Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Yesterday por Ryu_chan

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

No pude evitarlo, enserio, la idea me carcomió la cabeza ayer y la decidí escribir hoy, pero me gustó tanto que pues me dispuse a subirlo >.<

No me mateeen! tengo muchos fics sin terminar, y me pongo a hacer otro ¬¬ pero ya ven... mis musas son unas condenadas >.<

Bueno esto surgió en un momnto en que estba viendo la tele y pos, surgió no más XD

Espero lean y les guste y si no hay problema me dejen sus opiniones respecto a cualquier cosa, se aceptan críticas asi que disparen! XD nada de insultos que yo no lo hago y eso no es muy lindo que digamos ¬¬

Lean y disfruten! juro hacerlo corto, lo juro!!!!!

Notas del capitulo:

KYAAAAAAA yo de nuevo ¬¬

que molesto XD

Juro que este fics no va a ser tan largo como el de SSM que tengo planeado como 60 cap´s o.O o menos si me digno a escribir más en cada cap ¬¬

No podía sacarme la idea de la cabeza y luego de que la escribí, pues me dio cosa dejarlo sin que nadie lo lea ^^U

Disfruten!!! culaquier sugerencia, queja o crítica constructiva es bien recibida, ya que no sé muy bien que rumbo tendrá esta historia 

 

El viento de la mañana caló hondo en su cuerpo joven pero eso le importó poco al poder admirar el paisaje que daba la gran ciudad. Hacía mucho que no veía grandes edificios y tanta aglomeración en un lugar tan grande como lo era Nueva York.

 

Sonrió un poco a la vez que tosía, al parecer el cambio de temperatura le haría mal. Demonios, que ya no era un niño para que le pasara eso. Maldito organismo débil que poseía.

 

-¿Ya te vas a volver a enfermar, Brian?- preguntó una voz a su lado a la que volteó a ver con el ceño fruncido. Sus cabellos castaños que hacían juego con sus ojos dorados era lo que más sobresaltaba de la negra vestimenta que llevaba. En sus manos sostenía dos vasos humeantes de café que le tendió sonriente- mira que no vine hasta acá para hacer de niñera- bromeo recibiendo un codazo.

 

-Cállate. Mira, el taxista hace tiempo que espera por nosotros- señaló el carro amarillo que se encontraba estacionado no muy lejos de ellos con el chofer cruzado de brazos recostado en una de las puertas.

 

Con andar pesado por el fuerte viento que soplaba se dirigieron hasta el hombre que les miraba amablemente, cosa extraña en las personas de la ciudad que se la vivían molestos por el extenuante tráfico.

 

Subieron sus maletas en la parte trasera del auto para luego subir con impaciencia en el móvil.

 

Las ventanas cerradas no daban paso al frío viento, mientras el aire no enfriaba mucho, algo que agradecieron hasta que se cansaron. El sujeto conversó un poco con ellos, más que todo del horrible clima que hacía últimamente y que tenía a todos en sus casas bajo la calefacción. Ambos rieron comentando que el frío de Londres era mil veces peor en invierno que esa pequeña ventisca que ofuscaba a la ciudad:

 

-Pero estaban temblando del frío- replicó el anciano.

 

-Eso era porque usualmente llevamos como seis prendas de ropa debajo, pero pensamos que aquí no haría mucho frío por el comienzo del otoño así que solo traemos dos- respondió el castaño con una sonrisa adornando su tez blanca.

 

-¿Tanto frío hace por allá? Vaya, y yo quejándome con mi mujer- musitó el señor de nombre Joseph encendiendo la radio en la estación de baladas.

 

El castaño se encogió en su lugar mirando de soslayo el semblante ido de su mejor amigo. Con una pequeña sonrisa posó su mano sobre la bronceada de Brian que le prestó atención con el simple toque que él mismo se encargó de hacerlo más íntimo al cruzar sus dedos con los suyos. Claramente pudo ver la inseguridad que reflejaban esas hermosas orbes almendradas de las que una vez sintió amor.

 

-¿Crees que se enfaden?- preguntó en un hilillo de voz.

 

-¿Desde cuando te importa lo que piensen o sientan los demás?

 

-Son mis padres, Fabricio.

 

-Ya lo sé, ya lo sé- repitió con pesar- pero aún así, ellos fueron los que te mandaron lejos por la maldita ética. El que tiene que estar enfadado eres tú.

