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Despertares por Alleine

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Notas del fanfic:

Mi primer fic por acá xDD se lo dedico a Eve, porque le gusta y no piede oportunidad de echarme porras, por invitarme a esta página y por ser tan lenda como es ^w^ mi primer Ares x Saga y Saga x Kanon *w* a ver si les gusta :]

Saludos .w. 


Despertares


-¡Despierta Saga!-

La voz juvenil de Kanon se alzó festivamente rompiendo el silencio reinante en la casa de Géminis, sin embargo Saga no conseguía despertar del todo. Arrugó los ojos y volteó el rostro contra la almohada para evitar la luz del sol. Su gemelo lo miró con desaprobación y se subió a horcajadas sobre él, sacándole la almohada para golpearlo con ella repetidas veces.

- ¡Eres un holgazán! ¡Por eso nunca estás a tiempo para los entrenamientos!-

Saga gruñó y le arrebató la almohada para abrazarla y volverse a acomodar, le parecía que su hermano era odioso como nunca antes, no tenía humor para “almohadazos” o reproches infantiles, ya no.

¿Cuándo iba a terminar de aceptar Kanon que estaba tratando con el guardián de Géminis, no con un chiquillo torpe?

- ¡Madura!- Le reclamó molesto por sentir su peso sobre su estómago- ¡Y quítate de encima!-

- ¿Porqué? -

La sonrisa del gemelo menor se tiñó de perversidad, su voz se hizo tan densa que Saga sintió que le vibraban las entrañas; lejos de liberarlo de su peso retrocedió hasta sentarse sobre su pelvis y se movió groseramente sobre él.

- ¿Qué no me deseabas?-

El movimiento le hizo abrir los ojos completamente para lanzarle una mirada amenazante a Kanon, quiso levantarse y apartarlo con sus propias manos, pero él fue más rápido, apretó sus muñecas contra la cama con una fuerza que no le conocía y se frotó más contra él aprovechando su propia resistencia.

- ¿Te volviste loco?- Su voz se había tornado jadeante por la lucha y muy a su pesar, por la excitación que le provocaba el otro con su descarado contacto. No se explicaba que le sucedía, pero lo enfurecía, lo enfermaba... lo asustaba- ¿¿Qué pasa contigo, maldita sea??-

- ¿Qué te pasa a ti?-

Kanon reía como un demente, lo miraba con los ojos desorbitados, sin ningún sentimiento reconocible más allá de una maligna satisfacción, parecía estarse divirtiendo con su confusión; parecía obtener un gozo malsano con someterlo y hacer reaccionar su cuerpo contra su voluntad.

-¿Cuántas veces has soñado esto? ¿Cuántos anhelos obscuros guardas hacia el que compartió contigo el vientre materno? ¿Cuántas ideas perversas fluyen en tu cabeza llena de ideales santos cuando estás a solas?-

La presión que ejercía sobre sus muñecas era tan terrible que comenzaba a sentir hormiguear los dedos, su rabia y frustración se combinaban con el placer forzado que le proporcionaba el roce de su mellizo, desesperaba a segundos, lágrimas de pura impotencia amenazaron sus ojos pero se negó a recibirlas, enfocó el rostro enloquecido de Kanon y reunió toda su energía en una mano, liberándola por fin para impactar el puño sobre el mentón del sonriente y quitárselo de encima.

- ¿¿Qué demonios pretendes??-

Kanon le devolvió una fría mirada desde el suelo sin perder la sonrisa, goteaba sangre de los labios hacia el piso y de pronto le pareció que toda su imagen estaba teñida en el color encarnado, su cabello obscuro, sus pupilas como fuego.

- Quiero poseerte -

Un sudor frío humedeció la espalda del caballero de Géminis. No pudo reprenderlo, oponerse a sus palabras, amenazar... lo invadió una sensación de embriaguez que casi lo tiró al piso, un deseo de abandonarse sin luchar, una fascinación que nunca había experimentado.

- Kanon...-

El rostro desencajado de su gemelo lo observaba desde la cama, la pijama desgarrada y el rostro marcado por golpes. Saga se dio cuenta de que era él y no Kanon quien se encontraba en el suelo con la frente pegada al piso de piedra, que era su boca la que derramaba sangre.

- ¿Qué...?-

- ¡Estás enfermo!- Reclamó el otro con el dolor y la ira en la voz - ¿Cómo puedes pretender que...? ¡Soy tu hermano, Saga!-

Dirigió la vista al piso, apoyándose en ambas manos para levantarse, confundido, desorientado.

