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Hojas de Almendro por Medora

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Notas del fanfic:

Reedición de un fic que hice hace un par de años.

Notas del capitulo: Fusioné dos capitulos de la anteriorsaga para darles algo más.
Este es mi primer fic de AI NO KUSABI una magnifica serie y espero estar a la altura de la misma con este universillo alterno que he creado.

Aclaraciones: IASON es un elfo y RIKI es un humano… mantuve eso del amo y esclavo un poco. Este fic ya tiene tiempo que lo escribí, así que ya no sé si es esa época estaba más o menos pervertida que ahora.   Como última aclaración diré que voy a editar los capítulos,  ya que tenían faltas de horrorgrafía y demás, así que me dedicaré, uno a hacer más largos los capítulos, y dos a revisar todo de nueva cuenta. Sin mencionar que deberé unir unos capítulos con otros para no dejar a nadie a la expectativa.


Bueno ojalá y les guste. Sino, pues espero una crítica seria. De esa manera trataré de mejorar con el tiempo igual que el vino y algunos quesos XD


 
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Hojas de Almendro.  Capítulo uno: HORDA

Parejas: IasonXRiki y algunas más. Advertencias: AU, Yaoi,  bondage, non/con,  además de otras cosas que se me pasan por ahora XD.  Ningún personaje de Ai no Kusabi me pertenece y hago esto por que me encanta escribir, nada más. Pero habrán personajes de mi entera creación, esos SI que me pertenecen y no estoy dispuesta a compartirlos XD




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El suave aroma de las flores de almendro llegaba hasta su nariz. Ese olor era evidencia de que se acercaban al reino de los elfos… sólo un poco más y ya estarían en el punto acordado.


-Torel, adelántate con cinco hombres y dime cómo están divididos los arqueros. Yo me iré por el lado opuesto.

Dijo el jefe de la horda de bárbaros humanos, a los cinco hombres sucios que le miraban atentamente,  planeando realizar el clásico movimiento de tenaza, por el que su banda había triunfado en sus tantos atracos contra los elfos, cosa que los hermosos seres ya no soportaban…

Había precio por sus cabezas.  Uno con bastantes ceros interesantes y tentadores.

-Riki, ¿la misma clave de siempre?- preguntó  aquél al que llamaban Torel.

-Si, son dos no lo olvides.

-Entendido.

Los seis hombres se alejaron.

Su objetivo estaba a la vista, las caravanas del tributo que ofrecían las aldeas de los enanos estaban bien provistas… un verdadero deleite para los asaltantes de caminos.


No había demasiado tiempo, ya que comenzaba a oscurecer y eso sería una enorme desventaja ya que los hermosos seres ven mejor que los humanos de noche… eso iba a resultar una desventaja sobre todo si querían llegar a casa sin una flecha por adorno saliendo cómoda de alguna parte del cuerpo. Además del pequeño inconveniente sobre el dolor que podría causar.


Riki llevaba a su mando a otra media docena de hombres, que se escondían en otra parte del bosque,  en espera de la señal de Torel.


Dos aullidos se dejaron escuchar por el bosque… era hora de atacar.

Los siete se apresuraron a llegar al claro donde la caravana había parado a descansar.  Las mulas necesitaban beber al igual que los elfos y esto fue su perdición. Sin perder más tiempo, todos los humanos atendiendo a la señal se apresuraron a dar cuenta  del botín.

Con espadas rústicas y dagas melladas los hombres empezaron a luchar. Tenían entre sus filas únicamente a dos arqueros que no se comparaban en lo más mínimo con los que los elfos poseían.

Sin embargo sus flechas distrajeron la atención de los bellos arqueros, dejándole a Riki y a sus hombres el camino libre para atacar con sus armas maltrechas.


Todo parecía salir a pedir de boca. Si bien no herían a los elfos de gravedad, al menos los dejaban fuera de combate. Sin embargo, con suma desazón, el moreno jefe de la  horda sintió que algo no marchaba bien.   Estaban ganando con mucha facilidad. Demasiada.

No supieron cuando llegaron refuerzos y en menos de un parpadeo ya estaban rodeados.


Una emboscada.

Con suma destreza los bellos seres de afiladas orejas, ya los tenían en jaque, dando una vuelta al resultado de la contienda de 180 grados. 

-¿Son éstos los bárbaros que Lord Iason busca?… a mi no me parecen tan peligrosos- dijo con desdén un elfo en lengua común, disfrutando del enojo que reflejaban los rostros de los capturados.

-¿Cuál de ellos es el jefe?- preguntó con monocorde voz otro elfo ignorando las burlas de sus compañeros. El simplemente estaba allí para cumplir su misión y nada más.

