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Lost past por Kitana

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Notas del fanfic:

Tooodos los personajes de Saint SEiya le pertenecen a Masami Kurumada, su autor, yo solo los tomo prestados para divertirme un rato.s

 

Puede que hayas

nacido en la cara

buena del mundo.

 

Como cada mañana, Milo se levantó de la cama para ir al colegio, apenas faltaban un par de meses para que iniciaran las vacaciones de verano, se sonrió a si mismo en el espejo de cuerpo completo que estaba en su habitación. Todo en la habitación era azul, como sus ojos, esos enormes ojos azules que mostraban la tranquilidad, la felicidad que en la vida de Milo no existía, ¿Por qué?, ¿de qué tenía que preocuparse? Solo él lo sabía. Pertenecía a una de las familias más acaudaladas del país, quizá su única preocupación era el colegio, pero ¿qué tanto podía preocuparse el mejor alumno del Instituto Albiore?

 

Se dio una ducha tibia, frotó con una toalla su piel aún tostada después de ese fin de semana en Cancún al que había ido por invitación de su mejor amigo Aioria la semana anterior. Con rapidez se puso el uniforme del Instituto, se sentía de buen humor esa mañana. Las vacaciones a la vuelta de la esquina, perfectamente planeadas para que estuviera el mayor tiempo posible lejos de casa, no era que su madre no lo quisiera ahí, pero un nuevo bebé requería tiempo y él ya tenía 16 años, edad suficiente como para poder cuidarse solo, ¿cierto?

 

Se negaba a admitirlo, pero lo cierto era que le disgustaba estar lejos de la familia, que cada vez que fuera posible se le excluyera de esa que también era su familia. Él no tenía la culpa de que su padre hubiera muerto. Él no tenía la culpa de que su madre se casara por segunda vez. Él no tenía la culpa de que todos prefirieran al bebé, él ya no era un bebé, era un adolescente de 16 años y estorbaba en casa. Pero eso no importaba. Lo único que importaba era que estaba creciendo y pareciéndose más y más a su padre, o al menos eso era lo que su abuela le decía cada vez que se paraba por su habitación, aunque la anciana no lo decía en el mejor de los tonos.

 

Bajó casi corriendo a desayunar con el resto de la familia, su madre, su padrastro y el pequeño bebé que cada vez que lo miraba rompía a llorar dejando corta a la Magdalena. Optó por no crear más líos, y con esa sonrisa falsa que desde hacía algunos meses adornaba su cara, se despidió de todos después de beber medio vaso de jugo y tomar una enorme dona de la mesa. Salió como un torbellino de cabellos azules llevando consigo su mochila, bastante rota y maltrecha pero que conservaba por ser un regalo de alguien a quien apreciaba bastante.

 

Salió corriendo esperando encontrar a alguien con quien compartir el camino hacia el colegio, no estaba muy lejos y generalmente lo hacía caminando. Consultó su reloj, era demasiado temprano como para encontrarse con Aioria y demasiado tarde para toparse a Shaka. Iría solo, o al menos eso pensó que sucedería.

 

Siguió su camino sin pensar más en nada... no tenía caso, se dijo.

 

 

Yo nací en la cara mala,

llevo la marca

del Lado Oscuro

 

No muy lejos de ahí, alguien le observaba como cada mañana dirigirse al colegio. Un par de inquisitivos ojos verdes se clavaron en la espigada figura del muchacho que se entretenía pateando una lata vacía mientras seguía con su andar despreocupado hacía el colegio.

 

Como en automático, tomo su portafolios y bajó corriendo la escalera, ese sería el día. Al diablo con todos los prejuicios, al diablo con las opiniones de su padre, de su hermano, del mundo entero, tenía que hacer algo por conseguir lo que llevaba años anhelando. Y ese sería el día en que cambiarían algunas cosas.

