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Traidores por Geion_Scorpioacqua

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Notas del fanfic:

 

Este fics lo escribí hace ya un tiempo ^^, la pareja me gusta mucho ya que creo su pasado, marcado por la presencia del arquero, da para la creación de muchas situaciones interesantes entre estos dos bellos caballeros.

Espero les guste, ^^.

 

Jadeos y gemidos, sudor y pasión… movimientos salvajes que de pronto se tornaban cadenciosos volvían a aumentar el ritmo y  arremeter incontrolables uno en el otro por largos minutos dejando estelas de pasión impregnando el ambiente de sexo animal. 

Dos cuerpos, fuertes y definidos, iluminados por una tenue luz de esquina, se movían al unísono sobre aquella cama, mientras sombras en movimiento completaban el antiquísimo rito de sexo y placer que envolvía a ambos hombres elevándolos al cielo para luego sumergirlos en el infierno. 

Y quien más sentía aquello era él… que se sabía y sentía pecador, corrupto y traidor… no solo a ella a quien debía venerar por sobre todas las cosas, la diosa guerrera… la diosa virgen… Athena; sino que también a él, a quien una vez juró amor eterno para luego y sin siquiera pensarlo apagar la llama de su vida con sus propias manos. 

A él, quien le hizo jurar mientras su cuerpo se enfriaba y su alma viajaba al otro lado, que cuidaría de aquello que dejaba en este mundo, su pequeño hermano, el cual se convertiría en víctima de una traición que no era tal, pero la cual cargaría injustamente toda su vida. 

Cuídalo Shura… no dejes le hagan daño…” 

Recordó las últimas palabras de Aioros antes de expirar, como un flashazo que lo detuvo por algunos segundos. 

¿Cuidar de él? Se preguntó de pronto para  sonreír con cinismo al aceptar que aquello era lo que menos había hecho y observarlo bajo suyo, con el rostro contraído, sonrojado y sudoroso, mordiéndose los labios para no gemir mientras él arremetía nuevamente y con más fuerza en su interior sin importarle cuanto daño le podía provocar, solo sentir aquella presión alrededor de su hombría que le indicaba el placer proporcionado al orgulloso ojiverde y que lo invitaba a moverse sin consideración. 

Y entonces sintió las uñas del menor enterrarse en su espalda, con tanta fuerza que sabía le dejarían marcas, mientras las fuertes piernas rodeaban su cintura, invitándole a llegar a lo más profundo del griego, indicándole sin palabras que el orgulloso león estaba en su poder, prisionero de sus instintos y deseos. 

Embistió rudamente levantándolo hasta dejarlo sentado sobre su pelvis y sin pensarlo atrapó la hinchada boca besándolo con lujuria, mordiendo los gruesos labios hiriéndolos en el proceso para después introducir su lengua a la tibia cavidad haciéndolo degustar su propio sabor, explorando cada rincón de aquel lugar tan conocido. 

Lo escuchó gemir inundado de placer y Shura ahogado en su propia rabia y arrepentimiento sucumbió al placer de saberlo suyo, dominado, sometido a los caprichos de la carne porque sabía que, cada vez lo deseara, Aioria no se negaría, a pesar de que su boca lo rechazara, que sus ojos de intenso verde lo mirasen con odio y desprecio, el guardián del décimo templo sabía que con solo rozarlo, el hermoso y viril caballero de Leo caería a sus pies entregándose a él, abriéndole sus piernas deseoso, ansioso y desesperado para que lo hiciese suyo una vez más, marcándole a fuego su posesión…  

Lo embistió sin compasión logrando obtener gritos de placer mezclados con los propios que inevitables escapaban de su boca, sus nombres pronunciados entre jadeos y gemidos rompían con el silencio de la cálida noche, testigo de su oculta entrega.  

Shura cogió con fuerza la melena de Aioria obligándolo a mirarle, ambas miradas de intenso verde, brillantes de pasión se encontraron y por un momento todo se olvidó, el rencor de ambos corazones, el remordimiento, las culpas y dudas; para fundirse en uno y llegar al clímax, primero Aioria que se derramó con fuerza entre sus abdómenes para minutos después y luego de un par de rudas embestidas ser el español quien terminó en el interior del más joven inundándolo con su esencia cayendo victorioso sobre él. 

Lentamente sus respiraciones se fueron calmando y el silencio volvió a la habitación, las sombras ahora quietas formaban figuras en las frías paredes que parecían observar a ambos guerreros conociendo de antemano lo que pronto ocurriría… como cada noche desde hacía unos meses. 