-Debe ser ese- dijo otro señalando a Torel, pero el otro negó con la cabeza.

-Es aquél- dijo Raoul, un elfo rubio que parecía ser el líder, señalando a Riki, quien estaba atado y sometido por tres elfos a diferencia de sus hombres que sólo entretenían a uno cuando mucho a dos de ellos.

-¿Qué hacemos con él Raoul-sama?- dijo otro elfo de cabellos oscuros mientras pateaba a Riki.


-Iason-sama lo quiere vivo… con los demás hagan lo que les plazca- dijo el elfo sin inmutarse haciendo una señal a algunos de sus hombres para que llevasen al hombre en el falso carro de caravana.

Los elfos rieron ante la indiferencia de Raoul, pues tenían pensadas dos que tres cosas para los humanos quienes de antemano sabían que les esperaba una muerte horrible… peor que la que le dedicarían esos seres a un perro, ya que para ellos los humanos son menos que las otras razas de seres… quizá los tenían en peor estima que a los enanos.

Por su parte Riki maldecía por su estupidez pero no tenía nada más que seguir a ese tipo, además de que sus fieles amigos morirían por su descuido.

Ya no podría volver a casa a ver a sus hermanos y hermanas. En el clan en el que él se crió las mujeres tenían muchos hijos, pero no sabían hacer grandes cosas con la tierra, además de su condición nómada. Esa era la razón de tener que vivir de la manera en la que lo hacían. El pillaje era una buena forma de mantener con comida caliente y  mantas abrigadoras a sus familias.

Pero todo ello sería algo que no iba a importarle al jefe de los elfos.


Cada vez más sentía que su corazón palpitaba del creciente miedo.

Sabía que lo llevaban al núcleo del bosque del Almendro, a la morada del elfo más poderoso de ese lado del mundo.

Iason Minkaisel

Ni si quiera la fragancia de los árboles ayudaban a tranquilizarlo.

Ya casi estaban en el reino escondido del elfo. El golpeteó de su corazón desaforado podía desmentir la careta desafiante que se había colocado. Muy probablemente esos seres al tener tan excelente sentido del oído podrían notar ese sonido en su pecho tan irregular. Esa podría ser la razón de las sonrisillas de burla que le dedicaban.
 Debía reconocer en honor a la  descortesía y al mal gusto, que esos elfos se las  habían arreglado bastante bien para echar por el barro su orgullo de jefe, al llevarlo en aquél carro desvencijado, que con las numerosas armas y mantas le había parecido a lo lejos un carro de provisiones en un   principio.    Ahora que el falso hechizo se desvaneció, lo conducían sobre la ajada madera, como si se tratara de un trofeo de caza.  Las ruedas chirriaban tanto como sus apretados dientes.
Un millón de torturas pasaron por su mente y quizá ni la mitad de cruentas cómo seguramente serían en la realidad.


Las cadenas estaban lastimándole la piel; trataba de deshacerse de ellas en vano.

-Hemos llegado humano- dijo Raoul despectivamente, mientras hacía que Riki se incorporara para llevarlo ante el rey.


Sus pies tocaron la suavidad del camino de pétalos que conducía al castillo del gran Iason.

Cerró los ojos rogando a los dioses que si debía morir lo hiciera con rapidez.




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Pensó que una vez que llegara al castillo de los Almendros sería llevado inmediatamente ante l presencia del tal “Lord Iason” , pero no fue así.

El lugar era enorme, una fortaleza emplazada en medio del bosque de Almendros más extenso de la tierra. Su fragancia delicada lo dominaba todo.

Tenían que franquear unas enormes puertas… mucho más grandes que los Trols de las montañas, para poder entrar en el imponente recinto.

El rubio jefe elfo se adelantó para solicitar a los guardias del portón que abrieran.

Las puertas se abrieron con lentitud gimiendo sobre sus goznes, a tal guisa que pareciera que jamás la abrían.

Todo esto escapaba de la percepción del cautivo, pues en su mente recreaba una y otra vez el error que cometiera. Era obvio que un día los elfos los atraparían, pero como todo buen fanfarrón pensó que para eso todavía faltaba mucho…  Gran error.

Recordaba la falsa caravana y como los elfos caminaban de manera encorvada, simulando ser indefensos enanos, pero cuando él llegaba con refuerzos , se despojaron del disfraz y lucharon sin mucho esfuerzo, apresándolos en un abrir y cerrar de ojos.

