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130. Corazón de Oro (23) por dayanstyle

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—Cuando dije que era mi deber manteneros a salvo a ti y a Jae Han, eso no incluía tener un compañero de cuarto. —Chen Le comenzó a cerrar la puerta en la cara de Jeno, pero su hermano levantó la mano, evitándolo.

—Vamos, Chen Le. Se razonable. Ji Sung necesita un lugar para quedarse, y tienes mucho espacio. Ni siquiera sabrás que está aquí.

Las vacaciones ya habían sido solitarias para Chen Le. Dos de sus hermanos estaban emparejados – los dos hermanos que le importaban. Su hermano mayor, Yun Soo, estaba prófugo, huyendo de alguna agencia que quería arrestarle a él y a la madre de Chen Le. Aún no podía creer esa mierda.

Pero solitario o no, no había manera que no notase un compañero de cuarto en su casa. Nadie era tan malditamente silencioso.

—Ya estoy viejo. —Argumentó Chen Le—. Me gusta la paz y tranquilidad por aquí, y mi horario es una locura. Además, sabes que no juego bien con los demás.

—Sé cómo es tu horario —dijo Jeno—. Ambos trabajamos en la estación de bomberos. Eso es lo mejor. Apenas estarás aquí, y Ji Sung conseguirá un trabajo tan pronto como su hombro sane. Apenas se verán.

Jeno sonrió, como si le hubiese dado a Chen Le la perfecta solución. Pero a Chen Le no le importaba si su hermano intentaba sobornarle, no iba a tener un compañero de cuarto. No le gustaba compartir su santuario con nadie. Ese era el por qué ni siquiera tenía una mascota.

—No quiero un extraño en mi casa. —Chen Le dio un paso a un lado y permitió que su hermano entrase. Hacía mucho frío afuera y todo su calor estaba saliendo por la puerta. No podía esperar a que el invierno terminase. Chen Le detestaba el frío.

—¿Escuchaste algo sobre mamá y Yun Soo?

 

 

Chen Le sabía lo que Jeno estaba haciendo. Estaba cambiando de tema, esperando que Chen Le bajase la guardia y estuviese de acuerdo en dejar que Ji Sung se quedase aquí.

No había oportunidad en el infierno que fuese tan tonto como para caer en esa táctica. —Primero de todo, quítate los zapatos de nieve, y no, no he escuchado nada. ¿Por qué vendrían a mí, de todos modos? Yun Soo me odia a muerte, y mamá nunca fue cálida y acogedora conmigo. Y si apareciesen, no les dejaría entrar. ¿Me veo como un idiota? El gobierno les está persiguiendo. No quedaré atrapado en esta tormenta de mierda.

Después de quitarse las botas, Jeno se dejó caer en el sofá de Chen Le y apoyó un brazo en el respaldo. —Aún no puedo creer que fuesen traidores a nuestro país y nunca lo supiésemos.

Chen Le tampoco podía creerlo. Bueno, quizás pudiese creer eso de Yun Soo. Su hermano mayor siempre había sido reservado. Podía creer eso de él, pero, ¿su padre y madre? Su mente aún estaba impresionada por esa revelación, y Chen Le todavía no estaba seguro

que fuese cierto. Nadie querría creer que sus padres fuesen malignos.       5

Apretó los dientes simplemente pensando en eso. —¿Quieres una bebida?

—Seguro. Hae Chan no sale hasta las seis, de manera que puedo quedarme un minuto.

Chen Le estaba verdaderamente feliz por sus hermanos. Lo estaba. Pero verlos tan enamorados mientras él aún estaba soltero hacía que el pecho le doliese. Quería besarse con alguien que no pudiera dejar de manosearle, y alguien que hiciese que otras personas pusieran los ojos en blanco porque Chen Le y su pareja estuviesen tan acarameladitos. Primero tendría que encontrar a su pareja, y como todo sobrenatural sabía, esa no era una tarea fácil.

Pero lo único que Chen Le no quería era que algún chico invadiese su espacio. —Dime por qué no puede quedarse contigo.

—Estoy recién apareado —dijo Jeno—. No le quiero escuchando a Hae Chan cuando él−

—No te atrevas a contármelo. —Advirtió Chen Le—. No necesito pensar en lo que hace tu peludo culo con tu pareja.

 

 

Jeno se rio suavemente entre dientes. —Bien, sin detalles.

