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Notas Discordantes por Sorgin

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Los alumnos abandonaron las aulas entre el sonido de las sillas al moverse. Algunos de ellos aprovecharon para hacer el mayor ruido posible e impedir que el profesor de pociones llegara a dictarles los deberes. Entre ellos se encontraba un muchacho de cabellos negros alborotados y corbata desanudada que no evito golpear la silla de su compañero de escritorio para que no se oyera el último grito del hombre.

 

-Qué pesado.- Se bufó al salir del salón.

 

-No te quejes que aún queda otra clase.- El aludido arrugó la nariz.

 

-¡¿Aún?!- Se quejo.- ¿Es qué puede haber algo peor?

 

-Bueno, nos toca compartir con Slytherin.- El adolescente de la melena negra se llevo las manos a la cara y suspiro sonoramente.

 

-Vamos anímate.- Le sonrió un castaño de penetrantes ojos avellana y gafas redondas.-Es viernes una clase más y tendremos dos días libres.

 

-Dos días.- La voz del pelinegro sonaba esperanzada.

 

-Si dos días que deberías aprovechar para acabar de hacer el trabajo de Herbología.

 

-Lupin, ¿Por qué no me lanzas una maldición imperdonable y acabas conmigo de un solo golpe?- Sus amigos comenzaron a reírse.- No lo digo en serio, ¿Por qué hacerlo lentamente cuando puedes de un solo golpe?

 

-Vamos Sirius Lupin solo lo dice por tu bien.- Trato de animarle un chico de menor estatura rubicundo y ojos claros. El muchacho de ojos avellana desvió el rostro para evitar que su amigo le viera reírse.

 

-Yo creo que disfruta haciéndome la vida imposible.- Estiro los brazos hacía el techo y bostezo provocando las risas cohibidas  de un grupo de chicas. Sin embargo el dueño del cabello ceniza contra quien estaban lanzadas las palabras le ignoro por completo.

 

Sirius desvió los ojos hasta él y frunció el ceño. Si odiaba algo en el mundo, eso era que le ignorarán. Tomo del asa libre la mochila del joven y tiro de ella para encararlo. Pero el otro aprovecho el gesto para estirar el brazo y dejar al pelinegro con la mochila en la mano y una furiosa mirada en sus ojos azabaches.

 

-Que detalle Sirius. No sabía que podías ser tan caballeroso como para llevar los libros de tu dama.- Se burlo de él el joven que llevaba las gafas.

 

-James sigue haciendo esas bromas y no llegarás a los dieciocho.- Le amenazo entre dientes su amigo; aunque para su pesar el muchacho prefirió echarse a reír sonoramente.- Algún día haré que te tragues tus bromas. 

 

-Bien, pero no te olvides de echarle un poco de azúcar. Sabes que odio lo amargo.- La mano de Siruis le golpeo el brazo sin causarle gran dolor.

 

-Tu lunático.- Llamo al joven que con la broma había avanzado hasta el patio sin el peso de la mochila.- O coges tus cosas o las tiro por el primer retrete que vea.- Volviendo sobre sus pasos estiro el brazo y tomo el petate. Su amigo podía ser divertido y afectuoso, pero sus bromas a veces llegaban demasiado lejos. Y el temor a que esta si hiciera realidad era algo que no quería comprobar.

 

Caminaron en silencio a través de los jardines para llegar al invernadero, donde tendrían la última clase de la semana. Entre las quejas del más pequeño y las continuas tentaciones de Sirius para saltarse la clase. Lupin se giro para reprenderle, pero continuó caminando sin prestar atención al camino hasta que tropezó.

 

-Perdón.- Se disculpo sobándose la cabeza, aún sentado sobre una muchacha de cabellos castaños rojizos. Los libros de ella habían salido disparados y había varios pergaminos dispersados por el suelo.

 

-No pasa nada.- Le contesto la muchacha mientras se sobaba el trasero, mientras le dedicaba una gran sonrisa.

