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Nada del mundo real por Aphrodita

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Notas del capitulo: Dedicado muy especialmente a maoden n.n
Mi Cristal, espero que te guste este fic.
Nada del mundo real


Aphrodita





One Shot...


Se escuchaban voces, lejanas, algo apagadas... Pisadas demasiado cerca. Sintió un olor que le supo familiar aunque no pudo distinguirlo.

Obscuridad.

Enfocó su nublada vista en cuanto pudo hacerlo, y lo único que vio fue... Blanco.

Sí, una sola tonalidad, blanco.

Se encontraba recostado en un lugar cómodo, supuso que era una colchoneta; volteó rápidamente cuando un timbre de voz desconocido retumbó en su cabeza, pero su movimiento lo hizo tambalear, el mareo era general.

- Tranquilo Kido. --Dijo la misma voz, serena pero grave.
- ¿Dónde estoy?... –Fue lo único que pudo balbucear Ikki.

La misma pregunta de siempre.

- Tienes visitas ¿Quieres verla?
- ¿A... A quien?... –Por un momento creyó que hablaba de Saori ¿Para qué verla? Necesitaba saber que hacia en ese lugar, que era ese lugar.
- ¿Ikki?... –Fue otra voz la que escuchó, más cálida, más amorosa pero a su vez tétrica por ser de alguien que él conoció en un pasado ahora lejano.
- Espere señorita. –Pidió el hombre –Paciente Ikki Kido siéntese en la cama ¿Puede?

En la marea de sensaciones extrañas el peliazul pudo ver de pie junto a su cama, a un hombre vestido de blanco, de blanco impecable como las paredes, como las sabanas, como su propia ropa.

- Esta bien, es normal que no pueda... –Concedió el señor –Soy tu doctor Ikki, ¿me recuerda?.

El aludido negó confuso con su cabeza, ahora si prestó mas atención a las facciones marcadas del hombre, su barbaba tupida y encanecida mas la ausencia de cabello joven en su cabeza, de unos ojos azules que le recordaron lejanamente a la mirada de un viejo amigo. ¿Viejo amigo?

- Pues, es un progreso... No importa Ikki, no se esfuerce de más. –Volvió a decir el doctor –Tiene visitas, hace tiempo que está esperando que despierte ¿Se encuentra de animo?
- Es--Esmeralda... –Fue lo único que pudo decir el paciente cuando vio a la joven que él recordaba, un poco mas madura, de pie junto a una puerta de material transparente.
- Hola Ikki... –Sonrió la joven caminando hacia él.
- Tu... Tu... Estas muerta. –Dijo sin medir el daño de sus palabras.

La joven bajó su vista dolida y fue el medico quien la consoló.

- Recuerde jovencita.
- Sí Doctor.
- Los dejaré solos. –Espetó el hombre mayor y se alejo rápidamente a la puerta, esta se abrió sola y desapareció.

No del todo, en realidad nunca dejaban solos a las visitas con los pacientes, pero si bien los espiaban por cámaras les daban la privacidad necesaria.

La joven rubia buscó acercarse a un horrorizado Ikki, quien aquello le pareció una broma macabra de algún Dios insensible.

- Tu...
- Tranquilo amor. –Esmeralda intentó en vano ocultar una lagrima.
- Esto no es real.
- Ikki... –La rubia intentó armarse de coraje, buscó acercarse a la cama en donde su pareja se cobijaba.
- ¿Tú no estabas muerta?. –Comenzó a dudar.
- No Ikki. –Suspiró.

El peliazul tuvo la vaga impresión de que no era la primera vez que le preguntaba aquello, pudo vislumbrar el hartazgo en sus palabras.

- ¿Puedo acercarme a ti?.

Ikki solo asintió, aun confundido; cuando la muchacha se sentó a su lado observándolo levantó su mano con el fin de tocarla, de asegurarse que no era una ilusión.

- Esmeralda. –Susurró cuando sus dedos se posaron sobre su brazo desnudo.
- ¿Qué Ikki?
- Tu... –Sintió con la mirada que le dedicó la joven que lo prudente no era seguir insistiendo con lo mismo. –Te he extrañado.
- Y yo... Como no te das una idea. –Las lagrimas de Esmeralda descendieron copiosamente por sus mejillas, buscó el abrazo de su hombre, su consuelo.