 

Iba a franquear la puerta cuando la enorme mano de su padre se cerró alrededor de uno de sus brazos para impedirle seguir avanzando.

 

- ¿A dónde demonios crees que vas Kanon? Te dije claramente que antes de irte teníamos que hablar. - dijo su padre clavando sus ojos negros en los verdes de su hijo.

- Lo siento papá, es que  yo...

- Sí, si, se te olvidó, siempre es lo mismo contigo maldito muchacho. - dijo el hombre, Kanon lo miró y pensó que nunca a los ojos de su padre estaría al nivel de Saga, su hermano gemelo. - Lárgate de una vez, cuando regreses hablaremos, procura que no te castiguen hoy, necesitaremos de ti más tarde, ¿entendido? - dijo y lo liberó, Kanon no esperó más, echó a correr en dirección a la calle.

 

Corrió como desesperado hasta encontrarse cerca de la espigada figura de ese chico que durante años había observado de lejos sin atreverse a nada, Milo Scouros, hijo del fallecido Emmanuel Scouros, un chico de buena familia y modales refinados que no tenía nada que ver con él. ¿Quién era él? Un inútil a ojos de su padre, un estorbo para su hermano, un arma en manos de la familia, aunque no era tan menospreciado por todos, en especial por su tío, Shura veía potencial en su sobrino. Kanon se decía que eso no era motivo de alegría sino todo lo contrario.

 

Cierto, vivían en uno de los mejores vecindarios de la ciudad, asistía al mejor colegio que el dinero podía pagar y nadie sospechaba del oficio que ejercía su padre, mismo que en el futuro sería el suyo y de Saga, el perfecto Saga. El mismo del que era una copia casi exacta salvo por dos centímetros menos de estatura y un poco menos de escrúpulos.

 

Detuvo su andar al encontrarse a menos de dos metros del objeto de su casi obsesión. Milo no lo había visto ni escuchado acercarse a pesar de que lo hizo a toda carrera. Kanon se detuvo un instante para observarlo a sus anchas y hallar el valor para acercarse de una vez por todas a ese precioso muchacho de larga cabellera azul índigo.

 

 

No me sonrojo

si te digo que te quiero,

y que me dejes o te deje,

eso ya no me da miedo.

 

El destino estaba de su lado, Milo había dejado caer su suéter del colegio, lo levantó no sin antes llevarlo hasta su nariz para aspirar el delicado aroma de su propietario impregnado en el tejido. Tenía la excusa perfecta para acercarse a ese ser que se le antojaba celestial. Y no iba a desperdiciar esa oportunidad que se le presentaba en bandeja de plata. Lo miró, reprimió una sonrisa y se dijo que la fortuna le sonreía aquel día.

 

Se acercó y haciendo acopio de valor, puso su mano sobre el hombro de Milo que permanecía quieto pendiente del semáforo. El chico volteó a mirar sonriendo creyendo que se trataría de alguno de sus amigos, pero en cambio se encontró con ese chico al que todos en la escuela le tenían miedo; dado su carácter Milo no se dejaba impresionar por cualquiera. Y Kanon lo impresionó, solo que no por ser quien era sino por esas dos hermosas esmeraldas que anidaban en sus ojos, jamás había visto un verde semejante.

 

- Se te cayó esto. - dijo Kanon intentando aparentar naturalidad, sin embargo, eran tales sus nervios que su voz, lejos de parecer natural, resultó ser un tanto agresiva.

 

- Gracias...  - dijo Milo sonriéndole nuevamente, esa sonrisa bastaba para perder a cualquiera, se dijo Kanon. - Has sido muy amable, con este sería el tercer suéter que perdería en el curso y a mi madre no le agradaría mucho eso. - dijo el chico ojiazul clavando ese par de retazos de cielo en el rostro algo sonrojado de Kanon.