 

-Evans.- Susurró James estirando el brazo para ayudar a levantarse a la mujer. Sus ojos se perdieron en los de ella de brillante azul. El más pequeño del grupo le tendió las pertenencias que se le habían caído.

 

-Gracias Peter.- Dijo mientras trataba de recuperar su mano de entre las del castaño.- ¿Te importa Potter?- Este en lugar de darse por aludido se acerco aún más a ella. Sirius ayudo a Lupin a ponerse en pie y de esa manera desviar la gran sonrisa que se dibuja en su rostro.

 

-Lily- Se acerco a ella para disfrutar del aroma de su perfume.- Haces que tenga celos incluso del aire que respiras, porque llega a lugares que yo jamás podré.- La muchacha le miro con los ojos muy abiertas mientras dos de sus amigas pegaban un pequeño grito de emoción y se separaban un par de pasos.

 

-Eso es lo que yo llamo una declaración en toda regla.- Dijo Black llevándose una mano a la frente.

 

-A menudo la mayor declaración de amor es la que no se hace.- Sirius miro a su amigo sin comprender.- El hombre que lo siente lo dice poco.

 

-¿A qué viene eso?- Remus le miro sonrojado había hablado sin darse cuenta.

 

-Es una frase de Platón.- Contesto para seguir mirando a Lily Evans que miraba a su amigo como si fuera un fantasma.

 

-¿Que tienes envidia de mis pulmones porque respiran aire?- Las carcajadas de Sirius se oyeron incluso dentro del invernadero y para su desgracia era contagiosa ya que los demás no tardaron en reír.

 

-Joder nena tu si que sabes destrozar el romanticismo.- Dijo Black secándose las lágrimas sin embargo al mirar a  James volvió a reír.

 

-Disculpad a Lily.- Terció una muchacha de cabellos oscuros amiga de la castaña.- Se ha dado con una buggler en la cabeza y no sabe lo que dice.- Le tomo del brazo y le encamino a la clase.

 

-¿Pero que clase de chica es esa?- Se pregunto James cuando recupero el habla.- Tiene el mismo romanticismo  de una hidra de cien cabezas.- Pero sus ojos no podían despegarse de la joven que ocupaba un asiento en primera fila.

 

-Vamos Jimmy déjalo ya. Hay cien mil chicas que están deseando estar contigo escoge a otra.- Señalo Sirius mientras doblaba una hoja de papel hasta que adquirió la forma de un dragón y luego se la paso a Lupin que estaba sentado a su lado. Este la guardo en el bolsillo exterior de su mochila y reviso el interior.

 

Uno de los pasatiempos favoritos de Sirius black entre las clases era la papiroflexia. Aunque ni sus padres ni él mismo comprendía porque le atraía tanto una actividad muggle que debía realizarse con las manos. Sus amigos tenían una considerable colección de animalitos de papel, que Remus guardaba cariñosamente durante el día para después colocarlo en una gran cómoda de la habitación.

 

-Aún me falta el fénix.- Recordó a su amigo que llevaba una semana tratando de realizar al susodicho animal pero todos sus esfuerzos habían sido en vano.

 

-Lo se, lo se.- Puso cara de aburrimiento y arranco otro hoja mientras sacaba la lengua a una muchacha de Slytherin que le contesto de la misma manera.

 

-Deja de fastidiar a tu prima.- Le recrimino su compañero de mesa sin despegar la vista de los apuntes.- Y presta atención por una vez.- Con cansancio hizo caso relativo a su compañero. Dejo tranquila a su prima y siguió trabajando en el dichoso pajarraco de papel.

 

Con una alegría producida por el fin de semana los compañeros abandonaron el aula en orden y preparando planes. No había ninguna excursión preparada y eso era significado de encierro y aburrimiento o escapada y excitación. Aunque ese día no era el mejor para el líder de su pandilla. Aún no había asimilado el rechazo de la castaña.

 

-Deja de darle vueltas.- Le amenazo Sirius cansado de escuchar a su compañero hablar de la prefecta de Gryffindorf.

 

-Pero como quieres que lo deje.- Se molestó James.

