacar con esa respuesta. — ¿Entonces no eres de aquí?

El granate lo vio con una mirada diferente por unos segundos, para después volver a su temple anterior. — Mi padre era de aquí.

—¿Y porque viniste a Liverpool?

Se vio incomodo por la pregunta, tomándose su tiempo para responderle. — Asuntos familiares. — Finiquito en el acto.

—Oh… — Mierda, lo había irritado. Debía pensar en algo. ¿Pero que le podía decir? ¡Carajo! Tenía miles de preguntas que se tomó el tiempo de escribir en su teléfono para él ¡Pero de los nervios las había olvidado todas!

¡Oh, joder!

 ¡Joder!

—¿Cuánto calzas? — Fue lo único que se le ocurrió decir, pero apenas esas palabras salieron de su boca se arrepintió al instante.

¡Maldita sea! ¿Por qué demonios pregunto eso? ¡Ahora lo vería como el imbécil urgido que solo quería adivinar el tamaño de su verga!

El granate lo vio fijamente por varios segundos en donde su expresión se mantuvo seria en todo momento.

Si la teoría de la combustión espontanea realmente existía, este sería el momento perfecto para que se manifestase en su cuerpo. —O-Olvídalo no tienes que responder, yo solo… — ¡Soy un imbécil! — ¡E-Es que me gustan tus zapatos! Y q-quiero saber si hay de mi talla por si—

—Cuarenta y seis. — Le contesto con una media sonrisa.

¿Makino había prendido la calefacción? ¿¡Porque diablos hacia tanto calor!?   

Mierda… sentía que iba a tener una erección allí mismo.

—Ahm… G-Genial. — Respondió con la boca seca. — Y-Yo calzo cuarenta y tres.

El granate se rio de medio lado y al abrir su billetera procedió a dejarle otro billete de cincuenta libras sobre la barra, iniciando así su retirada.

—¡Espera! — Lo llamo alzando el brazo. Esta vez no podía dejarlo ir sin saber su nombre. — ¿Cómo te llamas?

Pero el más alto solo le devolvió una media mirada, mostrándole su tenue sonrisa antes de salir del bar. —No se pregunta lo que ya se sabe, Kid.

¿Qué?

Escucho el solitario sonido de la campana cuando la puerta se cerró frente a él, y con eso sus últimas esperanzas de poder volver a verlo nuevamente. Fue víctima de una extraña sensación en el pecho que lo hizo temblar de la rabia.

¿Por qué diablos se sentía así?

No estaba molesto pero… Tampoco se sentía feliz. 

Pero entonces ¿¡Que era ese condenado sentimiento de vacío en su pecho!?

—Carajo… — Gruño frustrado al sentirse como un perfecto imbécil. ¿Qué si era mejor arriesgarse a nunca intentarlo? ¡Si, claro! Quien quería que fuese el idiota que dijo esa frase, lo buscaría hasta los confines del mundo solo para darle una paliza. ¡Y si estaba muerto, desenterraría su cadáver solo para poder golpearlo y volverlo a enterrar!

Recogió el dinero que le había dejado sobre su hoja de ejercicios para guardarlo en la caja e irse directo al diablo. ¡Ya ni siquiera quería ver Dragon Ball! Solo se largaria a dormir.

Pero al levantar su hoja, se percató de algo que no estaba allí antes e hizo que sus ojos se abrieran como platos.

Katakuri.

44 126 582 1579

Su letra era curvada y lucida, como la de un artista al lienzo.

 ¿Pero… en qué momento?

¿Cuándo fue por el té? Fue el único segundo en que lo dejo solo…

Sorprendentemente, la expresión de Kid cambio por una lobuna sonrisa que broto con total algarabía.

—Con que Katakuri… — Pronuncio lentamente. — ¡Mierda! Suena mucho mejor que Phillip ¡Y es más sexy!

 

.              .              .

Al día siguiente en la universidad, Kizaru lo felicito frente a toda la clase por ser el único bastardo que logro completar en su totalidad los cien ejercicios que había dejado, y fue solo hasta allí que el muy condenado admitió que cinco de esos ejercicios — Que eran precisamente los que Katakuri le ayudo a completar — eran de su clase de PhD, siendo prácticamente imposible que los pudiesen resolver sin ayuda.

