Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dulce pecado... por Luke y Leia

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Esta historia la escribí hace mucho, y la creí perdida. Pero revisando entre viejos discos y disquettes, lo encontre, y decidí dejarlo a su criterio. Espero que lo disfruten, o al menos, que no les robe mucho tiempo leerlo. En ambos casos, me gustaría que me dejarán su opinión...

 

Hace siglos que fue así, ellos arriba, nosotros aquí abajo. Ellos, blancura, brillo y bondad. Nosotros, negrura, oscuridad y maldad. Ellos, amos; nosotros, meros sirvientes. Nuestra relación no iba a más. A nosotros, nos prohibían mirarlos. A ellos, les prohibían vernos. Era lo único que teníamos en común. No reniego mi destino, soy malvado. Mi alma es oscura, y mis pensamientos impuros. Sí no fueran por las cadenas de la servidumbre, podría incluso matar a aquellos que llamo amos, a aquellos a los que juré servir de por vida. Sí no fuera por estas cadenas... tal vez, esto no duele tanto. Maldita rebeldía adolescente, malditas reglas que incitan a ser quebradas. "Nunca levantar el rostro en presencia de los amos", era la regla más tentadora, y es la que quebré. Y es la que me llevó a esta obsesión insana. Pero, ¿cómo no caer en las más locas obsesiones ante tanta belleza? ¿Cómo evitar sentir esto por un ser tan puro?

Sí fuera cualquier otro, estaría bien. No tendría que verlo repetidamente, no tenía que estar en la misma habitación que él, ni seguirlo adónde fuera. Tarde o temprano, lo olvidaría. Pero no. Tuve que ver a mi propio amo. Yo era su esclavo personal, aquel que daría la vida por él... Antes, me parecía una idea loca, pero después de verlo, después de ver el brillo en esos ojos claros, y el ondear de su cabello rubio al viento, era algo que haría sin pensarlo. Caí en la tentación de amarlo con locura. Y a cada segundo que pasaba lo amaba más...

 

Tú, ángel; yo, demonio. Tú, inocencia; yo, pecado. Tú, bondad; yo, maldad. Polos opuestos, seres totalmente distintos. No entiendo por qué pose mis ojos en ti, ni por qué no pude apartar la vista. Te deseo tanto, te amo tanto. Pero jamás podré tenerte entre mis brazos, jamás podré decirte cuánto te amo. Me condenarían, te condenarían... Y pensar que tu vida podría terminar, era aterrador. Sí sólo yo moría, realmente no importaba, porque mi alma podría estar contigo por la eternidad, sin molestarte. Podría ser la suave brisa de la mañana, aquella que envidio por acariciar con soltura tu tersa piel. No puedo demostrarte este enfermizo amor, pero no puedo alejarme por culpa de este sentimiento. Por eso, sólo me conformo con estar postrado antes tus pies, humillarme ante ti. El honor más grande para mi, es servirte, amo mío, amor mío. Es sólo una letra lo que separa la realidad de mi sueño... Tan cerca, pero tan lejos. Como quisiera acariciar tu piel, y sentir el suave roce de tus bellas manos. Como quisiera ser responsable de una de esas sonrisas, que alegran mi alma, y calman mi espíritu. Pero me conformo con escuchar la dulce sinfonía de tu voz, al darme una fría orden. No importa que nunca sea más que eso, porque en esa orden encuentro tanta ternura que me derrito.

Al principio, te servía con odio. Luego, con alegría. Ahora, con tristeza. Quisiera llegar más lejos, quisiera que, por una vez, me dejarás tomar tu corazón en mis manos, tal y como tienes el mío en las tuyas. Estoy loco, loco por ti. Cegado por este amor, no hago más que distinguir tu figura iluminando mi desquiciada mente. Tantas noches en vela, soñando con que eres mío, imaginando que me quieres, aunque sea unos instantes antes de desaparecer...