 

- ¿Podría acompañarte? - dijo Kanon. Milo sonrió de nuevo, en su cabeza, Milo se preguntaba porque no podía dejar de sonreír de esa manera tan absurda solo por estar cerca de ese muchacho al que medio colegio conocía por ser violento y estar siempre en problemas.

 

- Por supuesto... nunca me ha gustado ir solo. - dijo Milo con voz muy suave, Kanon se sentía extraño pero decidió que debía seguir adelante. - ¿Vives cerca de aquí? - dijo Milo para ocultar su nerviosismo.

 

-Sí, de hecho podría decirse que somos vecinos, vivo a tres casas de la tuya. - le respondió Kanon, "y yo ni enterado" pensó Milo.

 

- Vaya. Que curioso. Yo nunca te había visto antes por aquí, aunque esa no es novedad, soy demasiado distraído. - dijo y le regaló una encantadora sonrisa a Kanon.

 

 

Tú habías sido

sin dudarlo la más bella

de entre todas las estrellas

que yo vi en el firmamento.

 

Sin duda era hermoso, lo más hermoso que hubiera visto en toda su vida. Y al parecer, él le resultaba agradable, no todo estaba perdido ni tan mal encaminado como le había dicho Saga que estaría. Caminaron hasta el colegio conversando, a Milo le sorprendió que ese chico con tan mala fama fuera tan agradable, y se dijo que no desperdiciaría la oportunidad de volver a conversar con él.

- Eh... yo aquí me quedo. - dijo Milo señalando su salón completamente vacío.

- Bien, yo sigo entonces. - dijo Kanon sin saber que más decir.

- Kanon yo...  ¿sería un fastidio para ti si regresamos juntos a casa? Después de todo somos vecinos.  - dijo Milo sin mirar a Kanon.

- Yo... claro que no... es decir... solo si tú quieres... no quiero que te sientas incómodo... tú sabes, por lo que dicen de mí.

- Eso no me importa, tú me agradas. - dijo Milo con una dulce sonrisa en sus carnosos labios.

- En ese caso, ¿nos vemos en el descanso?- dijo Kanon diciéndose que era hora de  hacer algo antes de que esa belleza de cabellos azules se le escapara de las manos.

- Por supuesto. ¿Te veo en el reloj?

- De acuerdo, hasta más tarde. - dijo Kanon que apenas podía mantenerse en calma después de aquello. Se dirigió a su salón pensando que había que ser bruto para no haberlo intentado antes, Milo era tremendamente agradable, no como se lo habían pintado Saga y sus amigos.

 

Entro en el salón, se sorprendió al encontrarse ahí con ese chico de larga cabellera lila y esos puntitos en la frente, no recordaba su nombre, el chico se acercó a él bastante nervioso y con trazas de haber estado llorando.

- Tenemos que hablar. - dijo intentando dominarse. Kanon lo miró perplejo, él no tenía idea ni de cómo se llamaba ese chico.

- Escucha yo...

- No, no me vengas con más excusas ni pretextos. Esto no puede seguir así Saga. - dijo el chico, Kanon sintió que el alma le volvía al cuerpo, al menos ese lío no le pertenecía.

- No sé quien eres pero si esperabas a Saga, no soy yo, soy Kanon. - el muchacho le miró con incredulidad, y luego rompió a llorar.

- ¿Cómo te atreves a venirme con una mentira semejante?

- Escucha yo... yo  no sé que es lo que te sucede, pero de verdad, yo soy Kanon, el hermano gemelo de Saga. - dijo Kanon poniendo sus manos en los hombros del chico que no dejaba de llorar, por toda respuesta el muchacho se giró y le dio una tremenda bofetada que dejó una rojiza marca en el rostro de Kanon. El ojiverde estaba furioso. ¿Cómo se había atrevido ese enano sin cerebro a golpearlo? Saga se encontraba ya en la puerta del salón y observó la escena divertido.

- Buenos días hermanito, por lo que veo ha comenzado muy bien tu día. - dijo Saga en tono de franca burla. Kanon simplemente lo miró con furia.

