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Nació para ello por dark-angel

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Notas del fanfic:

Canónicamente no seguiré casi ningún encuentro que hubo de Connor y Gavin, así que no tengan eso en mente para este fanfic. Aunque debo otros fics y caps, no podía quitarme esta idea de la cabeza y quería, realmente quería, hacer un fic de ConnorxGavin. Lo siento.

Como en todos mis fanfics les recuerdo que tengo dislexia y disgrafía, por lo cual no sólo leo mezclando las palabras, sino que escribo así en muchos casos y word me cambia dichas. Como estoy tan mentalizada en lo que va el fanfic a veces no me doy cuenta de eso, así que pido disculpas si hay palabras que no tienen sentido alguno o fallas de gramática. No prometo realmente continuarlo y mucho menos ser constante, quien lo lee debe de saberlo.

 

El día que Elijah se fue, con apenas una mochila empacada y sin decir adiós, fue el día un supo que su hermano no volvería. No podía culparlo de igual modo, si fuera financiado por una loca profesora y esta le diera la posibilidad de salir de este infierno, él también lo haría, pero dolía, joder, como dolía saber que no vales ni una segunda mirada de quien más admirabas y que, según sus propias palabras, sólo era una carga. Dolía saber que no quedaba nadie en este mundo que pudiera amarlo, en especial cuando solamente tenía trece años. Parte de él murió ese día, no era difícil decir por qué ya que estaba bastante claro. Después de que Eli se fuera, su padre, no notó la falta y Gavin se daba el crédito al intentar que todo pareciera tan normal como siempre y a la vez intentar no tener nada que pudiera causar malestar al adulto, aun así, no se atrevió a pega el ojo ese día. Claro, era un niño, su capacidad para mantenerse despierto era bastante limitada y llegada las tres de la mañana sus ojos se cerraron sin su consentimiento. Despertó siendo arrojado contra la pared, la grande y carnosa mano de su padre sujetando su cuello para evitar que al aire ingresara y exigiendo, con un horrible aliento a whisky, que le dijera donde estaba su hermano. Se mantuvo valiente, sin querer decir la verdad, mientras su progenitor decidía por ambos que la mejor forma de sacarle información era moliendo a golpes. Él no le dio la satisfacción de gritar o rogar para que parase, no tenía sentido en la mente del deprimido adolescente, quien se rindió a la inconsciencia cuando golpe demasiado fuerte fue dado en su cabeza y las luces, literalmente, se apagaron a su alrededor. Sobrevivió, siempre lo hacía, despertando a las ocho de la mañana con un terrible dolor en todo su cuerpo y con su cerebro latiendo dentro de su cráneo. En silencio se movió, duchó, tomó algo de comida que aún quedaba en la cocina e hizo su día normal, ya que no había nada más que hacer.


Él creyó que su suerte cambió cuando tenía quince años, recuerda haber sido vencido en la escuela por unos matones, los cuales siempre le hizo frente, después de haber sido insultado por su presunta sexualidad. Caminó durante horas por las calles heladas, sin abrigo y una remera rasgada, toda su ropa mojada y sin su mochila, pero sin intenciones de regresar a su hogar donde el daño sería repetido. Se preguntaba vagamente si podría pescar alguna enfermedad si continuaba así y quizás morir de una vez por todas, claro, podría que ya lo hubiera hecho considerando que ya no sentía el frío calar sus huesos. Apenas registró como un coche se paró junto a él, apenas registró nada si era sincero. El individuo que manejaba tal se bajó maldiciendo de forma colorida pero poco podría importarle considerando que bien podría ser un secuestrador o simplemente un asesino, al fin. Pensamientos alegres, ¿no? Y luego el peso de algo sobre sus hombros le hizo hundirse en su lugar, la calidez filtrarse en su cuerpo y el frío volver produciendo una sacudida a todo su sistema nervioso. Alzó su rostro para ver al hombre que le hablaba pese a no poder registrar sus palabras, parpadeó varias veces, intentó centrarse en sus palabras y llevó sus manos hacia aquello intrusivo que lo mantenía tan… protegido. Era una chaqueta, colocada sobre sus hombros, y no podía evitar sentir ganas de llorar por ese simple acto tan amable dirigido a su persona, una entidad que no merecía el aire que respiraba, alguien que no era digno de cariño de ninguna clase. Era Hank, su vecino, el conocía brevemente por su vocabulario fluido y sus coloridos insultos que parecían llenar la cuadra con facilidad.


— Niño, ¿te encuentras bien? ¿necesitas que te lleve al hospital?