Al llegar a su habitación lo primero que hizo fue buscar su papel de matemáticas, y al encontrarlo, tipeo en el acto el número de Katakuri en su Motorola Pebl, escribiendo así un mensaje rápido en su teléfono, pero antes de enviarlo se vio a si mismo levemente avergonzado por lo que estaba a punto de hacer.

¿Y si Katakuri no lo leía? ¿O si lo hacía y lo ignoraba?

¡Diablos! No sabía cuál de los dos escenarios era peor.

¡Vamos, si te dio su jodido número fue por algo!¡No seas marica! ¡Quizás hasta está esperando que lo llames!

Volvió a leer el mensaje en silencio, esperando que no sonara tan estúpido cuando Katakuri lo leyese.

«¡Hola! Soy yo, que sepas que fui el único con un 10 en Matemáticas V, gracias. No pude haberlo hecho sin ti.»

¡Mierda, sonaba muy gay! ¡Tenía que ponerle algo más! Borro una parte del mensaje remplazándolo en el acto, y al releerlo le gusto un poco más.

«¡Hola! Soy yo, que sepas que fui el único con una A+ en Matemáticas V ¡Te debo una cerveza!»

Se puso tenso al presionar la tecla de enviar, ¡Esto no podía estarle pasando! ¿¡Realmente se sentía como una maldita mocosa enamorada que le escribía por primera vez al chico que le gustaba!?

Pero obtuvo su violenta respuesta cuando al poco tiempo de haber enviado el mensaje, su teléfono empezó a vibrar y vio que no era otro que el número de Katakuri.

—¡Oh, mierda!

¿A quién engañaba? ¡Era una puta marica enamorada!

—¡Agh! ¡Cálmate, maldita sea! ¡Cálmate! — Se obligo a controlar la abrumadora potencia con la que golpeaba su corazón y trato de sonar lo más relajado posible cuando contesto la llamada.

—¡Hey, Katakuri! No esperaba tu llamada… — Mentira. ¡Este era el mejor día de sus veintiún años de existencia!   

Felicidades por tu 10, Kid.

Si esto era un sueño y alguien se atrevía a despertarlo, sin duda mataría a esa persona. — ¡Ja! Si, bueno… ¿Qué puedo decir? ¡Soy un genio!

Katakuri rio por lo bajo, ¡Diablos! Aunque no lo podía ver, solo con el sonido de su voz podía imaginar su varonil rostro mostrando una tenue sonrisa. — Y aun así no pudiste resolver cinco ejercicios de matemática básica.

—¿Así? — Gruño molesto — Disculpe usted señor; — forzó su voz para sonar mucho más grave. — “Soy de Oxford y somos genéticamente superiores al resto de ustedes, estúpidos mortales”

—¿Se supone que ese soy yo? — La seriedad con la que hablo hizo que se mordiese levemente los labios.

¡Mierda, lo había hecho enojar!

—S-Si… Bueno, planeaba abrir mi propio stand up comedy si esto de la universidad no funcionaba, pero supongo que tendré que buscar otra cosa. — Comento avergonzado tratando de arreglar su cagada.

No, descuida. Tienes futuro en ambos. — Le admitió con un tranquilo resoplido.

¡Diablos! La risa de Katakuri debería ser utilizada como un tratamiento para la disfunción eréctil, ¡Podía poner duro a cualquiera que lo escuchase!

Esta era su oportunidad, tenía que armarse de valor e ir al ataque ¡No podía quedarse en la banca como un maldito cobarde! ¡Tenía que patear en penal y meterle el gol de la victoria! Y no solo hablaba en términos futbolísticos… —¡B-Bien! ¿Qué te parece si esta noche vamos a un bar que conozco? ¡Ya sabes! Para las cervezas.

—…Ya volví a Londres, Kid. — Sintió que algo se desprendió de su pecho cuando lo escucho decir esas palabras.

¡Maldita sea! ¡Por eso odiaba las estúpidas películas de amor y a Liam Gallagher con su jodido Wonderwall!