Chen Le le miró antes de girarse de nuevo y servir dos vasos de bourbon. No podían emborracharse con el alcohol porque un cuerpo no humano lo quemaba demasiado rápido, pero a ambos les gustaba el sabor. —Hay más para que quieras que tenga a Ji Sung como compañero de cuarto. ¿Crees que no te conozco? ¿Qué no me estás contando?

Cuando Chen Le se giró, Jeno se veía incómodo. Sonrió, pero no alcanzó sus ojos. —No estoy escondiendo nada.

—Eres un horrible mentiroso, hermano pequeño. —Tendió a Jeno su bebida—. Si quieres que incluso considere que Ji Sung viva aquí, mejor que confieses.

No es que dejase que Ji Sung se mudase, pero Chen Le tenía curiosidad sobre lo que estaba escondiendo Jeno.

—De acuerdo. —Jeno levantó una mano—. Podría estar un poco… ansinquieto.

¿Incluso eso era una palabra? Chen Le dudaba que lo fuese mientras pensaba en lo que Jeno estaba pidiendo. Sus instintos lucharon contra la idea de permitir que alguien viviese con él, pero sería agradable tener a alguien alrededor que pudiese preparar comida y hacer la colada. Nunca tenía tiempo para las tareas domésticas y si no fuese por los restaurantes locales, Chen Le se moriría de hambre. —

¿Puede cocinar?

Jeno se encogió de hombros. —Si no, podrá salir corriendo  por comida.

Frotando su mandíbula, Chen Le finalmente decidió darle una seria reflexión a la solicitud. Se ocuparía de la perturbación en su casa y si eso significase tener ropa interior limpia sin hacer una carga en el último segundo. —No haré promesas —dijo—. Si la mierda no funciona, te lo regresaré.

Chen Le sintió  como   si   debiese   tener   la palabra  papanatas estampada en la frente. 

—Suficientemente justo. —Jeno se levantó y dejó el vaso en el aparador junto a la estantería— Pero tampoco estamos hablando de un par de discusiones. Tiene que ser un completo idiota hacia ti antes de que me llames.

Chen Le gimió. ¿Realmente iba a aceptar el desafío? Le gustaba su soledad en casa, y su hogar limpio y ordenado. Le gustaba llegar a casa y ver su programa favorito en la televisión, aunque hubiese visto cada episodio una docena de veces. Era una criatura de hábitos, y los cambios siempre lo perturbaban.

Pero maldita sea, simplemente no podía rechazar a Jeno, y su hermano sabía que Chen Le cedería si mantenía la mirada. — ¿Cuándo le dejarás en la puerta de mi casa?

Jeno sonrió. —¿Debería sujetar con un alfiler una nota en su pijama?

Chen Le frunció el ceño. —Hombre, jódete. Sólo dime cuando esperarle.

—Sale mañana del hospital. Tuvo que quedarse una semana más debido a las complicaciones de su herida de bala. Cogió fiebre, y los médicos no le dejaron ir hasta que hubiese desaparecido.

—Me debes una por esto. —Chen Le se terminó su bebida, y entonces se sirvió otra—. Y tendrás que dejarle entrar. Comienzo un turno de veinticuatro horas esta noche.

Normalmente trabajaba cuarenta y ocho horas en el departamento de bomberos, pero no siempre. Chen Le se alegraba que su turno hubiese sido reducido a la mitad. Necesitaba el descanso. Últimamente había metido muchas horas porque odiaba estar solo durante las vacaciones.

Así que, ¿por qué estás luchando contra tener un compañero de cuarto si odias sentirte tan solitario? Porque también le gustaba su privacidad. Chen Le rodó mentalmente los ojos. Incluso si a veces no pudiera entenderse a sí mismo.

—Te llamaré cuando se instale. —Jeno se dirigió hacia la puerta. Se giró, dándole a Chen Le una sincera sonrisa—. Realmente aprecio que hagas esto por mí. Hae Chan se preocupa por su hermano.

—Sabes que te cubro la espalda.

—Entonces, ¿por qué me diste tanta mierda? —preguntó Jeno.

—Tengo que ser yo. —Chen Le le guiñó un ojo—. Ahora vete de manera que pueda desnudarme y ver mi programa.

Jeno hizo una mueca. —No necesitaba esa imagen.

—Pero la tienes, así que disfrútala. —Chen Le sonrió con suficiencia cuando cerró la puerta de un portazo en la cara de Jeno.

