Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Close you eyes por Alleine

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fic lo hice para una amiga muy querida, Nin ^w^ a la que lamentablemente tengo mucho sin ver... si lo llegas a ver aqui, Nin, recuerda que es tuyo y va con mucho cariño.

Una pareja un poco extraña xD bueh ojalá les guste.

Saludos

Sady  

Close your eyes

 

 

Manos morenas sobre ojos rojos.

 

El francés reconoció de inmediato el tacto y el perfume del griego a quien llamaba su pareja, pero aún así fingió sorprenderse con la broma de aquel de taparle los ojos e interrogarle socarrón sobre su identidad. Sonrió, una mueca fina, hermosa… melancólica. El viento ateniense se apiadó de su gesto y lo cubrió con un velo rojo de sus cabellos, los dedos de Milo cosquillearon sobre sus párpados.

 

-¿Quién será? –

 

Siguió la broma, el otro cada vez estaba más complacido, pero interrogó como si estuviese molesto.

 

- ¿No reconoces al dueño de tu corazón? -

 

La sonrisa melancólica  del pelirrojo se acentuó.

 

- Quizá si me diera un beso…-

 

Escuchó su risa alegre con un ligero tono de picardía, las manos se movieron de sus ojos a sus mejillas y las acariciaron con una suavidad insólita en el griego, cambiaron, su roce se hizo más exquisito, diferente, etéreo.

 

- ¡Tú!-

 

Vió el rostro del que jugaba, blanco, lozano e inhumano… lo conocía y a la vez no, sus cabellos lilas ondearon con el viento revolviéndose con los suyos. El rostro de Camus se contrajo con una mueca entre feliz y dolida, apretó los puños con fuerza para evitar que sus ojos se humedecieran pero fue inútil.

 

Toda pretensión de defensa desapareció cuando él lo besó, la tristeza que su alejamiento había dejado afloró en forma de lágrimas.

 

<< ¡Tú, tú, tú… maldito tú…!>>

 

~*~*~

 

Aquella mañana estaba fría, había nevado durante la noche y el hielo se acumulaba en calles y ventanas. Camus había echado a andar de camino a la escuela para sacudirse el frío con el ejercicio; era mejor que abordar el autobús, además siempre iba atestado de gentuza a la que no le agradaba ver.

 

Eran un montón de palurdos ignorantes, patanes malhablados que no tenían otra cosa mejor que hacer que chismorrear sobre su persona; que si Camus era un engreído que creía ser el ser más especial del planeta, que si era un pervertido al que no le gustaban las mujeres… que si se había acostado con este o con aquel… que si era un maricón asqueroso cuya perversión le llevaba a engatuzar toda clase de hombres  para usarlos en la cama… y otras cosas mucho peores.

 

Chismes, simples rumores aunque no carecían de fundamentos en realidad; quién los había comenzado había sido una aventura ocasional de Camus, alguien a quien su indiferencia posterior al placer no había agradado en absoluto. Al sentirse olvidado por el pelirrojo, hizo todo cuanto estuvo en su mano para desprestigiarlo y hacerlo ver como un absoluto enfermo, cosa que había conseguido a medias.

 

Lo había convertido en la comidilla del colegio, el personaje acerca del cual se hablaba, la burla común pero nada como un caso alarmante.

 

 Aquello hizo que el desprecio del francés por sus vecinos aumentara hasta hacerse rencor y que la sed de venganza aflorara de su resentimiento. Lo del sujeto de los rumores había sido simple decepción, aburrimiento quizá. Pero después de convertirse en la comidilla de medio mundo, de ser señalado como un inmoral cazador de sexo,  había comenzado a hacerle honor a su fama… por gusto y porque era el arma perfecta para hacerles tragar sus propias palabras.