 

-Tiene razón.- Les sorprendió Peter.- Bueno hace más de tres años que tratas de salir con ella y siempre te da calabazas.

 

-Y se supone que por eso debo renunciar a mi verdadero amor. Solo necesito que ella me conozca mejor. Una oportunidad no pido más que eso.- Escondió la cara entre las manos.- ¿Porqué no me quiere?- Y estalló en llanto atrayendo las miradas de un sin número de chicas deseosas de consolarle.

 

-¿Y tu qué opinas Remus?- El adolescente de cabellos negros clavo su azabache mirada en él, lo que hizo temblar a Lupin que tuvo que desviar sus dorados ojos al plato.

 

-Bueno. Siempre he opinado que no debemos rendirnos ante la adversidad.- Sus compañeros le miraron interesados.- Si deseas algo con todo tu corazón debes hacer lo que este en tu mano para conseguirlo.

 

-¡Veis!- rugió Potter con alegría.- Por fin alguien que me da la razón.

 

-Sin embargo,- Ahora fue el turno de Sirius para reír.- Es de buena educación apartarse a un lado cuando nuestra presencia es no grata.

 

-Oye la próxima vez no me ayudes.-Y volvió a sumirse en la desesperación mientras sus amigos se reían. Horas después con los ánimos renovados se dirigieron a la torre de Griffindor. Atravesaron varios pasillos entre bromas y chistes, hasta llegar al retrato de la señora gorda.

 

-Buenas noches encantadora dama.- Saludo James con una encantadora sonrisa.- ¿Le importaría hacer a un lado su belleza para permitirnos entrar a nuestra habitación?

 

-James Potter conoces las normas encanto.- Aunque la mujer decía todo con un brillante sonrojo en sus mejillas y una risita infantil.

 

-Disculparme dulce señora mía, pero es que hoy me han roto el corazón y…

 

-Escamas de dragón.- Bufo Sirius lanzando una fulminante mirada al castaño que solo sonreía.- Si quieres contarle tus males a alguien hazlo después de que me quite estos malditos zapatos. Me están matando.

 

-¿Y por eso debemos morir el resto?- Miraron a Lupin que torcía los labios picadamente.- Deja tus zapatos en el alfeizar,  apestan.

 

-A mi no me apestan los pies.- Se quejo subiendo a la habitación con el rostro ceñudo. Se quito una de las zapatillas y se la llevo a la nariz.- Puede que un poquito.- Dijo arrugando la nariz. James fue el último en entrar y cerro la puerta con pestillo.

 

-¿Como no puedes haberlo notado con tu olfato de lobo?- Pregunto Peter ganándose una mirada de asesino que le hizo retroceder hasta chocarse con James.

 

-Entiéndelo Peter.- Le aclaró cínico.- Es su olor corporal, ha tenido tiempo para acostumbrarse en estos dieciséis años.

 

-Vete a que te meta la cola un escorguto.- Le replico con el dedo corazón de la mano extendido.

 

-Puede que después, ahora prefiero un baño.- Se quito la ropa y cogió el albornoz, las chancletas una toalla y la capa de invisibilidad.- ¿Quién se apunta?- Peter levanto la mano.- Iremos al de prefectos es más cómodo.- Río.

 

Salió de la habitación dejando a solas a lunático y canuto. Sirius tiro su ropa por el conducto que llegaba  las lavanderías rebusco en el baúl a los pies de su cama unos calzoncillos. Sus ojos espiaron  con interés a su compañero que miraba por la ventana con la camisa medio desabrochada y los pantalones caídos. Faltaban pocas noches para que la luna volviera a estar llena. A penas recordaba cuando fue la última vez que pudo verla sin sentir el deseo de la sangre en sus entrañas.

 

-¿Pasa algo?- El muchacho de melena negra le abrazo por la espalda y puso su cara sobre el hombro del licántropo algo más bajo.

 

-Luna llena.- Anuncio. Su voz parecía cansada, pero su compañero simplemente le beso en la mejilla.