El peliazul la correspondió, temblando de pies a cabeza, de pura emoción. Hundió su rostro en sus hebras doradas sintiendo el aroma a cítrico, era tan real... Un sueño no era así, no lo era.

- ¿Estoy soñando?... –Se le escapó al joven.
- A veces lo haces, Ikki... Otras veces, pocas veces estas con nosotros.

Aquello sonó muy desconcertante ¿Qué significaba?.

- Te necesitamos, te extrañamos mucho. –Aseguró Esmeralda con profunda ternura.

Era demasiado para el peliazul, tenerla allí entre sus brazos luego de llorarla tantos años.

Lo necesitaba, necesitó probar sus labios, robarle ese beso que nunca había podido darle y cuando lo hizo sintió una felicidad que nunca antes había sentido, quemando su pecho, limpiando viejas heridas.

Tomó entre sus manos el delicado rostro de la rubia, acariciando sus húmedas mejillas ¡Al demonio si era un sueño! Nunca antes se había sentido tan bien, pero si no era un sueño... Cayó en la cuenta.

- ¿Y Shun?
- Tu otouto... Ya sabes como es... –Sonrió la joven para luego recostar su cabeza en el pecho de su hombre.
- ¿Dónde está? ¿Vendrá a verme? A este lugar. –Observo otra vez la habitación de un aspecto tan desolador y desesperante.
- No lo creo... Ikki... –Esmeralda se incorporó para consolarlo –Ya sabes, Shun es un adolescente.
- Pero vendrá.—Afirmo el peliazul, seguro... Su otouto nunca lo dejaría solo, es mas, se lo imaginaba esperando afuera.
- No... No vendrá, no vino antes ¿Qué te hace pensar que lo hará?
- Pero Shun no es así. –Negó Ikki separando un poco a su amada, se sentía muy bien, ese calor en su pecho pero algo andaba mal.
- Ikki... Shun es complicado, siempre lo fue.
- …l es un buen chico.
- Nadie lo niega, tus padres lo adoran... Pero admitamos que Shun es difícil.
- ¿Padres?.

Algo no cerraba allí, Esmeralda viva, Shun difícil, ¿Padres?

- ¿Qué sucede?. –Se extrañó Esmeralda frunciendo apenas su frente.
- ¿Nuestros padres?
- ¿Qué hay con ellos?
- Están muertos. –Dijo con tono obvio, muertos desde que ellos dos eran pequeños.
- Ikki, deja de matar a la gente. –Pidió la rubia algo sobrepasada pero ya el doctor le había hablado de ello –Tranquilo amor, mas tarde vendrán, quieren verte ahora que despertaste.

Ikki recostó su cabeza en la almohada, ¿qué estaba pasando allí? ¿Dónde se hallaba? ¿Qué era todo eso? ¿Toda esa vida ajena, extraña, distante?

- Duerme un poco Ikki, estas cansado... Intenta dormir, estaré aquí cuando despiertes.

Fue lo ultimo que dijo Esmeralda y como si aquello fuese una orden directa el peliazul obedeció quedándose profundamente dormido.

Otra vez, despertó turbado, notando un aroma extraño, las mismas ropas, las mismas paredes... ¿O eran otras?

No, el lugar era otro. Intentó incorporarse rápidamente, buscando con su vista a Esmeralda.

- Ikki... Tranquilo. –Acusó una voz al ver el comportamiento del paciente.
- Usted...

El Phoenix quedó con sus palabras atoradas a mitad de garganta, conocía a ese hombre, era el médico de la Fundación Grad, quien muchas veces los atendió... Solía conocer a casi todos los médicos del lugar, pero ese era psiquiatra, ¿por qué?.

- Ikki ¿Cómo te sientes?. –Una voz femenina que desdichadamente no era la de su Esmeralda.
- Saori. –Pronunció el peliazul sentándose en su cama -- ¿Qué? No entiendo.
- Vinimos todos a verte, bueno Shun dijo que prefería venir mas tarde para verte a solas.

No lo había notado pero más atrás se encontraban sus compañeros de armas, en la mirada de aquellos tres había una tristeza inmensa, en sus rostros demacrados una angustia desgarradora y contagiosa.

