Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Iruka's Smile por KakaIru

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Ahh!!! Ya sé que no he terminado de publicar mi fic (no me maten) pero es que esta idea se me ocurrió, la escribí y quise compartirla con tod@s ustedes...

Talvez esta historia les resulte muy dulce a algunos, pero a mí me pareció mi tierna, sinceramente espero que la disfruten. Y si les gusta o quieren hacer algún comentario al respecto (o si quieren criticar o lanzarme tomates y pedirme que me dedique a otra cosa) dejen un review y se los agradeceré!!! Eso sí, no supe en qué género ponerlo, pero igual espero que les guste!!!!

Ahora sí, One-shot dedicado a tod@s l@s fans de esta superlinda parejita...

KakashixIruka

Notas del capitulo:

Bueno, aquí va!!! (cruzo los dedos) Esto... mmm... se supone que esta es la versión corregida (que he arreglado en mas o menos treinta minutos) que me veia necesitada de hacer.... Voz del Silencio sé que te encargaste de hacerme ver mis errores (como lo de los puntitos divisorios............ gomen!!!! no pude eliminarlos del todo... los necesito!!!!!) por eso he tratado de mejorarlos (aunque no creo que haya quedado mejor) En todo caso me gustaría que lo leyeras de nuevo (si no es mucho pedir) y me dejases un comentario diciendome que tal te parecio (si estoy pidiendo mucho verdad???)

Bueno, eso es todo, ya dejo de marear... 

One-shot dedicado a tod@s l@s fans de esta superlinda parejita....

 KakashixIruka

La primera vez que lo vi, recuerdo, estaba lloviendo. Diluviaba de tal manera que si extendía mi mano sobre mi cara me resultaba muy difícil verla. Recuerdo que ese día enterraban el cuerpo de Obito, el que había sido mi mejor amigo y, ¿por qué no decirlo?, también algo más.

 

Yo estaba muy triste, como era de esperar luego de la muerte de alguien tan importante para mí. En ese momento parecía inconsolable, y realmente así era. Todo a mi alrededor estaba sumido en el silencio, un silencio que iba muy bien con mis emociones, con mi dolor.

 

En ese entonces era yo muy joven. Pero aún así ya sabía el significado de la palabra ‘muerte’, de la palabra ‘dolor’, de la palabra ‘guerra’… Muchas veces antes había visto a las personas caer, había visto a la gente morir bajo el filo de una kunai, yo mismo había asesinado a muchas personas, ninjas como yo, jóvenes como yo, agonizantes como yo. El dolor, en ese preciso instante, se hizo casi tangible. Y, de haber podido, habría derramado lágrimas en honor a Obito.

 

Pero no podía.

 

En cambio, la lluvia caía por mi rostro simulando a la perfección las lágrimas que mis ojos eran incapaces de derramar. Las sentía frías sobre mi rostro acalorado. Escuché entonces mis propios sollozos. No, más bien un sonido distante de alguien que lloraba.

 

Alcé la vista y, entonces, allí estaba. A pesar de que las gotas de lluvia se incrustaban contra mis ojos pude verle con una claridad sorprendente, casi sobrenatural. A menos de dos metros de donde me encontraba estaba un chico tan joven como yo, y también lucía muy triste. Me fijé en su bonito rostro arrasado en lágrimas. Vi la graciosa cicatriz que surcaba su rostro. Aunque en ese momento no me hizo gracia alguna.

 

Me dirigió una lastimera sonrisa. Una sonrisa hermosa y radiante. Su rostro pareció iluminarse con esa sonrisa. El mío también.

 

Pregunté su nombre, y el mismo me llegó en una exhalación: ‘Iruka’. Cuando me acerqué a él ya había desaparecido. Hubiese querido decirle: ‘Yo soy Kakashi, y estoy tan triste como tú, ¿querrías hacerme compañía un segundo?’ Pero la frase murió en mis labios al darme cuenta de mi soledad. Él se había ido, y yo había vuelto a lo mismo de siempre, pero esta vez con un hermoso nombre de recuerdo.

 

La lluvia seguía cayendo, pero ya no la sentía. Y el dolor lo sentía tan distante, como si se tratara de un recuerdo lejano. A partir de ese momento mi mente sólo tuvo lugar para ese chico.

