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EL CLAN DE LA ROSA por malchan

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Notas del fanfic:

Vasant 

Antes que nada, gracias por leer esto. He decidido darle forma a esta idea que ronda por mis dedos y espero contar con su apoyo como ha sido con "Amor Divino" (siempre tendré a mis bishies y sus reviews en mi memoria).

Esta vez, la trama es sin duda un cómplice mas obscuro de estos nuevos personajes. Espero que les agrade y dejen un comentario si es así (pero pueden quejarse también ~.~)

~malchan

Notas del capitulo:

No pretendo hacer de esta historia un fanfic sangriento, pero no conozco mis propios limites.

 

“Hazme olvidarme del mundo”


Hace ya un mes que el clima se tornaba frío, el viento tendía a soplar hacia sur de la ciudad, trayendo consigo a la contaminación y volviendo irrespirable la zona “bohemia” de aquel distrito.
Acercándose el invierno los días morían temprano, por lo que seres nocturnos gozaban pululando en las calles, haciéndolas ruidosas, llenándolas con su vitalidad.
Ese ambiente latino era así, por eso le agradaba tanto a Alexander, que esa noche se disponía a visitar a su amante.
Su compañera de viaje de regreso de la galería fue una caja medioabierta y el sonido de la trova en la radio.
Estacionó su automóvil en la entrada de su edificio y miró su apariencia en el retrovisor.
Habían sido unas semanas muy agitadas y sin embargo conservaba un buen semblante, los ojos color miel de su reflejo lo miraban sonrientes, satisfechos.
El portero aguardó a que pusiera en el suelo el bulto que llevaba cargando para reconocerlo, hecho esto, lo saludó cordialmente mientras abría la puerta.
- ¿Está Vasant?
- Sí, llegó hace un poco más de una hora ¿Quiere ayuda?
- No, gracias, no iré al estudio- le aclaró.
Estaba de buen humor, justo el ideal para celebrar. 
La exposición de Vasant había sido un éxito, las ventas sin duda impulsarían la carrera de su amante y las de su galería a la vez. Aquella era una alianza que había dejado de ser simplemente ventajosa.
Entró al elevador y señaló el séptimo nivel.
Cuando las puertas volvieron a abrirse fueron para mostrar un elegante penthouse; de forma circular, en un cálido color y rodeado de ventanales que mostraban el cielo obscuro.
En el fondo, el balcón se encontraba abierto, las cortinas bailaban por el viento y una fina sombra se dejaba notar.
Todas las luces se hallaban prendidas, Alexander dijo en voz alta el nombre del artista, avanzando al balcón.
- ¿Alex?  Pasa,  no  te  esperaba-  contestó una voz inexpresivamente.
- Olvidaste de los cuadros pequeños.
- Yo... no sé donde tengo la cabeza últimamente- el joven en el balcón continuó dándole
    la espalda- no tenías que subir, pudiste dejarlos en el estudio.
Alexander notó una revista abierta en el sillón, se trataba de una critica, y Vasant no acostumbraba a leer críticas.
- Pensé en salir a cenar contigo.
En la página abierta estaba la fotografía de un cuadro que le era familiar, pertenecía a una de las obras presentadas en la galería.
- Pero no me siento bien- respondió antes de caerse al piso.
Alexander, sorprendido corrió a levantarlo, entonces percibió un olor también familiar: alcohol.
- ¿Cómo se te ocurre tomar en el balcón?
¿Por qué Vasant hacia una tontería así?
Lo llevó cargando al interior, dejándolo sobre el sofá, el joven al ver la revista en sus manos, enfureció.
- ¡Es culpa suya!- gritó Vasant señalándola- ¡Lee lo que publicó!
Alexander lo tomó de la mano mientras leía.
Vasant era un hombre joven, de ojos y cabello claro, delgado y elegante. Pero, por el momento, había perdido el porte.
- Sin duda ha sido cruel, pero me extraña tu reacción- le comentó al artista,
- No es sólo el artículo, no me siento bien... me hace falta algo... siento un vacío...
- Tu exposición fue fantástica, lo que siempre deseaste. No puedes desplomarte así por
   una crítica, eres un profesional.
El otro rehuyó de su mirada, no estaba avergonzado, sino realmente molesto.
Esa critica podría arruinarles toda la velada.
Quizá si se marchaba en ese momento, alcanzaría a Baidón antes de que cerrara su estudio, para recordarle de las obras que no había ido a recoger.
Pero la pregunta de su amante le indicó que esa no era una visita que fuera a realizarse.
-  ¿Vas a quedarte?
Antes de que pudiera contestarle, Vasant lo besó, Alexander sin embargo logró revisar su reloj.
No, a Baidón ya no lo encontraría a esas horas.
-  ¿Quieres que me quede?
Los ojos azules de Vasant se lo pedían con la mirada.