- Yo... Esmeralda ¿Dónde está?. –Exclamó incrédulo, buscándola con la mirada.

Aquello no podía ser posible, hacia apenas unos segundos había sentido su calor, había escuchado su voz, había olido sus cabellos rubios.

- Muerta, Ikki... –Sentenció el Cisne conteniendo la rudeza de sus palabras, pero no pudo --Desde hace años.
- ¡Hyoga!. –Sentenció Seiya censurándolo.
- Ya... Todos queremos verlo bien a Ikki, pero teniendo estos arrebatos no ayudamos en nada... –Pronuncio Shiryu con su habitual templanza --¿Verdad doctor?
- Así es... Ikki, hoy te haremos mas estudios.
- Pero yo no entiendo.
- Tranquilos. –Sentenció la Diosa Athena, lo mismo le tenían que explicar cada vez que despertaba –Lo haré yo. Ikki, Esmeralda está muerta ¿Lo entiendes? Desde hace años, en la Isla de la Reina Muerte.
- Yo eso lo sé... O sea, creía eso pero les juro que... --¿Qué explicar? Ni el mismo Phoenix supo que decir.
- Durante los últimos dos años Ikki... –Habló el joven doctor –Tu has permanecido en un autismo extraño, que no se llama precisamente “Autismo”, a decir verdad tu caso es único... Presentaste en un pasado lo mismos síntomas, nada mas que con el tiempo se acentuaron.
- ¿Qué quiere decir?
- Que el recuerdo de Esmeralda te está haciendo jugar una mala pasada. –Respondió el Doctor con paciencia.
- Yo...

“Será mejor que descanses”

Fue lo ultimo que escucho decir antes de caer desmayado, pero fue extraño, porque dejó de oír voces pero si podía sentir, un calor junto a su cuerpo, una mano acariciando su mejilla.

Esa mano se posó en su rostro, acariciándole no solo físicamente sino también en el alma, nunca había sentido un amor semejante.

- ¿Es—Esmeralda?
- Siempre ella... –Sentenció una voz femenina –Me voy a empezar a poner celosa.

Cuando Ikki abrió sus ojos lo primero que vio fue una hermosa sonrisa que él recordaba muy vagamente.

- Hola hijo. –Se escuchó otra voz, pero esta vez masculina.
- ¿Mamá?... –Balbuceó el peliazul sintiendo sus ojos empañados de la emoción, había olvidado lo hermosa que era, siempre lo pensó, Shun había salido a ella.
- ¿Cómo estás hijo?... –Preguntó la señora sin dejar de acariciar la mejilla del joven con toda la dulzura que solo una madre puede tener.
- Bien. –Mintió Ikki tomando con cierto miedo esa mano que lo mimaba.

Fue un momento mágico, único, tener entre sus manos la de su madre, algo avejentada, apenas arrugada, marcando el paso de los años, pero era su mano, sus caricias, tal como él las recordaba.

No pudo decir nada, ni preguntar, ni profesar sus inquietudes en semejante momento, temió lastimar a su madre espetando un “Pero ustedes están muertos” como lo había hecho antes con Esmeralda.

- ¿Shun?. ¿Dónde está?. –Nuevamente esa pregunta que no pudo evitar hacer.

Observó a su padre de pie junto a la puerta quien negó para luego acotar.

- Ya no sé que hacer con él.
- Mitsumasa, no seas así. –Reprochó la mujer –Ya sabes que para Shun no es fácil tener a su hermano aquí.
- Mamá. ¿Shun esta bien?. –Fue lo único que le quedó por decir al peliazul, sin poder ni querer desprender su mirada de aquella imagen.

Por tantos años había extrañado ese calor materno... Tenerla allí era un sueño hermoso, tal como la recordaba, con sus bucles desordenados del mismo color que sus ojos, de un verde irreal.

- Pues... – Intentó explicar con algo de incomodidad --Hace meses que no consume mas pero igual... – Acotó sin mirarlo directamente a los ojos --Sigue con el tratamiento –Finalizó sonriendo fugazmente para aplacar los ánimos.
- Desde que tu no estas... –Pronunció el señor Kido caminando hacia su hijo –Shun no ha sido el mismo.
- Papá. –Se le escapó al peliazul, pudo ver en las orbes de su padre las lagrimas acumulándose.