Aioria miraba fijamente el techo, sintiendo al español salir de su interior y volvió a sentir esa dolorosa punzada en el pecho, una mezcla de culpa, vacío y frío…

 

Si, porque no podía negar que a pesar de todo, del odio que profesaba a ese hombre unos años mayor que él, el cual lo tomaba sin consideración cada vez que quería, de la culpa por haberse convertido en el amante ocasional de quien fuera no solo el asesino de su hermano sino que también de su gran amor, algo había comenzado a forjarse en su interior… un sentimiento que no deseaba y que rechazaba con toda su alma. 

 

Cerró los ojos con fuerza al escucharlo levantarse de la cama y comenzar a recoger su ropa, ahogó las lágrimas que desgraciadas intentaban escapar de sus ojos y dándole la espalda se cubrió con las blancas sábanas demostrándole lo mejor que podía, que nada de lo ocurrido esa noche le importaba, solo había ocurrido y ya…

 

Solo sexo y nada más. 

¿Cuanto se puede mentir alguien ante el temor a sufrir más de lo que ya lo hace?  

Demasiado… 

Eso Aioria lo sabía sin necesidad que se lo dijeran, porque hubiese deseado pedirle se quedara, que lo abrazara y besara con suavidad… que de alguna forma le dijera que no solo era una maldita calentura lo que ocurría entre ellos… pero nada de eso ocurriría, eso el bello griego lo sabía y lo confirmaba nuevamente al escucharlo cerrar la puerta sintiendo la soledad de su habitación, misma que día a día crecía en su corazón. 

“Shura…” – susurró apenas aferrándose con fuerza a las ropas de cama, enterrando su rostro en la almohada  y temblando intensamente, intentando contener lo mejor que podía el torrente de emociones que lo embargaban… pero… no pudo.  

Una rebelde lágrima resbaló por su mejilla, abriendo paso a todas las demás, que pronto fueron acompañadas por sollozos que se intensificaban cada vez más.  

Aioria lloró con ganas al sentirse el peor de los traidores, a la memoria de su hermano, a su diosa y a si mismo, porque ya no podía negar lo que ocurría consigo, lo que cada día sentía al ver al caballero de la décima casa… el porque terminaba entregándosele sin medir las consecuencias y eso era, que lo amaba a pesar de todo, de saber que para Shura nunca dejaría de existir Aioros y que si terminaban entregándose, para el español solo era sexo… nada más. 

“Perdó… perdóname hermano… yo… yo nunca quise esto… perdóname” – suplicaba a la nada el león dorado, rogando que donde Aioros estuviese no lo odiara, porque él ya se odiaba demasiado. 

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Caminó largo rato bajo el estrellado cielo alejándose del quinto templo sin mirar atrás, sintiendo aun en su cuerpo el calor del joven león, escuchando el agradable sonido de su voz enronquecida por el deseo y el brillo de aquellas esmeraldas matizadas de suave dorado observándolo en silencio, esas preciosas gemas que en silencio decían tantas cosas y las cuales tenía grabadas en su mente hacía mucho tiempo.

 

Desde aquel día cuando volvía de terminar con Aioros y se lo encontró en las escaleras del santuario… mirándolo suplicante, rogándole en silencio que negara lo que ya todos sabían, que su adorado hermano al cual admiraba demasiado había intentado asesinar a la pequeña diosa. 

Pero el joven león no encontró lo que buscaba, nada que aliviara su tristeza y decepción, solo una actitud fría y distante por parte de Shura, la cual no cambiaría de ahí en adelante. 

“Aioria…” – susurró a la nada, arrepentido de su proceder con él, de todo el daño que le hacía día a día al someterlo a sus deseos y caprichos, ya que por más que se lo preguntaba no sabía que diablos sentía por el hermoso griego. 

De pronto se detuvo, apretando con rabia sus puños al percatarse que no había dejado de pensar en él ni un solo segundo desde que lo abandonase en su templo “¡¡Demonios!! Pero que me ocurre contigo maldito gato… porque no puedo sacarte de mi cabeza ¿Por qué?” se preguntó ofuscado agarrándose los cabellos con fuerza “Si solo es deseo lo que siento por tí… ¡¡Nada más!!”