 

-¿Y?- habían pasado demasiado tiempo viviendo juntos como para que “el pequeño problema peludo” le empezara a preocupar. Lupin se giro entre sus brazos para mirarle a la cara. Sus ojos dorados brillaban más de lo habitual y sus colmillos estaban algo más marcados.

 

Se aferro al cuerpo moreno de Black y aspiro su aroma como si intentara atraparlo. Sus manos se deslizaron con aspereza por su espalda, clavo sus uñas y se mordió el labio al ronroneando. Sirius gimió bajito. Las noches anteriores a la transformación en su amigo se desataban los instintos devoradores del lobo. Y esos eran los que más temía. Debía controlarle de cerca, no en vano en una ocasión había tratado de violar a varios compañeros. Aunque bien sabía que por la mañana no recordaba nada del asunto, o al menos eso aparentaba. No obstante él era feliz teniéndole en aquellos escasos momentos.

 

Remus se dejo llevar por sus instintos y arrojó a Sirius a la cama. Se sentó sobre su cadera y comenzó a lamer su pecho dibujando con su lengua las bien formadas abdominales del jugador de quiddich. Una línea de calida saliva ascendió hasta sus pezones, que tras jugar con ellos los introdujo en su boca. Un suave quejido escapo de la garganta del pelinegro al sentir como los dientes del lobo los apretaban y mordían. Y no pudo evitar querer darle la vuelta a la situación. Con un giro de cabeza dejo a Lupin bajo su cuerpo y sujeto sus muñecas con una sola mano mientras desabotonaba los últimos botones de la camisa.

 

Miro con lujuria el frágil cuerpo con aroma a pasión que le pedía a gritos ser tomado. El rostro sonrojado de su amigo solo hacía parecer aún más hermoso. No por nada había elegido convertirse en lobo, solo él era capaz de seguirle el ritmo en una situación como esa. James conocía demasiado bien a sus amigos y aunque había elegido transformarse en ciervo, no por ello pensaba convertirse en la comida de dos lujuriosos carnívoros. Por su parte el pequeño Peter era  demasiado inocente como para darse cuenta de lo que sucedía.

 

Las piernas enrolladas en su cadera le atrajeron con un rápido movimiento su atención. Y es que en esos momentos Lupin no deseaba distracciones. Otro cambio de cuerpos y le hizo volver arriba y con una pícara se deslizo hasta los pies de la cama. O por lo menos lo suficientemente abajo como para encontrar el miembro casi erecto de Balck. Su lengua le acaricio con aspereza y no dudo en mordisquear los testículos del pelinegro que trataba vanamente en fijar su mirada en aquel delicioso proceso.

Los ojos azabaches se cerraron por un instante cuando Remus abrió su boca para lamer con deseo al otro. Inconscientemente Sirius bajo su mano hasta la cabeza de su amante y la presiono para que entrara todo su imponente miembro. Lupin sintió que se atragantaba pero no por ello dio marcha atrás; esa noche estaba dispuesto a todo. Lamió con fuerza y mordisqueo desde la punta a la base mientras su otra mano jugaba con la entrada del pelinegro. Con una sonrisa cargada de pecado capital separo las piernas de su amigo y lamió con desesperación su ano introduciendo su lengua.

 

Sirius se llevo la mano a la boca para evitar que sus gemidos se oyeran en las habitaciones contiguas. Su visión, nublada por el vicio se clavo en el joven de cabellos cenizas que se relamía con necesidad. Le hizo un ademán de cabeza para que tomara sentó sobre él y sin preparación, le penetro. La ronca voz del mejor alumno de quinto lleno la estancia. Bajo él, el más castigado del año empujaba con fuerza, pero si había algo más necesitado de sexo que un licántropo días antes de su transformación era un Black de sangre pura.

 

Los ojos dorados de Remus brillaron en el instante en que el dueño de los basálticos iris se aferraba a su cintura para acelerar el ritmo del compás. La temperatura de los cuerpos hizo que la habitación se calentase. Sus respiraciones entrecortadas se fusionaron en una sola cuando llegaron al final de la pasión empapando los cuerpos perlados de sudor. Los cabellos cenizos de Lupin se desperdigaron al caer sobre el hombro de Sirius, quien le acarició la espalda con dulzura. Somnoliento atrajo la manta de color escarlata con el escudo de Gryffindor para taparse durante la fría madrugada. Miro el reloj y sonrió pronto sería medianoche y James aún no había vuelto. Se quedo dormido a los pocos minutos.