 

-Pero...

 

-Pero nada. Cuando estabas en Londres te veías muy decidido a demostrarles a ellos cuanto vales, ¿por qué dudas ahora?

 

-Yo... Creo que me voy a volver loco- confesó cerrando los ojos con cansancio.

 

Imitando el gesto de su amigo se recostó en su hombro no tardando mucho en dormirse.

 

"Quizás todo se vaya a la mierda, me conozco a la perfección y sé que al primer signo de asco en sus miradas explotaré como nunca lo he hecho" pensó entreabriendo los ojos para admirar las numerosas tiendas que abrían al alba. "Lo que dijo Fabricio es cierto, no parezco el mismo de antes, hasta yo me doy cuenta. Me importa un comino lo que mis padres piensen de mí. Solo quiero demostrarles lo que perdieron al haberme rechazado. Solo eso" y con una sonrisa autosuficiente se quedó dormido con la cabeza apoyada en la ventana.

 

 

 

 

*****

 

 

 

 

 

Con un corto suspiro apreció la pequeña y menuda figura que cruzó la puerta acristalada de las instalaciones de la cafetería en la que se encontraba esperando a aquella hermosa chica.

 

Su figura era de pocas curvas debido a su corta edad, pero sus grandes y expresivos ojos de color esmeralda bañados de largas pestañas negras ocultaban todo defecto que tuviese. Esbozó una sonrisa alegre al verlo acercándose con rapidez moviéndose su falda a la par de sus largas y esbeltas piernas.

 

-¡Pierre!- saludó acercando su rostro hasta el mío para fundirse en un largo beso que varios curiosos miraron con asombro. Al terminar la muchacha se sentó enfrente de él con un brillo en los ojos de la que va a hacer una travesura- ¿Cómo estás? Pensé que ya te habías olvidado de mí, osito- dijo melosamente logrando que los colores saltaran en la pálida tez de su novio.

 

-No me llames así aquí- susurró con vergüenza acomodándose el cabello- y no digas eso, que he estado todos estos días pensando en ti, en tus besos, en tus caricias... No sabes cuanto te extrañaba- sonó apenado ante su confesión pero la chica solo pudo sonreír con amor.

 

-¿Y cómo te ha ido en la exposición?- preguntó pidiendo lo que quería a la chica que se había acercado hasta su mesa. Esperó hasta que Pierre también pidiera lo suyo y cuando la chica se fue el mayor se dignó a contestar.

 

-Mejor de lo que pensé, mi plano era el mejor de todos. Aunque eso ya lo sabía de antemano.

 

-Uy, pero que humilde   eres- dijo irónica.

 

-Si quiero ser un gran arquitecto tengo que tener mi ego muy en alto- defendió.

 

-Si como no.

 

Un pequeño silencio se formó entre ambos que después de varios minutos terminó rompiéndolo Pierre.

 

-¿Te ocurre algo, Denisse?- preguntó extrañado, eran pocas por no decir nulas, las veces que su novia se quedaba sin algo que decir. Él mismo le decía lo cotorra que podía llegar a ser.

 

-No... Bueno, si- murmuró con pesadez- son mis padres, desde hace unos días que andan con los nervios en punta y nada que me quieren decir el por qué. Presiento que algo va a pasar, pero no tengo idea del qué pueda ser- confesó entrelazando sus manos con las del pelinegro frente a ella.

 

-Tranquila, sea lo que sea van a salir bien parados. Los señores Rupert son realmente buenos hablando, eso es lo que más admiro de ellos- apretó el agarre dándole la confianza que necesitaba la joven rubia que le miraba enternecida.

 

-Eres un amor, Pierre. Deberías comportarte así con los demás y no solo conmigo.

 

-Ni loco, ¿para que me tachen de sentimentalista?

 

-Tonto.

 

Y así, ambos pasaron la mañana comiendo y disfrutando de la compañía del otro.

 

 

 

 

*****

 

 

 

 

-Tengo hambre- bramó Fabricio al abrir la puerta del apartamento donde se quedarían. Detrás de él iba un sonriente Brian, la casa de la abuela de su amigo era el mejor lugar para quedarse en esos dos meses de estancia.

