(Basado en salm dunk, de Inoue Takehiro)
Otro entrenamiento daba por terminado sin la presencia del chico pelirrojo que ya hacia tres días no asistía. Nadie había podido encontrarlo ni siquiera yohei, quien era la persona que mas le conocía, había recorrido junto a sus gundam todos los lugares posibles pero no había señales de vida de su líder.
En estos tres días un apesadumbrado Hanamichi vería caer de nuevo la noche en un playa lejos de la ciudad, sentado en el arena con sus brazos apoyados en sus rodillas y sobre ellos su rostro.
Sus lágrimas rompían con fuerza sobre el arena y escurrían libremente bajo este suelo impermeable, mas aun las fuerzas para llorar aun no se habían agotado, como podía serlo, la única respuesta era debido a la soledad que le embargaba. Ya nada le quedaba, solo llorar para ver si moría haciéndolo y de esta manera librarse de todo dolor de su corazón.
La única razón de felicidad que le quedaba era el amor de Haruko, eso le mantenía con vida, le hacia sentir vivo, pero desde hace tres días todo eso se había esfumado de igual manera como la esperanza de poder conquistarle. Su respuesta fue seca cuando él se le declaro- ¡yo solo amo a Kaede Rukawa!- ese maldito nombre que odiaba con todas su fuerzas por haberle arrebatado lo único que le daba vida, que hacia la diferencia entre vivir y existir, el ser perfecto que todo lo hacia bien y quien lo tenia todo.
El sol al fin se oculto para dar paso a una oscura noche que oculto bajo sus sombras el horizonte que por tantas horas lo había acompañado.
Una y otra vez pedía una razón para no acabar su vida con sus propias manos, tan solo una, mas nadie podía escuchar sus ruegos. O tal vez si algo, por que de pronto una luz brillante y cegadora le hizo levantar su rostro para ver de donde provenía. Al principio era una bola de luz se posaba sobre el horizonte pero a medida que se iba acercando hacia su persona iba tomando una figura reconocida, una figura humana representada en una bella mujer fantasmal. Si bien esto podría causar miedo a cualquiera, a él no le producía nada, solo le miraba fijamente.
Pronto el rostro transparente se poso cerca del suyo, como analizándolo. Este ser desprendía un calor tan aliviador que por primera vez sintió calma en su corazón, la calma que tanto necesitaba. Por largos minutos la figura solo le miro a unos pasos de distancia la que acortó de pronto al acercar su boca junto a su oído para susurrarle algo.
-mi niño, conozco tu dolor, escuche tus ruegos desde la distancia- su voz era tan calida como su aura
-y...yo...- tartamudeo mas las sensaciones que sentía le impedían completar la oración.
- ¿que es lo que mas deseas en tu vida?- preguntó interrumpiéndolo
-...................-
- solo puedo concederte un deseo-
- quiero a alguien a quien amar.... quien este siempre conmigo y me ame tanto como yo.... que nunca me abandone como lo hicieron mis padres y los demás a quienes he querido-
-Entiendo, eso será fácil para mí pero no para ti, puedo concederte lo que quieres-.
- solo quiero eso con toda mi alma- murmuro Hana soltando un sollozo
- daré vida en tu ser, al principio no lo comprenderás, pero con el paso del tiempo tu vida será recompensada, vivirás por éll y veras que puedes dar mas que recibir-
El ser lentamente movió su cabeza hasta dejar sus rostros frente a frente y entonces dio un soplo que envolvió toda su cara. Hana sentía que por fin el sueño lo agobiaba, sus parpados le pesaban y todo su ser se estaba adormeciendo.
- ahora debes dormir y al despertar tu vida habrá cambiado para siempre- y sin decir mas la figura solo se desvaneció dejando a un joven dormido pacíficamente sobre el arena.
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Hana despertó dos horas mas tarde. Vagamente recordaba lo vivido, un sueño se dijo mentalmente, nada de lo que el fantasma le dijo podría ser verdad. Sintió el frío recorrer su cuerpo por lo que se levantó con la decisión de salir de allí, no volvería a casa, ese lugar tan frío donde nadie le esperaba, mas bien tenia otra idea en mente.