Prohibido. Esta terminantemente prohibido, bajo pena de muerte, entrar a tu alcoba sin recibir un mandado tuyo. Por eso jamás había estado en esta situación. Esta era la primera vez, y estaba... hipnotizado. Hechizado por la sublime imagen de verte dormir. Me habías llamado sólo para hacerte compañía, mientras escribías. Lo hacías usualmente, y yo me pasaba esas benditas horas, observándote en silencio. Un silencio espectral, que realzaba tu hermosura. Me hacías imaginar tantas cosas... Te quedaste dormido. Simplemente, te quedaste sin inspiración, te recostaste en tu cama, y pronto caíste rendido ante los encantos del sueño. Y yo caí rendido a tus encantos. Ahora, no puedo dejar de embelesarme con tu rostro apacible, tu respiración queda. Admirar tu dulce letargo. Algunos mechones de tu cabello caen sobre tus ojos cerrados. A través de tus párpados, me imagino tus ojos claros, compitiendo con las estrellas en belleza y encanto.

Dulce pecado el apreciarte en este silencio. Aprovecharme de tu cansancio para dejar que mi mente divague entre mundos en los cuales, amarte no es pecado. La tentación de tocar, de al menos rozar tu piel para sentir su calor, es intolerable. Quiero mancillar tu cuerpo, profanar tu santidad. ¡Oh, dulce pecado! Y yo, él maldito pecador que arderá en el infierno por osar tocar tu piel de porcelana. Me siento todo un demonio al pensar en la pureza de tu ser, y pensar que estoy a punto de cometer la peor ofensa hacia tu raza. Ser tocado por un criado. ¡Que insulto tan grande! Pero, ¡qué dicha la mía, al tener esta oportunidad! ¡Y qué deliciosa la sensación de tocar tu piel! Tan suave, tan pura...

Ni siquiera podrías imaginar todo por lo que en mi cabeza se pasa en este momento. Este roce efímero es poco, una gota de agua en el océano. Yo quiero más, mucho más. Quiero saborear esos labios entreabiertos. Me llaman a gritos. Me piden que rompa toda regla. Me sirvo de tu inconciencia, y me atrevo a besarte. Junto tus labios inmóviles contra los míos, en un toque sublime. Siento mi cuerpo flotar. Esto es más de lo que había imaginado. Arderé en el infierno, pero me llevaré conmigo el recuerdo de este beso celestial. Un pedazo de cielo en el infierno.

"Quisiera llevarte conmigo, y tener el paraíso a mi alcance, o quisiera ir contigo, y ser una mancha en tu mundo perfecto...", te declaró mi amor, porque sé que no escucharás. Aunque mis verdaderos deseos sean distintos. Quisiera que supieras todo esto, que correspondieras, al menos una pizca de este desquiciado amor. Llorando sigo besando tu rostro, tu cuello. Mis manos sucias acarician tu cuerpo, ensuciando tu ser... De mis ojos manan lágrimas, lágrimas de culpa, y de felicidad. Al fin, te tengo, al fin te siento. Pero no soy digno de ti, ni siquiera soy digno de servirte, pero no pude conformarme con la bendición de pertenecerte. Te beso, te beso con ansías, porque sé que será la última vez que te veré. Grabó en mi memoria cada aroma, cada sensación, cada recoveco de tu cuerpo, para no olvidarte entre los tormentos del infierno. Ya nada me importa, solo sentir tu cuerpo.