 

Pasaron varios segundos en los que los chicos dejaron sus equipajes en una esquina cuando de la cocina apareció una anciana de cabellos blancos y cortos amarrados en una cola baja y de ojos apacibles como el mar. Su apariencia delicada le daba un aire angelical en el que se sumieron los recién llegados hasta que su voz gruesa los sacó de su ensoñación.

 

-Pequeños, al fin llegan, los estaba esperando- sonrió acercándose a los dos para darles un abrazo no muy efusivo por la edad que poseía pero lleno de cariño y amor.

 

-Abuela, me alegra verte tan bien- dijo el castaño al ver los pantalones de vestir junto a una blusa de corte V no tan pronunciado que llevaba la mujer que soltó una risotada.

 

-¿Quieren comer algo? Hice galletas de chocolate y también de avellana.

 

-Yo quiero de chocolate- exclamó Brian moviéndose con toda confianza por el piso hasta dar con la bandeja llena de numerosas galletas.

 

-Yo me voy a duchar- avisó Fabricio- después vamos a salir abuelita, asi que nada de estar hasta tarde viendo novelas que eso te hace daño, después te desvelas y no hay quien te aguante.

 

-Como tú digas, mamá- burló la señora sacando varias risitas del de ojos almendrados- no puedo creerlo, treinta años viviendo sola y ahora viene mi sobrino a decirme lo que tengo y no que hacer- bufó negando con la cabeza.

 

-A mi también me trata así, abuela. Recuerde, no es la única agredida mentalmente.

 

-Brian, me harías un gran favor si cerraras tu enorme pico lleno de veneno.

 

-Lo que tú digas, mamá- repitió sonriente viendo como un molesto Fabricio entraba por una de las puertas, de seguro su habitación, para luego salir y meterse con una toalla en otra.

 

Tanto la abuela como Brian se quedaron conversando amenamente hasta que dieron las dieron las diez de la mañana, hora en la que el rubio decidió acostarse. Diez horas de vuelo no eran muy buenas que digamos, y más si estaban tan limpios que no pudieron comprar absolutamente nada a las aeromozas.

 

Se metió en la misma habitación en la que estaba su amigo recostado en la cama individual acostándose a su lado con cansancio.

 

El castaño se volteó sonriendo con la mirada a su acompañante antes de arrimarlo más cerca de el con uno de sus brazos. La mirada fatigada que Brian le devolvió le dio a entender lo agotado que se encontraba, por lo que con un suave beso en sus labios lo dejó tranquilo.

 

Al notar la respiración pausada dando en su cuello supo que ya uno había caído en los brazos de Morfeo, así que, acomodándose mejor y metiendo su rostro entre los finos rizos con olor a vainilla se quedó dormido en un dos por tres.

 

 

 

 

*****

 

 

 

 

 

-Colin, hay que hacer algo, no nos podemos quedar de brazos cruzados sin más- replicó la mujer que, sentada a su lado esgrimía sus dedos en movimientos casi frenéticos sobre su falda de seda.

 

El hombre la miró por largo rato para después volver su vista a la carta que reposaba en sus manos. Con un gruñido la botó lejos de sí mismo sintiendo como la rabia inundaba su ser.

 

-¿Por qué? Maldición, lo mandamos a Londres por algo ¿No?- dijo masajeándole las sienes- ¿Por qué demonios se antojó de venir? Yo no lo quiero en esta casa Anna- con seriedad miró un punto inexistente en la pared recordando lo ocurrido cinco años atrás.

 

-¿Te imaginas nuestra reputación? Caería en picada cuando tus socios sepan que el hijo mayor que hace tiempo enviamos lejos de nosotros es una... ¡una maldita aberración!- se levantó harta de soportar tantas cosas juntas.

 

-Por ahora no le digamos nada a Denisse, si ella llega a enterarse que su hermano está aquí la pasará muy mal, ella lo odia, quizás más que nosotros- meditó Colin Rupert con astucia.

 

-Como no lo va a odiar después de lo que le hizo a mi pobre hija- defendió colérica.

 

El sonido de las llaves en la puerta llamó la atención de los Rupert que con rapidez cambiaron sus facciones a unas más relajadas al escuchar los singulares pasos de su pequeña hija rondar por el pasillo que llevaba a la sala donde ellos estaban. Ambos sonrieron al verla entrar dando saltos de felicidad.

 

-Mamá, papá ¿Adivinen qué?- soltó de buenas a primeras acercándose.

