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Entre líneas por Camui Alexa

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– ¡Yosha!

Tetsu dio un salto al escuchar el grito proveniente del estudio, y en proceso tirando por toda la sala las hojas del reporte que había estado leyendo.

Recobrándose del susto, recogió los papeles y fue al estudio, donde Gackt miraba algunos pentagramas y hojas escritas con una sonrisa enorme.

– ¿Cuál es la razón de que hayas robado años de mi vida con ese grito?

– Por fin he terminado – señaló los papeles sobre el escritorio –. Son tres canciones excelentes. Espero que a Yoshiki le gusten.

El bajista se apoyó en el escritorio, paseando la vista por su superficie.

– Me pregunto si alguna vez te había visto tan entusiasmado en mi vida.

– Claro, Tetchan: el día que aceptaste salir conmigo.

– Lo dudo – extendió una mano para tomar una de las composiciones, pero Gackt la pescó antes de que sus dedos pudiesen descender sobre ella –. Quería verla – se quejó.

– Ah... no, no es buena idea.

– ¿Por qué?

– Porque no es tan buena.

– Entonces muéstrame el resto.

– No – dijo escuetamente mientras metía las tres canciones en un sobre amarillo.

– ¿Por qué no?

– Estoy feliz con esas canciones. Si las ves, encontrarás en ellas montones de errores y entonces tendré que tirarlas.

– Me gusta como escribes, lo sabes.

– O, peor aún, las verás, las encontrarás horribles y me dirás que son buenas sólo para hacerme sentir bien.

– ¡Ja! ¿Yo las creeré un asco y a Yoshiki le gustarán?

– Eso espero.

– Mh. Qué extraño. ¿Hay algo que deba saber, Gacchan?

– ¿Algo como qué?

– No sé... ¿Algo que provoque celos, por ejemplo?

– Nada en absoluto, Tetchan – le dio un rápido beso en los labios y salió a grandes zancadas del cuarto para ir a colocar el sobre en la parte alta de un mueble en la sala, fuera del alcance de Tetsu.

– Nunca antes me has ocultado tus canciones – reprochó en tono juguetón mientras miraba divertido el sobre en lo alto. Gackt estaba en uno de sus trances en que le trataba como a un niño, cosa que a él le parecía graciosísima.

– Estas son especiales – explicó, volviéndose hacia él.

Moviéndose como un rayo, pasó junto a él y empezó a estirarse para tomar el sobre.

– ¡Eres un niño, Tetsuya!

– Eso dicen.

Gackt lo envolvió en sus brazos por la espalda.

– Vamos, Tetchan. Deja esas letras en paz. Ya las escucharás cuando estén grabadas.

– ¿Y por qué no me dejas verlas como todas las demás?

– Porque no. Esas letras son para Yoshiki. Déjalas ahí hasta que las envíe, ¿de acuerdo?

– Convénceme.

Con actitud juguetona, Gackt empezó a besar y mordisquear su cuello, y Tetsu dejó escapar una risita.

– Mh. Sigue así y quizá me olvide de la canción.

De golpe, abrió los ojos, retrocediendo asustado contra el cuerpo de su amante. El mueble frente a él se movía violentamente. No sólo ese mueble, sino todos ellos, igual que las persianas y el piso. Tetsu dejó escapar un jadeo de sorpresa. Hacía años desde que Tokyo no sentía un temblor como ese.

Trastabilló hacia atrás, y pronto el movimiento lo había arrojado al suelo, sobre Gackt.

Unos momentos después, todo había dejado de moverse. Un poco inseguro, se levantó, tendiendo después la mano al cantante.

– ¿Qué fue eso?

– Un terremoto.

– ¡Lo sé, genio!

– Tú preguntaste...

– ¿Estás bien?

– Un. Sólo me sacaste el aire. Aunque esta mesa no puede decir lo mismo, ¿eh? – señaló con la vista la mesa de centro sobre la cual habían caído, que ahora reposaba rota y desnivelada en el suelo.

