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Obscuridad por Ariadne

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Notas del fanfic:

Escrito para Kamus.

Afuera, el viento soplaba como siempre, y a Jay le gustaba ver el movimiento de las hojas, mecidas por este. Le recordaba al cabello de King y a los más de 300 años que vivieron al lado del otro. La copa en su mano desde hacía rato, contenía el trago de vino que jamás probó, pero que en realidad para él, daba lo mismo. A pesar de todo, de haber aceptado la realidad de la partida de King, todavía habían momentos como ese en que se sentía solo y lo extrañaba.

“¿Pensando de nuevo?” preguntó Ace desde la puerta, a sabiendas de que la pregunta había sido por demás innecesaria.

“No puedo evitarlo…” respondió Jay, bajando un poco la cabeza, “…a veces…” dejó en el aire, para luego sentir los brazos de Ace rodeándole por la cintura.

“¿Qué no te soy suficiente?” Preguntó el joven.

“Más de lo que crees,” respondió el otro sin pensarlo, “pero mi historia con King fue muy larga y él fue no solo mi amante, también mi maestro y amigo, es normal que lo extrañe, ¿no?”

Ace, sin embargo, no respondió. Todo lo que Jay decía era cierto. ÉL mimo lo había sentido en algún momento, y a pesar de su profundo amor por Jay, en ocasiones sus labios también quemaban al recuerdo de King y sus sentidos se agudizaban al punto en que casi podía jurar que le escuchaba subir por las escaleras.

“No es extraño tampoco que me ames, mucho más ahora que él no está, Jay.” Dijo Ace en medio de un gemido, al sentir a su compañero besando y lamiendo su cuello, casi preparándolo. Gritó al sentir los colmillos clavarse en él, jadeando como si de ello dependiera su vida. Estaba lleno, esa noche había ido a alimentarse, a pesar de despreciar el sabor de la sangre de otro que no fuera Jay. Sentía esa misma sangre brotar de su ser, por esas dos perforaciones. Sentía a Jay succionando y bebiendo, su garganta moviéndose contra el cuello de Ace; abrazados en una danza que para ellos sería eterna.

Sin embargo, Jay le tocó allí, en su intimidad. No servía de mucho, lo sabía, pero era tal vez la mezcla de las dos sensaciones, su cuello, su entrepierna; lo que había perdido y lo que había ganado al convertirse en vampiro, lo que hizo que el orgasmo le sobreviniera como si fuera en realidad algo sexual.

¿Pero acaso no lo era?

Sus dedos, los de ambos, rodaban de un cuerpo al otro, rasgando la ropa, dejándola convertida en harapos de los que jamás se preocuparían de nuevo. Sus bocas encontraron la prístina piel y la perforaron, una y otra vez, en todos los lugares posibles, disfrutando tanto como era posible, permitiéndole a sus emociones manifestarse de nuevo.

Olvidándose por completo de aquel que les unió.

“¿Te vas?” Preguntó Ace, desde la cama.

“Solo por un rato, necesito caminar un poco.”

“¿Eres mío, Jay?”

“Yo…camino entre la oscuridad porque la noche es mi dueña, Ace…” respondió el mayor, acercándose lo suficiente para besarlo por un instante, “pero no importa cuánto tú seas mi oscuridad, alguien como yo, aún necesita un poco de luz.” Dijo finalmente, antes de marcharse por el resto del día.


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