Ahora estaba encadenado, sobre un asno, en “calidad de bulto”, custodiado por dos elfos a cada lado.  Y él que se había quejado de ir en el carro.   Por lo menos, pensó, en el carro podía estar hincado y no boca abajo oliendo los efluvios del cansado animal. Además de hallar pasatiempo en contar las pulgas inquilinas.

Tardaron todavía varios minutos más en llegar al centro del fuerte.

El eco de voces hablando en el extraño idioma élfico se tornaban cada vez más cercanos. En un principio se imaginó que la cuidad estaría tras las enormes puertas rechinantes, pero no fue así. Habían pasado una de las murallas.  Franquearon otras dos más. Pero desde el primer retén,  fue obligado a ir de aquella manera tan denigrante.  Al burro sin embargo parecía no importarle mucho  tener que cargarlo.  Quejarse sería gratuito, ya que a fin de cuentas, pensó con sorna, no estaba de vacaciones ni de visita como para que se tomaran las debidas consideraciones para con él.
Hasta que por fin la “caravana” se detuvo. Pudo notarlo en la forma en que los soldados maldecían menos y bromeaban más.  Al pasar el último retén y llegar por fin a  la cuidad a Riki se le cortó la respiración de golpe.  Había escuchado cientos de rumores de los viajeros y de su misma tribu acerca de lo maravilloso que era aquél reino de altivos y hermosos elfos. Más verlo era completamente diferente. La cuidad parecía una hermosa perla, de barrocos diseños intrincados, bellos  y sutiles donde quiera que se posara la mirada. Acentuada esa esencia etérea por la presencia de los imponentes Almendros que todo lo dominaban. Con sus hojas rojizas y sus flores blanquecinas y grandes; abiertas en pimpollos suaves.  El  suelo de tonos siena de la tierra  así como los troncos de los árboles tan oscuros contrastaban maravillosamente con aquél conjunto arquitectónico. Las finas torres, el palacio, las casas, todo simulaba una bella flor de almendro de grandes proporciones.    A su derecha, Riki pudo  vislumbrar un riachuelo claro.  Todo un cuadro de verano.  Hermoso, sino fuese por el pequeño detalle de que tan augusto lugar aguardaba un sino funesto para él.  Cerca del sendero que conducía a las moradas blancas, comenzaban a verse una babel de seres. No todos en su mayoría elfos, aunque fuese el élfico la lengua que se oía fuera de las almenas.  Pudo ver algunos enanos,  dríadas y otros seres además de elfos que no conocía.  También habían humanos. No hizo falta que echase a andar la imaginación para comprender la calidad de vida que llevaban sus congéneres. Esclavitud. 
- Irúviel- dijo Raoul, con potente voz llamando a una joven elfa quien no tardó en acudir;  distrayendo a Riki de su revisión  visual del lugar.

-Dígame que es lo que se le ofrece Raoul-sama- dijo la hermosa muchacha elfa de cabellos rubios dorados.

-Lleva a este humano para que lo aseen ya que el Lord desea verlo- ordenó el  altivo elfo de lo más indiferente.

-Como ordene Raoul-sama- dijo la mujer al tiempo que hacía una reverencia.

Riki, que aún permanecía atado, fue “escoltado” por dos elfos siendo  guiados por Irúviel.

Llegaron al río en donde docenas de esclavos humanos ( y de alguna que otra raza) lavaban ya sea ropas o trastos.

De golpe los que custodiaban a Riki lo arrojaron al piso con tal fuerza que los guijarros se le incrustaron en la piel.

-Guy y Thar vengan acá par de inútiles- espetó la elfa contrastando su bella figura con ese mal carácter.

Al instante aparecieron dos humanos. Ambos llevaban un brazalete de cobre que señalaba su condición de esclavos y un taparrabo por toda prenda.

-Quiero que bañen a este perro y lo dejen reluciente ya que el mismo Iason-sama lo verá. Pobres de ustedes si no le sacan toda esa mugre y ese hediondo aroma… ¡A trabajar ratas que es para hoy!

Ni si quiera se molestó en ver si los humanos cumplían o no su orden. Se alejó del lugar con paso veloz a la vez que se tapaba el rostro como evitando oler el sitio.

En cambio los guardias no se alejaron de allí, luego de haberlo soltado.

Escapar sería una locura se dijo Riki con amargura…  Al menos por ahora.

Lo desataron para después tratar de quitarle los sucios pantalones y el abrigo de piel, remendados, cosa por demás difícil ya que Riki forcejeaba sin cesar.

-¡Estate quieto! Ni que deseara hacer esto…- dijo Guy dando cuenta de los pantalones, mientras Thar lo hacía del abrigo.

-¡Puedo hacerlo yo sólo!- gritaba Riki indignado.
-Si, si como digas.