Tetsu tiró de él y le observó hacer una mueca de dolor mientras se levantaba.

– ¿Qué pasa?

– Creo que me lastimé la espalda.

– Eso no es bueno. ¿Quieres que llame al médico?

– No, yo... – en un instante, las piernas se habían negado a sostenerlo.

– ¡Gacchan!

El cantante tosió, y Tetsu observó un rocío rojo brotar de sus labios.

– ¡Maldición! No te muevas, llamaré una ambulancia – con dedos temblorosos, marcó el número desde su móvil y le indicó a la encargada sus datos y que tenía una emergencia.

Cuando volvió a arrodillarse junto a él, vio que todo su cuerpo temblaba y que un persistente hilo de sangre fluía de su boca.

– Ya está en camino la ambulancia, no te preocupes.

– Un – de inmediato, un borbotón de sangre fue expulsada por su boca, y también su nariz empezó a sangrar.

– ¡Gackt! ¡Gacchan, mírame!

Sin dejar de parpadear, Gackt medio fijó en él sus ojos.

– Tranquilo, Gacchan, sólo... Todo estará bien – prometió, sintiendo un nudo en la garganta. Gackt negó suavemente con la cabeza, y Tetsu comprendió enseguida, lágrimas empezando a correr por su rostro –. No – se quejó.

– Está bien, Tetchan – su voz temblaba, pero era serena. Quería decir demasiadas cosas, pero sabía que no podría, así que debía elegir con cuidado sus palabras –. No llores... – alzó su mano hacia el rostro del bajista, pero requería demasiado esfuerzo, así que ésta volvió a caer a su costado.

– Gacchan, no...

– Está bien – le dedicó una débil sonrisa, intentando sostener su mirada –. Te amo, Tetchan.

Tetsu negó convulsivamente con la cabeza, y casi inmediatamente después, Gackt había perdido el conocimiento.

 

~

 

Tetsu despertó, recostado en el sillón de la sala. Miró a su alrededor, sintiéndose desorientado. Después, recordó todo con una claridad sobrecogedora: la ambulancia había llegado asombrosamente rápido, pero los paramédicos habían sido incapaces de ayudar. La caída contra la mesa había fracturado dos costillas, que se habían clavado en sus pulmones, provocando una hemorragia interna muy severa. Nadie había querido decírselo, pero él comprendía que eso significaba que Gackt se había ahogado en su propia sangre.

El país entero estaba en shock, y el mundo de la música lloraba su pérdida.

Durante días, había sido imposible conseguir una sola rosa de cualquier color en Tokyo y sus alrededores, e incluso en Osaka escaseaban. Tetsu jamás había visto tal cantidad de flores reunidas en un solo lugar.

La familia de Gackt había venido desde Kyoto, transformada por el dolor. La madre de Gackt le había estrechado como si nunca hubiese existido la discordia entre ellos, sollozando en su hombro durante horas; y el tradicionalista y severo padre de su amante le había apretado en sus brazos, llamándolo hijo. Era increíble lo que el dolor podía hacer a las personas...

– ¿Tetchan?

Levantó la cabeza de golpe, secando con ambas manos las lágrimas que le corrían por las mejillas.

– Doiha chan...

– ¿Cómo te sientes? – preguntó con gravedad mientras se sentaba a su lado.

Tetsu se encogió de hombros, percibiendo que Hyde aún llevaba el traje negro que había usado desde el día anterior para atender la última de muchas ceremonias celebradas en honor al alto cantante. Igual que él.

Hyde le pasó un brazo por los hombros, en silencio, pues ya había agotado todas las palabras de consuelo del mundo en los últimos días.

– ¿Sabes? Saku chan y yo estábamos pensando... que tal vez deberías venir a pasar unos días con nosotros.

El bajista tragó saliva. Sus amigos llevaban ya muchos días a su lado. Ken y Yuki a penas se habían ido a su casa esa mañana...

– ¿Tetchan?

Negó con la cabeza.

– No creo que... que sea bueno que estés aquí.