Despiertas ante tantos toques ardientes. Tus mejillas arden, y tu mirada esta confusa. Lo se todo acerca de ti. En tu inocencia, no tienes ni la menor idea del pecado que cometo. Me miras, preguntándome qué hago, qué sucede. Y yo no puedo responderte. Sólo puedo llorar, al pensar que se lo contarás a tus padres, como todo inocente niño, y ellos me alejaran de ti. Y al alejarme de ti, moriré, porque me arrancarían el corazón. Al no verte, mis ganas de vivir se esfumaran día tras día. Cada puesta de corazón se llevará una parte de mi vida, hasta que en este cuerpo inmundo no sobre más aliento de vida. Siento tu pequeña mano sobre mi rostro. ¡Qué sensación tan magnifica! Me miras con tus ojos vidriosos. Te entristece verme así, a pesar de que para ti, no soy nada. Es que es tanta la pureza de tu ser, que las diferencias que nos imponen la sociedad, rebotan en tu mente, sin que lleguen a lastimar la candidez de tu alma. Te compadeces de mí, de este pobre diablo enamorado. Quisiera pedirte que seas mío esta noche, que me dejes demostrarte mi loco amor, y después, simplemente, morir en tus brazos.

Me besas. Un beso tan simple, pero tan glorioso. Y yo tomó tu rostro, y afianzó esta unión, tratando de hacer uno nuestros cuerpos. Cómo quisiera que entendieras este pedido mudo, esta plegaria silenciosa. Sé que me la cumplirías. Eres increíble, eres bello, eres precioso. Por eso te amo. Rodeas mi cuello con tus delicados brazos, como respondiendo mi petición. Claro que sólo lo estoy imaginando. Quién sabe por qué lo has hecho. Y entonces te separas, y siento que el aire me falta al no estar unido a tus labios. Te relames los labios, saboreando el embriagante sabor de lo prohibido. En el fondo, lo sabes. Sabes que esta mal. No se porque no me empujas y sales gritando. Se supone que es eso lo que te enseñaron. Me pierdo en tus ojos, como siempre soñé hacerlo. Me colocó sobre ti, y me dedicó a observarte en silencio, hasta que caigas en la cuenta del error que estoy cometiendo, de la gravedad de mi osadía. De tus labios, una orden, clara y concisa, se escapa, y yo no soy capaz de darle crédito a mis oídos. ¿"Bésame", haz dicho? ¿Es en serio? "¿Qué no lo ves?", te preguntó, "no ves el sacrilegio de esta situación. Eres un ángel, un bendito ángel. Y yo, soy un demonio, un demonio maldito. Yo te sirvo, tú, ordenas".

"Y te ordeno besarme", repites, muy seguro. "Debes castigarme, soy indigno de ti. Máteme, señor, máteme por pecar. Por osar posar mis ojos en su grandeza, por osar ensuciar su pureza...", te ruego, pero no escuchas.

"Tuyo", me susurras al oído, "hazme tuyo".

"Herejía, señor, herejía. No podría atreverme a mancillarlo de tal forma..."

"Pero lo deseas, y yo lo deseo. No me contradigas, soy tu amo, haz lo que digo". Ya no puedo aguantar. Esa orden, la he soñado años. Te besó, y correspondes mis besos. Te acarició, y me respondes con gemidos que mueren en mi boca. Recorro cada parte de ti, siento cada poro. Me deleito con tu cuerpo, que se retuerce de placer bajo el mío. Me siento invencible al escuchar la melodía de dulces gemidos que arranco de tu garganta. Es increíble hacerte mío. Mi vida no es suficiente para pagar esta bendición. "Te amo", repito una y otra vez, extasiándome en tu cuerpo. Cumplo cada fantasía que he tenido contigo en este momento, y me encuentro con que eres más de lo que imagine. Ahora te amo más, ahora, mi alma desborda de amor. No puedo parar, no hasta hacerte probar la gloria del orgasmo.

Gritas, y llegas a la cumbre de este placer impuro. He osado profanarte, he osado ensuciar tu ser. Y estoy feliz, mi vida ha llegado a su cumbre. Mayor algarabía, en este cuerpo, no podría residir. Río, río y lloró de felicidad, mientras siento como tratas de acariciar tu respiración, y tus manos, aún aferradas a mi espalda, tiemblan suavemente. Ambos caímos en la tentación de un amor prohibido, ambos pecamos, pero sólo yo pagaré. "Señor, acabe con mi vida. Permítame pagar este pecado...".