Minutos mas tarde llegaba a un bar donde sin dudar ingresó haciendo caso omiso de las miradas que se posaban sobre su persona. Buscó un lugar en la barra y pidió algo de beber. El barman al ver el rostro deplorable del joven no dijo nada, solo asintió en servirle lo que pedía. Un trago, media hora, otro trago, media hora más, y así el tiempo allí se paso volando. El veneno de alcohol le había hecho efecto, todo daba vueltas, estaba tan mareado e inesperadamente comenzaba a hablar mas de la cuenta de tal forma que en minutos le había contado al hombre tras la barra toda su vida, este le escuchaba sin decir una palabra.
No sabía cuanto tiempo llevaba en ese lugar y menos como saldría de allí si sabía que apenas podría levantarse de su asiento. Entonces comenzó a reír estridentemente hasta que una mano se poso sobre sus hombros.
- - ¡que te pasa imbecil! - gruño al verse interrumpido
- - ¡ya basta do´aho!- dijo la persona tras el
- - ¡tu maldito zorro, tu eres la razón de mi desgracia!- intento vanamente voltear para darle un golpe pro lo único que consiguió fue perder el equilibrio, y se hubiese caído al suelo si no es por que Rukawa lo alcanzó a tomar entre sus brazos.
- - Yo le llevaré a casa- dijo dándole una mirada al barman quien solo asintió
Tras grandes forcejeos Rukawa lo saco del lugar, en ese entonces Hana había perdido el conocimiento. Intento llevarlo acuestas pero su cuerpo le resultaba muy pesado, no sabia donde vivía y su casa quedaba muy lejos de allí. Decidió entonces entrar con el a un hostal donde alquilo una habitación por el resto de la noche.
Cuando al fin pudo abrir la puerta de la habitación le llevo hasta la cama. Al querer recostarle perdió el equilibrio y cayo sobre el. Ante este contacto su corazón empezó a palpitarle extrañamente, algo que no quería entender, algo estaba sintiendo por ese torpe pelirrojo.
Intento quitarse de encima pero en ese momento unos brazos le rodearon con fuerza atrayéndole, los ojos de Hana se abrieron ese momento y le miraron en forma penetrante que le hizo sonrojar.
- - pesas mucho zorrito-
- - ......- Rukawa no respondió ante la sorpresa y aprovechándose de esto nuevamente unas manos le atraían ahora hasta su rostro, mientras unos labios carnosos esperaban ansiosamente ser masajeados.
El primer contacto fue tibio hasta que el zorro dejando de lado la sorpresa se aferro a Hana besándolo con locura, dando paso aun húmedo jugueteo de sus lenguas en el cada uno deseaba llevar el control. Nadie supo en que momento se vieron despojados de sus ropas para verse envueltos en una locura sin precedentes. Rukawa se encontraba haciéndole el amor a su enemigo declarado, a quien hora atrás le había dicho que le odiaba.
El amanecer encontró a un joven de ojos zorrunos enredado entre las sabanas junto a un pelirrojo, su do´aho. Inmediatamente se dio cuenta de que todo estaría mal si este le encontraba junto a el, eso significaría su muerte a golpes por lo que rápidamente y con sumo cuidado se levanto y vistió. Antes de cruzar la puerta miro una vez más a su amante de una noche- tu no recordaras lo que paso esta noche pero yo si- lo dijo solo en un susurro temiendo despertarlo y sin mas salio de allí pensando que esto jamás tendría la oportunidad de repetirse.
Horas más tarde Hana despertaba. Se sobresalto al verse desnudo en una cama desconocida, en un cuarto desconocido. En su intento por levantarse rápidamente la jaqueca lo acosó pero aun mas el dolor en su ano- ¿que diablos?- se preguntó temiendo lo que pensaba. Con pesar se vistió y salio de la habitación, al llegar al vestíbulo se percató que lugar era. Acercándose al encargado pregunto como había llegado allí teniendo como respuesta que un joven moreno lo había traído a altas horas de la madrugada y que no lo había visto marcharse
- ¿un hombre? ¿Quien habrá sido?- se preguntaba, había tenido sexo, con alguien que había abusado de su cuerpo en tales circunstancias, con un hombre desconocido que no le había esperado para darse a conocer, aunque sea solo para molerlo a golpes.
El pelirrojo salía de hostal con mas pesar y mas rabia por su patética vida que la que tenia el día anterior, dando gritos en su mente de el porque solo a él le ocurrían estas desgracias.