Se dio la vuelta y terminó su bebida, su sonrisa desaparecida. Se pasó una mano por la cabeza, dejando salir un profundo suspiro, ya lamentando su decisión.

 

Era después de medianoche para cuando Chen Le llegó a su hogar. Había esperado que su turno de veinticuatro horas fuese relajado, pero el departamento de bomberos había sido llamado por un accidente de coche, apagar el fuego en una cocina, ayudar a un hombre que estaba teniendo un ataque al corazón y Chen Le había sido enviado para bajar a un maldito gato de un árbol.

Al principio había pensado que lo último era una broma, pero cuando apareció en la casa de una anciana, ella le había guiado hacia el patio trasero para bajar a su gato blanco y negro.

Tendría los próximos tres días libres, y planeaba disfrutarlos acurrucándose en el sofá sin moverse.

Chen Le entró en la casa y lanzó las llaves en el cuenco junto a la puerta, y luego se quitó los zapatos. Había comenzado a quitarse el abrigo cuando olió algo quemándose.

 

 

Entrando en pánico, corrió hacia la cocina para encontrar una sartén en la cocina con lo que parecía pollo quemado. El fuego estaba apagado, pero el fuerte olor aún persistía. ¿Qué demonios? Su cocina estaba destruida. Platos sucios sobre la mesa y el mostrador, huevos rotos ensuciaban el piso y el paquete de harina estaba abierto y en el fregadero. La piel bajo los ojos de Chen Le se contrajo de manera nerviosa mientras miraba alrededor de la destrucción.

Entonces recordó a su nuevo compañero de cuarto. Chen Le gruñó cuando lanzó su abrigo sobre el respaldo de una silla y abordó el desastre. Era más de la una de la madrugada cuando arrojó el trapo sobre la manija de la cocina.

—Debes ser Chen Le.

Enojado por el lío que había tenido que limpiar, Chen Le se dio la vuelta para enfrentar a su nuevo compañero de cuarto.

No era lo que Chen Le se había imaginado cuando Jeno le había hablado sobre el hermano de Hae Chan. Ji Sung tenía el cabello largo

y castaño rojizo que le caía sobre el rostro, penetrantes ojos avellana,       y… Chen Le olisqueó el aire. El chico olía como flores silvestres. Algo en su pecho se desplegó cuando su pantera se volvió loca, aullando como loca mientras simplemente miraba a Ji Sung.

Chen Le frotó la mandíbula con su mano, jodidamente sorprendido de que Ji Sung fuese su pareja. —Y tú debes ser el desconsiderado compañero de cuarto que dejó mi cocina hecha un desastre.

Ji Sung pareció pensativo durante un momento, luego sus cejas se hundieron mientras un profundo ceño se extendía por su rostro. — Estaba intentando cocinarte algo para la cena. No puedo evitarlo, el fuego estaba demasiado alto en la cocina y me dormí.

—¿Te quedaste dormido? —¿Era de verdad? Como bombero, Chen Le pensó en cuán horriblemente mal podrían haber ido las cosas. Jodidas gracias que su casa no se hubiese quemado hasta los cimientos.

¿Y por qué este vándalo tenía esta actitud con él? Ji Sung era el único que había quemado el pollo y dejado la cocina hecha un desastre, y aun así parecía que fuese Chen Le quien profanó la cocina.

 

 

—Hey, al menos me desperté a tiempo para apagar el fuego. —Ji Sung salió de la cocina. Ni siquiera agradeció a Chen Le por limpiar su desastre.

¿Despertó a tiempo? Él… ese pequeño… Chen Le apretó sus molares mientras seguía a Ji Sung. —Hazme un favor.

Ji Sung miró sobre su hombro mientras se dirigía hacia el dormitorio de invitados. —¿Y cuál es?

—No me hagas más favores. —Chen Le se detuvo cuando Ji Sung cerró la puerta del dormitorio de un portazo. ¿Había dado un portazo en la casa de Chen Le? Estuvo tentado de arrancar la puerta de sus bisagras. Entonces Ji Sung podría dar un portazo en el aire.

Presionó la palma de su mano contra su frente, cerrando los ojos mientras contaba hasta diez. Si Ji Sung no hubiese resultado ser su pareja, Chen Le habría llamado a Jeno y exigido que viniese a buscarlo. O podría haber estrangulado al ingrato idiota.