- ¿Ese idiota no sabe que tienes un hermano gemelo?

- No, ni siquiera sabe mi nombre completo, ¿para que decírselo a alguien con quien solo te acostaste una vez por puro aburrimiento? - dijo Saga con desfachatez. Kanon no le respondió. Conocía a su hermano, conocía bien cada una de las debilidades de ese chico al que todos creían perfecto y del que el destino le había hecho hermano.

Se sentó en su pupitre mientras hojeaba el ensayo que le había tomado toda la noche escribir. Releyó algunos párrafos que había escrito apenas en la madrugada, le enfurecía que el profesor le hubiera obligado a hacer un nuevo ensayo, pero ¿qué remedio? Alguien como él siempre tenía un bache en el camino a pesar de intentarlo con todas sus fuerzas.

 

 

¿Cómo ganarse el cielo,

cuando uno ama

con toda el alma?

 

El curso había terminado hacía tres semanas. Milo estaba de lo más decepcionado ya que sus vacaciones se habían ido al demonio por intervención de su padrastro. Se decía a sí mismo que no debió haber mostrado tanto entusiasmo, parecía que su padrastro disfrutaba frustrando todo lo que pudiera reportarle alguna alegría por pequeña que esta fuera.

 

Se cubrió con las mantas hasta la nariz, como cuando era niño y se sentía solo y triste. Pero en esta ocasión ni siquiera eso logró confortarlo. Sus amigos  estaban fuera de la ciudad disfrutando en compañía de sus padres de las vacaciones de verano. Aioria había ido a Creta a visitar a su hermano mayor Aioros, Shaka estaba en Nepal haciendo un tour en compañía de uno de sus primos mayores. Y él estaba en casa encerrado, su madre, su padrastro y su hermano menor se encontraban disfrutando de unas vacaciones a la playa mientras él se moría de aburrimiento en esa casa que se le hacía enorme.

 

Bajo pasado el medio día a almorzar algo ligero. No tenía absolutamente nada que hacer así que iría al parque cercano a ver a los cisnes. Le encantaban esas delicadas aves que parecían ser parte del lago artificial en el que nadaban. Le encantaban porque parecían perfectas pero no lo eran, justo como él. En el agua eran tremendamente gráciles y hermosas, pero en tierra eran torpes y desgarbadas.

 

Volvió a su habitación y se enfundo unos jeans azul oscuro, una camiseta con un enorme logo de su equipo favorito de fútbol y una sudadera tan azul como su cabellera, así vestido salió de la casa para ir a distraerse al parque. Tomó su bicicleta, hacía tiempo que no la montaba y se le apeteció hacerlo.

 

Iba tan distraído como de costumbre, pensando en la única persona que ocupaba sus pensamientos desde hacía unos días: Kanon. El tipo más rudo del colegio, el que tenía una reputación peor que la de Satanás en el paraíso, pero a él le agradaba. Y mucho. Aún más. Sentía que aquello ya era más que amistad, al menos de su lado. Kanon le agradaba a pesar de lo sombrío que podía llegar a ser.

 

Nunca había conocido a nadie como él, nunca nadie le había tratado como lo hacía Kanon, y eso le gustaba. Kanon era el primero que entendía que para él no era fácil ser más inteligente que el resto, que le aburría terriblemente el colegio y que solía responder mal dos o tres preguntas de los exámenes a propósito para no tener que sufrir el rechazo que había sufrido de pequeño.

 

Kanon había sido el único que entendiera su fascinación rayana en la obsesión por los escorpiones al grado de obsequiarle un pequeño ejemplar de escorpión emperador que Milo aceptó encantado. Hasta el momento había conseguido mantener al insecto lejos de la mirada de su madre, pero en especial lejos de la mirada de su padrastro, ese hombre parecía odiar todo lo que a él le agradaba.