 

El primero en caer fue el incitador de todo, por supuesto. Su propio despecho le hacía una victima ideal, Camus se valió de todos los trucos que tuvo a  su alcance para exaltar su inclinación hacia él hasta volverlo loco y hacerlo caer a sus pies a los ojos de todos, rechazándolo después como si fuera el ser más despreciable del planeta. Su plan funcionó tan bien, que el joven tuvo que marcharse de la escuela y del pueblo bajo el peso de una vergüenza aún mayor que la que le había provocado a él.

 

Y fue sólo el principio; tras él siguieron otros de sus atormentadores, los que eran susceptibles a su belleza enigmática y casi andrógina o a la mera curiosidad, los hizo caer uno a uno hasta que su fama quedó bien fundamentada y le ganó, aparte de las burlas, una especie de temor y un nuevo mote:

 

“Serpiente de hielo”

 

No le desagradaba del todo, en cierta forma había llegado a considerarse él mismo de ese modo. A pesar de sus esfuerzos, jamás había conseguido sentir algo más que emoción momentánea por sus amoríos, que casi siempre se volvían aventuras. Ahora todo aquello estaba calculado y su corazón estaba más frío que nunca.

 

Era reconfortante al final. Una burbuja de hielo a la que nadie tenía acceso más que para resultar herido por su frialdad. La distancia que mantenían a pesar de sus comentarios soeces y burlones y esa fascinación indescriptible con que lo miraban,   le hacía sentir especial… peligroso como un depredador que sólo tiene que elegir la presa dentro de la manada.

 

Y esa sensación de poder ocultaba perfectamente su permanente estado de soledad.

 

Aquel día no se había levantado con ánimos de sentirse una pieza de ganado en el autobús escolar y eso le ocasionó llegar tarde a la escuela. Su tía se lo había dicho miles de veces; si quería caminar hasta la escuela, debería salir más temprano, pero su tía era una cotorra aburrida que repetía millones de veces las cosas, tanto que él terminaba por olvidar las ideas principales y la escuchaba cómo si fuera el rumor lejano de un radio y así atendía a sus palabras.

 

Su arribo al aula levantó una ola de rumores, cómo siempre… pero ahora no tan notable. El maestro aún no llegaba a pesar de la hora, así que no era esa la causa de que no se fijaran tanto en su arribo… vió un círculo de estudiantes apiñados alrededor de un banco junto a la ventana, se acercó automáticamente como si aquel grupo fueran hormigas y le hubieran llamado con las antenas al alimento.

 

Lo vió y sus mecanismos de depredador se dispararon de inmediato.

 

-¿Nuevo? –

 

Le compacto grupo se deshizo apenas se escuchó su voz y se apartaron como si hubiese estado apestado, con todo, Camus intuía el temor en ellos. Había llegado la serpiente al nido de las ratas. El recién llegado levantó la vista hacia él; ojos de un verde esmeralda tan brillantes que parecían incrustaciones verdaderas de aquella gema, cabellos lilas tan exquisitos como hebras de seda, una tez blanca y pulcra como porcelana y un cuerpo armonioso y masculino de adolescente; con una característica fuera de lo común: sus cejas parecían haber sido substituídas por tatuajes pequeños y circulares rojos.

 

A pesar de esa curiosa característica, sólo había una palabra capaz de definirle y esa era…

 

<<Hermoso>>

 

Como una aparición. De haber creído en hadas o ángeles, habría pensado que se encontraba ante uno de esos seres. Le pareció bello hasta un grado inhumano y absolutamente… deseable.

 

-Soy Mü – Se presentó el nuevo con un tono de innegable amabilidad y le tendió la mano. Camus lo observó palmo a palmo, cada gesto rezumaba una especie de dulzura que prácticamente hipnotizaba. Recuperó el aplomo y sonrió seductor, los mudos testigos de aquel encuentro se retrajeron más y comenzaron a compadecer a Mü por haber llamado la atención de la serpiente.

 

-Camus –

 

Se apropió del lugar junto a Mü y no se le separó en el resto del día, ocupado en intentar conocerle, buscar un modo de acercarse, de atraerlo a la red de sus encantos, a su territorio. Los demás le respetaron recelosos y ninguno intentó prevenir a Mü a pesar de lo encantador que les había resultado.