Sabía bien a lo que se refería Hyde, y agradecía su preocupación, pero sabía que el lugar donde se encontrara no haría ninguna diferencia.

– ¿Quieres que me quede contigo?

– No, Doiha chan. Tú y Sakura vayan a casa.

– Demo...

– Ya han pasado muchos días conmigo.

– Queremos que estés bien, Tetchan.

– Estaré bien.

– ¿Estás seguro? Ha pasado muy poco tiempo y...

– No haré ninguna estupidez, Doiha chan. Él no lo hubiese querido – Hyde hizo ademán de interrumpirlo, inseguro de qué tan sano sería que hablara de su amante en esa forma, pero él continuó –. Sólo debo esperar, ¿ne? Si tomara mi propia vida, entonces no podría volver a verlo nunca – tomó aire para deshacer el nudo que le oprimía la garganta –. En realidad, no debería estar triste por él... pero no podemos dejar de ser egoístas, ¿no es así?

Hyde observó la sonrisa de su amigo, sincera a pesar de las lágrimas que bañaban su rostro. Una vez más, se sorprendía de la fuerza contenida en aquel ser de aspecto frágil e infantil.

– Va a casa, Doiha chan. Han estado aquí por todo el tiempo necesario.

– ¿Estás seguro? – volvió a preguntar.

– Un. Será sólo cuestión de acostumbrarme a que no nos veremos por un rato – se liberó de su abrazo y se puso en pie, presionando suavemente a Hyde para que se marchara.

– ¿Dónde... dónde piensas dormir, Tetchan?

El vocalista sintió sobre sí una mirada vidriosa, pero que contenía un gentil reclamo.

– En nuestra cama, Doiha chan. Cambiar de cama no me arrebatará todas las noches que pasé con él.

– Un – otra vez, lo estrechó en un fuerte abrazo –. ¿Estás...?

– Hai. Estaré bien. Gracias.

– Si me necesitas... si necesitas cualquier cosa...

– Te llamaré.

– A cualquier hora.

– Hai.

– Eres demasiado fuerte, Tetchan. A veces me asustas.

– Baka.

– Ése soy yo.

Renuente, se separó de él. A continuación, fue en busca de Sakura y tras nuevamente hacer jurar al bajista que lo llamaría si pasaba algo, se retiraron del lugar, dejando a Tetsu a solas por primera vez en casi una semana.

Miró a su alrededor. Esbozó una extraña sonrisa. Era cierto que aquel lugar estaba lleno de recuerdos, pero también era cierto que no necesitaba ver nada de eso para que las memorias desfilaran agridulces por su mente. Con dificultad, se tragó las lágrimas.

Fue al cuarto de baño y contempló su semblante devastado en el espejo. Tomó un largo baño, disfrutando con melancolía del sonido del agua y los cálidos reflejos de la luz de las velas sobre las burbujas de jabón. Después, se secó con una toalla, extendió ésta en el colgador del baño y se miró un momento al espejo. Se veía mejor. Sólo un poco, pero mejor. A él le habría gustado verlo así.

Se vistió aquella pijama de solecitos sonrientes que siempre hacía reír al alto cantante, y roció sobre su cuerpo una generosa cantidad de Egoisté. Cualquiera pensaría que era malsano hacer eso, pero él no. No buscaba torturarse, sino sentirlo cerca, recordarse que siempre estaría con él. Después de todo, los cuerpos eran sólo cuerpos, tal como Gackt había dicho, y como seguramente querría que él recordara.

Miró la cama un momento, pero no se acercó. Sabía que lo extrañaría a su lado, pero no le temía a eso. Simplemente, no tenía sueño.

Descalzo, fue hacia la cocina para prepararse un sándwich, pero en el camino su vista tropezó con aquel alto mueble. El sobre amarillo seguía ahí.

Jaló un sillón y trepó en él para ayudarse a alcanzarlo, y luego continuó el camino a la cocina. Abrió el sobre y dejó sobre la mesa las tres canciones, cada una pulcramente escrita en papel blanco con plumón negro y sujeta a dos o tres hojas de pentagramas que contenían la música.