"No...", susurras, entre los jadeos del pasado éxtasis.

"Quiero morir en este sueño, jamás despertar. Máteme aquí y ahora, en sus brazos. Permita que la última sinfonía que escuchen estos oídos sea el latir de tu corazón bendito. Se lo ruego, señor, ya no puedo vivir sabiendo que usted jamás podrá ser mío".

"No puedo, porque te amo. Te necesito. Es tu deber seguir viviendo...".

 

Me ordenaste guardar silencio. No resultaste tan ingenuo como esperaba. Pero eres más encantador de lo que imaginé. Ahora sonríes con los demás, observándome de reojo. Ya no me atrevo a levantar la vista, pero siento tu mirada sobre mí. Y ahora notó que nunca habías sido verdaderamente feliz. Tu ser irradia luz, tu risa se contagia con facilidad a todos los presentes en el comedor. Me ordenas que me siente a tus pies, muy cerca de ti, y, de vez en cuando, dejas caer tu mano, y deslizas tus dedos sobre mi mejilla, en una caricia que detiene mi corazón. Me amas, en verdad me amas. Y sabes las consecuencias de que alguien se entere. Lo ocultas tan bien, y me lo demuestras tan bien. Me siento sublime bajo tus caricias. No puedo evitar que unas traviesas lágrimas surquen mis mejillas. Pero no importa, un esclavo no importa. Nadie se dará cuenta. Quisiera recargar mi cabeza sobre tus piernas, pero me contengo.

 

Es tarde, estoy en mi habitación. Recostado en mi cama, recuerdo tus caricias. Sonrió, observando el techo. Aunque te extrañe, el saber que me amas, me hace feliz, a tal punto, que puedo sentir la luz que irradia tu ser en mí. Me siento afortunado de vivir, de ser el poseedor de este crudo destino. Me amas, aunque sea indigno de tu amor. No me lo merezco. En un pasado, te odie, y soñé con matarte. Pero ahora todo es un sueño lejano, una burla, una broma. Lo único cierto es que te amo, y que me amas. La puerta de mi precaria habitación se abre. Debe ser un criado que mandaste a buscarme. Me levanto contento de la cama. Estoy ansioso por verte, y como respondiendo a mis ansías, apareces tú. Cerraste la puerta detrás de ti, y me miras con una sonrisa en los labios. Lo único que cubre tu delicado cuerpo es una sábana blanca. Es tan perfecta la imagen que ante mí se proyecta, que no puedo evitar cuestionar su veracidad. Allí estas tú, entre tanta miseria, cubierto solo por una manta. Pequeño ángel sin alas, que exhibe las marcas de nuestro último encuentro, que aún permanecen sobre tu piel.

Corres hacia mí, y me abrazas, dejando caer la sábana que me impedía apreciar tu desnudez. Ocultas tu rostro en mi pecho, y unas lágrimas cálidas caen sobre mí. "Perdóname por tratarte de aquella manera. Es que quería sentirte. Quería acariciar tu piel...".

"No tienes que pedirme perdón", te contradigo, "estas en tu derecho. Eres mi amo, yo te pertenezco. Puedes hacer conmigo lo que te plazca...".

"Eres como yo. No tengo ningún derecho...".

"No, mi pequeño, somos distintos. Muy distintos, sólo que no lo ves...".

"¿Me amas?", preguntas, interrumpiendo mi explicación. Yo asiento. "Yo también te amo. Ambos sentimos lo mismo. ¿Ves? No somos tan distintos como pensabas", me explicas. Y tu infinita sabiduría me conmueve. Te beso, sin que me lo ordenes. Sé que te agradan mis besos, sé que te agradan mis caricias, mi piel, mi todo. De la misma manera en que todo lo que a ti respecte, me tiene loco. Vuelvo a hacerte mío, en la otra cara de la moneda. Mi habitación es un cuarto de lo que es la tuya. Mi cama es rústica y vulgar. No tengo lujos, pero nuestros cuerpos unidos se sienten igual. El placer es el mismo, el amor no ha cambiado. Te amo tanto aquí, como te ame aquella noche, como te amaré siempre...

