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131. Encontrar la Fortaleza (24) por dayanstyle

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Notas del fanfic:

no me han querido dejar pero ni un saludo... toy tiste T_T

Jung Sung Chan se acomodó detrás de su nuevo escritorio. Trabajar en una comisaría era diferente de donde había trabajado durante este tiempo en la agencia de inteligencia. El ritmo en esta pequeña ciudad era mucho más lento a lo que estaba acostumbrado. En la agencia, Sung Chan había sido un analista, pero había anhelado la acción, y saltado ante la oportunidad de hacer trabajo de campo. Pero después de descubrir que su superior se había convertido en un agente corrupto en uno de sus casos más grandes, Sung Chan dejó la agencia.

 

Si sólo hubiese sabido que Talban le había elegido porque había pla- neado utilizar a Sung Chan como su chivo expiatorio, un lacayo desechable.

Sung Chan no era el chivo expiatorio de nadie.

Después que el caso hubiese dirigido a Sung Chan a Villa Kim, se había enamorado de la ciudad y decidió regresar después de alejarse de una carrera en la que trabajó duro durante años para construirla.

 

Kim Jongin le había advertido a Sung Chan que nunca más regresase a su ciudad, incluso había sido Jongin quien había movido algunos hilos con el sheriff, y ahora Sung Chan era un detective oficial. Por supuesto había tenido que pasar por todos sus aros, pero Sung Chan ahora era uno de los chicos.

 

Sin embargo, no estaba seguro si había hecho la elección correcta. Hacer un gran cambio en la vida algunas veces sonaba mejor de lo que era en realidad.

 

- Sé lo que vi.

 

Sung Chan miró sobre su hombro. Una anciana de baja estatura estaba de pie delante del escritorio con un joven a su lado. El chico atrapó la atención de Sung Chan. Tenía algunos kilos extra, pero era hermoso, con rubio cabello que colgaba alrededor de sus hombros, haciendo que se viera como una mujer en vez de un hombre.

 

- Señora, -dijo el policía en el escritorio-, debería habernos llamado para que fuésemos a su casa en lugar de conducir hasta aquí.


Estaba detrás de mí brasero, - dijo ella-. Quería ver mis golosinas.

 

— ¿No puede ir a nuestra casa y hacer lo que sea que hagan los policías? -Preguntó el joven—. ¿Por qué debería importar si llamamos o venimos a la comisaria? Alguien allanó nuestra casa. Vaya a buscar huellas.

 

— ¿Dónde estamos? —La mujer de avanzada edad miró alrededor como si acabara de darse cuenta que estaban de pie en la comisaría. Si Sung Chan tuviese que adivinar, le echaría noventa años. Estaba encorvada, utili zando un bastón para no perder el equilibrio, y tenía tantas arrugas que Sung Chan tuvo un impulso de abrazarla.

Sung Chan se levantó y se dirigió hacia el frente. Tuvo un extraño impulso de ayudar a la mujer. Ella se dio la vuelta cuando Sung Chan se acercó, y tenía los ojos azules más claros que nunca había visto. Por alguna razón, sólo sabía que ella había sido hermosa en su juventud. — ¿Cuál parece ser el problema?

 

El joven tendió su mano. – Soy Osaki Shotaro y ella es mi abuela, LIA. Queremos informar de un robo.

 

El suave tono de voz de Shotaro combinaba con su delicada apariencia.

 

— El ladrón quería mirar abajo hacia mi brasero, — declaró Lia a nadie en particular.

 

Fred Muster, el policía detrás del mostrador de recepción, rodó los ojos. -Lia, nadie está intentando otear tu sujetador.


— Brasero, — corrigió con un bufido—. Sujetador suena tan escandaloso .


Sung Chan escondió su sonrisa. —Soy el Detective Jung Sung Chan.

— Es un placer, — dijo Shotaro—. Pero Lia está diciendo la verdad. Sobre el robo, no su sujetador. —Su cabeza giró con fuerza cuando miró a su abuela—. Quiero decir brasero.

Dio una palmadita en el brazo de Shotaro con una sonrisa, como si estuviese orgullosa que él hubiese corregido su error. —Este es mi buen chico.

 

Shotaro le dio la sonrisa más dulce, aunque se sonrojó como loco, como si estuviese avergonzado que ella le hubiese llamado así en público. Eso derritió el corazón de Sung Chan. Claramente Shotaro adoraba a su abuela. — ¿Por qué no vienes y me cuentas lo que pasó? —Sung Chan les hizo una señal con la mano hacia su escritorio de metal en la parte posterior de la habitación.

