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LIE TO ME por Kitana

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Iban a dar las once de la mañana, pero eso él no lo sabía. Escuchó pasos en el corredor, aquello le anunciaba que alguien se acercaba a su habitación. Se llevó las manos al rostro, parpadeó repetidas veces intentando aclarar su visión. Aún dolía, pero por fortuna el medicamento estaba surtiendo efectos. La puerta se abrió dejando pasar una tenue luz proveniente del pasillo.

- Tranquilo... solo vine a traerte el medicamento, es hora de que lo tomes. - dijo Marín con voz suave. Intentó hablar pero, el dolor se lo impidió. Ella le ayudó a incorporarse, puso en sus labios la diminuta píldora destinada a calmar su dolor y luego le auxilio a beber un poco de agua. Con suave y afectuoso ademán, ella pasó su mano por la su sudorosa frente y luchó por retirar los mechones que se agolpaban en esa alta frente que tanto disfrutaba besar. -¿Te encuentras mejor? - dijo ella con voz suave, como toda respuesta, él aferró su mano con fuerza... dolía tanto, pero era un consuelo que ella estuviera ahí, confortándolo como antes... - Aiolia... - susurró ella, le besó con suavidad en el oído, depositó suaves caricias en su rostro y le ayudó a recostarse en el desordenado lecho.

- Vas a irte... ¿no es cierto? - dijo él con la voz quebrada, sus ojos se abrieron y recorrieron el rostro de Marín con cierta desesperación, esperaba hallar en sus rasgos alguna señal de que ella permanecería a su lado. No toleraba atravesar solo por esas malditas crisis. Le desagradaba estar solo, pero en especial durante las crisis de migraña que de vez en cuando le atenazaban y que cada vez eran peores.

- Debo trabajar. - dijo ella y después de besarlo en la frente, salió de la habitación. Aiolia hubiera querido alcanzarla, pedirle, no, suplicarle que se quedara a su lado hasta que el dolor pasara.  Pero ella ya se había ido, dejándole asquerosamente solo.

 

Se refugio entre las cálidas mantas añorando el aroma de la piel de su esposa, añorando sus brazos alrededor suyo, enfadado con ella, encaprichado con sentirla a su lado. Pero ella ya no estaba.

 

La crisis terminaría pronto, lo sabía, comenzaba a sentirse mejor. Sin embargo, la sensación de abandono no se iba. Permanecía anclada a su pecho arrancando trozos de su cordura, orillándole a cometer locuras.

 

Un par de horas más tarde se sentía lo suficientemente bien como para salir de su cama. Odiaba aquella casa, la odiaba por encima de todas las cosas y aún así habitaba en ella porque Marín así lo había querido.

 

Se dio una ducha, procurando no pensar, no mirar hacia el jardín trasero de donde habían sido desterradas por siempre las rosas. Odiaba particularmente las rosas.

 

Cuando estuvo listo bajo directamente a la cochera en busca de su auto. No deseaba estar en casa, solo deseaba olvidar, no sentirse solo, no pensar que nada ni nadie le retenía en el mundo pues para todos era prescindible. Detestaba ese pensamiento, pero sin duda era recurrente, detestablemente recurrente.

 

Subió al auto sin preocuparse por nada ni por nadie más que él mismo. En ese momento todo lo que le preocupaba era llenar el hueco que sentía crecer en su pecho, no importaba con que o con quién, solo le interesaba llenarlo. Condujo hasta el sitio donde sabía se encontraría en esos momentos a su mejor amigo, necesitaba distraerse con alguna de las locuras de Milo y dejar de pensar en el deterioro de su matrimonio, era algo que no quería admitir. Pesaba tanto que lo que él creyó sería una vida maravillosa terminara siendo una simple rutina de la que no podía escapar.

 

Bajo de su auto y se colocó un par de costosas gafas de sol. Entró como si nada en el estudio de grabación, a esas horas Milo debía estarse tomando una cerveza, si no es que algo más fuerte, para remediar la resaca que tendría después de una noche loca como las que solía pasar. Y es que Milo era la antítesis de la mesura, con él era todo o nada, solo blanco y negro, ninguna tonalidad intermedia que templara ese extraño carácter. Quizá por eso era que sus admiradores le adoraban fervientemente.

 

Milo era una extravagante estrella de rock que lo mismo pasaba una noche desenfrenada en las discos de moda que iba a un lugar apartado para hacer donativos para evitar la hambruna. En suma era un ser lleno de contrastes y eso, aunque Aiolia no  lo dijera, le agradaba demasiado. Aiolia era la clase de persona que no gusta de llamar la atención, de esas personas que saben bien lo que valen y no por eso lo enfatizan a ojos de los demás.

 

Aiolia reconocía que tenia serías diferencias con Milo, pero no por eso dejaban de ser amigos.

 

Se apersonó en el estudio donde su mejor amigo debería estar grabando su siguiente material, según sabía, esta vez Milo padecía lo que el llamaba  "el suicidio de las musas", o en palabras llanas, se sentía impedido para crear algo medianamente aceptable para los elevados estándares que se exigía a sí mismo.  Pudo ver la alborotada cabellera de su amigo, en esos días la llevaba teñida de un azul eléctrico que, según el propio Milo, acentuaba el color de sus ojos. Sonrió al mirarlo.

 

Avanzó un par de pasos hacía él pero alguien le impidió acercarse.

- Ni se te ocurra interrumpirlo. Al fin ha conseguido concentrarse y por nada del mundo voy a dejar que lo interrumpas.