 

Una negación fue suficiente para que la rubia comenzara a hablar.

 

-Pierre me invitó a uno de esos club´s a los que él va con sus amigos!- exclamó sonrojada.

 

-Denisse...

 

-Espera, mamá- paró a la mujer que ya iba a comenzar a replicar- recuerda que Pierre es un hombre cuerdo, no bebe, no fuma, no anda con raras amistades... No hay nada de malo en él. Es el hombre perfecto.

 

-Ya lo sabemos hija, pero recuerda que tú apenas tienes diecisiete años, mientras que él es un adulto de veintitrés.

 

-La edad no importa en el amor.

 

-Es cierto, pero esos locales son para gente mayor, Denisse.

 

-Papá---

 

-Lo siento, pero no puedes ir.

 

-¡No es justo!

 

-Solo tratamos de protegerte.

 

-¡Mentira! Lo único que quieren es controlar mi vida. ¡Yo no tengo la culpa de que el hijo de puta ése haya salido marica!- gritó y antes de recibir regaño alguno corrió encerrándose en su habitación de un portazo.

 

-Necesito una taza de té- bufó Anna yendo a la cocina y dejando a su esposo con un dilema en la cabeza, de si dejar o no salir a su hija, y como no, reñirle por el vocabulario que tenía.

 

 

 

 

*****

 

 

 

 

 

Llevaba más o menos una media hora parado como un verdadero bolsa en la fila para comprar dos estúpidas hamburguesas que no veía ni de milagro. ¿Qué cómo llego allí? Pues a su "querido" amiguito le dio tanta hambre que se le estaba haciendo insoportable, así que ambos salieron hacia un Mc´Donalds que estaba a dos cuadras del edificio en el que se estaban quedando con la abuela.

 

Fabricio se había quedado fuera del local para ver si hacía ligue, mientras él esperaba bien molesto su compra.

 

Estaba a punto de gritarle a cualquiera que se fueran al demonio con sus hamburguesas hechas de gusanos que no hacían bien al organismo, cuando una chica al otro lado apareció presurosa junto a una bolsa.

 

-Discúlpeme, es que estamos hechos un lío- pidió nerviosa sin verle a él, sino a la persona que tenía al lado.

 

Eso fue la gota que colmo el vaso para su poca paciencia.

 

-¡Mira, tonta, es a mí al que tienes que dar la maldita hamburguesa, maldita sea, que este servicio es una mierda!- gritó rojo de la furia. La chica le miraba con miedo y renuente a darle su pedido por lo que estaba a punto de saltarle encima. Todo acto fue parado por la persona que estaba a su lado, lo que dijo, en verdad le hizo hervir la sangre:

 

-¿Es que no escuchaste? Los que tratan a las damas de esa forma solo pueden ser considerados como animales- dijo con altanería.

 

El rubio cerró los ojos por momentos conteniendo su malhumor para dignarse a mirar al hombre que tenía a su lado con el entrecejo fruncido. Enseguida todo atisbo de molestia se esfumó como por arte de magia. Ante él se encontraba el tipo más guapo que hubiese visto jamás. Su metro ochenta era atroz y le daba un aire de supremacía que en pocos había visto, junto a su mirada seria de un color aguamarina realmente hermoso. Su tez era pálida pero no para confundirlo con un enfermo, ésta hacía juego con sus hebras castañas tirando a negras las cuales le caían en parte de sus orejas. Con su suéter verde oscuro y sus jeans azul le daban un aire intelectual y a la vez relajado y serio. En su vida había visto a una persona como esa.

 

-¿Qué, te comió la lengua el gato?- preguntó el más alto con fastidio.

 

-Esto no es contigo- pudo decir volteando a ver a la chica que nerviosa, no despegaba sus manos de la bolsa con la comida- Yo estaba aquí primero, así que anda y busca mi comida.

 

-S-si- tartamudeó yendo a buscar el pedido llevándose la bolsa con ella.

 

-Que torpe, deberían despedir a un personal tan incompetente como ella.

 

-¿Tú lo harías mejor?- preguntó el moreno alzando una de sus cejas.

 

-¡Claro que sí! Yo no ando en esta vida dormido en mis laureles, imbécil- masculló, que insoportable podían ser las personas de por allá, pero aún así le parecía el ser más irresistible del planeta.