 

Se sentó en una de las bancas que estaban a la orilla del lago dejando a sus pies la bicicleta. Lanzó un suspiro mientras echaba la cabeza hacia atrás, ¿qué era lo que había de malo en él? No lo entendía, ¿por qué su padrastro parecía odiarle tanto? No lo comprendía, definitivamente aquello era algo que estaba más allá de su comprensión.

 

Giró el rostro un poco a la izquierda al notar que alguien lo miraba, se levantó y caminó dos pasos hacía el que él creyó era Kanon. Saga notó enseguida que el muchacho lo confundió con Kanon, pero aún así dejó que las cosas sucedieran. Quería saber que demonios tenía que ver Kanon con uno de los chicos más populares de todo el instituto. La sonrisa de Milo fue menguando mientras se aproximaba, estaba confundido, ¿de verdad era Kanon?

 

- Lo siento, creo que te he confundido con alguien más. - murmuró y se apartó de Saga, quien simplemente sonrió, a ese si que no podría engañarlo como solía hacer con el resto de la gente. En realidad la mala reputación de Kanon no se debía solamente a la mala conducta y excesiva rebeldía del ojiverde, en parte también se debía a que las fechorías de Saga recaían sobre los hombros de su hermano.

 

Y es que el cariño

que te tengo

no se paga con dinero.

 

- ¡Hey! Espera un momento. - le gritó Saga, Milo se detuvo y giró un poco para mirarlo. - ¿Eres amigo de mi hermano?

 

- Si te refieres a Kanon... sí, somos amigos, ¿por qué?

 

- Por nada, es solo que los chicos como tú no son amigos de los chicos como Kanon.

 

- ¿Y por qué no? ¿Tengo algo malo como para que él no sea mi amigo? - Milo le pareció desafiante, así que no era el niño bonito que todos pensaban, era algo más. Eso despertó la curiosidad de Saga que le miró con detenimiento. Era obvio que la razón por la que Kanon se acercaba al muchacho era la belleza física del chico, era al menos veinte centímetros más bajo que él, delgado pero no en demasía, de hermosos rasgos, un tanto exóticos y esos ojos, simplemente eran el anzuelo perfecto para hacer caer a cualquiera. Milo no dijo nada más, siguió su camino de vuelta al sitio donde le esperaba su bicicleta. No vio a Kanon aproximándose.

-¿Qué demonios crees que haces? - dijo la voz cargada de rencor de Kanon a sus espaldas.

 

- Así que si viniste, creí que te quedarías en casa a lloriquearle a papá para que te dejara salir por la tarde, ahora entiendo porque tanta insistencia. ¿Ibas a buscar a esa monada hermanito? - dijo Saga en tono de burla.

 

- No te metas en mis asuntos Saga. - dijo Kanon apretando con fuerza la mandíbula. - Y por cierto... papá me dijo que viniera a buscarte, tiene algo que hablar contigo.

 

- Quizá solo quiera pedirme que cuide bien a mi estúpido hermanito.- dijo Saga con una sarcástica sonrisa.

 

- No, en realidad mencionó algo sobre darte una paliza por ser tan estúpido. Así que no tardes, seguro que papá te espera con ansias. - dijo Kanon riéndose.

 

- Eres una maldita rata, ¿le dijiste de Mu verdad?- dijo Saga perdiendo el control.

 

- No, la mami de tu noviecito fue a verlo hace un rato, y por cierto hermanito, ¡felicidades! Serás papi en unos meses. - las carcajadas de Kanon enfurecieron a Saga, el mayor se alejó despotricando en contra de su hermano y del pequeño pelilla que tantos problemas le estaba causando. Pero él arreglaría aquello, tenía que hacerlo, no iba a arruinarse la vida por un capricho de una noche.