 

Era algo tarde para que el pelimorado se integrara a ellos de todos modos, era casi la mitad del ciclo escolar, Mü apenas intentaba empezar a cursar el grado y seguramente se quedaría a repetir año, si no lo corría la serpiente primero.

 

Los compañeros siguieron en su papel de espectadores como la manada que pasta mientras el depredador atrapa a sus cachorros, les daría de qué hablar después.

 

Camus no encontró dificultad alguna en encontrar la forma de asirse a Mü durante y después de las clases, aquel había llegado al curso tan tarde que tendría que esforzarse el doble para continuar a menos que quisiera decepcionar al director repitiendo el curso, después de que lo aceptara en consideración a su añeja amistad con sus padres. En tan precaria situación, la ayuda que Camus le ofreció para ponerlo al día fue más que bienvenida y el pelirrojo pronto se encontró como visita diaria de la enorme y extraña casa de Mü.

 

- ¿Así que tus padres son exploradores? -

 

Interrogó dejándose fascinar por un ornamento de origen indefinible que reposaba sobre una mesita de bambú, junto al servicio chino de té y unos cuantos cuadernos. Mü le miró desde la mesa de la cocina, donde copiaba los resúmenes del pelirrojo en su cuaderno de apuntes.

 

- Sí, por eso no están aquí ahora -

 

- Debe ser divertido ¿eh? -

 

Creía haber visto algún documental sobre tribus perdidas donde usaban tatuajes como los de su ojiverde y codiciable compañero, eso le resultaba maravilloso, pero no quería dejarse llevar por ello o estaría lejos de engatuzar a Mü… tenía que encontrar cómo hacer parecer comunes las maravillas del otro y exaltar sus normalidades.

 

- Es extenuante -

 

Sonrió con esa amabilidad magnética que poseía, Camus sintió que la sonrisa lo envolvía, pero se acercó parsimonioso, moviéndose en la forma exacta en que hacía resaltar su propio encanto.

 

- También eso- Le puso la mano sobre el cuaderno determinando un descanso - ¿Qué tal si descansamos por ahora y te llevo a la feria del pueblo? A que no la conoces aún-

 

- No, no la conozco – Las gemas verdes brillaban de curiosidad y repentina alegría, a veces lucía tan inocente que parecía un pequeño - ¿Me llevarías? ¿De verdad? -

 

- ¡Claro que sí! – Cerró el cuaderno para mostrarle su decisión.

 

- P-pero…- Tribulación, vergüenza, tan repentinas como la alegría- ¿No te molesta que te vean conmigo? -

 

- ¿Cómo? -

 

¿Ahora resultaba que la comidilla del pueblo tenía que avergonzarse de su maravillosa futura conquista?

 

-¿Molestarme? ¡Será un honor! –

 

¡Menuda tontería! Mü era tan ingenuo…

 

- Bueno… - el chico de las marcas bajó la cabeza indeciso- Soy el chico raro de la escuela, ya sabes… - se señaló la frente, Camus vió la oportunidad perfecta y se acercó a él susurrante para acariciar sus marcas como no habría esperado Mü que lo hiciera.

 

- A mi me gustan -

 

-¿D-de veras? –

 

- Son atractivas, como tú -

 

El color acudió a las mejillas del pelimorado y sus ojos adquirieron un brillo imposible de descrifrar.

 

- ¿Te parezco atractivo? -

 

- Mucho – Desplegó su sonrisa como la cobra su piel – claro que debes escucharlo todo el tiempo… y no de alguien tan simple como yo! -

 

Rió con estudiada modestia, Mü le tomó la cara por las mejillas y lo contempló detenidamente para rematar con una sonrisa.

 

- ¡Pero si eres absolutamente hermoso! -

 

- ¡No lo dices en serio! – siguió el otro.