Pateó irritado las pequeñas piedras que se encontraban en el camino, abrumado al darse cuenta como cada día se hacía más necesario enfrentarse al castaño, como disfrutaba sacarlo de sus casillas, hacerle explotar y con ello comenzar una batalla que irremediablemente terminaba con ambos en alguna de sus camas jadeando de placer y pasión. 

No… realmente eso no estaba bien, para ninguno de ellos, menos para él que solo le debía fidelidad a su diosa y a ese amor de juventud, el que se negaba a dejar atrás, a pesar de saber a aquel un traidor y el mismo sentirse uno, cada noche que hacía suyo al león.  

Por lo cual y seguro de que sus ideas eran la verdad decidió que a  todo lo demás había que ponerle fin cuanto antes, fue lo que se juró Shura al llegar a su templo mientras se despojaba de su ropa para dirigirse al baño donde creía un buen baño borraría el aroma del bello ojiverde. 

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Los días pasaron sin grandes novedades, los caballeros entrenaban arduamente ya que sabían una dura batalla se acercaba.

 

El patriarca les había informado sobre una joven que se hacía llamar Atenea la cual era ayudada por los caballeros de bronce, cinco chiquillos que apenas superaban los quince años y que llegarían pronto al Santuario provenientes del lejano Japón. 

Aioria terminaba de abrocharse las sandalias de entrenamiento mientras pensaba en Shura ya que nada sabía de él desde aquella noche, bufó irritado al darse cuenta lo mucho que le importaba y pateando el suelo  tomó su bolso para dirigirse a su templo y darse una ducha, fue ahí cuando lo vio, afirmado en una columna cercana a la salida, observándolo fijamente. 

Su corazón comenzó a latir con violencia a medida que se acercaba, y a punto estuvo de desviar su camino, pero su orgullo no se lo permitió por lo que continuó adelante.

 

Ya se encontraba un par de metros del español cuando lo escuchó, fuerte y claro. 

“Estuvo pésimo tu entrenamiento, parecías un saco de papas moviéndote Aioria”. 

El pelicastaño frunció el ceño irritado y olvidándose de todo lo que el español le provocaba respondió – “Y a ti ¿que diablos te importa como entreno? ¡¡es cosa mía…!! ¡¡Ya déjame en paz!!” – intentando pasar a un lado del español que se lo impidió obstruyéndole el paso lo cual molestó aun más al león – “¿Qué haces Shura?¿Qué demonios quieres?”. 

El español lo observó por unos segundos antes de responder – “Quiero aclarar algo contigo Aioria” – comenzando a acercarse lentamente al más joven – “Y quiero escuches y te quede todo bien claro”. 

Aioria se alejó unos pasos, sintiendo que aquello no sería una grata conversación, pero ocultando bien su temor preguntó – “¿Qué cosa? Dilo de una vez cabra, que no tengo todo el día”. 

Shura solo lo miró y sin un atisbo de emoción en su voz comenzó a decir – “Solo quiero dejarte claro algo Aioria, lo que ha ocurrido entre nosotros fue lo peor que pudo pasar, y no debe volver a ocurrir, somos caballeros dorados, el más alto rango de la orden y nuestra fidelidad es a la diosa… algo que hemos roto al actuar de esa forma tan… animal” – miró al griego con frialdad – “Así que espero asumas tu responsabilidad en esto y dejes de… de provocarme con tu actitud… eres muy atractivo, y yo soy un hombre ante todo por lo tanto es preferible nos mantengamos alejados ¿estamos?”. 

El joven león no daba crédito a lo que sus oídos escuchaban, negó varias veces, sonrió incrédulo para encontrarse nuevamente con la seria mirada del mayor que confirmaba lo anterior – “A ver… a ver… esto es ridículo, es un chiste ¿verdad?” – preguntó para solo recibir una escueta respuesta. 

“¿Acaso me estoy riendo?” – dijo Shura irritado – “Esto es en serio niño… ya no puedes seguir…”. 

Los ojos de Aioria se abrieron inmensamente, retrocedió un par de pasos dejando caer su bolso al seco suelo, para volverse al español y controlando apenas la indignación que crecía más y más en su interior decir – “tú… TUUUUUUUUUU!!!!!!! ¿¿¿ ME ESTAS CULPANDO A MI DE LO OCURRIDO???” – gritó furioso – “¿¿ME ESTAS ACUSANDO DE SEDUCIRTE?? ¿¿DE QUE POR MI CULPA HEMOS TERMINADO EN LA CAMA?? ¿¿¿QUE DEMONIOS TE CREES SHURA??? ¿¿¿ COMO PUEDES DECIR ESO???”. 