 

Cuando llegué a la villa, esa misma tarde, busqué a Iruka con desesperación. Quería encontrarlo, quería hablar con él, quería estrecharlo entre mis brazos. Yo lo necesitaba, así como él me necesitaba a mí. Podía sentir su llamado, como una muda súplica. Sus ojos me lo habían pedido. Cuando mi búsqueda resultó infructuosa sentí el peso del mundo caer sobre mis hombros y sobre mi corazón. Sin saberlo me había enamorado, había comenzado a amar a un rostro dulce, un rostro de niño, una expresión de tristeza, una sonrisa radiante que arrasaba con mi desolación.

 

Esa tarde también descubrí, además de mi creciente amor por Iruka, algo que alteró mi vida para siempre:

 

-¿Iruka? No, el único Iruka que conozco murió hace varios años en uno de los ataques a la villa.

 

 

***

 

Varios años después acababa yo de dejar el Anbu. Estaba listo para entrenar a mis propios alumnos. Los recuerdos parecían haber quedado atrás. Había superado la muerte de Obito, o al menos eso parecía. Nadie se atrevía a pensar que cuando mis ojos parecían empañarse, cuando mi garganta se secaba impidiéndome hablar, cuando mi mente perturbada me alejaba de la realidad, era porque no había terminado de superar la muerte no de mi mejor amigo, sino de Iruka.

 

La muerte de mi Iruka.

 

Aún hasta ese día no había podido comprender nada. Yo lo había visto, no había sido una alucinación, era imposible que mi mente pudiese crear de la nada una sonrisa como la suya, o imaginar un rostro como el suyo, o imitar la sensación que me sobrecogió al verle.

 

Nuestro encuentro había sido real. ¿Cómo, sino, había sido yo capaz de saber su nombre? Y sin embargo no podía recordar su voz, ni la ropa que llevaba puesta, simplemente su rostro, su fina cicatriz, sus ojos del color de la noche, su piel aparentemente suave, su sonrisa que casi me había hecho perder la razón.

 

Y allí estaba yo, con el fantasma de Iruka viviendo en mi subconsciente, permitiéndome apenas respirar.

 

Ese día conocería a mis alumnos, los cuales seguramente reprobaría, no sólo porque los odiara, sino que simplemente no eran aptos para llevar a cabo una misión de importancia. Ellos eran tres, y debían ser y actuar como un equipo, pero más parecían perros y gatos. Yo, que había luchado junto a Obito, siendo amigos, arriesgando nuestras vidas, no podía permitir que gente como aquella se convirtiera en ninjas. Niños como ellos no podían ir al frente de batalla, sólo quedarse en casa esperando el retorno de los combatientes.

 

Casi sería la hora acordada, pero yo no me moría de ganas por ir, al contrario, moría de ganas por quedarme.

 

Y así me encontré paseando por uno de los innumerables pasillos de la academia. Entré a uno de los salones, no sé por qué, talvez para intentar descansar un poco del bullicio de mi propia mente. Y los salones eran tan silenciosos, y yo no podía sacar a Iruka de mi mente.

 

Aunque, para ser sincero, nunca había podido apartarlo por completo.

 

Entré sin hacer ruido, como venía haciendo siempre, moviéndome con la ligereza de un fantasma. Cerré la puerta tras de mí. Di la media vuelta y alcé la mirada. Y allí, justo como años atrás, vi de nuevo a Iruka.

 

Abrí los ojos al máximo, tanto por la sorpresa como por el shock de verle allí, frente a mí, tan real como yo mismo. Dudé de mis facultades mentales. ¡Dios! ¡Finalmente estaba enloqueciendo! Pero, si realmente era la locura, deseaba que no terminara nunca, si se trataba de un placentero sueño, no quería despertar, si era una ilusión, quería que durara eternamente. Porque ese que estaba allí no podía ser el mismo Iruka que yo había apenas vislumbrado en el entierro de Obito. Y sin embargo me regaló la misma tierna sonrisa que me había otorgado años atrás. Sentí las lágrimas recorrer mis mejillas.

 

Esa era la primera vez que lloraba, en toda mi vida.

 

Sí, sin duda alguna, ese era Iruka.

 

Sólo Iruka podría obrar un cambio tan grande en mí. Pero él mismo lucía tan cambiado.

 

Había crecido tanto como yo. No era el mismo dulce niño de antaño, a pesar de que aún conservaba ese aire angelical, tímido y casi inocente, pero ahora era todo un hombre adulto. Vestía los sencillos ropajes de profesor de la academia y aún así lucía maravilloso, con el largo cabello amarrado en una coleta, dejándome apreciar todo su hermoso rostro. Sus ojos negros que me miraban con un brillo extraño, caprichoso, su nariz siendo atravesada con la misma cicatriz de origen incierto, sus labios curvados en una de sus arrebatadoras sonrisas.