 

Kanon sonrió satisfecho cuando Saga desapareció del parque, ahora sí podría acercarse a Milo sin la molesta interferencia de su hermano. Camino despacio, deleitándose con la serena belleza de Milo que permanecía absorto mirando a los cisnes deambular de un lado al otro del lago recolectando las migajas que  les arrojaba.

- Hola Milo. - dijo Kanon, el chico peliazul giró el rostro sonriendo para mirarlo, Kanon le mostró una sonrisa algo desdibujada pero a Milo le pareció radiante.

- ¡Kanon! - dijo y se incorporó para encontrarse con Kanon.

- ¿Cómo has estado? Creí que estarías de vacaciones con tus amigos.

- Si... ese era el plan pero... algo se presentó y tuve que quedarme solo en casa. Ya sabes, cosas de mi padrastro. - dijo Milo con cierta tristeza. - ¿Tú no tenías planes? - Kanon negó con la cabeza.

- Papá dice que debo ponerme al corriente de mis deberes en casa y que no tenemos tiempo para esas tonterías. Además tengo que ir al curso de verano. De nuevo me castigaron. - dijo Kanon, por primera vez en su vida se sentía apenado por decirle a alguien que tenía que asistir al maldito curso de verano.

- En ese caso no me sentiré tan solo. - dijo Milo mientras esparcía unas cuantas migajas de pan para alimentar a los cisnes. - También asistiré, mi madre me inscribió para que no me aburriera en casa. - dijo Milo. - ¿Acaso no es patético?

- Más patético es que te reprueben en todo y tener que hacer el curso obligadamente cada año. - dijo Kanon. Milo no supo que decir. - No te preocupes, yo soy cliente habitual desde la secundaria, a nadie va a sorprenderle verme ahí el lunes, en cambio tú, si que va a ser raro verte ahí.

- No sería la primera vez que alguien me vea raro. - dijo Milo evocando la mirada que su padrastro solía dedicarle cada vez que decía algo que a juicio del hombre aquel no era apropiado para su edad.

- Digamos que entiendo lo que sientes.

- No lo creo... verás... a todo el mundo parece sorprenderle e incluso molestarle que yo tenga más de dos dedos de frente, aún a mi madre.

- Al menos la tienes a ella, yo prácticamente no cuento con nadie.

- ¿Y tu padre y tu hermano qué?

- Digamos que no encajo en el estándar que ellos se han auto impuesto. Sencillamente no congeniamos. Somos... demasiado egoístas supongo.

- A veces me gustaría tener a mi padre, a él era al único que no le molestaba mi inteligencia.

- ¿Cómo puede a alguien molestarle algo de ti? - dijo Kanon sin pensar. Milo lo miró algo sonrojado y sin poder reprimir una sonrisa confiada, una verdadera, de esas que no se posaban en sus labios desde hacía mucho tiempo.

- Eres... una buena persona Kanon. - dijo Milo sin saber porque, una buena persona, muchos adjetivos habían sido asociados a su persona, pero ese jamás, y eso simplemente le arrancó una sonrisa. - Kanon, ¿puedo invitarte a mi casa? Podemos jugar un poco con mis videojuegos, tengo unos realmente buenos, te prometo que no te aburrirás. - dijo Milo esperando que su oferta fuera lo suficientemente tentadora para que Kanon la aceptara.

- ¿De verdad quieres que vaya a tu casa? - dijo Kanon sin poder ocultar su sorpresa, jamás le habían hecho una invitación semejante.

- Sí, ¿no quieres venir?

- Sí, sí quiero. - dijo Kanon.

- Entonces vamos. - la sonrisa de Milo le pareció radiante, era tan hermoso...

 

¿Cómo decirte

que sin ti muero?

 

Caminaron al tiempo que charlaban animadamente. Milo cada vez se sentía más y más atraído hacia Kanon, no solo era apuesto, había algo en él que parecía decirle que podía contar con él. Fue por eso que se animó a mostrarle lo que nadie había visto, la fotografía de su padre que atesoraba como su más valiosa pertenencia.