 

- ¡Por supuesto que lo digo en serio! -

 

- ¿Me darías un beso?-

 

La sonrisa de Mü se congeló, lo miró titubeante y sonrojado, Camus supo que tenía ganada la partida y tomó el beso que solicitaba sin esperar respuesta. Mü se mostró complacido con su iniciativa y correspondió a la caricia con ardor, pero se detuvo pronto, avergonzado y nervioso.

 

Sin embargo no parecía querer dar marcha atrás ni huir de aquello.

 

- ¿No me invitabas a la feria? -

 

Su voz había adquirido un tono de picardía que no le había escuchado antes, lo llevó gustoso a donde había prometido y lo indujo malicioso a las actividades que le favorecían… incluído un brindis con cerveza al final del paseo que pareció sentarle mal a su acompañante tras la tercera botella, parecía absolutamente feliz y relajado, se abrazaba a él sin recato y buscaba ansioso repetir el beso.

 

Lo tenía absolutamente en sus manos, tal y cómo quería y no lo desaprovechó.

 

Entraron a la casa con paso errático, Mu tropezaba hasta con su sombra. Su tolerancia al alcohol era francamente ridícula. Camus lo llevó hacia su habitación, aquella pieza decorada en un estilo oriental que no alcanzaba a distinguir y lo dejó que se cayera en su cama rodeada de velos y cojines bordados, Mü enlazó los brazos caprichosamente en su cuello y lo obligó a caer con él. Camus se transformó de inmediato y comenzó a ejercer la otra parte de su rito de seducción guiando a Mü mediante sus pequeños roces y caricias expertas hacia la trampa que lo haría suyo y le daría el triunfo en la cacería.

 

Pero Mü no era otro de esos chicos entre citadinos y campiranos que conocía, sus maneras eran exquisitas y sus caricias tan sensuales o más que las suyas, en algún momento, el pelimorado se irguió frente a la serpiente como un halcón, elegante, efectivo y letal.

 

Su embriaguez se convirtió en asunto pasado en tanto reconocía su cuerpo, sus manos parecían dotadas de algún don especial que despertaba la piel del pelirrojo en cada pequeño sitio que tocaba, su boca era fuego perfumado que calcinaba a su paso. Camus se sentía dentro de un conjuro de magia convocado maliciosamente  por Mü, ejecutado con el roce placentero de su cuerpo sobre el suyo, su majestuosa forma de reducirlo mediante el goce que le proporcionaba.

 

Finalmente no fué Camus quien sedujo a Mü, sino Mü quien obtuvo lo que quiso de Camus… la serpiente fué destrozada desde dentro de su burbuja y el hielo desapareció con su veneno, cuando la mañana acarició su espalda, estaba aún arrobado, incrédulo… y perdido.

 

Mü se había levantado de la cama y había ido a buscarle un jugo de naranja a la cocina, cuando volvió, Camus se incorporó en la cama, sonriendo casi con vergüenza. Se bebió el jugo echándose los cabellos rojos hacia atrás, lanzando miradas furtivas a Mü, buscando cómo reaccionar… qué decir, pero fue él quien habló.

 

-         Se nos hará tarde para la escuela –

 

Le sonrió con su candor de siempre, se empezó a vestir a toda prisa y Camus permaneció anonadado en la cama, reducido de pronto a… nada.

 

- Lo que pasó anoche…-

 

- Bebí mucho – Mü siguió sonriendo y vistiéndose, Camus buscaba los trozos de su pared helada para protegerse con ellos de la extrañeza y la decepción.

 

- Yo… también -

 

- ¡Anda! – Los ojos verdes chispeaban animosos, como siempre – Termina de vestirte, que llegamos tarde-

 

Sin cambio.

 

- Tú antes… es decir…-

 

- ¿Tú no?-

 

Emprendió la carrera hacia el exterior, Camus se vistió como en cámara lenta. A través de la ventana se veía la pequeña figura de Mü apresurándolo. Sintió deseos de dejarse caer otra vez en la cama y no moverse de ahí hasta que la humillación lo ahogara.