 

Dios, ese chico era precioso.

 

Recuerdo haber dicho su nombre en voz baja; él pareció sorprendido. ¿Qué esperaba? ¿Creía talvez que no lo recordaría? Imposible. Yo me acordaba de él en todo momento, y la sensación que experimenté al saber que había muerto nunca había terminado por abandonarme. Crecía dentro de mí con cada día que pasaba, sumiéndome en una tristeza insoportable.

 

Pero ahora él estaba ahí, muy cerca de mí. A un lado de la pizarra vacía, observé que se rascaba su cicatriz con cierto aire de nerviosismo. Sonreí. Resultaba imposible pensar que él estuviese más nervioso que yo.

 

Traté de acercarme a él pero a cada paso que daba él retrocedía. ¿Por qué no quería acercarse a mí? ¿Acaso por mis atroces crímenes, por mis horribles pecados, acaso por las innumerables muertes que manchaban mi historial, acaso por la interminable lista de cadáveres que me seguía a todos lados, como un hedor horrible que inundara mi piel alejando a todos de mí?

 

Claro, eso era lo que llamaban ‘olor a muerto’.

 

 Por Dios, Iruka, ya cargaba yo con mi condena como para que vinieses a hacerla aún peor. ¿Tenías miedo? ¿De mí? No, no temas de mí, de mí no, Iruka, que eres la última persona a la que lastimaría, preferiría morir antes que lastimarte.

 

Su mirada entonces cambió. Yo lo observaba tristemente, él me veía con resignación. Lo comprendía, él se daba por vencido al igual que yo lo había hecho tiempo atrás. Me había resignado a perder a Obito, a perder a Iruka, a perderlo todo. Pero ahora no quería perderlo a él, no de nuevo.

 

Sus ojos parecieron atravesarme. Nuevamente él estaba triste, y yo también. Yo quería tocarlo pero él no se dejaba. Finalmente me rendí por completo. Susurré un quedo ‘te quiero’ y él volvió a dedicarme una de sus sonrisas, esta vez llena de una emoción completamente diferente.

 

Esta vez su sonrisa me encogió el corazón.

 

En ese preciso instante estábamos tan cerca y a la vez tan lejos. Sólo estirar mi mano y podría tocarlo, pero este sencillo gesto resultaba tremendamente imposible para mí. Al final tomé una decisión. Yo quería estar con Iruka, así que completamente decidido me acerqué a él tan rápidamente, con la concentración al límite, dejándolo sin reacción. Mis brazos se cernían alrededor de él en un intenso abrazo. A punto estaba de tocarlo cuando algo más demandó mi atención.

 

Un ruido sordo. Nudillos contra la puerta. Un toque repetitivo y exasperante.

 

Volteé el rostro rápidamente, casi furioso con la persona que me interrumpía. En la puerta estaba el Tercero, mirándome con curiosidad. En ese momento no entendía su cara de estupefacción.

 

Recordé a Iruka.

 

Volví el rostro con la esperanza de encontrarlo aún a mi lado. Pero no estaba. Justo como la primera vez, había desaparecido.

 

Yo también me sorprendí. El Tercero, al ver mi rostro desesperanzado, tuvo algo de compasión hacia mí. Lentamente se acercó hasta quedar a mi lado. Con una de sus manos tomó mi brazo e hizo algo de presión. Supongo que esa era su forma de decir que me comprendía en mi dolor. Yo lo miré interrogante. Justo como la primera vez, pregunté sobre Iruka, esta vez le conté todo lo que había acontecido dentro de ese salón de clases. El Tercero me miró con pena.

 

Después de ese incidente no volví a ver a Iruka. Pero cada día me aparecía por los salones, deteniéndome en ese especialmente, con la ingenua esperanza de encontrar a Iruka nuevamente.

 

Pero Iruka nunca apareció, y en mi mente resonaban las palabras del Tercero:

 

-¿Iruka? Creo recordarlo. Murió muy joven hace años. Era muy querido por mí, aunque realmente todos lo querían mucho. Kakashi, es imposible que lo hayas visto. Aunque pudo haber sido una alucinación, después de todo el sueño de Iruka siempre había sido convertirse en sensei. Todos teníamos muchas esperanzas en él e incluso le llamábamos Iruka-sensei. Pero ya no está, lo siento mucho por ti, muchacho.