El alcohol habían provocado un ligero rubor en las mejillas del artista. Se había prendado de su fragilidad desde hacia tiempo y Vasant parecía siempre anhelar su protección.
- Tú eres el que me sostiene cuando siento que caigo. A veces creo que dependo
   demasiado de ti, quédate conmigo, ¿quieres?
Alexander sonrió también, no podía esperar menos poesía y pasión de Vasant.
- Has bebido demasiado, no quiero aprovecharme de ti.
Pero el artista se incorporó sin vacilar, quitándole el saco beige que vestía, dejándolo caer en el suelo.
Alexander tuvo el impulso de levantarlo, pero Vasant continuó desvistiéndolo para luego recostarlo en el sillón.
- Estas pensando en tu traje, por unas horas no va a arrugarse gran cosa.
- No estaba pensando en eso, ¿dijiste unas horas?
Vasant rió, desabrochando su propia camisa blanca de seda, dejando al descubierto su nívea piel.
- Ven.
Alexander lo colocó sobre él, quitando el resto de sus prendas, los ojos claros de Vasant se cerraron dominados por el placer.
El artista era una criatura bella y vulnerable, era en si una hermosa escultura de mármol, perfecta en sus formas. Su cabello rubio caía en suaves ondas por su cuello y enmarcaba su rostro inquietantemente dulce.
- Vasant...
¿Cómo podía verse tan puro aun estando bajo el efecto del alcohol?
Besó aquel cuello, deseando transportarlo a un plano menos intelectual, mas terrenal.
Bien, si no iban a salir a cenar, eso parecía ser suficiente festejo.
Alexander buscó la entrepierna del artista y comenzó a recorrerla con su mano, provocando un jadeo de su amante quien luchaba por contener el placer en su garganta, infructuosamente.
Se ocupó entonces de él usando su boca, colocándolo cara arriba en aquel sillón de charmeuse suave.
La piel de Vasant era lo que mas le fascinaba de él, tan suave y cremosa que resultaba como una tela exquisita que no deseaba dejar de tocar.
Su mirada era inquietante esa noche, ¿de verdad le había afectado tanto aquella estúpida critica? Pese a acostarse con él, encontraba en Vasant el talento suficiente para exhibir su trabajo en la galería. Ningún critico debía romper así su confianza.
Pero su pensamiento fue diluyéndose entre las manos del rubio, que lo acercaba a su entrada.
- Hazme olvidarme del mundo, Alex.
Esa petición fue una invitación a su interior, el cual invadió lentamente sin dejar de mirarlo.
Las cortinas aun se agitaban en los ventanales, mostrando la furia del viento en ese séptimo piso. A medida que Alexander aceleraba su intrusión, el sonido de la voz de su amante fue encendiéndose, obligándolo a cerrar sus ojos para rendirse a las sensaciones.
Invadirlo era el paraíso mismo, nadie antes lo había enloquecido como Vasant lo hacia. Se consideraba una persona que siempre anteponía el intelecto a todo y resultaba nada mas que un simple mortal sometido a sus impulsos cuando Vasant le sonreía.
¿Cuándo tardaría en apagarse esa pasión?
- Alex... ¡no me dejes solo en esto!
Eso lo hizo mirarlo, los ojos de azules de Vasant amenazaban con llorar y eso lo perturbó un poco. Pero no iba a detenerse en ese punto, ni siquiera por él.
Así que se afianzó de las caderas del artista, decidido a quitarle el raciocinio.
Los brazos del rubio se aferraron a su espalda, regalándole nuevos centímetros, uniendo sus cuerpos tanto como físicamente era posible.
Compartiendo el mismo compás, pudo divisar la cima y no tuvo que preocuparse por llevarlo con él, el sonido de su voz le avisaba que iban sin duda hacia el mismo camino.
Probó de sus labios los restos del dulce cóctel que habían calentado la cabeza del artista y hundió su rostro en su cuello para aspirar su presencia mientras llegaba al sublime éxtasis.
El cuerpo de Vasant se tensó advirtiéndole lo cerca que estaba. El frío del viento invasor ahora no significaba nada, su piel ardía y sudaba.
El cabello rubio de su amante le acariciaba el rostro y era tan suave que jadeó sin darse cuenta, unos segundos bastarían para perder por completo la cordura.
El cabrilleo del placer sacudió su cuerpo y tuvo que detenerse del respaldo de aquel sillón para no desfallecer ahí mismo.
El calor que irradiaba su cuerpo era casi tan asfixiante... cerró los ojos con fuerza aturdido por aquel poderoso clímax.
El discernimiento no parecía molestarse en volver a su conciencia, Vasant en cambio, se puso de pie jadeante, sacudiendo sus suaves ondas.
- ¿A dónde.... vas?
Vasant lo miró extrañado, como si su pregunta fuera un tanto ilógica.
- A la habitación, necesito una dosis- susurró ofreciéndole la mano.
Alexander no quiso preguntar mas, suspiró dejándose llevar por el hedonismo de Vasant.

 

Continuará...


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