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Peligroso DongHae por DenisseZepol

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—¡Mira por dónde vas, imbécil! 


 


DongHae se limpió el sudor de la frente mientras corría, en bicicleta, por las calles de la ciudad. Ignorando los airados gritos y al beligerante hombre. Era mensajero, y tenía un paquete que entregar. Cayera lluvia, aguanieve, granizo, o hiciese un sol malditamente abrasador que derritiera su cerebro, Kim Inc. iba a tener ese sobre. Avanzó a través del denso tráfico y por poco un taxista lo golpea en la rueda trasera, cuando doblaba la esquina. 


 


—¡Si llegó a golpearte, te denuncio! —gritó el taxista mientras agitaba su puño en el aire. 


 


—Primero tendrías que pillarme — DongHae gritó mientras corría directamente hacía un expendedor de periódicos, chocando contra él, y aterrizando a su lado. 


 


‘Joder, eso le había dolido’. 


 


—¿Está bien? —preguntó un hombre que pasaba, pero no se detuvo. 


 


DongHae gimió y luego se puso en pie, sacudiéndose los pantalones. Hizo una mueca cuando se dio cuenta que se había raspado y rasguñado las palmas de sus manos y los nudillos. Gracias a los dioses que llevaba casco, aunque la cosa lucía más golpeada y maltratada que un coche de carreras, rodilleras, y coderas. 


 


Se acercó a su bicicleta, inspeccionó las ruedas, y se sintió aliviado al ver que no tenían ningún daño serio. Tener que comprar una nueva, sería un asco. Ya había pasado por eso tres veces este año. 


 


Y sólo estaban en mayo. 


 


Saltando de nuevo sobre su bicicleta, DongHae comenzó a bajar de la acera, corriendo hacia su destino. Iba retrasado, y necesita llevar ese sobre a su propietario. 


 


—¡Sal de la maldita acera, idiota! 


 


DongHae saltó de la acera, condujo por la avenida de Adán, y se sintió feliz cuando vio el gran edificio, imperiosamente, delante de él. Su fachada estaba construida en su mayor parte de cristal, tenía un patio delantero grande, de modo que DongHae tenía lugar para estacionar su bicicleta, y disponía de un directorio fácil de seguir. 


 


Sin embargo, no era la primera vez que entregaba algo en esa empresa. 


 


DongHae trató de estirar su pierna por encima de la bici, y viajar en uno de los pedales como había visto que hacían los otros mensajeros, hasta llegar a su destino y luego simplemente presionar el pedal, pero no funcionaba exactamente como él quería. 


 


Nunca lo hacía. 


 


De todos modos, siguió intentándolo. 


 


El bajo de su pantalón se quedó atrapado en el otro pedal, y pronto se encontró tendido en el suelo, con su bicicleta golpeando contra él, mientras la rueda trasera seguía rodando. 


 


‘Joder, eso le había dolido’. 


 


Miró a las personas que entraban y salían del edificio. Algunos giraban sus ojos, pero ninguno se ofreció a ayudarlo o le preguntó si estaba bien. Estaba acostumbrado a los golpes y contusiones que adquiría en su trabajo. Pero, a lo que no se acostumbraba era a que la gente fuera con tanta prisa, que ni siquiera tuvieran la gentileza de agacharse y darle una mano. 


 


Sólo les llevaría cinco segundos. 


 


Nunca entendería a las personas que corrían por la vida sin tomarse el tiempo para disfrutarla. ¿O por qué la gente no podía tomarse ni cinco segundos en ser amable con alguien más? La bondad era libre, pero parecía que mucha gente lo obviaba. 


 


La sociedad en su conjunto desconcertaba a DongHae. 


 


Enderezó su bicicleta cerca de la puerta y le puso el candado, luego se apresuró hacia la fila de ascensores. Colocando su bolsa de mensajero hacia delante, sacó el sobre, y luego dejó caer la maldita cosa. Cuando se agachó para recogerlo, le dio una patada, y vio con horror como se deslizaba a través del vestíbulo principal, y dirigiéndose hacia las escaleras mecánicas. 


 


—¡No! —gritó y se fue tras él. Si perdía el sobre, iba a ser despedido. El Sr. SiWon estaba bastante cansado de que DongHae volviera a mensajeros competentes y le dijera que había perdido otro paquete. 


 


Estaba patinando sobre fino hielo. 


 


DongHae suspiró de alivio cuando un hombre piso el sobre, el pulido zapato wingtip evitó que el sobre fuera devorado por los plateados dientes de la escalera mecánica. 


 


—¿Es tuyo? —preguntó el hombre mientras se inclinaba por la cintura y cogía el sobre. 


 


Mierda. DongHae había hecho un centenar de entregas a ese hombre. El Sr. Choi SeungCheol estaba allí sosteniendo el sobre, con una irónica sonrisa en su rostro. 