 

 

***

 

El tiempo pasó, inescrutable como siempre, decidido, cruel, impasible. Mis alumnos, aún contra todo pronóstico, habían logrado pasar mi prueba. E incluso había llegado a tomarles cariño. De alguna manera me recordaban a mí mismo, visto desde otra perspectiva un tanto más oscura, un tanto más siniestra.

 

Al igual que mis alumnos yo también cargaba con mis propios secretos, con mis propios demonios personales. Y el fantasma de Iruka había comenzado a obsesionarme. El dolor había dado paso a la furia, a la incredulidad, al vano deseo de encontrarnos de nuevo.

 

Y mientras el volcán en mi interior se desataba, también se desataba la guerra. El Tercero había sido asesinado, una nueva Hokage había sido escogida, yo especialmente no sentía predilección por ella. A decir verdad, no sentía predilección por nadie.

 

Un nuevo enemigo se cernía sobre la villa, y con él retornaba mi pasado, aquel que había intentado ocultar en la tumba de Obito junto a mi máscara de Anbu. Pero, nuevamente, yo tenía el deber de pelear, de dar mi vida por algo, o por alguien, no lo sabía a ciencia cierta, lo único que lograba apenas comprender era que la muerte estaba próxima y no podía negarme a su llamado.

 

Había vivido una existencia desligada del amor, del cariño. Nunca había sentido la calidez de un hogar, de los amigos, del amor, y ahora no necesitaba nada de eso. Únicamente necesitaba mi Chidori, mi Sharingan, mis kunais, mis shurikens y mis técnicas. Y sin embargo no me encontraba especialmente decepcionado, después de todo sí que existía una persona que me había dado todo lo que yo había necesitado.

 

Sí, Iruka me lo había dado todo.

 

Él me había regalado una sonrisa en las dos etapas más importantes y cruciales de mi vida, en los momentos justos, en el instante necesario, cuando mi alma parecía saturarse de dolor y pérdidas. Él, para mí, había estado completamente vivo, e incluso más vivo que yo.

 

Ciertamente hubiese querido decirle muchas cosas pero no había tenido la oportunidad. De igual modo ya no tengo esperanzas de salir con vida, tampoco sé si quiero vivir. Realmente supongo que anhelo la muerte, después de todo yo ya no tengo razones para continuar existiendo. Al contrario, tengo más razones para morir que para vivir. Y esto no me entristece para nada, al contrario, me hace un poco feliz, o talvez no feliz, pero algo dichoso o algo aliviado. Sí, eso es lo que siento ahora, alivio.

 

Alivio que llega con mis heridas, con mi propio dolor que no es más que dolor físico ocasionado por las largas y cruentas batallas. Aquí mismo, en el campo de guerra, donde otros han quedado ya, justamente aquí, le veo.

 

Iruka nuevamente está frente a mí. Esta vez lleva puesto el uniforme de chuunin, pero está totalmente desgarrado. Lleva heridas incluso más profundas que las mías. ¿Acaso tú también has estado peleando? Ya veo, tanto la vida como la muerte son una batalla continua que se desarrolla infinitamente sin un desenlace adecuado.

 

Y aquí viene la parte en la que yo muero, ¿no? Si es así entonces por qué sonríes. ¿Por qué me tiendes la mano? ¿Sabes qué? No me importa, no sé en qué estás pensando y no quiero saberlo. Sólo quiero llegar a ti. No sabes cuánto me cuesta siquiera alzar mi rostro. No quiero dejar de ver tu hermosa cara, pero tus heridas las siento como mías, tu dolor es idéntico al mío. Claro, tu dolor siempre ha sido igual que el mío. Sufrimientos iguales.

 

Cuando yo sufría por Obito tú también sufrías, por algún motivo que desconozco. Cuando pudimos reencontrarnos, esa tarde, en el salón de clases, yo había tomado la decisión de dejarme llevar por la corriente hasta ver a donde me arrastraba. Tú me lo impediste. Mi mirada resignada se encontró con la tuya, pacífica, aceptando del mismo modo que yo aceptaba todo a mi alrededor como algo normal. Normal en su monotonía, en su desgarrante lucidez. Pero en ese momento no me permitiste rendirme. Tu presencia me brindó lo que necesitaba para seguir viviendo. Insuflaste aire a mis pulmones, llenaste el vacío en mi pecho, me regresaste la sonrisa que había perdido. Esa que, por descuido mío, no te culpes, he vuelto a perder. Siempre has estado ahí para ayudarme.