- N-no sé de qué me hablas-

Quiero poseerte

Se llevó las manos a la cabeza y la sacudió tratando de despejarse y pensar con claridad. Ahora parecía que era él y no Kanon quien había intentado someter al otro... pero si era Kanon quien lo había despertado... quien había lastimado sus muñecas. Se miró las manos para comprobar las magulladuras producto del férreo agarre, pero nada. Sangre en los nudillos. Kanon sangraba de un golpe en el rostro.

- ¿Te has vuelto loco?-

- Y-yo...-

¿Cómo decirle que no tenía ni idea de lo que había pasado? Que creía haber sido atacado por Kanon cuando todo apuntaba a que el había sido el atacante... que no sabía si estaba dormido o despierto en ese preciso momento.

¡Dormido... sería tan cómodo estar dormido y que todo esto no fuera sino otra de esas fantasías perversas que tienes en las mañanas!

- ¡No hay tales pensamientos, es mentira!-

- ¿Saga? -

¿A quien quieres convencer? Yo he visto las entrañas podridas de tu alma, conozco tu degeneración y tu ansia de crimen... por eso estoy contigo ¡Tómalo, anda! Sabes que quieres y que puedes hacerlo

- ¡No, no!-

Se había apoyado en el muro, tenía la cabeza baja y el cuerpo perlado de sudor. Kanon lo contemplaba desconcertado, con el miedo a lo desconocido en el rostro. Su ira había sido substituida por una franca preocupación por su gemelo.

-¿Estás bien? –

Intentó acercarse con una mano extendida hacia su cabeza, lento, con precaución. No sabía que le ocurría ni cómo reaccionaría a continuación. Saga presintió la cercanía de su mano, la evadió con desesperación y salió corriendo como un cervatillo asustado, dejando a Kanon sorprendido y angustiado.

¡Cómo si esa rata de verdad se preocupara por ti, te odia! te odia y te envidia por tener la armadura que él no pudo conseguir, por ser más fuerte. Sería capaz de todo por saciar su ira, hasta de seducirte y convertirte en su títere para utilizarte como arma ¿Porqué te preocupa? ¿Porqué te sientes culpable? ¡Es una basura, no debería significarte nada!

- ¡¡Es mi hermano, mi hermano!! –

Se dejó caer de rodillas sobre el barro del camino, la barraca donde reposaba Kanon, el Santuario a la distancia... todo lucía difuso y sin color, los ruidos de las aves y del viento eran como ecos lejanos y murmullos sordos.

- ¿Qué me está pasando?-

Estás despertando

-¿¿De qué??-

De tu ensoñación hipócrita

- ¡¡No, entiendo!! ¡Diosa, ayúdame! ¡Haz que calle!-

¡Cómo si creyeras en ella! La que nacerá para que la protejas con tu vida ¿Para qué quieres la protección de una diosa débil como esa? ¿Para qué servir a un dios cuando tu mismo lo serás?

- ¡Que calle! -

Una carcajada que parecía llenar todo el ambiente, una presencia cálida que erizaba la piel... un sentimiento de ira, de violencia y hambre de muerte. Todo a su alrededor parecía haberse convertido en un humo obscuro que se condensaba en una sóla dirección. Los ojos de Saga se abrieron al máximo al comenzar a notar una figura, se puso de pie tembloroso y sólo atinó a balbucear.

- ¿Quién eres? -

¿Quien crees?

Cómo una visión febril, la forma que veía ante él tenía su estatura, su cabello, alcanzó a vislumbrar su sonrisa, su propia sonrisa.

- ¿Kanon? -

No, tú

Negó con la cabeza, no aceptaba aquellas palabras, la visión, ni siquiera podía aceptar que estuviese sucediendo aquello... estaba en su mente, era fruto de algún delirio de enfermedad.

Todo era fruto de su imaginación.

- ¡No existes! -

¿Podrías asegurarlo?

Un paso. Tenía el andar majestuoso del Santo de Géminis, sus manos se balanceaban en la misma forma, su cuerpo era la réplica exacta del suyo... pero su pelo...

- ¡No existes! -

Pero la frenética huída que emprendió desmentía sus palabras, corrió ciegamente por entre el camino, que se transformó en un sendero montaraz lleno de espinos que se atoraban en su piel como garras afiladas y acariciantes.

No puedes escapar de mi

Soltó un grito mudo, estaba entre sus brazos y las espinas eran sus uñas largas y cortantes como navajas, moviéndose obscenamente sobre su piel, dibujándole líneas sangrantes sin misericordia.

