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Incesante por Iri20

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  [ MODIFICAR ] La lluvia caía incesante, parecía que el cielo hubiera desbordado y vertiese todo su líquido sobre nosotros. La ciudad estaba totalmente atascada, toda la calle, asfalto y acera. Por algún motivo parecía que el flujo de paraguas intentaran retenerme pues yo intentaba caminar bajo la lluvia, empapado y sin nada que me preservara del frío líquido, en contra de la dirección de los demás. Sonreí, contracorriente... como siempre en mi vida. Mi larga cabellera azul se pegaba húmeda a mi, veía mis puntas gotear. Estaba deseando llegar a mi casa al fin y cambiarme de ropa, quitarme aquella humedad. Maldecía por lo bajo aquella maldita lluvía que me perseguía desde final del verano, los malditos coche que no paraban de pitar y de ahumarme impregnando mi ropa y mi nariz del maldito olor a humo y polución. Las personas sin modales que me empujaban sin decir siquiera “ Lo siento”. Maldije mi nacimiento, la ciudad, mi casa, la lluvia y la maldita soledad que me acompaña a donde voy.
En aquel cúmulo de gente me sentí muy solo, a sabiendas de que al llegar a casa no me esperaban más que los platos sin lavar y mi cama sin hacer. Solo, si no fuera por mi trabajo haría años que las voces de mi interior hubieran ganado la batalla y mi sangre se habría esparcido en el frío suelo de cualquier calle junto a una botella de whisky sin marca. Eran tantas las veces que mandé callar a esas voces rogándoles por la espera de un milagro. Algo que consiguiera hacerme sonreír, un amigo verdadero, una oportunidad loca de liberación sin embargo nunca llegaba y tenía que conformarme con el ruido que hace el grifo del baño en su incesante goteo.

Entonces te vi a lo lejos. Traje impecable, melena lila recogida en una sobria coleta. Caminabas en la misma dirección que la multitud, ajeno a mi mirada, sin conocer los orbes que se habían clavado en tu océano verde. Sin saber que el mundo, de repente, se había llenado de color. Súbitamente la lluvia ya no era molesta, ya no era agua lo que caía sobre mi sino que era bañado por tu luz, por la calidez que desprendía tu cuerpo. Por un mágico segundo el mundo estaba iluminado pero tan solo estabas tu, en el centro de mi mundo...tu...tu... sólo tu haciendo que sintiera una extraña tibieza en mi corazón.

Alzaste la mirada. Tus ojos en mis ojos y mi ser en el tuyo. Alzaste la vista y me detuve. Me miraste... me miraste... me has mirado y fue como si esa luz con la que me rociabas penetrara en mi interior, como si en aquel preciso instante el porvenir y la felicidad del loco me fueran reveladas.

Sonreí, como un tonto. Sin saber porqué, en realidad había pasado tanto tiempo desde que no lo hacía que temí que en lugar de una sonrisa vieras una mueca horrible en la que me limitaba a enseñar los dientes.

Volvía a caminar, tu te acercabas y yo quería llegar a ti. No a casa, ya no me importa estar mojado, ya no me importa el tráfico yo quería seguirte al fin del mundo. No podía apartar la vista de ti y me pagaste con una sonrisa y un ligero rubor. Logré convertir en la nada la distancia entre ambos, me costó mucho pues no lograba controlar ni los latidos de mi corazón ni el temblor de mis rodillas. Finalmente llegó, ver tus ojos de cerca, ver tu luz a mi lado, oler tu fragancia, era dulce pero en absoluto femenina.

Te detuviste... no se como lo logré pero te paraste y volví a ver tu sonrisa.

Así nos quedamos, quietos en medio de la acera, mientras un tumulto de gente caminaba apresurada propinándonos más de un empujón. Ninguno decía nada, nos limitamos a mirarnos como cuando un niño encuentra sus regalos la mañana de Navidad. Sentía mi corazón cálido, unido a tu alma.

Al fin me atreví a hablar y dije algo muy cursi, algo que jamás pensé que saldría de mis labios.

- Me muero por decirte que te amo.

No habíamos cruzado palabra, en realidad no hay forma humana de entender porqué sabía que el era el amor de mi vida. Aquel encuentro no fue lógico y sin embargo me enamoré de ti. No se cómo pero ahora teniéndote año y medio ante mi, jurando amarme por siempre ante todos, prometiendo que seré el padre de tus hijos siento que la pregunta que me hacen sobra “¿ Saga, prometes amar a Mu por siempre?”. Sí... si quiero. Al fin la soledad se fue, al fin he encontrado la mitad que había perdido.
Notas finales: Espero que os haya gustado. Un beso!!

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