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Amor Fati [ChanChang] por erickkbaj

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Capítulo I: Zombie.

“Somos pedazos de ajuste perfecto para diferentes rompecabezas

Lo que el mundo profano considera santo

Ellos no lo pueden cambiar

Nadie puede salvarme”

—Epik High; Amor Fati

¿Tenía el derecho siquiera a quejarse?

Era una pregunta que siempre se hacía cada que su jornada laboral acababa, después de todo él era el responsable de las decisiones que tomaba y del rumbo que su vida estaba tomando, pero al final del día y de cada hilo de pensamiento la conclusión era la misma, no tenía el derecho, su cabeza ardía en dolor mientras dejaba de lado el maldito vicio del cigarro, aplastando el pequeño objeto con la suela de sus zapatos.

BangChan había llegado a la ciudad de Seúl hace bastantes años, persiguiendo un sueño para el cual tuvo que alejarse de su familia, había pasado ya tanto tiempo que extrañarlos era un mal habito. Ahí estaba Berry, la pequeña cachorra que ahora era un adulto que seguramente ya se habrá olvidado de él y al menos eso esperaba. Sentía que tenía demasiadas ambiciones en ese mundo, a veces ser un soñador trae consecuencias bastante caóticas y cuando estos no se cumplen todo parece ser una tragedia.

Mientras va entrando a la estación del subterráneo, el chico va pasando su tarjeta para pasar los torniquetes, se forma en el solitario anden mientras espera, con una brisa fría que sopla y levanta con ligereza el largo abrigo que lleva, recuerda como en la hora de la comida de su escuela platicaba sobre lo lejos que llegarían él y sus amigos, cada uno deseando ser la mejor versión de sí mismo, solo eran chicos sin saber de la vida, a veces se envidiaba a sí mismo por tener ese nivel de coraje y valentía que provenía de la ignorancia de la vida ¿Qué pensaría su propia versión de ese entonces? Seguramente sentiría pena por sí mismo y así como ahora desearía nunca ser un adulto.

El crujir del suelo con los característicos tacones de zapatillas y zapatos se dejó oír cuando el tren llegó, descargando unas personas mientras él se subía a un vagón, ensimismado una y otra vez en la misma canción, buscando las fuerzas para no llorar de nuevo en el camino de regreso a casa.

¿Cuándo es que llegó a esto? Había logrado graduarse, había logrado tener ese título universitario tan anhelado por todos a los que conocía, por lo que unos pagarían millones y otros hasta dieron sus vidas, siempre había obtenido las mejores calificaciones y a pesar de las dificultades económicas que tuvo que pasar junto a su familia lo había logrado, pero ¿Y después? ¿Qué era lo que seguía?

Las empresas de renombre no les interesan esas cosas, eres un simple inútil si no tienes la forma de comprobar tus conocimientos en base a la experiencia, el título solo sirve para cobrar más y mandar a los demás, de otra forma cualquiera puede hacerlo, aunque paguen una miseria y en esa nación no les importa sacrificar esa parte de su alma con tal de experimentar unas migajas de poder y lamentablemente había caído en una jaula de esas, una cubierta de oro mientras por dentro se oxidaba.

Y así otro día pasaba, observando como todos seguían sus vidas en un mundo demasiado gris y entre la multitud mientras salía del vagón del tren veía a ese chico con capucha verde entrar, ojos lindos, aunque con el cubrebocas cubriendo la mitad de su rostro era dificil verlo, seguramente quedaría olvidado una vez saliera de la estación.

***

Detestaba demasiado esos días en los que tenía que hacer horas extras, la falta de personal en la empresa les hacía doblar turnos a él y sus compañeros, algunos ya parecían estar en modo zombie mientras las horas nocturnas pasaban, en esta ocasión tuvo que tomar taxi para llegar a casa, atravesando la oscura y grisácea ciudad de Seúl en medio de la noche, algo vacía, pero mientras el taxi estaba detenido en una luz roja vio salir a ese chico de capucha verde, su mente recordó lo resaltante que había sido ese color en medio del gris, y aunque fuera poco probable el color estaba presente de nuevo, aquel chico cargaba una guitarra mientras se sentaba afuera de la tienda de conveniencia a comer lo que parecía ser un plato de fideos, sin embargo, no pudo verlo mucho tiempo, el taxi había seguido su camino y así como la última vez quedaría olvidado una vez doblara en la siguiente cuadra.