 


—Gracias —dijo, mientras se acercaba y tomaba el sobre de papel de la mano del Señor Choi. 


 


—Trate de mantener un férreo control sobre él, DongHae —dijo Choi con un brillo de risa en sus ojos color gris claro, mientras se alejaba. 


 


DongHae parpadeó ante el hombre y luego lo sacó de sus pensamientos mientras se acercaba a los ascensores. Había otras personas allí esperando. Siempre que hacía una entrega allí, el pasillo de los ascensores, estaba lleno de gente. 


 


Vio a una mujer con un cochecito, un señor mayor, y unos pocos hombres, con lo que parecían ser unos trajes muy costosos, con la mirada fija en los números situados encima de los ascensores. No estaba seguro de lo caro que eran los trajes, porque DongHae no tenía ninguno. Se quedaba con los pantalones vaqueros y camisetas. 


 


Eran mucho más fáciles de remplazar cuando derramaba algo y arruinaba sus ropas. 


 


Cuando el ascensor de la izquierda se abrió, los ocupantes salieron y los hombres, en sus trajes de apariencia cara, se apresuraron dentro, DongHae se hizo a un lado, sonriendo a la mujer con el cochecito y al señor mayor, agitando una mano hacia el ascensor. —Adelante. 


 


Era joven. DongHae podría coger el siguiente, correr por el pasillo, y aún llegar a tiempo. Ellos dos no podrían. 


 


—¿Podrían sostener la puerta por favor? —preguntó la mujer a los hombres que ya estaban en el ascensor, pero actuaron como si hablara en otro idioma. Cuando las puertas comenzaron a deslizarse, dejando a la mujer por detrás, DongHae se acercó y puso su mano en las puertas, impidiendo que se cerraran. 


 


—Puedes pasar. 


 


—Tengo una reunión a la que llegar —espetó uno de los hombres con traje. 


 


—Y todavía estará allí —murmuró DongHae. 


 


Los hombres de traje intimidaban a DongHae, pero una mujer y un bebé siendo desairados lo superaban. Lidiaría con sus enojadas miradas para echarles una mano. 


 


—Gracias, joven —dijo ella, sonriendo a DongHae, y luego miró a los hombres en el ascensor. 


 


Su gratitud hizo que todo valiera la pena. 


 


DongHae corrió hacia el ascensor de al lado, sosteniendo la puerta para que el hombre mayor entrara, a continuación, pulsó en el botón 5. Tarareaba para sí mismo y se preguntaba si su pez tendría suficiente comida, mientras el ascensor subía sin problemas, hacia el quinto piso. 


 


Una vez que las puertas se abrieron, DongHae salió... y, a continuación, tropezó. El sobre salió volando de su mano, mientras el caía sobre su rostro. 


 


‘Joder, eso le había dolido’. 


 


—¿Estás bien? —le preguntó la recepcionista que se encontraba de pie, detrás de su escritorio, mirando a DongHae con los ojos muy abiertos. 


 


—Sí —respondió DongHae mientras recogía su dignidad y el sobre del suelo. Sonrió cortésmente, y observó la placa de identificación, JinRi—. Tengo un paquete para el Señor Lee. 


 


DongHae metió la mano en su bolsa de mensajero y sacó el portapapeles con los formularios adjuntos donde los destinarios debían firmar, entregándoselo a JinRi. 


 


Finalmente, ella levantó una ceja mientras miraba el triste estado de los documentos adjuntos y del portapapeles. A DongHae se le había caído tantas veces él portapapeles, que este, tenía su propia cuota de golpes y contusiones. 


 


—Necesito que me firmes esto. 


 


— JinRi, he terminado con las entrevistas por hoy. Envía a casa a cualquier otra persona que se presente —dijo un hombre mientras salía de su oficina. 


 


—Sí, Señor Lee. 


 


—¿Es para mí? —El hombre se volvió hacia DongHae, asintiendo hacia la envoltura apretada en la mano de este. 


 


Todo lo que DongHae podía hacer era mirar a los ojos amatistas más deslumbrantes que nunca hubiera visto. El hombre se acercó a él, su poderoso cuerpo, delgado y musculoso, se movía con facilidad. Cuando el Sr. Lee se detuvo, DongHae se dio cuenta de que el hombre se alzaba sobre él por lo menos veinte centímetros. 


 


Wow. 


 


El Sr. Lee chasqueó los dedos delante de la cara de DongHae. —¿Te pregunté si esa entrega es para mí? 


 


DongHae parpadeó un par de veces, y luego sintió el calor de su cara a un nivel que rivaliza con los rayos del sol. —Oh, sí, lo es. — DongHae extendió su mano con el sobre y golpeó al hombre justo en la nariz. 


 


—¡Oh, dios mío! — DongHae se quedó blanco, horror lo dominó. Estaba seguro que iba a perder su trabajo después de esto. 