— No.


— ¿No qué? ¿No estás bien? o ¿no al hospital? Porque déjame decir parece que necesitas uno, tus labios son púrpura —La ceja escéptica del adulto hizo reír entre dientes a Gavin, quien castañeó en el proceso y tiró la chaqueta más contra su cuerpo, porque joder, era tan cálida que podría fundirse con ella. Al ver que no obtendría más respuestas, Hank, pasó su mano por su cabello rubio mientras miraba a su alrededor, brevemente; el niño se preguntó si este lo reconocía del barrio o si sólo era amable por serlo. No importaba demasiado —. Póntela correctamente, claramente la necesitas —No fue una petición, fue una orden a medias y casi avergonzada, mientras volvía a mirarlo y señalar la prenda prestada. Gav no necesitaba que se lo dijeran dos veces antes de pasar sus brazos por las mangas y cerrarla contra su cuerpo; era de cuero sintético, nueva y de color marrón, agradable y demasiado grande para su cuerpo escuálido de adolescente. Era perfecta—. Ven vamos, te llevaré a casa, seguro Marie estará feliz de tener alguien a quien darle galletas. Te juro niño, esa mujer está loca, todos los días hornea docenas y no puedo comerlas todas, tengo una figura que conservar —Cuando comenzó la frase, cuando salió la palabra “casa”, Gavin se tensó de tal manera que sus músculos duros gritaron de dolor y retrocedió en busca de una escapatoria. El nombre de la mujer de Hank le detenerse, él conocía a la mujer de vista, siempre había parecido tan suave y amigable, como una madre debía de ser, presumió que su madre había sido así antes de abandonarlo cuando era bebé. Su estómago gruñó ante la promesa de alimentos y Anderson río por lo bajo mientras le daba un empujoncito con la mano en el hombro hacia el auto, dudó, porque él realmente no sabía que haría la pareja con él (pese a darle el voto de confianza a Hank por ser simplemente un detective). Resignado a la vida, ingresó al vehículo.


La casa de Anderson estaba dos cuadras para arriba de numeración de la propia (se habían mudado hacia unos meses si no mal recordaba), el barrio comenzaba a ser más amigable por sus afueras que era donde residía dicho. El hogar, como susodicho llamó mientras ingresaba, era cálido y olía a vainilla; Gavin se sintió mareado de sólo cruzar la puerta y fuera de foco mientras miró lo agradable que era el lugar. Él daría lo que fuera porque su casa se pareciera meramente a esta, lo que fuera. Marie, como fue prometido, salió de la cocina con un plato lleno de galletas para recibir a su marido comentando algo sobre un nuevo ingrediente y de encontrar la receta perfecta, apenas notando al niño hasta que el adulto le hizo señas. El ceño fruncido de la mujer confundida duró unos segundos antes de que una gran sonrisa se extendiera en su rostro. Le dio la bienvenida ofreciéndole alimento y un vaso de leche, porque los niños de ahora se olvidaban de tomarla y era muy importante para ellos, argumentó mientras murmuraba otras cosas. Su marido desapareció para ducharse y descansar, según esta, ya que tenía el turno nocturno y era, como amigablemente Hank gritó desde el baño, una completa perra. Claro, Mar lo regañó insultándolo ella misma, lo que produjo que Gavin riera sintiendo vértigo. ¿Acaso esta no podía ser su familia? Le daría su alma al diablo si este era capaz de dejarlos con ellos un poco más de tiempo.