Shura frunció ligeramente el ceño y moviendo irritado una de sus manos comenzó a decir – “Haber, no creo sea necesario gritar, además no es para que te alteres tanto…”. 

“¡¡¡¿¿QUE NO ME ALTERE??!!” – lo interrumpió fuera de si Aioria – “¿COMO ME PIDES ESO? ¡¡¡¡Y grito todo lo que quiero!!!! ¡¡¡QUE TODO EL SANTUARIO SE ENTERE LO QUE HA MANTENIDO OCUPADO NOCHES ENTERAS AL FIEL CABALLERO DE CAPRICORNIO!!! SIIIIIIIIIIII!!! YO, OTRO HOMBRE Y NADA MENOS QUE EL HERMANO DEL TRAIDOR… jajajajajaja” – comenzando a reír alterado, terriblemente dolido para volverse hacia Shura que apretaba los puños irritado al notar algunos cosmos acercarse – “Eres un maldito imbécil ¿sabías? Porque no me harás cargar tus culpas Shura, ¡¡NO LO HARÁS!!”. 

“De que demonios hablas Aioria, de que culpas…” – comenzó a decir el español molesto tanto por la reacción del menor como por algo que comenzaba a sentir en su pecho. 

“¡¡CULPAS!! Tal como lo escuchas, C-U-L-P-A-S” – lo interrumpió el joven león tragando con fuerza, apretando los puños, intentando contenerse y no abalanzarse sobre él para golpearlo hasta cansarse – “Acaso crees que para mi ha sido fácil todo esto, dormir con el hombre que mi hermano amó… sentirme un maldito traidor a su memoria ¿crees es muy fácil?” – comenzó a reír con más fuerza – “¡¡NO LO ES!! ¿Oyes? ¡¡No lo es!! Y sabes porque idiota? Porque me enamoré de ti, a pesar de tus desprecios, de tu crueldad, de tu falta total de amor Shura… me enamoré de ti…convirtiéndome en un traidor peor que tú, mucho peor…” – comenzando a llorar de rabia y tristeza sin importarle saber que no estaban solos. 

Shura no podía creer lo que escuchaba, sintió como si algo se quebrara en su interior. Miró varias veces a Aioria buscando algo que decir sin encontrarlo, comenzando a balbucear algo que no sabía si era cierto – “Yo… nunca quise eso, nunca te… prometí nada Aioria, solo ocurrió y… tú sabes lo que yo siento y…”. 

“Si… solo ocurrió ¿verdad? ¿Lo pasaste bien conmigo? ¿Fue divertido dominarme y sentirte vencedor Shura? Jajaja… me alegro por ti… siéntete orgulloso entonces, no solo mataste a Aioros, caballero… no solo a él…” – lo cortó con brusquedad Aioria para secarse irritado las rebeldes lágrimas que seguían cayendo silenciosas de su verdes orbes. 

A la distancia observó una blonda cabellera que silenciosamente le dio valor, uno que en esos momentos le faltaba, tomó su bolso del suelo y comenzó a dirigirse a la salida del coliseo pasando junto al español.  

Shura de improviso lo sostuvo de un brazo, como si deseara decirle algo pero solo se escuchó el silencio… por largos y tortuosos minutos. 

Para Aioria ese contacto quemaba y soltándose con brusquedad siguió su camino sin volver una vez su mirada atrás, dejando al español congelado mirando el suelo, sin saber porque todo aquello le dolía demasiado. 

No supo cuanto tiempo estuvo ahí parado, solo reaccionó cuando una voz cortó el silencio de la noche. 

“Un día, cuando todo esto acabe y vuelvas a mirar atrás, te darás cuenta lo equivocadamente que has actuado caballero”. 

“No se de que hablas Shaka, además, no es asunto tuyo” – respondió el pelinegro para callarse al percibir la molestia en el cosmos del otro caballero y escucharlo decir con frialdad. 

“Di lo que quieras, cree lo que quieras Shura, pero cuando desees enmendar tu error, él ya no estará para ti… nunca más” – luego de lo cual y con su habitual elegancia, el hermoso caballero de virgo se alejó abandonando, en su elegida soledad, a un hombre que cerrado en sus ideas, dejó escapar al amor. 

Lamentablemente, muy tarde se daría cuenta de ello…

 

FIN

 

 


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