 


—¡Señor Lee! —gritó JinRi. 


 


—¡Maldita sea! —gruñó el Señor Lee cuando puso una mano sobre su nariz y luego la alejó, obviamente, comprobando si tenía sangre. 


 


—¿Está usted bien? —preguntó DongHae, dando un paso adelante y llegando a... se tropezó, y golpeó con su mano la nariz del Sr. Lee. 


 


—¡Mierda! —gritó el Señor Lee. 


 


—¡Oh, infiernos! —murmuró JinRi. 


 


—Estoy muy jodido —susurró DongHae. 


 


DongHae se tapó la boca con la mano, mirando con ojos muy abiertos y horrorizados como el Sr. Lee se apoyaba en el mostrador de la recepcionista. 


 


—¿Está usted- 


 


—No te acerques —advirtió el Sr. Lee, mientras sostenía una mano para protegerse de DongHae—. Si tratas de ayudarme una vez más, podría necesitar una ambulancia. 


 


DongHae dio un paso atrás y se inclinó lentamente hacia el mostrador, colocando el sobre en la lisa superficie, asegurándose de no tocar al hombre. —Esto es para usted, Señor. 


 


Los ojos amatistas del Sr. Lee se ampliaron ligeramente, y luego su mano bajó lentamente por su nariz mientras sus ojos escudriñaban a DongHae de pies a cabeza. —¿Cómo te llamas? 


 


‘Oh, diablos’. El Sr. Lee iba a demandar a mensajeros competentes. DongHae estaba a punto de perder su trabajo. De inmediato comenzó a pensar en quién más podría contratarlo, mientras contestaba al hombre herido. 


 


— DongHae, Señor. 


 


Ahora los ojos amatista se entrecerraron, hasta convertirse casi en ranuras, mientras el Sr. Lee dio un paso más cerca de DongHae. Oh, mierda. El hombre le iba a pegar en la nariz. DongHae dio un paso atrás, levantando el portapapeles delante de su rostro mientras se encogía. —Me sangra muy fácilmente, Señor. 


 


—¿Qué? —El tono estaba llenó de desconcierto. 


 


DongHae bajó, un poco, el portapapeles y se quedó mirando por encima del borde, viendo confusión en los ojos del hombre. —Le dije que me sangra con facilidad, Señor. Así que, si se me va a golpear en la nariz, es posible que desee poner primero, una toalla en la limpia alfombra. 


 


El Sr. Lee miró a JinRi y luego otra vez a DongHae, con rígida postura mientras sus manos se deslizaban en los bolsillos de sus arrugados pantalones. —No te iba a pegar, DongHae. 


 


—Oh —dijo DongHae mientras se inclinaba hacia adelante y con mucho cuidado puso el portapapeles en el mostrador—. Si alguien es tan amable de firmar el formulario, me podré ir de aquí. 


 


El Sr. Lee echó un vistazo al portapapeles, poniendo la misma mirada perpleja que JinRi había puesto al verlo, y luego regresó sus ojos a DongHae. —¿Cómo te has hecho daño? 


 


DongHae se había perdido. ¿De qué diablos estaba hablando el hombre? 


 


—Tus manos. 


 


DongHae levantó sus manos hacia arriba y les echó un vistazo, viendo los arañazos y rasguños que las decoraban. Incluso, algunas de las marcas, tenían costras de sangre. —Oh, me caí, Señor. 


 


—¿Siempre eres tan propenso a los accidentes? —preguntó el Sr. Lee. 


DongHae sonrió mientras miraba al guapo hombre. —Por supuesto. Eso sucede cuando eres un desafió de la coordinación, Señor. 


 


—Cuando eres, ¿un qué? —preguntó el Sr. Lee, con, nuevamente, una perpleja mirada en su rostro. 


 


—Es un torpe —dijo JinRi desde detrás de su escritorio, mostrándole a DongHae una cálida sonrisa. 


 


El Sr. Lee le dio a DongHae otra mirada de arriba a bajo y luego negó. —Si crees que puedes conseguir llegar a mi oficina sin lesionarte —comenzó, y luego señaló a una puerta color caoba—, ve y toma asiento hasta que yo te acompañe. Trata de no romperte el cuello. 


 


DongHae estaba un poco confundido en cuanto a por qué el Señor Lee lo quería en su oficina, pero obedientemente, se dirigió hacia la puerta. Tal vez iba a proponerle firmar algún documento legal que dijera que el Señor Lee no demandaría a mensajeros competentes, si DongHae nunca volvía a aparecer por allí, de nuevo. 


 


Lo cual significaba que todavía iba a ser despedido. Una vez más. 

Notas finales:

Los zapatos Wingtip disponen de una puntera que llega a un punto en el centro, y se extiende hacia los lados de los zapatos, en una forma que se asemeja algo a las alas.


 


 


 


Gracias por leer.


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