No hizo falta hacerlo, tras ese día y la insistencia del adulto de que se quedara con la chaqueta, cada vez que Hank o Marie lo veían lo invitaban a comer. Claro, habían intentado de sacarle información referente al abuso de su padre, pero él realmente no quería hablar de ello, sin importar cuanto prometieron que estaría bien. Sabía que sólo eran unos años más y entonces podría irse, aparte si el adulto se entretenía golpeándolo entonces no buscaría a Elijah y exigiría dinero de su compañía, porque pese a que este lo odiaba, él no podía hacerlo. Era su hermano, joder, y lo amaba tanto que lo destruía. Y los siguientes tres años de su vida fueron los mejores, se gravaron en su mente para recordarlos cuando nuevamente la voz de su padre y su denigración volvía atosigarlo. Prácticamente vivía en la casa de Anderson y Marie lo había adoptado como su hijo, maldición, hasta le habían dado la habitación de repuesto por si alguna vez la necesitaba y eso fue demasiado, jamás se sintió tan amado en su maldita vida. Se graduó gracias a la pareja que lo ayudó a pasar las materias que le eran más difíciles -como química y física-, fue recomendado a la academia de policía, como deseaba (tras ver a Hank y su trabajo, aquella figura paterna y de admiración, no podía evitar querer ser cómo él, así que este era el primer paso). Un día, antes de ingresar a dicha, su padre lo encontró empacando sus cosas, lo acusó de abandonarlo como su hermano y sugirió el buscarlo para recibir algo de todo lo que dio por el bastardo; Gavin vio rojo, comenzó la pelea y casi muere cuando su padre decidió atacarlo con una botella rota. Su rostro quedó marcado, poco más y le hubiera arrancado el ojo, también recibió una “puñalada” en su torso y laceraciones en sus manos y brazos en el proceso de protección de su rostro; Hank llegó a tiempo, derribando a su progenitor y llevándolo a prisión. Gavin sólo dio testimonio de dicha noche, negándose a que el resto del mundo supiera la extensión del daño que el adulto le produjo tanto externamente como internamente en él. Anderson estaba desanimado, pero entendió. Ingresó tarde a la academia y herido, pero no se rindió. Se graduó con honores siendo el primero de su clase, porque daría lo que fuera para que el matrimonio esté orgulloso de él y lo logró. El día de su graduación, junto a dicha pareja, fue el mejor de su corta vida.


Gavin fue un cadete entusiasta, bastante bueno y que recibía elogios por su capacidad analítica. Comenzó a salir con otro cadete del recinto, Michael, y era la segunda cosa que más amó en su vida (y solo porque Hank y Marie compartían el mismo amor y puesto número uno). El hombre era dulce y atento, le confió sus secretos y esa fue la peor elección de su vida. Un año y medio juntos cumplieron cuando se mudaron, tras las puertas de su apartamento las cosas no eran lo que fueron en otros lugares. Michael esa exigente, agresivo y con mecha corta, siempre a la defensiva y restregando en la cara todo secreto que le haya confiado. Uso el abuso de su padre como arma, argumentando que era bien merecido, mientras él mismo se volvía abusivo. Porque Gavin lo obligaba a mostrarle quien mandaba y este “castigo” era bien merecido, ¿no? Él lo creyó y por petición de su “amor” comenzó alejar a todos en su vida. Sus amigos fueron primeros, ya que él no merecía tener tales, y luego fue Hank y Marie, porque se interponían en su relación y al parecer el hombre lo estaba envenenando contra Michael. ¿Y era cierto? No lo sabía, joder, él no entendía nada. Se sentía entumecido como cuando era niño, incapaz de comprender el alcance de lo sucedido y peor aún, incapaz de sentir la necesidad de protegerse de este dolor. Ya que lo merecía, él no tenía derecho de respirar el aire que el resto del mundo, no era digno de vivir y por ello debía de pagar cada vez que tomaba una bocanada de oxígeno. Su hermano lo dijo, su padre lo confirmo y sus compañeros de escuela lo reafirmaron. Sólo el matrimonio Anderson lo negaron y quizás Mich tenía razón, ellos estaban mal, ¿cierto? El mundo entero no podía equivocarse y esa era la verdad.


Gavin había comenzado a salir con Michael a los 22 años, 1 año y medio más tarde se mudaron juntos, lo que era normal, y ahora a esta edad súmale otros 4 años de una convivencia abusiva y serían más años si no fuera porque un día el hombre pidió transferencia a Texas y desapareció, dejando la mitad de sus cosas olvidadas, la mitad de su dinero desparecido y deudas que no podía terminar de pagar nunca. No se quejará, pese a que dolió completamente el abandono, puesto que sintió que podría volver acomodar su vida y recuperar lo perdido. Oh, que iluso fue al creer que podría acercarse a Hank otra vez como si nada hubiera pasado, el hombre le dio el hombro frío, demasiado centrado en su verdadero hijo. Tuvo un hijo y Reed no se enteró, no fue invitado a ninguna de las fiestas que se hicieron previa a su nacimiento y posterior… fue reemplazado por alguien inocente que realmente merecía estar allí. El pequeño Cole, el hijo soñado, aquel que no les daría la espalda cuando alguien más le dijera que lo hiciera; lo que merecían, la maldita felicidad eterna. Con su corazón demasiado herido y su orgullo pisoteado, dejó que el dolor lo consumiera y construyó barrera tras barrera, esperando así poder protegerse al fin, pero sabiendo que sería tonto de su parte creerlo.


