Era el primer día de clases en la secundaria del colegio Brighten. Kaoru tenía 20 minutos de retraso y mucho temor de llegar esa mañana.
Mientras recorría el camino reconocía antiguos compañeros y cada vez se ponía más nervioso.
Antes de llegar a la puerta se detuvo y recordó el último día del año anterior cuando por fin pudo expresar sus sentimientos a Mai - chan. Ella era hermosa, callada y tímida. No podía dejarla ir sin decirle nada.
Era tarde, el sol se ocultaba, las hojas de los cerezos caían en el camino. En ese momento se acercó firmemente a ella.
-... Mai-chan.
Ella intentó acelerar el paso pero sólo pudo murmurar:
- Um....
Por fin se detuvo y sus mejillas se pusieron rojas.
Kaoru apenas podía respirar.
-... Mai chan.. lo que quiero decirte es...
Ya estaba lista para salir corriendo cuando él la tomó de la mano. Estaba clavado en el piso con los ojos cerrados, tenía que decirlo, tenía que decirlo ya:
- Me gustas... Mai- chan; quiero... que salgas conmigo.
Mai levantó la vista y sus ojos grandes lo miraban sorprendidos:
- Yo... te responderé cuando regresemos a clases, no me pidas nada más por favor... no ahora.
Kaoru había soltado su brazo y guardaba como recuerdo el perfume de sus cabellos cuando iba hacia casa.
Pensaba en cómo iba a ser la vida a partir de ese momento. Le parecía casi imposible que tras toda esa espera se ocultara agazapado un "no". Se miraba al espejo y se encontraba vulgar, pequeño, innoble ante la belleza de Mai - chan. Sin embargo esto era una exageración. De talla mediana y de una lánguida delgadez, Kaoru parecía un ser etéreo, sus ojos eran verdes, sus cabellos rosados muy lisos y sus manos blancas y finas con dedos delicados. Su padre era un pintor que viajaba constantemente dejándole solo. Su madre hacia mucho tiempo había muerto. Mai venía a llenar este mundo solitario y triste. La esperanza de estar junto a ella, de salir de la oscuridad con ella era los que le animaba en sus días largos e interminables.
Y con esa esperanza había regresado a clases. Todo el verano había trabajado duramente para ser mejor "Tengo que ser digno de ella", se decía y miraba la foto de su promoción acariciando la imagen de Mai.
Ahora estaba allí con el corazon a punto de salirle del pecho.