- ¡¡No existes!!- Las garras ascendían hasta su pecho y bajaban hasta su vientre robándole la energía, envolviéndolo otra vez en ese sopor- ¡Athena, ayúdame!-

Sólo obtuvo una risotada ahogada como respuesta, y el ardor de un aliento en su oído.

¡Nadie, nadie movería un dedo por ti!

- Aioros...- Musitó débilmente con el mentón hundido en el pecho pero, cómo si esperara que la mención del nombre de su mejor amigo le salvara, alzó la cabeza y la voz para clamar por él con más fuerza- ¡¡Aioros!! -

-¿Qué sucede?-

Los ojos verdes del Sagitario pestañearon con curiosidad. Le contemplaba recargado en una cerca de madera vieja con una manzana en la mano, el sol vespertino sacando tonos dorados en su melena castaña.

-¿ Porqué tan agitado?-

Saga se miró el cuerpo buscando las huellas sangrantes de las uñas. Nada, ni una rasgadura en sus ropas, ni una señal de la presencia que lo confundía.

-¿Está todo bien?-

Aioros arrojó el resto de la manzana y se acercó a él, afable y despreocupado. Con esa sonrisa que lo sacaba de quicio tanto como lo encantaba. El géminis se repuso un poco y sacudió la cabeza, acomodándose el largo cabello azul en su lugar, retomando el ritmo normal de su respiración, recuperando el aplomo.

- Parece que me quedé dormido... o estaba insolándome.-

- Comprensible – Asintió el moreno con un gesto de complacencia – Hace mucho calor -

- Sí- Respiró hondo y levantó la mirada, frunció los ojos deslumbrado por el sol, la calma que le pareció sentir se le estaba diluyendo de nuevo. No sentía ese afecto que solía acompañar a la sonrisa de Aioros - ¿Estás nervioso?-

- Claro que no...¿Porqué habría de estarlo?-

- Tal vez porque te convertirás en el Patriarca -

La expresión que apareció en el rostro de Aioros ante su comentario llenó a Saga de un despecho feroz que lo acercaba al odio. Complacido, se veía complacido...

- ¿Qué dices? ¡Nadie ha asegurado eso!-

¡Tan hipócrita! Si bien que lo sabía... ambos lo sabían.

- Es lógico, tú eres el perfecto, el santo, el favorito del anciano ¡No te hagas el tonto!-

- ¿Saga?-

El gemelo no habló más, solo actuó. De la forma en que se lo dictaba la ira ciega y roja que lo envolvió, con la mano como una garra de acero arremetió contra el Sagitario, rompiéndole la piel y los huesos de un solo golpe que llevó sus dedos hasta su mismo corazón, lo sintió... caliente, palpitante y lo apretó hasta desgarrarlo con rabiosa felicidad. La sangre le corrió por el brazo hasta el codo y goteó abundantemente hacia el suelo.

- ¡Te lo merecías... es todo lo que te merecías! ¡Es lo que sacas por estorbarme! ¡Y a cualquier otro que lo intente le pasará lo mismo!-

Aioros...

Sacó la mano del cuerpo destrozado, y este cayó secamente al suelo, miró el órgano vital en su mano aún latiendo y un horror creciente se apoderó de él, negó febrilmente y clavó el mentón en el pecho con los ojos nublados por las lágrimas.

- ¿Qué hice? – Se dejó caer hasta pegar la frente en el suelo, dejando el brazo con el corazón extendido al frente- ¡¡Dioses!! ¿¿Qué hice??-

Justicia

La voz volvió a retumbarle en el estómago, vagamente tomó conciencia de una presencia a su lado, pero no hizo el intento de levantar la mirada.

- ¡Asesinato! – Balbuceó apenas.

Tu voluntad

- ¡MENTIRA! – Gritó levantándose al fin para encarar al dueño de la voz torturante – Tú me hiciste actuar así!! ¡¡HAS SIDO TÚ!!-

El eco de una risa burlona lo rodeó, permaneció estático al verse a si mismo riendo delante. Se puso en pie dificultosamente, con la mandíbula desencajada.

¿Y quien crees que soy?

Los ojos del Géminis se pusieron vidriosos, de nuevo lo invadía el sopor. Ya no sabía si era real o lo imaginaba... el corazón que llenaba de sangre su mano ya no estaba, todo era blanco alrededor.

Estaba enloqueciendo... hablaba consigo mismo, se veía a sí mismo, se culpaba a sí mismo.

- Yo...-

Tu voluntad, tu deseo profundo, la ira y la ambición en ti

Una risa profunda y hueca escapó de los labios del caballero, se adelantó dos pasos hacia su reflejo con una mueca burlona.