 

Mientras en otra parte del castillo Peter y James disfrutaban de un baño de agua caliente. Y aunque Peter Pettigrew sabía que llevaban más tiempo del habitual no hizo ningún comentario en contra. Le encantaba estar en aquel lugar a solas con James a quien observaba de reojo. El castaño estaba sentado dentro de la gran bañera con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el borde. Dejo escapar un suspiro de satisfacción antes  de girarse para mirar acusadoramente al menor.

 

-¿Te gusta lo qué ves?- Le sonrió logrando que el otro se sonrojara. Sabía de sobra los sentimientos de Peter hacía él, pero eso no significaba que debía compartirlos. Para él sus amigos eran como hermanos y cualquier otro sentimiento, simplemente era impensable.

 

-¿Crees qué ya habrán terminado?- Sonrió satisfecho al ver como cambiaba de conversación. Aunque a menudo los demás creían que Pettigrew no comprendía lo que pasaba a su lado, lo cierto era que simplemente prefería ignorarlo.

 

-Espero que sí, porque tengo las manos arrugadas. ¿Qué hora es?- Hizo un esfuerzo por divisar las agujas del reloj, pero sin sus gafas le resultaba imposible.

 

-Casi las doce.- Un cabeceo de James le hizo saber que era hora de abandonar la relajación. Se secaron el pelo sin prisa y se pusieron los pijamas con calma. No querían ver más de la cuenta. - ¿Porque nunca se lo dicen?- Pregunto con tono ausente.

 

-¿A qué te refieres?

-A sus sentimientos. A diario son como un matrimonio Sirius siempre hace lo que Remus dice, sin pegas. Y funcionan en la cama de eso no hay duda.- dijo con una traviesa sonrisa.- Porque no se declaran y se hacen pareja.

 

-Es complicado.- James se había hecho demasiadas veces esa pregunta, pero tampoco había conseguido una respuesta satisfactoria.- Dentro de poco habrá luna llena.

 

-¿Eso es importante?- El castaño se acabo de atar el pijama con una sonrisa. Se coloco las gafas y se tomo su tiempo para responder.

 

-¿Sabes por qué le llamamos Lunático?

 

-Porque se transforma en lobo a causa de la luna llena.- El líder de la pandilla negó con la cabeza.

 

-Es porque su instinto se agudiza en ese tiempo. Hace cosas que jamás haría en otro momento. Es como si se abría tomado una botella de Whisky de fuego. Supongo que la necesidad de sangre y carne  humana es saciada por medio del sexo. Sirius lo comprendió y se ofreció a ayudarle, pero tiene miedo a que lo que siente no sea compartido por Lupin.

 

-¿Tiene miedo a ser simplemente una válvula de escape para Remus?

 

-Exacto. En fin eso es algo en lo que nosotros no podemos meternos. Deben arreglarlo ellos solos a la manera tradicional.

 

Salieron de la habitación sin siquiera ponerse la capa de invisibilidad. Era tarde y este fin de semana Flicht había salido del colegio para visitar a su madre enferma, lo que significaba que solo los prefectos harían un par de rondas. Aunque James había jurado que esas rondas ya habían acabado hacía horas. Conocía los horarios de estos y los profesores, así como las rutas que utilizaban para patrullar tan bien como la palma de su mano. Por eso se sorprendió al escuchar un sonido sordo al final de la escalera.

 

-¿Pasa algo James?- Se había quedado parado mirando al final del pasillo.

 

-Nada. Oye Peter vete para la habitación yo iré enseguida.- Encogiendo los hombros el ratón volvió a su habitación. Mientras Potter se acerco al final del pasillo.

 

-¿Qué haces aquí?- Pregunto al ver de quien se trataba.

                              


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