—La vida sigue. Dijo para sus adentros mientras observaba las cicatrices de cortadas en sus brazos descubiertos. A veces sentía que debía de aceptar cada situación que llegaba a su vida, ya sea buena o mala, al final eso iba a formar parte de él, lo quisiera o no, se sentía como una marioneta, sabiendo que ya todo su destino estaba trazado y debía sentirse miserable el resto de sus días.

***

Aunque ya su jornada había retomado la habitual rutina de siempre y la carga de trabajo había disminuido, se encontraba totalmente fatigado, desgastado por esa vida que pensó era la mejor opción, por alguna razón de pequeño se veía como esos hombres trajeados de las películas de Hollywood, viviendo de buena forma mientras sus vidas eran entretenidas, pero no. La realidad era otra, tenían las esperanzas de que su primer trabajo formal sería una gran oportunidad de crecimiento y aprendería muchas cosas, pero la verdad era que tenía que cuidarse de todos, competir contra todos y simplemente tratar de sobrevivir e intentar no ser tan mierda como los demás, la alegría de esos días de inicio había quedado enterrados en el pasado y ahora sentía que se convertía en los demás.

De pronto escuchó un beat, uno ciertamente adictivo mientras se quitaba sus audifonos y volteaba a ver al origen de éste. No era una capucha verde, pero esos ojos le hicieron recordar aquel chico que había visto hace semanas ¿Cuánto tiempo tenía haciendo eso?

Estaba un tanto sorprendido que en medio de los vagones se pusiera a improvisar, llamaba la atención de las personas, unos le veían asombrados, otros le ignoraban y otros más ponían mala cara, pero se quedaban callados. Al final de su espectáculo pasaba por todo el vagón por algunas monedas que quisieran darle, BangChan no dudo en darle el cambio que tenía, pero a pesar de ello nada trascendió y seguramente quedaría olvidado todo cuando saliera de la estación. Le había hecho latir su corazón, escucharle con esa pasión, podía decir que le recordaba a su versión más joven aquel que se interesaba por la música y deseaba presentarse en bares de mala muerte, pero al cual señalaron y criticaron porque ello no lo llevaría a ningún buen sitio.

Pero al día siguiente logró encontrarlo de nueva cuenta, no era como que esperaba eso de nuevo, pero nuevamente en su vagón disfrutó del espectáculo que armaba y algo asombrado aplaudió, esta vez quiso ser un poco más generoso, buscaba en su billetera desgastada un billete, su sonrisa se fe borrando cuando el chico fue pasando persona a persona y nadie le extendía alguna moneda, cero, se estaba yendo en cero en esta ocasión, algo en su pecho de oprimió, lo que le había dado había sido una miseria, se sintió mal y antes de que las puertas del vagón se cerraran salió corriendo de este, alcanzando al chico.

—Se te cayó esto. —Fue lo mejor que pudo decir, el chico le miraba confuso y un poco asombrado mientras negaba.

—Disculpe, pero… creo que está equivocado. —Aquel chico nunca había recolectado tanto dinero y mucho menos en billetes. Ver la cara de ese hombre era un poco enigmático, podía ver cierta aura de tristeza en sus ojos, parecía que estaba avergonzado de darle ese dinero, ambos sabían que ese dinero no era suyo, pero aún así insistía.

—Insisto. —BangChan no sabía que estaba haciendo o porque su insistencia en darle el resto de su semana a aquel chico, quien un poco dudoso aceptó aquellos billetes, después de todo los necesitaba sobre todo después de la mala racha que había tenido ese día.

Agradeció antes de irse y tomar el siguiente vagón. BangChan se quedó a mismo, mirando su billetera vacía y notando que estaba a dos estaciones antes de donde se bajaba así que esta vez tendría que caminar más de lo normal.

Notas finales:

Gracias por leer


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