-¡Kyouya!-Corría por los pasillos como alma que lleva el diablo buscando al estoico miembro de la familia Ootori. Pero el muy maldito había desaparecido. Justo cuando había vuelto a ocurrir...-¡Kyouya! ¡He vuelto a pisar esa marioneta asesina! ¡Voy a morir!-Algo se enganchó en el cuello de la chaqueta de su uniforme. Una mueca se dibujó en su rostro al oir una mal contenida y cruel risilla a sus espaldas.
-Tamaki...me has despertado...-¿Pero qué mosca le había picado? ¡Si eran las tres de la tarde y llevaban todo el día en el colegio! ¡Si eso era un pasillo!
-¡Mentiroso!
-Me había dormido en ese aula y tus gritos me han despertado...-Su voz sonaba lúgubre...empezaba a tener miedo del demonio de baja presión sanguínea...
-Lo...lo siento mucho Kyouya...
-No basta con sentirlo. Esta noche no dormí...-Forcejeó, pero la mano era firme y no soltaba su chaqueta-Y ahora que por fin lo había conseguido...
-Ky...Kyouya...es todo culpa de la marioneta...-Casi empezó a lloriquear. Sí, era todo cosa del estúpido gato de trapo del estúpido Nekozawa líder del estúpido club de magia negra. Si no lo hubiese pisado, no habría despertado a Kyouya y por lo tanto no habría desencadenado su ira.
-Tamaki, sabes que esa marioneta no tiene nada que ver. Eras tú el que corría vociferando...
-Pe...pero...-Finalmente le soltó. Suspiró aliviado y se giró para mirar a su amigo con una expresión de infinita inocencia adornando sus rasgos aniñados-Ahora estoy maldito, Kyouya, maldito...¡otra vez!
-Esa otra vez te metiste en un aula por error...-Kyouya le miraba como si no se percatara de su existencia, como si fuese una pequeña motita de polvo en la pulcra superficie del suelo de ese pasillo.
-Nunca había cometido ese error, fue la mario...
-¿Senpai?-Una suave vocecilla le hizo girar el rostro. Ahí estaba Haruhi, mirándoles con la cabeza ligeramente ladeada-¿Qué ocurre?-Se forzó a sí mismo a sonreir y correr a idolatrarla como solía hacer. No podía dejar entrever nada a Kyouya sobre cierta cosa. Al menos, no todavía y mucho menos cargando con la maldición de la marioneta...
-No ocurre nada, Haruhi, nada en absoluto
-Pero senpai, le vi preocupado y le oí gritar...¿qué pasó?
-Nada, nada. Es cosa de oka-san y otou-san-Haruhi asintió. No la veía muy convencida, pero al menos había dejado de hacerle preguntas...Suspiró y miró de reojo a Kyouya que, como si nada, había sacado su archiconocida libreta y hojeaba sus páginas ajeno a los otros dos jóvenes. Le irritaba un poco su actitud hacia él, no soportaba que le ignorara de esa forma...
Haruhi se encogió de hombros y abandonó el pasillo.
-Kyouya...
-¿Sí?-Kyouya volvía a mirarle indiferente tras los cristales ovalados de sus gafas.
-Tienes que protegerme-Sollozó acercándose al joven Ootori. Kyouya esbozó una débil sonrisa, apenas perceptible para aquel que no se fijara...pero ese no era su caso.
-Kyouya...¿te parece divertido que vaya a morir?
-No, me parece divertido que tú necesites protección-Frunció el ceño sin entender sus palabras, esforzándose por analizar la frase en su cerebro. Sin éxito. Bufó.
-¿Por qué?
-Porque nadie se atrevería a hacerte daño sabiendo quién es tu mejor amigo-Se quedó momentáneamente sin palabras y sólo alcanzó a mirar a Kyouya demasiado sorprendido como para tomar una expresión definida.
-Pero...entonces...¿me protegerás?-Y pese a que él era algo más alto que el otro, éste abandonó su libreta para posar una mano sobre su cabeza revolviendo su cabello rubio.
-Claro que sí, baka-Una suave punzada de dolor le hizo torcer el gesto. Antes no le molestaba que le llamasen así, pero entonces...Kyouya le habló de lo insoportable que le resultaba a veces aguantarle cuando se ponía idiota...y a partir de esa mera confesión la palabra le hacía un daño que apenas era capaz de comprender-¿Te ocurre algo, Tamaki?
-Sabes lo que me molesta que me llamen así...
-Perdón-Kyouya apartó la mano de su cabeza algo compungido. …l sabía que la habilidad de ver a través de la indiferencia de Ootori era prácticamente suya de forma exclusiva. Y Kyouya también lo sabía.
-No importa si me ayudas a evitar a la muerte hoy...-El otro chico suspiró.
-No te preocupes, no te pasará nada...-Su tono denotaba impaciencia y se limitó a callar. No quería hacerle enfadar ahora que sabía que le protegería... Sonrió ampliamente con el agradecimiento brotando de sus ojos azules en grandes oleadas. Casi creyó abrumar a Kyouya con esa mirada.
-Muchas gracias, Kyouya.
-Es innecesario que me las des-Kyouya miró su reloj. …l le observó con la cabeza ladeada.
-¿Qué ocurre?
-Tenemos que ir a comenzar con las actividades del Host Club, Tamaki.
-Pero...pero...
-Nadie va a morir de camino al aula de música...
-Está bien...-Accedió a seguir a Ootori sin demasiada convicción, asustándose con el más mínimo ruido y dando botecillos atemorizados cada vez que perdía de vista a su amigo-¿Falta mucho?
-Tamaki...no seas id...no seas infantil...-Notó la interrupción. Por un momento, el miedo se fue. Había evitado llamarle idiota... Sonrió bastante más animado aunque con el terror aún corriendo por sus venas-Ya hemos llegado-Entraron. Morinozuka y Honey ya estaban allí con una tanda de clientas y un montón de pasteles. Los gemelos habían pedido un año sabático y se habían ido de viaje al extranjero con el pretexto de estar cansados de Japón.
-Kyouya...no me dejes solo con ellas...puede que alguna quiera hacerme daño...
-Está bien...pero no esperes que acceda a alguno más de tus caprichos hoy o acabaré volviéndome loco.
-Vaaale...-Suspiró ignorando la voz en su cabeza que le reprochaba ser tan insistente, que le advertía de que si seguía así Kyouya se hartaría de él y nunca tendría la oportunidad de decirle que el que se había vuelto loco había sido él hacía apenas unas semanas al comprender lo que llevaba meses rondando por su corazón.
-Vamos a trabajar...-Avanzó hacia sus clientas, seduciéndolas como hacía día tras día sin percatarse de la extraña mirada que Kyouya le dedicaba. Tampoco pudo oir un suspiro a su espalda ni el chistar resignado de una lengua mientras unas manos pálidas encendían un laptop y empezaban a teclear con agilidad. Sin embargo sabía que Kyouya le vigilaba y cuidaba que no le pasara nada, sabía que sólo habría sido un verdadero idiota si hubiese dudado de su mejor amigo y sabía que, tarde o temprano, Kyouya también se daría cuenta de que él era mucho más de lo que dejaba ver a los demás.
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