- ¡Estupideces! –entornó los ojos – ¡Hablo con mi espejo, soy un maldito demente! – Se sentía tan mareado que casi se le doblaron las piernas – No trates de meterme ideas, ya sé que eres una jugarreta de mi pobre mente enferma-

Se señaló las sienes viendo cada vez más borroso.

- Todo lo que sale de tu boca es producto de mi locura -

Tu locura es producto de mi boca

- ¡Soy un imbécil! -

Eres único, mi elegido

Quiso volver a reír, hacer algo que lo hiciera sentir como el demente que se consideraba, pero su malestar había aumentado tanto que se derrumbó sobre las rodillas como un títere sin hilos esforzándose en mantener los ojos abiertos. Contempló a su reflejo acercarse; sus ojos ardían como flamas rojas, su cabello de forma semejante a la suya ondeaba como seda al viento, seda azabache... era tan obscuro como la noche, la presencia de quien había creído un delirio mental era imponente en un grado sobrehumano.

- ¿Quién eres? -

Tú lo sabes

Negó lánguidamente con la cabeza, el desconocido estaba demasiado cerca y le provocaba un hormigueo extraño, como el producido por el calor de una fogata en invierno. Era como si esa energía abrumadora que lo avasallaba, ahora se estuviera enredando en su cuerpo como serpientes invisibles, dándole una sutil sensación de placer dentro de su adormecimiento... sus labios se movieron por acción de su inconsciente, pronunció un nombre sin pensarlo, como si efectivamente siempre lo hubiera tenido presente.

-Ares –

Tu señor Ares

Abrió los ojos completamente, ofuscado por aquella declaración, aún más confuso que antes y desesperado, el cosquilleo de la energía era ahora franco dolor; serpientes deslizándose debajo de su piel. Las crueles manos de uñas afiladas lo tenían sujeto por los antebrazos y el aliento ardiente del dios de la guerra le quemaba el rostro, lo aletargaba aún más, como si respirara veneno. Aún tuvo la suficiente fortaleza para mirarlo retadoramente.

- ¡Tú no eres mi señor!-

Aún luchas... si, eso me gusta de ti... -Una risa sorda y vibrante- Prefieres consagrarle tu vida a una diosa inútil, perecer de forma anónima defendiendo sus ideales estériles... pero ese no eres tú, yo sé quien eres en realidad... porque yo soy tú

- ¡Ya basta! – Forcejeó rabioso, sacando fuerzas de flaqueza para intentar liberarse de sus manos, de la aprehensión de su aura- ¡No puedes confundirme más ahora que sé quien eres! ¿Qué pretendes jugando con mi mente? ¿Desde cuando un maldito dios necesita esa clase de jugarretas? ¿¿Qué demonios quieres??-

- Quiero poseerte-

Y de nuevo, la luz matutina iluminaba el rostro del hombre sobre su cuerpo... sus muñecas presionadas dolorosamente sobre el colchón. El tacto real de las sábanas, el olor de la casa de Géminis. Miró a un lado y a otro con un sudor frío perlándole la frente. Ahora era real, lo sentía real ¿O era otra visión? ¿Habían sido visiones?

Sus labios entreabiertos recibieron un beso de fuego, el largo cabello negro del otro le pegó en la cara. Los ojos del géminis brillaron de temor, ira, una rabia sorda y a la vez placentera... frustración, culpabilidad. Se dio cuenta de que disfrutaba esa energía cálida y brutal y que la deseaba. Ese poder capaz de inmovilizar, envolver y herir sólo con un roce.

- Ambición – Le susurró el dios en el oído, su voz profunda y poderosa le hizo apretar los dientes- Mi poder es el tuyo... el mundo se humillará ante tus pies -

Es mi regalo

- ¿Porqué? -

Por existir en ti

Sonrió. La embriaguez se había vuelto a hacer presente, adormeciendo su conciencia. No sabía si era real, si el dios de la guerra lo apresaba bajo su cuerpo, si había forzado a Kanon o asesinado a Aioros o si todo era obra de su imaginación... sólo podía sentir ese poder desmesurado acariciándolo lenta y dolorosamente. Hiriéndolo, sangrándolo y llenándolo de fuerza al mismo tiempo, haciéndolo retorcerse y gemir hondamente.

Quiso zafar sus manos del agarre de acero para reconocer el cuerpo del dueño de aquella fuerza que lo torturaba y lo encendía, pero no le fue permitido a pesar de que era una sóla mano la que apresaba sus muñecas. El roce de la otra mano en su cuerpo sensibilizado por el dolor lo hizo gritar, no se dio cuenta en qué momento había quedado desnudo y expuesto a él... se resistió con fiereza más por el deseo de experimentar su fuerza que por convicción de liberarse.