 

Kanon le agradeció el gesto confiándole su más grande dolor. La ausencia de su madre, le contó que él sabía perfectamente que en realidad su madre no estaba muerta, sino que había abandonado a su padre por causa de su "profesión". Milo no preguntó cual era dicha profesión, pero se imaginó que sería algo lo suficientemente grave o peligroso como para que una madre abandonara a sus hijos.

 

Aquella fue la primera de muchas tardes que compartieron. Después del insípido curso de verano, volvían juntos a casa, y cuando Kanon lograba librarse de su padre y su hermano, acudía presto a la casa de Milo que generalmente le esperaba sentado en el porche, contemplando con sus enormes ojos azules la calle por la que Kanon hacia su aparición cada tarde.

 

Una cosa llevó a la otra, y una de esas tardes, Milo se vio a sí mismo entre los brazos de Kanon, sintiendo sus labios fundirse con los de ese chico de hermosos ojos esmeralda.

 

- Yo... te amo. - murmuró Kanon luego de besarlo. Milo la emoción no le permitía expresar lo que estaba sintiendo, nunca había sido de pocas palabras pero en ese momento no pudo decir nada, simplemente abrazó a Kanon y le besó repetidamente.

 

- ¿Sabes Kanon? Yo también te amo.- ambos sonrieron pensando que al fin tenían algo que era verdaderamente suyo.

 

Desde ese día se hicieron aún más cercanos, inseparables, Kanon aprovechaba cada oportunidad para robarle algún beso a ese hermoso muchacho de largos cabellos azules. Eran felices, sin importar nada ni nadie más, eran felices. Continuaron viéndose después que terminaron las vacaciones y pasaban las mañanas de los sábados juntos alimentando a los cisnes.

 

Para el padre de Kanon no pasó desapercibida la razón de la nueva conducta de su hijo menor, no le importaba, al contrario, tenía una nueva arma para manipular a su hijo, además ya daba por perdido a Saga ahora que tendría que hacerse responsable de su error de una noche, podrían ser una familia de criminales, pero aún tenían honor y ciertos principios. Y más allá de eso, el chico era de una buena familia, y había que cuidarse las espaldas.

 

Pero uno nunca se cuida lo suficiente. Hay cosas que están más allá de uno  mismo  y sucedió que una noche Milo escuchó que alguien golpeaba el cristal de su habitación. No tenía idea de quien podía ser, pero quería averiguarlo. Se levantó tratando de no hacer ruido y llegó hasta la ventana. Al abrirla sonrió al encontrarse a Kanon aferrado a la cornisa. Sin embargo su sonrisa se desdibujó al ver el rostro aterrado de su pareja.

 

- ¿Estás bien? - le preguntó en voz muy baja Kanon, Milo lo contempló algo extrañado, ¿por qué no iba a estar bien? A todas luces se notaba que el que no estaba bien era Kanon pero aún así le preguntaba si estaba bien.

 

- Yo... sí, pero, ¿qué te ha sucedido?

 

- Saga y papá están muertos, yo apenas pude escaparme. Milo, esto no es algo fácil ni de hacer ni de pedir, pero quiero que vengas conmigo, no puedo quedarme o me matarán también, ¿vendrás conmigo? - dijo Kanon mientras la mitad de su cuerpo aún permanecía afuera. Milo lo miró, clavó sus ojos en las esmeraldas del otro y sin pensarlo asintió, ¿cómo pensar siquiera en negarse si todo lo que quería era estar a su lado? - Entonces empaca algo de ropa y lo que quieras llevarte, date prisa, tenemos que irnos ya. - dijo Kanon saltando al interior de la habitación de Milo. Con toda la rapidez de que era capaz, Milo tomo esa vieja mochila que nadie había conseguido hacerle reemplazar y comenzó a arrojar en su interior algo de ropa. Tomo el poco dinero que tenía, las cosas de valor que poseía, la caja de acrílico donde vivía Antares  y, después de garabatear una apresurada nota despidiéndose de su madre, salió de su habitación por la ventana siguiendo a Kanon. Era extraño, no sentía que estuvieran haciendo algo malo, ni tampoco que aquello fuera una mala decisión, simplemente era lo que tenía que hacer. Kanon le miraba satisfecho, lo amaba tanto que se había lanzado a la aventura de lo desconocido a su lado sin pensarlo ni un instante, sin preguntar nada.