Leyó las tres canciones. Como esperaba, eran magníficas, pero despertaron un extraño sentimiento en su interior. Sobre todo una de ellas. Con título en alemán que le resultaba indescifrable, hablaba de un amor a primera vista, surgido cuando ya existía una relación; un sentimiento tan sobrecogedor que obligaba a separarse del pasado para cultivarle sin que nada pudiera estorbarle.

Sabía bien lo que aquello significaba. Había sido la última canción de Gackt. Una canción para Yoshiki.

Con aún menos apetito que antes, se olvidó del emparedado y sólo se preparó un vaso grande de leche con chocolate, reuniendo valor mientras lo bebía.

Sabía lo que tenía que hacer.

Buscó la libreta de direcciones de Gackt y localizó el número. Miró el reloj, que mostraba que faltaba poco para la una de la mañana, y su mente tardó un poco en decidir si del otro lado del mundo sería una hora prudente para molestar a alguien por teléfono.

– ¿Hello? – respondió la voz al otro lado de la línea, claramente desconcertada.

– ¿Yoshiki san?

– Hai.

– Tetsu desu. Ogawa Tetsu desu.

– Tetsu san... ogenki desu ka.

– Un.

– Yo... me enteré de lo que ocurrió... Lo siento mucho... en verdad...

– Hai. Domo.

– Me fue completamente imposible ir antes; pero tengo un vuelo a Tokyo esta misma tarde.

Tetsu suspiró.

– Me gustaría verte, Yoshiki. Necesito hablarte.

– En ese caso...

– ¿Conoces esta dirección? – hubo una pausa –. Es el mismo apartamento que Gacchan y yo compartimos por cuatro años.

– Sí; conozco la dirección.

– Entonces te espero aquí cuando llegues.

– Por supuesto.

– Sore ja.

– Ja.

Tetsu colgó. Por un largo rato, antes de que le reclamara el sueño, la melancolía se mezcló en su pecho con un sentimiento que no consiguió identificar.

 

~

 

Aparentemente, Yoshiki no había perdido mucho tiempo antes de dirigirse a su apartamento, pues hacía poco que la noche había caído. Tetsu lo miró un momento, notando el contraste de la rosa blanca que sostenía su mano contra el fondo negro de su ropa.

– Douzo.

– Shitsure shimasu.

Sin preguntar, Tetsu sirvió dos tazas de té, dejándole en la sala.

– De verdad, siento mucho no haber podido estar aquí durante el funeral...

Tetsu negó con la cabeza.

– A Gacchan no le importaban demasiado esas cosas. Él pensaba que el significado real está en los sentimientos, no en las imágenes o los lugares.

– Cierto – un poco inseguro, le tendió la rosa –. Me dijeron que...

– Así es – se levantó del sillón, gesticulando a Yoshiki para que le siguiera –. Su familia pensó que él lo hubiese preferido así...

El pianista asintió. Para Gackt, los lazos familiares no eran necesariamente consanguíneos. Pero le alegraba un poco escuchar que al final la orgullosa familia había reconocido sus errores. Estaba seguro que a Gackt le agradaría.

Yoshiki se encontró entonces en la alcoba, frente a una hermosa urna de plata labrada, coronada por una rosa tallada en ónix. Acarició los negros pétalos por un instante, y colocó la rosa en un pequeño jarrón a su lado, en compañía de otras flores.

– Gackt quería darte esto.

Yoshiki vio materializado en sus manos un sobre amarillo.

– ¿Es...?

– Son las canciones que escribió para ti.

Con dedos temblorosos, Yoshiki abrió el sobre y se tomó su tiempo para leer cada una de las canciones. Tetsu podía leer el entendimiento en su rostro.

Finalmente, luciendo abatido, volvió a guardarlas en el sobre y apretó éste contra su pecho.

– Gracias.

– Iie.