El poder, el mayor poder en este mundo, sobre dioses y hombres...

- El único... el más grande -

Será el nuestro

Saga se arqueó mordiéndose los labios hasta sentir un sabor metálico llenar su boca; Ares lo poseía violentamente, rasgándolo sin compasión alguna y Saga lo disfrutaba frenéticamente, aferrándose a él con las piernas a falta de libertad para usar sus manos. El dolor que le inflingía lo llenaba de una alegría perversa. Sentía que era su propia fuerza, su misma capacidad de herir y su crueldad lo que estaba experimentando y le gustaba...

¡Tanto como a mi... sangra, sufre, goza, muere... sé totalmente mío!

Sus movimientos le lastimaban hasta los huesos, la presión en sus muñecas era tanta que la articulación crujió y un color amoratado tiñó la piel, la sangre de su labio resbalaba en un camino rojo por su mejilla ante la imposibilidad de mantener la boca cerrada. Sus heridas ardían bajo la acción del sudor. Apretó los párpados y los oídos se le taparon... todo desapareció a su alrededor para ser substituido por negrura silente y espesa.

El calor y las sensaciones se fueron, lo inundó un frío de muerte.

- ¡Saga, despierta! -

Unas manos tibias sobre su pecho, sacudiéndolo. Abrió los ojos a medias y enfocó a Kanon, que trataba de hacerlo reaccionar con desesperación. Pestañeó mientras su visión se aclaraba, su gemelo observó su reacción y sonrió ampliamente.

- ¡Pensé que estabas muerto y no dormido! ¿Qué, te emborrachaste anoche?-

Saga el apartó las manos fríamente y se puso en pie luciendo su magnífica desnudez sin pudor alguno. Kanon desvió la vista un tanto incómodo de pronto, a pesar de haber visto a su gemelo así muchas veces.

- Yo no me embriago, Kanon. Sería demasiado irresponsable de mi parte-

El gemelo menor soltó una risotada insolente.

-¡No empieces otra vez! ¡No quiero uno de tus sermones aburridos tan temprano! Pareces una monja –escupió despectivo- Estoy seguro que ni Aioros es tan estricto como tú... no conseguirás el favor del Patriarca con tonterías como esa!-

La mirada de Saga centelleó roja y brillante, se volvió hacia Kanon y lo golpeó furiosamente con el puño, haciéndolo pegar con la cabeza contra la pared, el aprendiz se dolió lanzándole una mirada de rabia.

Me odias

Sonrió con malignidad y le puso el pie en el cuello, mojándose los dedos en la sangre que le sacara el golpe. Kanon volvió a desviar la mirada, turbado aún con su desnudez a pesar de su furia.

Y me deseas...

Presionó con el pie, el rostro de Kanon se contrajo por la falta de aire.

- ¿Que te pasa, Saga? – Jaló aire con desesperación- ¿V-vas a matarme?-

Algún día

Se inclinó y lo levantó sosteniéndolo por la ropa hasta un poco más que su altura, se acercó y lamió obscenamente la sangre de sus labios. Kanon lo miró con extrañeza, casi asustado.

- ¿Q-que haces?-

No lo sé...

- Agradeciéndote por venir a despertarme-

Lo arrojó sobre la cama con violencia, Kanon se levantó a medias sólo para ser forzado a recargar la espalda en el colchón de nueva cuenta, el peso de su gemelo inmovilizándolo.

- ¡Estás loco!-

¡Estoy dormido... está pasando otra vez!

- ¡Eres mío! -

Kanon respiró convulsivamente cuando la boca de Saga cubrió la suya... eran sus labios, su cara, su cuerpo, pero no él... en algún momento de la noche las cosas habían cambiado para el caballero de géminis y el que se había levantado de la cama era su amante divino.

¡Estoy aquí!

- Date por vencido -

- ¡No! –Gimoteó Kanon mordiéndole los labios.

¡Me querías a mi, a mi! ¡Déjalo en paz!

- ¡Jamás! Hoy no existes... hoy me perteneces-

Eres yo

- ¡¡Eres un enfermo!!- Se revolvió rabioso por sus palabras que no comprendía, por sus manos que profanaban su cuerpo sin piedad, por sus labios que le hacían arder la piel.

- ¡Somos uno! -

Y la conciencia de Saga se volvió a hundir en la negrura, negándose a la aseveración que salía de sus labios. Buscando un refugio para no perderse completamente en aquella voluntad que movía sus músculos.

Somos uno


FIN


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