Lia caminaba lentamente, presionando la base de su bastón en el suelo con una mano temblorosa. Sung Chan tuvo que contenerse de simplemente levantarla y cargarla. Odiaba ver su lucha.


Shotaro se quedó a su lado, una mano fuera como si estuviese preparado para atraparla si ella cayese. Mientras avanzaban lentamente, Sung Chan se fijó en Shotaro. Tenía los mismos ojos azul claro que su abuela, y un culo muy bonito.

 

—Espero que tomes este caso tan en serio como estás comprobando mi trasero, —dijo Lia. Lanzó una fulminante mirada a Sung Chan—. Creo que estás siendo bastante poco profesional.


— Creo que sólo estoy siendo un hombre. —Sung Chan ayudó a Lia a tomar asiento.

— No ojees mi brasero. —Ella miró a Sung Chan con desprecio—. Es-toy observándote, gigoló.


— Lia. —Shotaro le dio una palmadita en el hombro—. Por favor, se agradable. Este detective va a ayudarnos.


— ¿Por qué necesitamos su ayuda? —Ella miró de Shotaro a Sung Chan—. Oh, ¿estamos en algún tipo de tour de misterio? ¿Tenemos que resolver un crimen?


Shotaro rodó los ojos. Sung Chan rio disimuladamente.


— No, Lia. El amable detective va a resolver un crimen por nosotros. —Shotaro se sentó a su lado.


— El robo, — dijo ella—. Sí, sí. Ahora recuerdo. ¿Hemos descubierto quién fue?


— Aún no. —Shotaro le dio una palmadita en su arrugada mano.

— Dile a Gilbert que dé mi bebida de la tarde, y esta habitación necesita algo de aire. Está tan seco aquí. ¿Se han apagado los ventiladores?


— Lo siento, — le dijo Shotaro a Sung Chan—. Gilbert fue su mayordomo durante años, pero falleció el verano pasado. Mi abuela aún piensa que está en algún lugar en la casa.

 

— No hay problema. —Sung Chan abrió su portátil—. Ahora, ¿puede contarme qué sucedió? Comience desde el principio, Sr. Osaki.

 

— Por favor, llámame Shotaro. —Un fino rubor se extendió por las pálidas mejillas de Shotaro.

 

El puma de Sung Chan aulló suavemente. Definitivamente su bestia estaba interesada. Pero Sung Chan tenía que seguir siendo profesional. No podía exactamente invitar a salir a Shotaro mientras el chico estaba informando de un crimen.

 

— Bueno, Lia estaba en el jardín y yo en el patio cuando escuché un ruido desde el interior. De manera que fui a investigar, y había un extraño en el estudio de mi abuelo, registrando la habitación como si estuviese buscando algo.

— ¿Por qué no ha venido tu abuelo con ustedes?


— Por lo que me dijeron, falleció unos años después que naciese mi madre, —dijo Shotaro—. De todos modos, grité y el tipo salió disparado, pero no antes que me apartarme de un golpe. —Shotaro se tocó el codo derecho e hizo una mueca de dolor—. Fui herido.

 

— ¿Dónde está mi bebida, Gilbert?


Sung Chan le dio a Lia una educada sonrisa antes de mirar a Shotaro.

— ¿Puedo ver la herida?


Shotaro siseó al levantarse la manga. —Justo aquí. —Se tocó el codo.

Sung Chan no vio nada, ni siquiera un arañazo o marca roja.

— Creo que estarás bien. —Deslizó sus dedos sobre el codo de Shotaro, y el puma de Sung Chan aulló de nuevo. Esta era la primera vez en mucho tiempo que su puma había estado interesado en alguien. De hecho, no podía recordar la última vez que su bestia había prestado atención a alguien que Sung Chan estuviese interesado.

— Lo sé, pero simplemente quería que tuvieses toda la información. De esa manera, cuando arrestes al culpable, podrás añadir asalto a los cargos. —Shotaro se sentó tieso como una estaca, todo remilgado y correcto.

 

El chico parecía un verdadero geek, y eso intrigó a Sung Chan. Le hizo preguntarse cuán desquiciado podría llegar a ser Shotaro si Sung Chan le follase hasta el coma. Y quería descubrirlo. — ¿Echaste un vistazo a la persona?


— No. —Shotaro sacudió su rubia cabeza—. Estaba llevando una máscara. Ya sabes, lo que utilizan las personas cuando roban un banco.


— ¿Altura, peso, marcas distintivas?


