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Entre el Cielo y el Infierno por Ariadne

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Notas del fanfic:

Basado en la serie "Ave Inocente" de Hirotaka Kirasagi

 

Regalo de Reyes para Wu.

 

 

Entre el Cielo y el Infierno.

 

 

 

 

 

 

Cuando eres un ángel de Dios, lo único que sabes hacer, lo único para lo que te preparan, es para servirle, adorarle y entregarte a él con todo tu corazón. Sin embargo, las cosas para Karasu, Poder entre los ángeles de Dios, habían cambiado notablemente desde que Shirasagi había entrado en su vida.

El ángel sentía que el mismo Dios había cobrado sentido para él desde ese acontecimiento, era por eso tal vez que ahora su trabajo era llevado a cabo con la más absoluta dedicación y sus noches ya no eran vividas cubierto por las nubes del firmamento. Ahora, todo su tiempo era vivido en la tierra, al lado de Shirasagi.

Esa noche sin embargo, el ángel se debatía entre su deber, su honor y su amor. Sariel, su antiguo jefe le había contactado. Nadie en la oficina se había enterado; había sido un mensaje sutil, que no levantó ninguna sospecha y que ahora le tenía de pie frente a la estación de tren, dudando si debía cruzar el umbral del lugar para llegar al puerto. Encontrarse con él, sería tanto como desconocer la voluntad de Dios—o sería mejor, la voluntad de aquellos que eran la voz de Dios ante los demás?

Sin más preámbulos, Karasu caminó hasta el lugar donde la sombra le esperaba.

- No esperaba que aceptarías mi invitación, Karasu.- Dijo el otro con una media sonrisa dibujada en su rostro.

- En verdad no esperabas que dijera que no, o si, Jefe?- respondió él socarronamente.

Sariel sonrió ampliamente. Karasu pudo ver a través de la camisa entreabierta del otro, que la marca de exiliado del Cielo no había sido puesta.

- Creí que me marcarían- dijo Sariel como si adivinara los pensamientos de Karasu. – pero parece que el cielo ha cambiado.

- Te molesta eso?

- Para nada. Estoy vivo. He encontrado lo que creí perdido por años y hasta a nosotros se nos ha dado una segunda oportunidad. Que Dios hubiera comenzado todo de cero, ha sido una gran alegría para mí.

- Aún así…

- Aún así, querido Karasu, no somos más que sus peones y es la primera vez que me alegro de ello.

Karasu y Sariel caminaron por el puerto observando los barcos que atracaban aquí y allá y llenándose del olor del mar a su alrededor. No habían sido amigos, solo jefe y subalterno, sin embargo, las circunstancias de sus vidas, les habían probado que tenían más en común de lo que pensaban. Karasu se había enamorado perdidamente de Shirasagi, Marqués del Infierno y quien había buscado a Dios con abnegación; mientras que Sariel siempre había estado perdido por Belcebú, príncipe de los Infiernos y quien había buscado a Dios en su hora más desesperada, demostrando que es en ese desasosiego que jamás debe buscarse al Altísimo.

- Aprendió su lección, Karasu. Se redimió, regresó al lado de Dios y comprendió lo que era ser amado por él. Es increíble lo que el Padre puede amarnos…

- No somos humanos, Sariel.

- No, Karasu, no lo somos, pero somos sus hijos perfectos. Nos ha dado los dones que nadie más tiene, nos ha hecho jueces y verdugos y nos ha concedido su gracia para encontrarle en cualquier lugar con solo invocar su nombre.

- Pero…

- No fuiste tú quien le desafió por tu amor por Shirasagi?

- Sariel…

- Nosotros, tu y yo, vivimos entre el Cielo y el Infierno, Karasu. –dijo Sariel con tristeza, -y lo hacemos porque así lo hemos decidido y lo peor de todo, es que no nos arrepentimos ni un solo segundo.

La conversación terminó allí por unos momentos. Sariel tenía toda la razón, pensó Karasu. Habían sucumbido a la tentación y habían sido perdonados. Dios se manifestaba a través del amor que se profesaban él con Shirasagi y Sariel con Belcebú y el mismo Cielo había dado paso al poder de Dios.

- Y no cambiaríamos ni un ápice de lo vivido.- Sentenció Karasu, antes de sonreír ampliamente y ver a Sariel hacer lo mismo.

 

 

 

 

 

Ariadne

Diciembre 24,2006


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