Había una vez, en un reino más o menos lejano, vivían un rey y una reina que estaban muy tristes porque no tenían un heredero al trono. Un día, la reina se encontró con una rana, la cual la miró y le dijo: “Tu deseo pronto será concedido”. La reina, intrigada, comentó la situación al rey, quien mandó llamar al viejo Watari, el sabio de la corte. Éste, tras consultar con los astros, declaró que la reina estaba esperando un bebé. Los monarcas no cabían en sí de gozo.
Nueve meses después, la reina dio a luz a un hermoso varón. Cabellos negros como el ébano, piel como porcelana y unos ojos enormes, negros y profundos (NdR: Adivinan quién es? ^^). Los reyes, para celebrar tan feliz acontecimiento, organizaron un banquete. Todas las gentes importantes del reino (y uno que otro paparazzi) asistieron, y las siete hadas del reino ocupaban un sitial de honor. Sin embargo, había OCHO hadas en el reino. La octava hada, muy ofendida, llegó a la celebración, donde pidió explicaciones a los monarcas. Éstos, avergonzados por el error, la invitaron a tomar el sitio que le correspondía. La octava hada accedió, y cuando llegó el momento de comer, las demás hadas tenían platos de oro, y ella uno de cumpleaños. La octava hada se cruzó de brazos y refunfuñó.
Tras la cena (que, dicho sea de paso, estaba llena de todos los manjares habidos y por haber), las hadas se acercaron al pequeño príncipe para darle sus regalos. El hada Matt le concedió un vasto conocimiento en informática. El hada Mello, por su parte, le otorgó un gusto desenfrenado por los dulces (y la capacidad de no engordar un gramo por más que consumiera), y así, una a una, las hadas le concedieron todo lo que es bueno y deseable en este mundo. Cuando la séptima hada, el hada Near, iba a entregarle su don, la octava hada se le adelantó y dijo:
-¡Ustedes, los reyes del reino más o menos lejano, han insultado a Misa por última vez! ¡Misa los hará pagar! (NdR: No es cosa mía que hable en tercera persona, ojo…Se expresa así desde antes ¬¬U) ¡Cuando el príncipe cumpla dieciséis años se cortará el dedo con la hoja de un recetario y morirá!
Todos los asistentes ahogaron un grito. La reina tomó a su bebé y lo sujetó con fuerza. Misa desapareció con una explosión y humo. Los reyes se miraron angustiados. ¿Cómo podían salvar a su hijito?
Entonces, el hada Near, que aún no había entregado su regalo, se adelantó y dijo:
-Aunque no puedo deshacer la maldición, sí puedo suavizarla. Cuando el príncipe se corte el dedo con la hoja del recetario no morirá, sino que caerá en un profundo sueño de cien años, el cual sólo podrá ser roto con el beso de un príncipe.
-Pero-interrumpió el rey-¿No debería ser una princesa?...Porque mi hijo es hombre…
-A ver-le dijo Near, algo enojado-¿quién le está salvando la vida al príncipe?
La reina ahogó una risita. Near prosiguió.
-Como decía, el príncipe no morirá, sino que dormirá por cien años, y será despertado por el beso de un príncipe.
-Pero-acotó la reina-cuando despierte, todos a quienes conocía estarán más que muertos…
-Aún no he terminado-la interrumpió Near-Cuando el príncipe se duerma, todos en el castillo se dormirán también, y así, al despertar, no estará mas solo que candidato político tras una derrota electoral.-Near se subió las mangas de su…camisa? Polera? Pijama? Bueno, lo que sea que lleve puesto ¬¬-Muy bien, ¿Cómo era? ¡Ah, sí!...Ejem-Near dijo unas palabras mágicas (que no reproduciré por problemas de copyright) y tocó al príncipe con su varita mágica(NdR: No, ESA varita no, malpensad@s), tras lo cual desapareció.
Los monarcas, para evitarle tan triste destino a su retoño ( porque no debe ser nada divertido dormirte durante cien años, ne? ;) ), ordenaron quemar todos los recetarios que habían en el reino, prohibiendo su reimpresión.
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Pasaron los años, y el príncipe L(nadie sabía su nombre ¬¬U)crecía, mostrándole a
todos los que le rodeaban sus grandes dones: su vasto conocimiento en informática, su gusto por los dulces y su gran sentido de la justicia.