Chen Le fue a la sala de estar y se sirvió una bebida, y luego se dejó caer en el sofá. Inclinó la cabeza hacia atrás, mirando al techo

mientras dejó salir un profundo suspiro. Quizás, sólo quizás el desastre en la cocina no fuese algo que Ji Sung hiciese con frecuencia. Si lo fuese, Chen Le no estaba seguro de qué haría. Miró alrededor y le dio un escalofrío, imaginando su limpia y ordenada casa convertida en una pocilga.

Cuando escuchó a Ji Sung venir por el pasillo, Chen Le se obligó a no mirar sobre su hombro. Era tarde, estaba muerto de cansancio y no tenía energía para discutir con su pareja.

Chen Le cedió y miró detrás de él cuando la habitación permaneció en silencio. Ji Sung estaba inclinado contra la pared, sus brazos cruzados sobre su pecho. Su pantera aulló por lo hermoso que era. Pero vio la tensión, desconfianza y dolor en los ojos avellana de Ji Sung. Chen Le no tenía idea qué podía haber puesto esa mirada en ellos, y quiso descubrirlo. Pero Ji Sung no parecía receptivo a una conversación para llegar a conocerse.

Demasiado malo. A Chen Le no le hubiese importado conocer a su pareja en un nivel más profundo y personal. Incluso después de trabajar su largo turno, habría encontrado la energía, pero Ji Sung se veía como si prefiriese discutir a follar.

 

 

—Lo siento. —Refunfuñó Ji Sung.

La disculpa desconcertó a Chen Le. Jeno había dicho que Ji Sung estaba lleno de angustia, y Chen Le tuvo la sensación de que no se disculpaba con demasiada frecuencia.

Levantó su vaso de bourbon. —¿Quieres una bebida?

Ji Sung mordisqueó su labio inferior, miró fijamente el vaso en la mano de Chen Le, y luego sacudió la cabeza. —No tengo veintiuno, e incluso si los tuviese, no bebo. Tuve suficiente de esa mierda en casa de mi tío.

Por la manera que Ji Sung masticó la última palabra, Chen Le supo que el tema de su tío estaba fuera de discusión. —¿Cuántos años tienes?

—Veinte. —Ji Sung se alejó de la pared y tomó asiento en el sofá reclinable frente a Chen Le. Se acurrucó sobre el cojín y metió sus piernas debajo de él. Chen Le se obligó a no levantarse del sofá, ni a arrastrarse por el suelo y tirar de su pareja, ni lamer cada centímetro de Ji Sung hasta que el chico gritase de placer.      

Joder. Acababa de darse una erección. Chen Le necesitaba comportarse –aunque no quisiera hacerlo. No cuando Ji Sung se veía tan delicioso acurrucado en su sofá reclinable.

—Aprecio que me dejes quedarme aquí —dijo Ji Sung mientras se mordía las uñas—, intentaré no destruir tu casa de nuevo. Si quieres, puedo quedarme en mi habitación cuando estés aquí.

Chen Le le estudió. ¿Ji Sung estaba intentando ser educado porque sentía el tirón o porque tenía miedo de que Chen Le lo echase? —No tienes que hacer eso. Sólo limpia cuando la utilices.

No había manera en el infierno que Chen Le quisiera a Ji Sung encerrado en el dormitorio de invitados. Eso le privaría de mirar a su pareja cada vez que tuviese la oportunidad. Como estaba haciendo ahora. Sólo que se estaba imaginando a Ji Sung desnudo, a cuatro patas y rogándole a Chen Le que le follase.

Realmente necesitaba salir de su pervertido estado mental. Esos pensamientos no estaban ayudando, y Chen Le no iba a tener ningún culo esta noche.

 

 

Ji Sung se rio entre dientes. Fue un sonido suave y agradable, y su sonrisa hizo que Ji Sung se viese incluso más guapo de lo que ya era. — Eso será un cambio para mí. Hae Chan era el único que hacía toda la limpieza. Soy el básico desaliñado al que le gusta darse atracones y perezosas siestas.

Ji Sung se frotó el hombro, haciendo una ligera mueca. Tenía que ser dónde había sido disparado. Chen Le aún tuvo un momento difícil creyendo que algún tipo del gobierno quería muerto a Jeno, había asaltado la casa de Hae Chan y Ji Sung, y Ji Sung había sido disparado en el proceso antes que Jeno hubiese asesinado al hombre.

La pantera de Chen Le aulló ante su pareja siendo herido de cualquier manera.

—¿Cómo está la herida?