- Te amo Milo.- dijo Kanon después de  haber caminado un largo rato con Milo de la mano.

 

- Y yo a ti Kanon. - dijo el chico ojiazul sonriéndole con dulzura.

 

- Creo que deberíamos buscar un lugar donde pasar la noche, ¿no lo crees?

 

- Sí... hace frío y estoy cansado. - dijo Milo abrazándose al cuerpo de Kanon.

 

Milo se sentía eufórico, feliz, inmerso en un mar de emociones placenteras que en toda su corta vida jamás había experimentado. Se sentía feliz, se sentía tan dichoso que habría podido llorar, mas prefirió sonreír al ser que más amaba en el mundo: Kanon.

 

Por su parte, Kanon sentía que a pesar de todo, el mundo podía llegar a ser perfecto, que definitivamente había alguien que siempre estaría a su lado y ese alguien era Milo.

 

Se detuvieron en un hotel bastante económico, pero de buen aspecto, tomados de la mano franquearon el umbral de aquella oscura y diminuta habitación. Kanon se sentó en la cama y se cubrió el rostro con las manos. Comenzaba a creer que había sido mala idea arrastrar a Milo en aquella huída que seguramente no tendría buen fin. Comenzaba a pensar que las cosas no iban a resultar tan bien como imaginó en el momento en el que le pidió a Milo que lo acompañara en su huida.

 

- Creo que deberías regresar a casa de tu familia. - murmuró Kanon con voz neutra. Milo le contempló con sus enormes ojos azules cargados de incredulidad.

 

- No puedes pedirme eso Kanon. - dijo Milo pugnando por no llorar.

 

- No puedes quedarte conmigo... es así de simple, fui un idiota al creer que podría tenerte junto a mí, pero te amo demasiado como para obligarte a seguir una vida como la que tendrás de quedarte a mi lado.

 

- Kanon... todo lo que quiero es estar contigo... con la única persona que de verdad me importa. Es todo lo que quiero. - dijo Milo sosteniendo a duras penas la mirada del menor de los gemelos.

 

- ¿De verdad crees eso?

 

- Sí...- murmuró Milo. Kanon simplemente lo atrajo hacia así aferrando la suave mano del hermoso muchacho sintiéndose tremendamente dichoso. Se abrazaron y Kanon sintió que la esperanza volvía a su vida. Milo lo abrazó con fuerza, pensando que así era como quería pasar el resto de sus días, sin importar nada ni nadie más, a pesar de las circunstancias.

 

Kanon lo miró, estaba decidido a hacerlo feliz o morir en el intento, ¿acaso había alguien mejor que ese bellísimo muchacho ojiazul que le contemplaba casi con adoración mientras sostenía su mano?

- ¿Sabias que te amo Milo? - dijo Kanon esbozando una sonrisa.

 

- Sí, lo sé... y también te amo. - dijo Milo y depositó un suave beso en los labios de su pareja.

 

Durmieron abrazados toda la noche, con el amanecer llegaría la realidad pero de momento, era mejor soñar que todo lo que deseaban se haría realidad.

 

 

 

Notas finales: Hola, este es un caprichito que me salió, va para largo, lamento si no me he actualizado en mis otros fics, prometo ponerme al día a la brevedad posible, y por cierto la canción es El lado oscuro de jarabe de palo, bye¡¡¡

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