 

-Oh, que sabio- dijo burlonamente recibiendo una mirada cargada de rabia por parte del rubio.

 

Cuando la chica regresó con su orden no pudo más que arrancársela de las manos con ferocidad para dirigirle una mirada molesta a ella y otra cargada de odio al más alto.

 

-Adiós, perro rabioso- murmuró el mayor pero lo que no esperaba era que el otro lo escuchara y girando su rostro le sacó la lengua antes de decir:

 

-Nos vemos, Mister antipático- recalcó volteando la cabeza a un lado haciendo que sus rizos de oro se alborotaran graciosamente.

 

-Espero que nunca me lo vuelva a encontrar- dijo Pierre pensante agradeciendo a la muchacha por su tiempo antes de salir con destino a su piso que era del lado contrario donde caminaba con pasos presurosos el rubio.

 

"Lo odio, lo odio, lo odio, lo odio" repetía constantemente en su mente obviando el rápido latir de su corazón y lanzándole la bolsa llena de papas fritas y hamburguesas al castaño que se mordía las uñas impaciente.

 

-¡¿Por qué tardaste tanto?!- exclamó y como muerto de hambre comenzó a comer de a mordiscos su hamburguesa de pollo con queso y vegetales.

 

-El servicio es malo. Acostúmbrate- y con pasos rápidos comenzó a caminar hacia el piso de la abuela de Fabricio que le seguía extrañado.

 

-¿Te pasó algo?- preguntó el castaño al llegar a su altura.

 

-¡Nada!- gritó molesto para después decir en voz baja y deteniendo el paso- no es nada importante.

 

-Brian, te conozco desde que tenías dieciséis años. Ya han pasado cinco años en los que he vivido contigo, te cosaco como la palma de mi mano- sonrió ingiriendo una papa frita- dime, ¿Qué pasó?

 

-....- Suspiró rascándose el cabello como si no importara mucho- un tipo, un tipo que me fastidió en la caja.

 

-¿Solo eso?

 

-Si... Te dije que no era nada- bramó molesto al ver la decepción en el rostro del que una vez fue su pareja.

 

-Entonces, fue por un tipo... que rápido olvidaste lo nuestro- dijo con voz lastimera que hizo devolver los pasos del rubio que le miraba atónito. No pudo más que reír abiertamente, bromear con Brian era algo de lo que siempre se regocijaba.  

 

-IM-BÉ-CIL

 

-¡Nah! Dime, ¿entonces te gustó el tío? ¿Estaba más bueno que yo?- preguntó con inocencia a lo que recibió un codazo en su costilla- ¡Auch!

 

-No digas idioteces, Fabricio- comentó serio.

 

-¿Entonces si te gustó?

 

Con una gesto negativo bajó la cabeza por momentos hasta levantarla nuevamente con una sonrisa pervertida instalada en sus facciones a lo que el castaño solo la pudo regresar.

 

-Así que si estaba bueno...

 

-Ni te imaginas, casi me lo devoro ahí mismo- sonrió llevandose una mano a sus cabellos desordenados por el viento de la tarde. No le había costado aceptarlo y pensaba decirle a Fabricio, de todas maneras él siempre sabía cuando le gustaba alguien.

 

Lo malo es que si que había sentido mucho deseo por ese cuerpazo del... Pero también su corazón había latido de un modo anormal para él. Era común tener sexo con cualquier gay que se encontrara y que estuviera bueno, sentía deseo por todos ellos y hasta por los heterosexuales, pero de ahí a que su corazón latiera a mil por hora...

 

Además, el tipo era la antipatía en persona.

 

Y le gustaban las mujeres ineficientes.

 

Seguro tendría una noviecita del coño la madre.

 

Mala suerte.

 

Solo esperaba no tener que encontrárselo más nunca.

 

Aunque de su boca había saludo un "Nos vemos"

 

Realmente... ¡ESTABA LOCO! pero es que el tipo en verdad estaba para comérselo...

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Les gustó? diganme!!! no sean malos >.<

Ncesito apoyo emocional T.T mi hermano se fue de viaje y yo de tonta no quise, y ahora me arrepientoooo ¬¬ estoy taaan aburrida!!! XD

cuidenseee!!!!! BYE BYE NA NO DA!!!!!!!!!!!!!!!!!!1


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).