Ji Sung dejó caer la mano, como si no quisiera que Chen Le le viese con dolor. —Aún duele un poco.

Juzgando por la expresión de Ji Sung, dolía más que sólo un poco. —  ¿El hospital no te dio instrucciones para medicamentos para el dolor?

—Lo hicieron, pero no me gusta tomarlos. Me ponen la cabeza demasiado confusa.

Chen Le se levantó y fue hacia el armario del pasillo. Agarró un bote de ibuprofeno y la llevó hacia su pareja. —Esto no será tan fuerte, pero debería ayudar a calmarlo.

Ji Sung tomó el bote. Sus dedos se rozaron. Acababa de tener su erección bajo control, pero con el toque, Chen Le estuvo duro de nuevo. Su polla estaba al nivel del rostro de Ji Sung, pero su pareja estaba mirando el bote, y no lo que estaba delante de él.

—Gracias. No estaba seguro que tuvieses algo de esto, y no quise fisgonear para averiguarlo.

De acuerdo, de manera que Ji Sung no era tan malo. Al menos había respetado la privacidad de Chen Le, y el hecho de que no fuese alguien que tomase demasiadas pastillas o un borracho era un plus. Eso alivió a Chen Le. —Puedo hacerte algo de té.

 

 

Ji Sung abrió el bote y sacó dos pastillas, tragándolas. Chen Le no estaba seguro cómo había hecho eso sin agua. —Nah, no hace falta que te molestes. Puedo hacer mi propio té.

—Como el infierno —dijo Chen Le—. Tienes prohibida la entrada en mi cocina. —Fue a la cocina a poner la tetera. Ji Sung entró en la habitación y puso el bote de ibuprofeno en el mostrador.

Jesús. Chen Le había ido a la cocina para intentar mantener su cuerpo bajo control. También había estado intentando escapar del aroma de Ji Sung. Pero ahora el aroma de flores silvestres inundaba la habitación, obligando a Chen Le a darle la espalda a su pareja.

—No escuchas muy bien.

—Me han dicho eso una o dos veces. —Ji Sung fue a la nevera y agarró una botella de agua—. Es una de mis mejores cualidades.

Al menos era honesto. —Y yo soy un maniático de la limpieza. Una de mis cualidades menos conocidas que vuelve loca a la gente.

Chen Le tenía que admitirlo, tener a alguien con quien hablar después de su largo turno se sentía bien. Tener a alguien al volver a casa también era agradable. Pero su infernal erección le estaba matando, por mucho que intentase no mirar a su pareja, Chen Le perdió la batalla y miró sobre su hombro.

Ji Sung sonrió con suficiencia.

—¿Qué es eso? —preguntó Chen Le.

—Tío, me acabas de dar un botón para presionar. —Se rio entre dientes—. Justa advertencia, me gusta presionar botones.

Ahora estaba convencido que Ji Sung era una pequeña mierda diabólica enviado para torturar a Chen Le. No pudo evitar que su cerebro pensase el botón que le encantaría presionar en Ji Sung.

Si sólo.

Chen Le se dio la vuelta, incapaz de evitar la pregunta. —¿Y qué botones tienes que pueda presionar?

Se aseguró que su pregunta gotease indirectas.

 

 

Ji Sung le arrojó juguetonamente el bote de ibuprofeno. Chen Le lo atrapó en el aire y lo dejó a un lado.

—Somos compañeros de cuarto —dijo Ji Sung—. No soy tu residente de línea caliente2, de manera que ni siquiera vayas ahí.

Chen Le planeaba ir ahí como tuviese que hacerlo hasta que Ji Sung cediese. Se inclinó contra el mostrador, cruzando los brazos. —Podría follar ese dolor directamente fuera de tu hombro.

Definitivamente estaba hablando su polla. Chen Le estaba tenso, preparado para saltar si Ji Sung le diese la palabra. Ya estaba imaginando a Ji Sung sobre sus rodillas, chupando la polla de Chen Le en su boca justo ahí en la cocina.

Ji Sung tosió, luego miró fijamente a Chen Le con ojos como platos antes de fruncir el ceño. —Hae Chan no me dijo que fueses un idiota.

Ji Sung salió hecho una furia de la habitación, pero Chen Le había visto la lujuria y curiosidad en los ojos de su pareja, incluso si Ji Sung acababa de derribarle.                                                                                                   

 

continuará...

Notas finales:

dejen rws


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