— No lo sé. —Shotaro metió mechones de cabello detrás de su delicada oreja—. Era más alto que yo, pero estaba llevando ropa, de manera que no puedo decirte su constitución. Llevaba un voluminoso abrigo negro, pantalones y zapatos negros, ropa cómoda que utiliza la gente cuando está de pie todo el día.


Shotaro no le estaba dando mucho a Sung Chan para continuar. Sin descrip- ción, el culpable probablemente no fuese atrapado. — ¿Sabes si se llevó algo?


Shotaro mordisqueó su labio inferior y Sung Chan tuvo que reprimir un gemido. Era tan hermoso que Sung Chan tuvo un momento difícil concentrándose.


Cuando Shotaro deslizó la punta de la lengua sobre su labio inferior, Sung Chan tuvo que agarrar el borde del escritorio para evitar que su puma se hiciese cargo. ¿Qué mierda estaba mal con su bestia? Incluso aunque Sung Chan encontrase irresistible a Shotaro, tenía mejor control sobre su gato.

— No estoy seguro, — dijo Shotaro—. El escritorio de mi abuelo no ha sido desbloqueado desde antes que muriese. De hecho, no entro en su estudio. Mi abuela se enoja cada vez que alguien lo hace. Excepto por los empleados domésticos, y sólo entran ahí para limpiar el polvo.


¿Empleados domésticos? —Sr. Osaki, ¿eres rico?


— ¿Qué tiene eso que ver con esto? —Shotaro parpadeó varias veces, esas bellezas azules brillando bajo la horrible iluminación fluorescente. Sung Chan fue arrastrado hacia ellos, olvidando donde estaba mientras imaginaba hacer el amor a Shotaro de manera dulce y lenta.

Sung Chan se aclaró la garganta y miró los archivos en el escritorio, fin- giendo interés en ellos. —Podría ser motivo para el robo. ¿Guardas dinero en efectivo en la casa?


— Sólo dinero para emergencias. Pero no es mucho. Dos mil dólares. No veo por qué alguien robaría esa pequeña cantidad.


Sung Chan podía ver el por qué. Villa Kim era una pintoresca y agradable ciudad, pero por lo que había averiguado, algunos residentes tuvieron una difícil forma de vida, y algunos tenían una hoja de antecedentes penales de un kilómetro de larga. Había conocido a algunas personas en Filadelfia, donde creció, que robarían en una tienda del vecindario por cigarrillos. Dudaba que algunos de los residentes menos conocidos de Villa Kim fuesen diferentes.

— Creo que eso es todo por ahora. —Sung Chan no podía hacer nada más. Shotaro le había dado muy poco para continuar—. Puedes llevar a tu abuela a casa, y veré qué puedo hacer acerca del robo.

— No tengo coche.


— ¿Cómo llegasteis aquí? —Preguntó Sung Chan.


— Está este hombre que pertenece a Uber en Villa Kim. Utilizamos la aplicación. Habríamos tenido a uno de los empleados para que nos llevase, pero cuando Lia descubrió que alguien irrumpió, despidió a todo el mundo.

— ¿Por qué? —Preguntó Sung Chan—. ¿Ella sospechaba de sus empleados?


— No creo que Frankfurt, Maria o Derek hiciesen algo como eso, pero no se pudo razonar con Lia.

Sung Chan cerró el portátil y se puso de pie. —Entonces los llevaré a casa y buscaré huellas dactilares mientras estoy allí.

 

Shotaro inclinó la cabeza hacia un lado. Maldita sea si no era hermoso. El puma de Sung Chan aún no se había calmado. — ¿Ese tipo de trabajo no está por debajo de ti? Quiero decir, tú investigas y alguien más hace el trabajo sucio.


— El trabajo de la policía no es trabajo sucio, — dijo Sung Chan—. Y estaba intentando ser agradable. No quería que tu abuela enloqueciese si aparecía un equipo forense.


— Oh. —Shotaro se levantó de un salto de la silla—. Muchas gracias por tu consideración.

— Quiero ver las jirafas, — dijo Lia—. Este zoo es aburrido. Shotaro le sonrió. —Entonces iremos a casa.

— Bien, — dijo ella—. Estoy cansada. Necesito mi siesta. Ayúdame, Gilbert.


Sung Chan ayudó a Lia a ponerse en pie. Fue más fácil ayudarla que recordarle que él no era Gilbert.

 

— Pueden esperar en la puerta principal mientras voy por mi coche.

