¿Qué pretendes conseguir con esto?
¿La muerte?
No seas estúpido. Si de verdad quisieras acabar con todo, lo habrías logrado hace mucho tiempo.
Pero no. Quieres seguir así. Metiéndote esa mierda en tu organismo. De verdad, me das pena.
Te escupiría en el rostro, si pudiera. Pero me hes imposible.
Soy solo tu mente. Tu conciencia, si prefieres.
La que intenta persuadirte de lo malo. Mas tú, irracional rebelde, optas por destruirte. Destruyes tu vida, y la de los que te quieren.
Si, hay personas que te aprecian. Que te aman. ¿Acaso los olvidaste?
Si es así, no tengo nada que hacer aquí. No mereces, pues, mi tiempo.
¿Por qué?
Porque yo creo en la esperanza. Creo que siempre hay una luz al final del túnel.
Pero... ¿por qué me esfuerzo contigo?
Se que continuarás evadiéndote de la realidad. Cayéndo en una espiral de falso placer, de tranquilidad, de paz.
Todo es una farsa, no te engañes. Una actuación, eso es lo que ha pasado a ser tu vida, en la cual, más pronto de lo que esperas, el foco que te apuntaba, radiante, al final se pagará.
Y te quedarás solo en un escenario desolado.
¡ Pero aún estás a tiempo!
¡Arroja al suelo esa aguja, que sostienes con una de tus pálidas y temblorosas manos! ¡Mírate! ¿No ves que estás muerto en vida?
Tu labio tirita. Tus ojos, opacos, hundidos, carentes de brillo, suspendidos se quedan en el aire.
¿En qué piensas?
Repasas con una perdida mirada tu cuarto. Todo revuelto. Cajas de pastillas. Jeringuillas.
Armas que has ido utilizando para sufrir, pues, dime, ¿has logrado sacar provecho de todo esto?
Solo vuelve a mirarte.
Lívido. Tus lagos antaño verdes ahora no son más que dos esferas sin vida. La blanda piel blanquecina se pega a tus huesos, permitiéndome una desagradable de tu enclenque anatomía.
Se que me escuchas. Te veo temblar violentamente.
¿Por qué, de nuevo?
Es fácil. Sabes que todo lo que te estoy diciendo, es cierto.
Absolutamente todo.
Niegas nerviosamente con tu cabeza. La jeringa escurre, lánguidamente, entre tus dedos. Cae al suelo, provocando que salgas de tu ensoñación.
Tus brazos están repletos de orificios. Moraduras. Rasguños. Sangre.
No querías acabar así, ¿verdad? Te creíste autosuficiente.
¡Te engañaste, Saga! ¡Pensaste que podrías controlarlo!
¡Ja!
Flaqueas, no eres capaz de sostenerte a tí mismo. Tu cuerpo enfermo se dobla, se deja caer. Quedas arrodillado.
Y no puedo evitar, socarronamente, reírme.
Mira en lo que has quedado. En nada. No eres NADIE, Saga. Ya no.
Hace tiempo si. Eras feliz.
Oh, y tan feliz...
Tenías junto a tí a la persona que más amabas en el mundo. Estoy hablando, por supuesto, de tu gemelo.
¿Te acuerdas de su nombre, cierto?
Tus labios se curvan en una mueca de dolor. Me das a entender que sí, pequeño.
En rodillas, la parte de arriba de tu cuerpo se dobla. Te apoyas en tus débiles brazos, impidiéndote caer.
Aunque...¿no sería mejor dejar que la gravedad siguiera su curso? ¿Estrellarte contra el suelo?
No, claro.
¿Por qué, entonces, te salvas de un golpe y no te rescatas de donde estás metido?
Se que es difícil aceptarlo, pero estás enfermo. Si. Terriblemente enfermo.
Una solitoria lágrima resbala por tu hundida mejilla.
¿Duele, verdad? ¿Duele reconocer algo que no quieres?
Muy bien. Ahora, ponte en el lugar de Kanon.
¿¡Cómo coño piensas que está!? ¡¡ No estás solo , maldita sea!! ¡¡ Él te amó, te ama, y te amará siempre!!
Tus labios se separan para soltar un quedo suspiro. Cierras tus párpados con lentitud.
No todo está perdido. Créeme. Solo escucha a tu voz interior. Escúchate a tí mismo.
Solo te pido eso.
Ahora mira a tu alrededor....
¿Esto es lo que querías?
Dejo la decisión en tus manos
...Yo ya no puedo hacer nada más por tí.
~ End~