 

¿Entonces por qué no me ayudas ahora un poco y te acercas a mí? No puedo moverme, la katana que llevo incrustada en el pecho me produce un dolor que me quita el aliento. Pero tú tampoco respiras bien, porque tu pecho sangra, igual que el mío, como si fuésemos uno el reflejo del otro.

 

Ahora soy yo quien no puede evitar sonreír, tristemente, como siempre, y tú me devuelves la sonrisa con otra aún más radiante, casi divertida. Haciendo acopio de todas mis fuerzas me levanto y voy hacia ti.

 

Ruego.

 

Por favor, no desaparezcas. Por favor, no desaparezcas ahora, cuando más te necesito, no ahora que mis fuerzas fallan, no ahora que no puedo seguir adelante sin ti. Pero estás ahí, con los brazos extendidos, tu sangre mezclándose con otra sangre que definitivamente no es tuya. Es la mía, que ensucia tu cuerpo cuando finalmente logro atrapar tus brazos.

 

¡Dios, había deseado esto por tanto tiempo! Y ahora finalmente le tenía en mis brazos, o más bien él me tenía en los suyos, ¿pero que importa eso ahora? Yo era inmensamente feliz, talvez ahora, que estoy muriendo, puedo llegar a la felicidad.

 

Alzo el rostro para contemplarle. Luce tan hermoso. No puedo evitar que gruesas lágrimas caigan por mis mejillas, recordando ese primer contacto, ese primer momento en la tumba de mi compañero cuando yo había dejado de llorar por Obito y había comenzado a llorar por Iruka. Mi pequeño dulce niño, mi amable sensei, mi excelente chuunin, ahora aquí, conmigo.

 

No pude detener las palabras que brotaron de mis labios:

 

-He esperado por esto tanto tiempo. Cuando al fin podemos estar juntos, Iruka.

 

Como en otras ocasiones yo esperaba que me respondiera con su silencio, con su imperturbable faz, con su cándida y consoladora sonrisa. Pero cuando vi el sutil movimiento de sus labios y escuché el débil sonido de su voz fue para mí la gloria.

 

-Yo también, Kakashi, yo también.

 

Eso fue todo lo que dijo, pero para mí era más que suficiente. Lo apreté aún más haciéndole emitir una breve carcajada de júbilo. ¡Estábamos tan felices!

 

-Ahora es tiempo de irnos.

 

Esto dijo antes de separarse un poco de mí, apartando cuidadosamente mis brazos, dejando al descubierto su cuerpo impecable, sin rastros ya de sangre. Sólo su vestimenta de ninja, su chaleco verde, las habituales vendas que solemos llevar los shinobis y su inmaculada sonrisa.

 

Lo miré con cara de no entender nada. Volvió a sonreír y mi corazón saltó de alegría. Le vi alzar la mirada al cielo, donde el sol comenzaba a hacer alarde de su majestuosidad. Tonto Sol, mi Iruka es mucho más majestuoso que tú.

 

-Vamos.

 

Lo único que vi antes de que una tierna luz me cegara por completo fueron las hermosas alas que aparecieron en la espalda de Iruka. Unas alas blancas, tan hermosas, tan sedosas, como jamás las había visto antes.

 

Mi tierno Iruka era un bello ángel y talvez, con un poco de suerte, yo podía llegar a ser su demonio. Volvió a sonreírme con cariño, pero con los ojos llenos de amor, al igual que los míos. Me tomó entre sus brazos y partimos. No sé a dónde fuimos precisamente, no se dónde estoy ahora, sólo sé que esto se siente demasiado bien, que nada se compara con la sensación de tener a Iruka acurrucado en mi pecho, durmiendo abrazado contra mí, con el hermoso pelo revuelto, el plácido rostro sonriente.

 

No me importaría morir de nuevo con tal de ver esa sonrisa a cada abrir de ojos. Así como no me importó alejarme con él dejando atrás mi cuerpo sin vida, mi pasado y mi dolor.

 

 

***Owari***

Notas finales:

Hola (de nuevo) espero que les haya gustado (o que al menos no hayan vomitado), en todo caso espero que se animen a dejarme un review!!!

Y les doy las gracias por animarse a leer lo que alguien como yo se anima a escribir...

De antemano y por leer.... GRACIAS!!!!!!!!

Cuidense y sigan leyendo!!!!!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).