Reed no sabe dejar de cometer errores, una y otra vez tropezó contra la misma roca. No importaba de quien se enamorará, estos lo dañarían, ya sea porque su cerebro estaba mal o su cuerpo era incapaz de ser amado, según su ultimo novio, quien repetía una y otra vez que nadie podría amar un monstruo como él más que este; desgraciado sea Ethan. Se centró en su trabajo, se mudó a un pequeño e insípido apartamento donde no tenía nada material que fuera propio, que demostrara que alguien vivía ahí. Representaba como se sentía por dentro, vacío, y literal lo estaba. Apenas tenía los electrodomésticos estándar, un colchón que rara vez usaba y un viejo sofá donde se tiraba todas las noches en espera que la tierra decidiera que ya no merecía estar allí; su última adquisición fue una televisión pequeña para añadir ruido a su mundo y adormecerlo. Mientras que en su soledad se desmoronaba, en compañía sólo sabía atacar, dañar, para sentirse menos roto. Si los demás se lo hacían a él, algo de placentero tendrá ¿no?, lastimar a otros, debe de haber una explicación y la verdad era que no, no lo hacía, cada vez se sentía más enfermo consigo mismo. Aun así, llegó a ser detective a la edad de 32 años, no lo merecía y aquel logro que debió ser el mejor de su maldita vida, no era más que ceniza en su boca. Y era malo saber que la gente repudiaba su ascenso, que decían que no lo merecía, pero era peor saber que estas mismas personas ni siquiera lo querían allí. Recuerda su segundo disparo recibido en la fuerza, casi muere, fue desde detrás perforando un pulmón y por suerte no fue al corazón, casi pudo ser. Nadie estuvo en el hospital cando se despertó, no hubo regalos ni mensajes de que esperaban que mejorara, ni de los Anderson, que era peor. Y joder, nunca hubo nadie para él. Cuando regresó la gente bromeó preguntando si no quería quedarse muerto por el bien de todos; sonrió, los mandó al demonio y se peguntó si no debería de seguir su consejo.


Cole murió cuando él tenía 33 años, fue un accidente, el maldito hielo rojo cobrando vidas inocentes. Todos en el recinto asistieron al funeral, él técnicamente no asistió, se quedó escondido detrás de unos árboles y observó desde la distancia, sintiendo como su alma era robada ya que su único consuelo de que quienes amaba al menos estaban felices fue arrebatado. Hank tuvo un año entero de duelo, cuando volvió estaba siempre borracho, volátil y agresivo, sintió que sus peores pesadillas se volvían realidad cuando la imagen de su propio padre se posicionaba sobre la del adulto. Era doloroso. Se enteró un año más tarde de la reintegración de este, que se había divorciado de Marie quien ya no aguantaba al borracho de su marido. Pobre mujer, tan dulce como la recordaba, no merecía esto. Ninguno lo hizo. Y Anderson empeoró, dios, como lo hizo; recuerda vívidamente ser llamado por el cantinero para que fueran a recogerlo. Chris lo acompañó, intentaron levantarlo y arrastrarlo fuera cuando Hank comenzó a gritar incoherencias, empujó a Gavin y lanzó una botella hacia este, sólo por unos centímetros dio contra la pared tras suyo y tanto el líquido como el vidrio golpearon el lado derecho de Gavin. Todo quedó en silencio por unos momentos.


— Gavin… —Comenzó el borracho, horrorizado de lo que acaba de hacer y posiblemente recordando lo mismo que él. Su padre, el desgraciado de Jonathan Reed con la botella en su mano intentando de matar a su hijo, quien sangraba y tenía su rostro marcado para siempre. Los vidrios que se clavaron en su piel, en el momento actual, no eran anda comparado con el dolor sordo de traición que lo envolvió.


— Vete a la mierda viejo —Y Gavin se giró y marchó sin decir nada más. Fue la última vez que intentó intervenir con Hank o que directamente le habló, el hombre no intentó de disculparse con él estando sobrio; eso fue bueno de su parte, no quería sentirse obligado a aceptarlas. Evitó alguna vez tener casos con él y casi pidió transferencia de recinto para al fin purgar todo el mal que lo corroe, pero no siente que tenga merecido aquello. Al final de cuentas, él nació para ello.

Notas finales:

Me gusta el detalle de que la chaquetea que actualmente usa sea de Hank, como un recuerdo de que alguien alguna vez se preocupó por él. Sé que es bastante deprimente este cap, pero primero tengo que sacar a Hank de su lugar para acomodar a Gavin, lo que sucederá en el próximo cap.

 

 

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