Algunos minutos más tarde ya lo tenían completamente desnudo.

-¡JA! No esta nada mal, seguro y lo venden como semental- dijo Guy con sumo descaro al ver la atlética anatomía de Riki.

-¿A qué te refieres?- preguntó Riki esperanzado.

-¡AH los nuevos! ¿no lo sabes?- preguntó con fingida condescendencia ese al que llamaban Guy-  bueno digámoslo así: cuando los elfos capturan los humanos no sólo los ocupan de esclavos en este fuerte, sino también comercian con ellos, ya sea con elfos o con otros… humanos y demás razas.

-¡Humanos!- dijo Riki en tono ofendido.

-Claro, algunos de los nuestros no son unos “bárbaros” y poseen riquezas en metales que los rubiecitos aprecian mucho.

-Hey Guy, ya cállate que te están escuchando-  recomendó Thar en un apremiante susurro. 

-Si, ya lo sé.

Luego de eso ninguno de los dos hombres volvieron a pronunciar palabra alguna.

por más que forcejeó Riki no pudo evitar que ambos hombres lo ducharan.
Sentía humillación de que lo bañaran, a decir verdad esa actividad no le era del todo practicable y ahora se veía en la penosa situación de ser lavado como a un animal.

Le pusieron un lienzo de lino blanco por toda vestimenta.


-Listo- dijo Thar y los elfos tomaron a Riki uno en cada brazo.


Fue llevado a una parte del castillo principal. Lo dejaron en una gran galería de paredes blancas donde yacían mesas con diversos frascos. Por el olor dulzón del lugar se deducía que se trataba de una especie de “cuarto de belleza”.

Las puertas fueron cerradas tras los elfos, dejándolo sólo. Pero eso no duró demasiado tiempo. Un ejército de mujeres humanas llegaron, todas y cada una lo miraron de arriba a bajo.

No resultaba fácil adivinar las edades de cada una de ellas. Las había viejas con manos nudosas y jóvenes de piel fresca y ojos claros.

Sin miramientos lo despojaron de su única prenda. En el momento en el que iba a reclamarles, sintió varias manos, pringosas de aceites aromáticos, tocándolo por todos lados.

-¡NO, dejen eso! ¿qué me están tocando?… ¡oigan allí NO!- replicaba sin éxito.

Tan rápido como aparecieron así se alejaron dejando a Riki confundido, pero eso si, peinado y perfumado.

Unos minutos más tarde llegaron tres hombres que lo inspeccionaron como si se tratara de un garañón, metiéndole mano aquí y allá.  Concluida la revisión y ya satisfechos los tres salieron luego de ponerle una túnica blanca, corta que dejaba ver sus musculosas piernas de la misma forma que sus brazos.

Ira y confusión se mezclaban por igual en el jefe de la horda. Tenía varias interrogantes que seguramente ningún ser se tomaría la molestia en responderle.

La puerta se abrió nuevamente y por ella pasó la elfa llamada Irúviel.

-¡Vaya que cambio!, así ya no te ves tan salvaje. Es hora, el Lord te espera- dijo la mujer esperando a que Riki la siguiera- por cierto no debes verlo a los ojos ni hablar sin su permiso ¿entiendes bárbaro?- añadió lentamente las instrucciones como si el humano fuese estúpido.

Por su parte Riki se limitó a asentir.

-Es un auténtico honor para un perro como tu que el mismísimo Lord Iason te ponga el brazalete de la esclavitud. Sencillamente yo lo encuentro innecesario porque…

La perorata de la rubia no cesaba y como sólo decía cosas que carecían de importancia para el humano, éste decidió que ignorarla sería lo mejor.

El eco de los pasos a si como de la charla interminable de la elfa resonaba como un eco mientras subían las escaleras, rectas en algunos casos y de caracol en otros.

Riki se preguntaba cuánto más habrían de subir, hasta que su respuesta llegó junto a la aparición de unas puertas exquisitamente labradas, con motivos de hojas y flores, custodiadas por dos elfos, armados con escudos y lanzas.

Tras un breve anuncio las puertas se abrieron y el salón que dejaron a la vista resultó abrumador para un hombre de las montañas. Tanto lujo y riqueza jamás vista le causaron un mareo horrendo.

Columnas interminables custodiaban una especie de pasillo que llevaba al trono donde la figura de un rubio sentado le tensó el cuerpo… sin duda ese era “Lord Iason”

-¡Camina animal!- le espetó uno de los elfos guardias, golpeando a Riki para que llegara ante el señor de los elfos.