Aunque nunca había sentido una simpatía hacia su padre como la tenia hacia su madre, no pudo evitar sentir cariño hacia ese hombre. Un cariño natural, que nació sin esfuerzo, que siempre estuvo en su pecho.

- Prométeme hijo... –Pidió tomando su mano, con su voz quebrada –Que saldrás de aquí, que vendrás con nosotros, que volveremos a estar los cuatro juntos.
- Ya Mitsumasa, déjalo descansar.
- Mamá, papá, no se vayan... –Pidió Ikki completamente derribado, entrecerrando sus ojos.
- No hijo, estamos aquí, a tu lado. –Aseguró la señora Kido derramando las primeras lagrimas visibles.
- No entiendo.
- ¿Qué, mi vida?
- Mamá no entiendo.
- Dime que... –Volvió a insistir la señora sin borrar esa dulce mirada y esa bondadosa sonrisa de sus labios.
- Yo quiero estar con ustedes, los he extrañado horrores, todos estos años yo...
- Todos estos años tu te encontraste luchando.
- ¿Luchando?... –Ikki se incorporó en la cama, despertando de golpe --¿Entonces la Orden de Athena?... ¿Dónde están Saori, Hyoga, Seiya y Shiryu?.
- Otra vez con eso. –Bufó el señor Kido soltando un sonoro suspiro de cansancio.
- Mitsumasa basta... Por favor.
- ¿No entiendo? ¿Dónde están?
- En tu imaginación hijo. –Sentenció, el hombre canoso, con rudeza pero a la vez con cariño, buscando en vano despertar a su hijo de ese letargo de una buena vez.
- Por eso... amor, tienes que dejar de lado... –Le costaba a la señora hablar de ello –Tienes que dejar de lado la fantasía.
- Pero yo soy un Santo de Athena... Ikki... El Ave Phoenix. –Tartamudeó el peliazul observando sus manos como si en ellas encontrase la respuesta.
- No... – Negó su madre con tacto para luego agregar --O sí, solo en tu imaginación.
- ¿Están diciéndome que todo eso no existe? ¿Qué mi vida fue una mentira? ¿Qué la Orden?
- Tranquilízate Ikki, por favor. –Pidió la mujer con templanza.
- Pero necesito saberlo.
- No, no existen. –Le respondió cerrando por unos segundos sus ojos–Solo en tu imaginación, Ikki hace años que estamos luchando por traerte de vuelta a la realidad, pero tú te rehusas y prefieres quedarte en ese mundo fantástico en donde eres un guerrero... – Realizó un abreve pausa para tomar un poco de aire --Pero Ikki, por favor, realmente te necesitamos, te necesitamos de vuelta, con nosotros, en casa; tu habitación está tal cual la dejaste. –Sonrió otra vez, pero su sonrisa poseía cierto tinte de aflicción.
- Entonces... Athena no existe. –Recibió una negativa --¿Hyoga, Shiryu, Seiya? ¿Los conocen?
- Pues, Seiya es el mejor amigo de tu hermano... –Aclaró elevando apenas sus cejas --De Hyoga y Shiryu nunca escuchamos hablar, solo... Bueno, tu los mencionas, son parte de ese mundo fantástico que te has creado.
- Ya mujer, déjalo descansar un poco.

Ikki no se rehuso al pedido, realmente necesitaba descansar su arremolinada mente; se recostó de costado, sintiendo sobre su mejilla izquierda la característica dulzura de su madre, su calor, todo el amor que por años le había hecho tanta falta.

¿Cómo podía ser posible? Toda su vida una mentira, la Orden de Athena, sus amigos, hasta inclusive el “Shun” que el conocía... Nada era así en verdad.

¿Por qué todo era tan nebuloso? Cerró sus ojos, sintiendo aun esa tenue caricia en su rostro, y despertó sin saber si había dormido por minutos, horas o días.

- ¿Mamá?... –Pronunció apenas tomando entre sus manos aquella que lo mimaba con tanta dulzura.
- Niisan... Era hora.

Ikki abrió sus ojos notando la sonrisa espontanea de su querido hermano menor y sus ojos enrojecidos, indicadores de que había estado llorando.

- ¡Shun!.
- ¿Cómo te sientes?.