—Sung Chan le dio a Shotaro la mano de su abuela y se dirigió hacia la parte posterior de la comisaría. Se encontró con el Ayudante Rothenberg en su salida. El shifter jaguar se estaba haciendo una taza de café. No sabía cómo Axel podía beber esa bazofia.

Sung Chan no le conocía demasiado bien, pero Axel parecía suficientemente agradable. También estaba emparejado a un elfo del bosque que parecía un ángel. —Hey, Axel.


— ¿Cómo te va? — Axel revolvió su café.


— Nunca un momento aburrido. —Sung Chan entró a una habitación en la parte posterior de la comisaría y agarró el kit que necesitaría para las huellas dactilares. No había hecho esto en mucho tiempo, pero estaba seguro que recordaría cómo hacerlo.

 

Kit en mano, Sung Chan salió por la puerta de atrás y rodeó el edificio para llegar a su coche. Había tenido un Jeep antes que cambiase de carrera, pero lo había cambiado por su Charger. Miró el edificio de apartamentos contiguo donde vivía, y deseó poder irse a casa y echarse una larga siesta.

 

Sung Chan entró en el sedán y condujo hacia el frente de la comisaría, donde Shotaro y Lia estaban esperando. ¿Por qué no se habían quedado en el interior hasta que hubiese frenado? Podría ser primavera, pero el tiempo no era lo suficientemente cálido para una mujer de la edad de Lia.

 

Después de aparcar, Sung Chan salió y la ayudó a entrar en el asiento de la parte de atrás. — ¿Estás cómoda?


— ¿Dónde está el mini bar? — Preguntó—. ¿Por qué no está abaste- cido, Gilbert?

Él cerró la puerta.

 

—Muchas gracias por desviarte de tu camino, —dijo Shotaro—.

—¿Quieres que me siente atrás con mi abuela?

 

No, Sung Chan quería que Shotaro se sentase justo en su regazo. Pero no podía decir eso. — Elección del caballero.

Shotaro se sonrojó. — Quiero sentarme delante, si no te importa.

 

Lia dio un golpecito en la ventanilla con su bastón, insistiendo que Gilbert le sirviese una bebida. Sung Chan se movió alrededor del coche y entró en el lado del conductor. — Sólo dime dónde vives.

 

— Osaki Manor.


Maldición, la casa de Shotaro ni siquiera tenía una dirección. — Tendrás que guiarme. Aún estoy aprendiendo mi camino alrededor de la ciudad.


Shotaro se aclaró la garganta, el sonrojo aun aferrándose a sus mejillas.

— Um, de acuerdo. Te guiaré.

Sung Chan agarró el volante con fuerza cuando Shotaro se mordisqueó el labio inferior de nuevo, diciéndose a sí mismo que se concentrase en la ca- rretera. Pero su mirada continuó deslizándose de nuevo a la boca de Shotaro, observando cómo esa pequeña lengua rosada seguía saliendo para humedecer su labio inferior. Imágenes eróticas siguieron apareciendo en la cabeza de Sung Chan, haciendo el viaje tortuoso.

 

Mientras conducía, un ligero toque de lavanda llenó el interior del au- tomóvil. Su puma no se había tranquilizado. De hecho, la bestia se estaba volviendo loca. Su piel comenzó a tensarse, y le dolían las encías. Agrietó la ventanilla cuando comenzó a sudar. ¿Qué le estaba pasando? Sung Chan hizo una mueca cuando notó que sus garras estaban intentando deslizarse hacia afuera.


Mierda. Tenía que sacar a estos humanos del coche antes que su gato se liberase. Esto nunca antes había sucedido. Sung Chan siempre había tenido el control. Incluso a través de la peor parte de su infancia, había sido capaz de mantener contenido a su puma.

Ahora apenas estaba aferrando a la bestia. Su gato estaba tan cerca de salir que Sung Chan tuvo que concentrarse en mantenerlo en su interior.

— ¿Algo está mal? — Preguntó Shotaro—. Estás enrojecido y sudado.

¿Estás atrapando un resfriado? Por lo que oigo, la gripe está por los alrededores.


Sung Chan le dio una sonrisa con los labios apretados. — Estoy bien.


Las puntas de sus caninos tocaron su labio inferior. Sung Chan giró la cabeza rápidamente para evitar que Shotaro los viese. No dudaba que sus ojos también estaban comenzando a brillar.


— Está justo arriba de esta carretera, —dijo Shotaro—. Gira a la izquierda en el primer camino de entrada que veas.