El silencio se instauró entre ellos por un par de minutos.

– Yoshiki... – a pesar de la poca familiaridad que había existido entre ellos, ahora los formalismos poco importaban.

– ¿Hai?

– Tú... eras amante de Gacchan, ¿verdad?

– Lo fui. Sí.

Sintiendo que una vez más las lágrimas se desbordaban de sus párpados, Tetsu estrechó a Yoshiki contra su cuerpo. Con esto, el pianista pareció perder el control, derramando las primeras lágrimas por el amigo que había perdido.

Mientras lloraban uno en brazos del otro, el tiempo parecía haberse congelado.

El roce de los labios de Tetsu sobre los suyos le sorprendió, pero acogió con avidez la dulce sensación.

Lentamente, sin palabras, dejaron caer las ropas al suelo; y muy pronto sólo la suavidad de las finas sábanas interfería de vez en cuando con la sensación de piel contra piel.

Yoshiki acariciaba a Tetsu, lo besaba aspirando el aroma del perfume que antes respirara de otra piel, recordando momentos agradables que ya a veces se nublaban en el tiempo.

Tetsu recorría con sus manos aquella espalda, deteniéndose de tanto en tanto para observar el hermoso tatuaje a la ambarina luz de la lámpara, preguntándose cuántas veces habría Gackt hecho justamente aquello.

Los besos y las caricias se sucedían sin prisa, sin fuerza, sin culpa, sin amargura y sin resentimientos. Muy pronto, ambos se movían siguiendo un solo ritmo, perdidos en las sensaciones que algo tenían de familiares y otro tanto de extrañas, tomando con avidez el calor y la gentileza del consuelo mutuo.

Después de una eternidad, ambos cayeron lado a lado, sus cuerpos agotados de placer y sus espíritus sintiendo la dolorosa serenidad de las heridas que sanan lentamente.

Pasaron un largo rato en silencio, Tetsu mirando las sombras colgadas en la pared, Yoshiki perdido en la contemplación del liso techo.

Finalmente, el pianista se incorporó en la cama, empezando a vestirse, inseguro de cómo poner en palabras aquellas sensaciones que ambos comprendían ya demasiado bien. Entre ellos quedaba el gusto a dulce melancolía, nacido del dolor compartido.

– Tetsu...

– No es necesario que digas nada. Pero hay algo que necesito decir – le tomó un par de minutos elegir las palabras adecuadas –. Sé lo que puedes estar pensando, pero quiero que sepas que no es verdad. Preferiría ver a Gacchan a tu lado antes que su muerte.

– ¿De qué hablas?

– ¿Acaso no lo sabías? Gackt iba a dejarme para estar contigo – su corazón latía desbocado, y sus ojos permanecían fijos en aquella espalda coloreada, evitando la mirada que Yoshiki clavaba en él.

– ¿Qué te hace pensarlo?

– Esas canciones que escribió para ti. He aprendido a leer entre líneas en su música.

Yoshiki guardó silencio por un rato, las lágrimas en sus ojos reflejando la cálida luz de la lámpara.

– Ahora deseo que lo hubiera hecho antes. Si se hubiera ido a Los Ángeles contigo, esto no habría ocurrido.

– No entiendes.

– ¿Mh?

– El título de esa canción...

– No sé alemán...

– Yo tampoco... pero ese título es demasiado claro. Es una fecha.

– ¿Una fecha?

– Un. Una fecha que ni él ni yo olvidaríamos fácilmente. Verás, Gacchan y yo fuimos amantes por mucho tiempo – habló con rapidez, deseando decir aquellas palabras aprisa para dejar atrás el dolor que producía el pronunciarlas –. Puedo decir que nos entendíamos muy bien. Muchas veces pensé que, de hecho, me llevaba demasiado bien con él para tratarse de alguien diez años menor... pero Gackt difícilmente podía considerarse como un hombre normal, ¿verdad?

Tetsu asintió.