 

Te estoy recordando, como siempre, mirando al cielo estrellado, mientras, paciente, espero sentado en las puertas de tu habitación. Alguien ha venido a visitarte, y pidió hablar contigo en privado. No me agrada como te mira ese hombre, tiene una mirada lasciva, y desquiciada. Siento que ese hombre es malas noticias para nosotros. Espero estar equivocándome, y que estos presentimientos no sean más que celos desmedidos... Tu voz llamándome, con algo de temor, me sacan de mis ensueños. Me levantó de un salto, y antes de darme cuenta, ya estoy dentro de tus aposentos. Y allí esta aquel hombre asqueroso sobre ti, mil veces más asqueroso que yo, ya que él te obliga a besarlo, a acariciarlo, y tú te resistes. Te resistes porque eres mío. Aquel hombre no comprende, y no me importa cuánto dinero tenga su familia, no me importa sí tu nombre dependa de él, un nombre no vale nada, si no guardas tu dignidad. Me lanzó contra él, y lo golpeó con furia, apartándolo de ti. Lo tiró al suelo, y lo observo de pie, demostrándole que soy superior. Porque soy superior, ya que tengo tu amor. Tu amor me enaltece. Te paras detrás de mí, ocultándote de aquella escoria.

"Pagarás muy caro", me amenaza el hombre antes de marcharse. Y yo me quedo estático. Mi rostro esta pálido, al igual que él de mi ángel. ¿Qué hice? Golpeó a un amo. Ahora, lo pagaría con mi vida. No, aquel hombre vio que te amaba. No me matará, peor, me alejará de ti. No quiero, no puedo vivir sin ti, ya no más. "Mátame", vuelvo a pedirte, "mátame, porque no soy capaz de seguir viviendo sin ti...". Pero, antes de que pudieras responderme, las puertas se abren con fuerza, y los guardias vienen por mí. Me llevan ante el gran trono, ante tu padre. Me seguiste, estás a mi lado, llorando, porque sabes que es lo que pasará. De mis ojos, también manan estas lágrimas amargas, frente al miedo de perderte...

Me acusaron de amarte, y admití sin pestañear. Te amo, y no tengo miedo de decirlo. Al menos, sólo yo pagare. Pero en el día de la ejecución te apareces a mi lado, y desatas mis ataduras. Me abrazas, y yo te correspondo. Comienzo a entender. Te entregaste. "Vete, di que te hechicé, y te salvarás", te aconsejó, pero no me haces caso. Levantas la mirada y me sonríes. No tienes miedo. Estas seguro. "No soy capaz de seguir viviendo sin ti...", repites mis palabras, y te adueñas de ellas. No te reprocho, son más hermosas cuando salen de tu boca. "No quiero que vengas al infierno conmigo. Y al cielo, contigo, no puedo ir...", te digo, y tú respondes, "entonces, nuestras almas juntas volaran. Porque mi lugar es contigo, y tú lugar es conmigo. No necesitamos nada más, ni a nadie más...". Eres tan sabio, tan puramente sabio. Mis lágrimas son de alegría ahora. Creo plenamente en tus palabras. Y en un último beso, nos despedimos de este mundo, mientras el fuego nos hace el favor de liberar nuestras almas de este cuerpo inmundo, y permitir que se fundan en una sola. Tal vez, en la otra vida no haya lugar para nosotros, pero juntos, haremos un nuestro lugar...

Notas finales:

No recuerdo bien que me dijeron la primera vez, pero recuerdo algo sobre exageración y derroche de sentimientos... Espero que les haya gustado, o en su defecto, que no los haya hecho pasar un muy mal rato. En ambos casos, les pido su sincera opinión...

Leia


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).