Sung Chan hizo como Shotaro le instruyó, yendo un poco demasiado rápido. La carretera hacia Osaki Manor era medio kilómetro de larga, y la mansión estaba aislada y rodeada de una tonelada de árboles. Si Sung Chan no hubiese estado luchando para evitar que su puma se liberase, habría estado hipnotizado ante la vista de la mansión de ladrillo.


Se veía como uno de esos castillos en Inglaterra. Incluso tenía torretas en cada extremo. Concedido, esta casa estaba en una escala mucho más pequeña, pero aún era una gran vista.


— Mi bisabuelo hizo que esto se construyese, —dijo Shotaro—. Quiso un pedazo de casa cuando regresó aquí desde Inglaterra en 1892.


Sung Chan sólo estaba escuchando a medias mientras intentaba descubrir por qué su gato se estaba volviendo loco.

 

Entonces se le ocurrió.

Shotaro tenía que ser su pareja.


Durante un momento temía que pudiera ser Lia, pero se quitó ese pensamiento de la cabeza. Era demasiado deprimente pensar eso. No que ella no fuese una mujer encantadora, y si su pareja resultase estar cerca de los cien años, Sung Chan habría lidiado con eso. El hecho que ella fuese una mujer fue lo que le había asustado. Sung Chan era gay, y había esperado que el destino le diese un hombre.


De manera que no, Lia no era su pareja. Tenía que ser Shotaro.

Sung Chan aparcó delante de la mansión y se detuvo con fuerza. Salió del coche de un salto tan rápido que apenas puso el freno de mano.

 

Aire fresco. Eso era lo que necesitaba. Y un momento lejos de ese persistente aroma a lavanda. Sung Chan se secó la frente, aspirando una pro- funda bocanada de aire, y luego soltándola lentamente.


— ¿Estás seguro que todo está bien? — Preguntó Shotaro. Cerró la puerta del pasajero y rodeó el coche. Esos claros ojos azules serían la ruina de Sung Chan.


Tan duro como había estado luchando por tener el control, su bestia ganó.


Sung Chan cambió justo ahí en el camino de entrada.

 

 

Jongin cerró su portátil después de responder numerosos emails y estaba preparado para levantarse de detrás de su escritorio cuando su móvil sonó. Era tarde, y rezó que nadie necesitase su ayuda. Después de su largo día de jugar con I.N ~ un elf del bosque que Luhan había rescatado y más o menos adoptado como suyo ~ Jongin estaba agotado. El niño tenía demasiada energía y Jongin ya no era un chaval.

— Kim Jongin.

— Hey, Jongin. Soy Fred Muster de la comisaría.

Jongin sabía quién era. — ¿En qué puedo ayudarte?

—Sólo estoy llamando para dejarte saber que Lia Osaki estuvo aquí esta tarde.

Tenía una debilidad por Lia. Su linaje le había ayudado a encontrar esta ciudad. Había prometido a su tátaratátara ~ cuántas generaciones atrás que no podía recordar ~ abuela que siempre cuidaría de las mujeres Osaki.

— ¿Está bien? —Se sentó de nuevo en su silla de cuero detrás de su enorme escritorio de caoba y puso los pies encima.


Fred se rio entre dientes. —Sí, está bien. Vino aquí con su nieto, reclamando que alguien intentó mirar su sujetador.


Jongin se rio. Lia siempre había sido una mujer luchadora, incluso en su juventud. —Pero, ¿cuál fue la verdadera razón?


— Shotaro reclama que alguien irrumpió en su casa.

Jongin bajó los pies y se sentó con la espalda recta. — ¿Alguien irrumpió?


— No estoy seguro, pero el Detective Jung les llevó a casa y dijo que buscaría huellas dactilares.

— Mantenme informado, — dijo Jongin—. Quiero saber qué está pasando.

— De acuerdo. —Fred colgó.

Lia podría tener cerca de cien años, y estar bastante senil, pero Shotaro no, y Jongin sabía que su nieto no mentiría acerca de alguien invadiendo su casa.


Necesitaba llamar a Frankfurt. A Jongin nunca le había gustado ese arrugado, viejo lobo, pero el shifter le había dado un juramento de sangre para mantener siempre a salvo a los Osaki.


No, esperaría que Frankfurt le llamase. Si algo hubiese ido realmente mal, Frankfurt se lo habría dejado saber. Por ahora, Jongin confiaría en Sung Chan para que se ocupase del problema.

Pero si alguien estaba verdaderamente tras Shotaro o Lia, Jongin haría que la persona desease que él o ella nunca hubiese nacido.

 

continuará...

Notas finales:

dejen rws


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