– Sin embargo, él tenía que estar aquí. América no le ofrecía todo lo que necesitaba y deseaba – tomó aire profundamente –. Precisamente en ese día, me llamó... su voz destilaba una emoción que jamás le había escuchado antes. Admito que dolió un poco, pero yo comprendí y ambos lo superamos rápido... nos sorprendimos a nosotros mismos – dejó escapar una risa extraña, con demasiadas emociones en ella como para que alguna dominara sobre el resto –. Tenía que hacerlo, porque no iba a ponerme en su camino... no cuando le quería tanto. Al final, descubrimos que los sentimientos entre nosotros eran distintos.

El bajista le miraba fijamente ahora, mientras él clavaba la vista en la pared opuesta.

– Es el día al que se refiere esa canción. Es el mismo día en que Hyde te presentó a él – exhaló un pesado suspiro –. Recuerdo que pasó casi dos horas intentando explicar con palabras eso especial que había percibido en ti. Gackt incapaz de encontrar palabras... te darás una idea del estado en que le dejó esa primera reunión contigo.

De nuevo, se permitieron la reflexión en el silencio, hasta que Yoshiki volvió a hablar, ya completamente vestido y dispuesto a marcharse.

– Deberías tocar esa canción. Ponerla en un disco y colocarla en primer lugar; ya sea con tu banda o por tu cuenta.

– Pero Gackt la escribió para ti.

– La escribió para que la tocáramos en nuestra banda, pero la canción no es para mí.

Tetsu esbozó su sonrisa ladeada que delataba esa curiosa mezcla de alegría con algo más, que en ese momento era la sensibilidad del dolor aún muy fresco.

– ¿Vas a continuar con esa banda?

– Será difícil sin él...

– Pero Gacchan quería que esa banda fuera la primer banda japonesa en romper records mundiales.

– Un.

– Deberías continuar.

– Eso... – respiró hondo –. Aún no tengo un bajista.

Tetsu sentía una fuerte opresión en la garganta, que le impidió responder por largos minutos.

– Lo pensaré.

– Hai. No querría que me dieras una respuesta ahora.

Se miraron un momento. Por fin, Yoshiki se inclinó y le besó en la mejilla. Tetsu devolvió el gesto.

– Nos veremos después.

– Hasta entonces.

Yoshiki titubeó antes de decidirse a marcharse.

Por su parte, Tetsu esperó un largo rato antes de levantarse a apagar la lámpara. Regresó a la cama, aspirando el aroma de Gackt en las sábanas, sus sentidos ignorando la esencia extraña en ellas.

Sintió una lágrima correr por su mejilla y se apresuró a secarla.

Al anochecer, se reuniría con Gackt, pero antes de eso, le esperaba un largo día de trabajo. Poner una canción en la cima del mundo podía requerir de mucho esfuerzo... pero si en verdad se concentraba en ello, podía conseguir cualquier cosa.

Con esas palabras en mente, cerró los ojos y esperó la dulce calma del sueño.

 

~Owari~

Notas finales:

Dedicado a Ogawa Saya de Vivid Carrots

 

Notas:

 

1) Los accidentes suelen ocurrir de manera estúpida, y el que costó la vida de Gackt no es la excepción. La caída fue sobre la mesa, que le golpeó justo a la altura de las costillas. Quizá el golpe no hubiese tenido consecuencias graves, de no ser porque Tetsu cayó encima de él.

 

2) “Al anochecer, se reuniría con Gackt, pero antes de eso, le esperaba un largo día de trabajo. Poner una canción en la cima del mundo podía requerir de mucho esfuerzo... pero si en verdad se concentraba en ello, podía conseguir cualquier cosa.”

Este párrafo es una metáfora. Cuando dice anochecer, se refiere al momento en que muera; y al mismo tiempo está comparando el tiempo que le resta de vida con un muy largo día de trabajo, durante el cual no puede reunirse con Gackt.

Aquí ya es obvio que aceptará el puesto de bajista en la banda de Yoshiki, y la última frase de este párrafo es una de las principales frases de Gackt (en la vida real).

 


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