El día de su decimosexto cumpleaños, sus padres se encontraban vacacionando en las Islas Caimán (para el que no lo sepa, las Islas Caimán son un paraíso tropical que están al noreste de Jamaica y se encuentran bajo jurisdicción del Imperio Británico). L, sin embargo, no se encontraba solo, pues sus hadas Mello y Near(que se llevaban como el perro y el gato)lo cuidaban. El príncipe celebró su cumpleaños junto a ellos, con quienes comió un rico pastel de fresas con crema y abrió sus regalos. L, extrañamente, se sentía aburrido y, aprovechando una discusión entre sus hadas, se escabulló del lugar. Por alguna extraña razón, el príncipe terminó en una torre que jamás había visto. En la parte más alta, vio una puerta entreabierta. Con su curiosidad natural, L se acercó y, al entrar, vio a una mujer encapuchada leyendo un libro, muerta de risa.
-¿Qué es eso tan gracioso que lee, señora?-preguntó el príncipe.
-Nada en especial, muchachito…-la mujer siguió leyendo y carcajeándose de tanto en tanto. L, intrigado se le acercó y preguntó:
-¿Me deja echar una ojeada?
-Claro jovencito. Ten-y la mujer le entregó el libro.
Al abrirlo, el príncipe se cortó con una hoja.
-¡Ay! Me corté con el pa…-L dejó su frase a medio camino, pues comenzó a caer al piso(en un ralentí que me costó todo el presupuesto de este año y parte del ídem del próximo). El libro aterrizó a pocos centímetros de él. En la portada se leía: “Cocina fácil con Chuck Norris”. En ese momento entraron las hadas, que, al ver semejante panorama, quedaron sin habla.
-¡Tú, vieja! ¡¿Qué le hiciste?!-increpó Mello a la mujer.
-¿Y por qué no has caído dormida?-preguntó Near.
-Eso es porque…-la mujer se quitó la capa-¡¡SOY YO, MISA!!¿A qué no se lo esperaban? (NdR: Ni te imaginas…¬¬U)
Mello y Near quedaron boquiabiertos.
-Tú, hija de…-dijo el rubio, furioso.
-Jajajajajaja! Ya es muy tarde, haditas…Sólo podrá despertar dentro de cien años con el beso de un príncipe… ¡SI ES QUE HAY ALGUNO VIVO! Ahahahahaha!!(léase como risa demente de Kodachi Kuno)¡Soy seca!-y desapareció, dejando a nuestras hadas con un palmo de narices. Éstas (o éstos? ^^U) se miraron.
-¿Y ahora qué hacemos?-preguntó el albino.
-¿Qué no es obvio? BAKA!-Mello golpeó a su compañero-Vigilaremos el castillo hasta que aparezca el dichoso príncipe.
-¿Y cómo sabremos cuál es el indicado?
-Ven y te enseñaré.
Mello tomó de la mano a Near, llevándolo hasta las puertas del palacio. Conforme cruzaban los recintos, las personas y animales que estaban allí se dormían, dejando a medias lo que estaban haciendo: el panadero se durmió sobre la masa, las moscas se durmieron en el techo, los guardias en sus puestos…Al llegar a las puertas, los reyes llegaban de su viaje. Nada más cruzar el umbral, se durmieron de pie.
-Bueno, con Sus Majestades dentro, ya están todos dormidos-dijo Near-¿Y ahora?
-Cállate y observa-lo retó el rubio, que tomó aire y, con unos movimientos de su varita mágica, hizo crecer zarzas y espinas alrededor de los muros del palacio.
-Bravo, genio, ahora no sólo están dormidos, sino también encerrados. ¿Ése era tu plan?-ironizó el albino-Hasta cuando concediste el Transantiago pareció mejor idea.
Mello le dio una patada en el culo (PLR por aquí) a Near.
-Urusai, baka…Estas zarzas son mágicas. Cuando llegue el príncipe adecuado para L, le dejarán pasar sin hacerle daño. Así podrá alcanzar la torre…
-Y a L-finalizó Near.
-Exacto. Oye, Near… ¿qué hacemos en estos cien años?
-No sé… ¿Quieres ir al karaoke?
-Bueno.
Y las dos hadas se fueron volando al club de karaoke del reino.
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