Con lentitud avanzó al encuentro. Aunque pareciera extraño no lo habían amarrado nuevamente.

Al acercarse al hermoso ser entendió el por qué.

No necesitaba de los guardias que estaban a su lado cerca del trono, ya que su sola presencia era apabullante.

Irúviel aún lo acompañaba y al llegar al frente del trono hizo una seña al guardia elfo quien acto seguido golpeó a Riki detrás de la rodillas con su lanza, haciendo que éste perdiera el equilibrio y cayera de rodillas.

La elfa hincó la rodilla izquierda en el piso y colocándose la mano derecha en el pecho declaró:

-Aquí lo tiene mi señor. El bárbaro está a su disposición.

-Puedes retirarte Irúviel- dijo el rubio monarca con monocorde voz.

La mujer así lo hizo, luego de levantarse y hacer una reverencia.

Entre tanto Riki seguía con la cabeza gacha y su pose sumisa.

-¿Tu eres Riki jefe de las hordas que han asolado estos lares?

-Obviamente que es así “señor” ya que de no serlo no estaría ante su augusta presencia- dijo el humano viendo a los ojos azules con desafío.

-¡Miserable! ¿cómo te atreves?- dijo uno de los guardias tras propinarle otro golpe con la lanza, pero ahora en la espalda.

-Dhaarel… no te pedí que hicieses eso-  reprendió  el rey en un tono frío, mesurado, que podía escalofriar.

-Pero señor…- empezó a protestar el soldado,  con los ojos abiertos por la incredulidad de que su señor lo reprendiera.

-No existe pero alguno. Si vuelves a hacerlo serás tu el azotado- declaró el rubio en el trono, sin subir ni una octava su voz, pero quizá por ello sonó más impresionante la amenaza. 

-Si señor.

-Bien así que aún no pierdes las esperanzas ¿o me equivoco bárbaro?- volvió  interrogar  el monarca a su prisionero.

-No entiendo a qué se refiere “señor”-  dijo Riki escupiendo la última palabra con pesado sarcasmo.

-Me hubiese maravillado que lo hicieras, ya que eso demostraría que no eres “tan” bárbaro como se cree- dijo el rubio- sigues siendo fuerte a pesar de tu adverso sino.

El moreno se limitó a verlo con furia para después decir:

-Es curioso “señor” que nos digan bárbaros a los humanos por robar lo que ustedes ganan con la sangre derramada de otras razas y con el miedo impuesto, además de esclavizar a otros por considerarlos inferiores.
-Veo que tendré que enseñarte yo mismo sobre quien manda y quien obedece.

-Me gustaría ver eso “señor”- desafió Riki con idéntica burla a su anterior comentario.

-Lo verás eso te lo puedo asegurar.

El brillo que cruzó en esos momentos los bellos ojos azules causo un escalofrió en el humano.

-Dhaarel, lleva al humano a mis aposentos. Es tarde y debo empezar a domarlo. Informa al pueblo que por hoy no daré más audiencias.


-Como usted desee Señor- asintió  el soldado cuadrándose.

El elfo tomó al moreno del brazo y lo condujo con suma facilidad sin importar el esfuerzo de Riki por soltarse.

Una vez dentro de los aposentos del rey elfo en guardia puso a Riki en una pared cercana al mullido lecho de su señor, colocándole unos grilletes que salían de la roca misma. Dejándolo de pie con tobillos y muñecas unidas a la fría piedra.


El guardián salió luego de encadenarlo. Dejó de insistir en liberarse, al sentir que las cadenas comenzaban a morderle la piel.  Supuso que Lord Iason aparecería de un momento a otro, pero no fue así.  Los minutos pasaban y ya los rayos del sol le indicaban que quizá hasta habían pasado un par de horas desde que lo pusieran allí.  Estaba  cansado pero sobre todo alerta.  Expectante
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Pensaba que Iason se había arrepentido o que algún pendiente lo retuvo, pero unos instantes más tarde apareció, vestido con una túnica color turquesa que le llagaba hasta los pies y blandiendo una vara.

-Tenía pensado venderte, pero veo que puedes servirme de diversión- dijo Iason Minkaisel al arribar a lo que presuntamente era su alcoba.

-Ni si quiera lo intentes- amenazó Riki, aun a sabiendas de que no podía defenderse  estando atado.

-¡Me amenazas!- dijo el elfo con suma incredulidad para luego reír de lo lindo- ¿Has olvidado en qué posición estás?




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Bueno ya viene lo mejor ( o eso espero XD)

¿Qué les perece?






 
Notas finales:

Por su atención gracias.

Será un placer para mi el pervertirles en el siguiente capitulo.


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