El Phoenix observó a su alrededor, nuevamente se encontraba en las instalaciones de la fundación Grad.

¡Por Zeus! ¿Porque todo era tan extraño?

- Bien. –Respondió finalmente el peliazul luego de un prolongado silencio –Me siento algo... Confundido.
- Es normal, supongo...
- Quiero descansar. –En realidad lo que quiso hacer Ikki era detenerse a pensar un segundo.
- ¿Quieres... quieres que te deje solo?. –Investigó el peliverde con cierto dolor por la posible afirmación a su pregunta.
- No, quédate conmigo... –Respondió tomando la mano de su otouto, enredando sus dedos con los suyos –Quédate aquí Shun.

Eso fue lo que hizo Andrómeda, se quedó junto a su Niisan quien aparentemente se limitó a mirar la nada, con sus ojos abiertos de par en par.

Pasaron los minutos, ambos en silencio, un silencio denso, pesado y desesperante.

- Shun. ¿Puedo ser sincero contigo?
- Si niisan. –Contestó el menor sintiendo nuevas ganas de llorar.
- Sabes... No sé... No puedo diferenciar el mundo real del ficticio.
- Lo sabemos niisan.
- En ambos lugares tengo cosas que no quiero perder... –Explicó Ikki observando con afecto a su otouto –Y creo que será mejor tomar una decisión.
- ¿A que... A que te refieres?
- Que debo decidirme por algo... Siento que estoy haciendo mucho daño.
- ¿Qué... Que harás?. –La desesperación pudo notarse en el tono de su voz.
- Me iré otouto.
- ¿Cómo que te iras?. ¡¿Y yo?!
- Tu lo tienes a Seiya.

Sonrió al ver las mejillas enrojecidas de su pequeño hermano; vaya que había crecido, era todo un hombre que había tomado sus propias decisiones.

- ¿Cómo lo sabes?
- No se... Simplemente me di cuenta... Y aunque es algo pesado se que te quiere mucho y que te cuidará.

Shun en respuesta bajó su vista al suelo, avergonzado por la confesión. Pero pasado unos segundos volvió a insistir.

- ¿Qué hay allá Ikki, para que quieras dejarme? ¿Para que quieras dejarnos?
- No te dejaré Shun... O sea, si... –Reconoció Ikki --Pero te tendré en el otro lado –Miró fijamente a su hermano, con un semblante serio y opaco --¿Estoy siendo muy egoísta?
- No nos dejes.
- Ya no sé Shun... –Pronunció el Phoenix soltando de una buena vez esas lagrimas que tuvo guardadas desde un inicio. –Yo... Estoy muy confundido y... La verdad que la necesito.
- ¿A quien?. –Preguntó Andrómeda en vano, porque supo la respuesta.
- Tu lo tienes a Seiya... –El peliazul enmarcó una sonrisa repleta de ternura –Déjame a mi estar con Esmeralda.

Eso fue lo ultimo que Ikki dijo, con sumo pesar el peliverde tuvo que verlo “partir”... Cuando el Phoenix despertó, no siendo mas el Phoenix, se encontró en la salida de un hospital a una muchacha hermosa, vestida con un solero blanco estampado con flores amarillas, haciendo juego con su pelo.

Tomó a Esmeralda entre sus brazos, ejerciendo presión en su agarre, como evitando una posible partida de su amada. Otra vez.

Otra vez no lo soportaría, y fue así que el peliazul caminó junto a Esmeralda rumbo a su hogar, con su familia, sus padres y su hermano... Dejando el mundo real para huir a uno en donde pudiese estar con ella.

Nadie pudo contra el recuerdo de su amada. Y fue la decisión de Ikki, no restó mas que aceptarla porque nada se pudo hacer al respecto.


FIN
Notas finales:

0.0 ¿Por qué siempre que creo tener una buena idea lo arruino tanto a la hora de transcribirlo? ¡Me odio! >.<  Peor no pudo haberme quedado. Gracias por leer *_*

Que quede en claro que el fic era Universo Saint Seiya, solo que Ikki optó por hacerlo Universo Alterno xD.

En fin, me pondré con un Ikki & Seiya, ¡Solo faltan 8 fics para tener subforo propio en SSY!

7 de Junio de 2007 – Argentina.


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