 

Él había sentido que Mü era diferente, lo hechizaba… en algún punto de la noche llegó a pensarlo como el indicado… lo dejó ver a través de su pared de hielo, durmió como un infante entre sus brazos y para él…

 

No era nada.

 

<< ¡Lo merezco, lo merezco! >>

 

Sus lágrimas brotaron hacia adentro de su alma, cuando salió junto a Mü también él era el de siempre, se encaminó a su lado como simple compañero. Despreciado, roto, más sólo que nunca y aún le faltaba lo peor.

 

Afuera de la escuela aguardaba otro alumno nuevo, de cabello rizado castaño claro, cuerpo fuerte u viril a pesar de su juventud, sonrisa franca y ojos tan verdes como los de Mü.

 

- ¡Mira es Aioria! -

 

Miró al mencionado como un cervatillo mira el rifle del cazador, Mu se abrazó a él con afecto… demasiado afecto. Lo adivinó al instante.

 

<< Tu pareja >>

 

- Él también necesitará de tu ayuda, Camus, mira que ha llegado un mes después que yo ¿Dónde te metiste Aioria? Se supone que tu hermano te enviaría acá de inmediato… él me lo prometió ¿Acaso no pensaba cumplir? -

 

Mü siguió hablando de manera interminable y después Aioria. Camus no se sintió capaz de rechazar a uno o al otro, durante el resto del ciclo permaneció con ellos como amigo, compañero… de vez en cuando volvió a dejarse arrastrar a los brazos de Mü impulsado por una necesidad insensata de llamar su atención más que Aioria.

 

Al final se marchó justo cómo habían hecho los demás con el pretexto de continuar sus estudios en alguna buena universidad. Alguna vez recibió carta de Mü, seguía sin poder separarse de él, de su recuerdo. Se enteró que había roto con Aioria por razones que no explicó, le informó que marcharía a visitarlo y su corazón se inflamó de felicidad, lo esperó ansioso, contando los días, las horas y los minutos.

 

Resultó que había cambiado de parecer al último minuto y se había ido al encuentro de sus padres. Las cartas se espaciaron, los años se acumularon y él terminó sus estudios y se fue a Grecia en un afán exploratorio aún residuo de su enajenamiento con aquel extraño chico de las marcas.

 

Y ahí conoció a su actual compañero, joven de buenas intenciones, sensual y atractivo que logró distraerlo, casi conquistarlo.

 

Hasta que volvieron a aparecer las cartas de Mü con nuevas promesas de visitas que de nuevo no se cumplieron, sólo servían para lastimar más su corazón mal cicatrizado.

 

<<¿Nunca vas a dejar de castigarme?>>

 

La sensación deliciosa de sus labios desapareció, contempló su sonrisa tranquila, amable, indiferente y se preguntó qué sería de él. Si alguna vez había llegado a pensar en él y a adivinar el amor que le tuvo, la forma en que lo fascinaba y su incapacidad para olvidarlo

 

Lo más seguro era que no.

 

Porque Mu siempre había sido auténtico, a pesar de su conducta fría. Jamás le había prometido nada, nunca le ocultó la existencia de Aioria… para él Camus había sido un amigo con el que había compartido buenos momentos y que Camus le amara…

 

Jamás fue su culpa.

 

<< Siempre fuiste sincero >>

 

El sueño se rompió, la imagen de Mü se perdió en el aire y Camus  abrió los ojos, Milo lo contemplaba amoroso con un codo recargado sobre la fina hierba, Camus le sonrió y moldeó su rostro moreno con sus manos pálidas.

 

- Gracias -

 

Musitó silencioso, le entregó una sonrisa y los pedazos de su corazón. El único capaz de unirlo estaba lejos, con la piel de una serpiente helada como trofeo de una victoria insospechada.

 

FIN


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).