Se mantuvo en silencio por unos segundos para luego volver a hablar con la voz ligeramente entrecortada — Ahm… Entiendo. No importa, igual tenía un par de cosas que—

—¿Por qué no vienes el sábado aquí?

Su respiración se entrecortó de inmediato ¿Lo estaba invitando a Londres?

—Tengo que ir a una exposición de arte en la mañana, pero si quieres después de eso podríamos vernos y

—¡N-No! Está bien, yo voy contigo ¡Me encanta el arte! — No tenía ni puta idea de lo que era una exposición de arte, pero por estar con él se uniría hasta a un maldito club de costura.

Sin embargo recordó cierto detalle que lo hizo maldecir por lo bajo.

¡La final de la FA era ese mismo día!

¡Ya había quedado con Killer y el resto de los idiotas para ir a verlo a un bar del centro de la ciudad! ¡No podía perderse ese juego! El Liverpool se jugaba el primer título de la temporada contra los malnacidos del Manchester United.

—¿Ocurre algo?

—No… Es solo que… — ¡Diablos! Tenía que escoger. ¡Bien! El Liverpool tenía más de cien años de historia, de seguro seguiría allí unos cuantos años más para él, pero una cita con Katakuri, así sea a un aburrido museo a ver aún más aburridas piezas arte, era una oportunidad única. ¡No podía dejarla pasar! — Mis amigos irían a ver un partido… ¡Pero no importa! ¿Dónde nos vemos?

—Te pasare la dirección por mensaje de texto.

¿Esto realmente estaba pasando?

¡Tendría una cita con su chico de las donas! 

 

Notas finales:

Aclaraciones del Capitulo:

Maryside: Uno de los condados de Inglaterra cuya capital es la ciudad portuaria de Liverpool.

FA Cup: Conocida como la «Football Association Cup», es el torneo de futbol profesional más antiguo del mundo. Se juga entre los equipos de la Premier League y sus divisiones menores. Es muy popular en el Reino Unido y uno de sus campeonatos nacionales más importantes.

 

N/A:

¡Hola! ¿Cómo han estado? Espero que bien bellezas. Pues, como dijo el famoso filosofo Chespirito, terminé publicando esta historia sin querer queriendo hehehe… Honestamente, escribí este relato a principios de año en un arrebato de inspiración, pero por diversos motivos de trabajo y estrés no me atreví a publicarlo hasta que la personita mas maravillosa que he tenido la oportunidad de conocer en este fandom, me animo a hacerlo, ¡Y si, me refiero a mi hermosa sis, AcidRain! No creo merecer jamás el tener una amistad tan linda y genuina como la tuya. Sabes que siempre podrás contar conmigo para lo que sea ¡Te amo, Sis! ¡Lo eres todo!

Y no se si esta historia vaya a pegar o no, porque a decir verdad es una pareja totalmente wtf, ¿Pero que puedo decir? Siempre he tenido esa espinita de un KatKid/KidKat (Ay, amo hasta como suena <3). Ver a dos personajes tan dominantes y desprendiendo esa masculinidad nata me mata mil y un veces. Tambien quería probar cosas nuevas y nuevos escenarios. Porque tengo que ser honesta, ¡AMO escribir a Kid! Siempre me mato de risa con todos sus comentarios y con su malosa forma de ser. Es un personaje que tiene una parte mi corazón, porque todas sabemos que es ese arquetipo de chico malo pero con un corazón de oro, y Katakuri pfff… No tengo nada que decir que no haya dicho ya. Es mi fantasía predilecta, y solo imaginarme a esos dos juntos hace que se me suban los colores con la misma intensidad con la que sufrí viendo Brokeback Mountain JAJAJA.

Espero que les guste este extraño hijo que he procreado, si es así háganmelo saber y nos reímos juntas de todas las babosadas que piensa Kid, y sino igual, recibiré los tomatazos con una enrome sonrisa en el rostro.

¡Espero verlas en la próxima actualización para ver que pasara en la primera “cita” de Katakuri y Kid! ¡Mil besos bellezas! 


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