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Los ojos de la serpiente por Riwanon

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Notas del fanfic:

Ni Naruto ni ninguno de sus personajes me pertenece.

LOS OJOS DE LA SERPIENTE

 

“¡Orochimaru-sama!”, mis gritos resuenan entre las paredes de la habitación. Apenas puedo mantener abiertos mis ojos mientras mi cuerpo se debate entre el dolor y el placer. Él está en silencio, sonríe en una mueca malévola que en realidad no refleja ningún sentimiento. Tan sólo llenan la habitación mis gritos, tan fuertes que todos afuera deben de escucharlos también. Pero no me importa, porque en estos momentos él está ahí sólo para mí. Esta noche no hay nadie más, ni lo habrá mientras me mantenga despierto. Hace tiempo esto solía ocurrir mucho más a menudo, casi cada noche, pero poco a poco cada vez mi señor me llama menos a su lado. Sé, o al menos quiero creer, que no se olvidará nunca totalmente de mí. Aún así, no puedo evitar aferrarme a él cada noche como si fuese la última… porque quizá sea la última. Siempre que él me llama a su lecho intentó grabar a fuego en mi mente cada sensación: sus manos en mi piel, su aliento en mi cuello, el sabor de sus labios, el fuego que hace correr en mi interior. Cuando me llama y estoy con él, todos mis miedos se olvidan. Sus palabras no son dulces, sus caricias no son suaves, pero nada de eso importa. Lo único que importa es que está ahí, sólo para mí. Y me aferró a él deseando que jamás acabase la noche... hasta que no me quedan fuerzas casi ni para respirar. Entonces despierto al día siguiente, solo, empapado en sudor y con las piernas cubiertas de sangre. Y entones la realidad cae con todo su peso sobre mí, porque él no está ni volverá a estar conmigo hasta dentro de mucho tiempo. Porque tiene mejores juguetes con los que jugar, porque cada vez le soy menos útil. La rabia se apodera de mí y es probable que rompa una o dos cosas antes de caer al suelo y llorar… llorar como nunca, como siempre que él desaparece de mi lado. “Voy a traicionarle,” me digo, “voy a hacer que se arrepienta de todo lo que me ha hecho”. Y los siguientes días lo único que hago es planear como voy a hacerlo, como voy a escapar de aquí. Cuando oigo otros gritos escapar de su habitación añado otra idea a mi plan. Pero todo es inútil y lo sé. Pasan los días y las semanas y tengo un plan perfecto que jamás pondré en funcionamiento. Y al final no me queda más remedio que resignarme a que volveré, y otra vez será lo mismo de siempre. Pero es que aunque quisiera escapar no podría. Aunque pudiera escapar, jamás querré. Las heridas de mi cuerpo sanan rápido y las de corazón se olvidan en cuanto le miro y él me mira, con el deseo tatuado en sus ojos de serpiente. “Kabuto,” me llama, “te necesito esta noche en mis aposentos”, y yo debería negarme, debería de impedir que siguiera jugando conmigo de esa forma. “Sí, Orochimaru-sama” le respondo, porque jamás podré rehusarme a hacer nada de lo que me pida. Porque yo, que nunca he sido de nadie, ahora le pertenezco sólo a él. “Sí, Orochimaru-sama”.


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