- Buenos días también para ti Camus. - siseó Aiolia. Camus nunca iba a terminar de agradarle. Nada ni nadie le sacarían de la cabeza que ese estaba enamorado de Milo. Por supuesto que Milo no se había dado ni cuenta.

- Maldita sea... necesito otro condenado guitarrista. - dijo el peliazul. - Camus, no sé de donde pero me vas a conseguir un guitarrista decente. - dijo señalando a Camus. - Hola gato, ¿qué te trae por aquí? - dijo, abandonó la guitarra y se dirigió a Aiolia.

- Nada. Solo necesitaba distraerme un poco.

- Dioses... ahora soy tu maldito payaso, ¿desde cuando deje de ser tu amigo para ser tu payaso? Da igual... vamos a comer algo, llevo veinticuatro horas sin dormir. - dijo Milo entendiendo que Aiolia necesitaba hablar. - Vamos arriba, ¡chicos, tómense un descanso! - le dijo a sus músicos.

 

Subieron la escalera y se instalaron en el enorme dormitorio que Milo poseía justo arriba de sus estudios de grabación.

 

Milo se despatarró en un sillón y Aiolia se tendió en la cama.

- ¿Qué pasó esta vez? - dijo el peliazul sospechando que Marín tenía algo que ver en esa mirada triste de su mejor amigo.

- Lo de siempre... me deja olvidado en casa como a un mueble...

- Y ahora tú vas a salir y te vas a buscar a alguien que te consuele, ¿no es cierto?

- Lo dices como si fuera la cosa más estúpida del planeta.

- A mi parecer lo es... pero, ¿quién soy yo para juzgarte? Da igual. Me tomaré el día libre y tú y yo iremos por la ciudad en busca de aventuras. - dijo Milo sonriendo.

- No... tienes trabajo que hacer, además, por lo que dijo Camus tu bloqueo terminó, estabas componiendo algo cuando llegue.

- Sí... estaba, tú lo has dicho. Necesito un guitarrista, y uno bueno, necesito que sea alguien que valga la pena. - dijo Milo, Aiolia lo miró y sonrió, con lo exigente y perfeccionista que era Milo, sabía que aquello sería muy difícil de conseguir. - Bien... ¿A dónde vamos?

- No sé, ¿qué se te ocurre?

- Un lugar divertido...

- .. Buena música...

- ... Gente linda...

-  Tengo una idea, vamos, mueve las piernas y ven conmigo.

- A Camus le va a dar un infarto. - comentó Milo entre risas.  El peliazul tomó su chaqueta, la billetera y siguió a Aiolia a la salida.

 

Milo no dio explicaciones, simplemente anunció que se iba de fiesta temprano y que quien quisiera unirse estaba invitado.

 

Arribaron pronto a un bar con un aspecto un tanto descuidado. Milo ni se inmutó, simplemente recordó con una sonrisa que había sido en sitios como ese que comenzara su carrera. Entraron en el bar y se sentaron en la barra.

 

Aiolia pidió una botella de whisky, Milo pidió una cerveza.

- ¿Sabes? Estoy pensando seriamente en tomarme un año sabático.- dijo el peliazul.

- ¿Tú? ¿Dejar tu música a un lado? - dijo Aiolia con incredulidad.

- Dije que quería tomarme un descanso, no que iba a dejar de hacer música, sinceramente estoy harto, esto es... asfixiante. - dijo Milo.

- ¿De qué hablas? Tienes toda la atención que quieres, toda esa gente pendiente de lo que haces o dejas de hacer, de todo lo que dices; gracias a eso has hecho cosas buenas.

-Sí... pero al final del día no hay nada más que una maldita habitación vacía, silencio y sueños rotos.

- Deberías escribirlo... - dijo Aiolia en broma.

- Idiota.

- En serio Milo, ¿por qué no te consigues una novia?

- Tú crees que todo lo resuelve tener una mujer al lado, sí eso fuera cierto no estarías como estás ni te encamarías con cuanto chico lindo se cruzara en tu camino.

- No me juzgues, tú también te acuestas con quien puedes.

- Sí, pero yo no le he dicho a nadie jamás que me enamoré.

- Dejemos ese tema.

- ¿Qué vas a hacer? Es decir, las cosas cada vez son peores y tú te la pasas adornándole la frente. Ya te dije que al menos seas discreto, pero parece que te encantaría ser pescado. Eso de pasarle los amantes por las narices a tu esposa...

- ¿También tú vas a juzgarme?

- Quieto león, yo solo te daba mi opinión, es todo. Solo te aconsejo, y no lo hago por ella, los dioses saben que la detesto, más bien es por ti idiota. Viejo, esta situación los daña a ambos, pero más a ti que a ella.

- ¿Por qué crees eso?

- Porque estás sufriendo animal, así de fácil. - dijo el músico, Aiolia se quedó callado, no sabía que decirle. - Me estoy cansando de recoger tus pedazos cada vez que pelean, estoy cansado de ver como  te desgarras por ella... ¿No lo entiendes? No es bueno para ti insistir en esa relación.

- ¿Crees que debo dejarla?

- Lo que yo crea importa un carajo Aiolia, pero si quieres saberlo, creo que ni siquiera debiste casarte con ella. - Aiolia lo miró confundido. - Gato, fuiste mi héroe cuando te la ligaste, cuando dejó a su marido por ti, pero no cuando comenzaste a actuar como un  maldito idiota por su culpa, te está destruyendo, y tú a ella.

- Aún la amo...

- No, no la amas, sí la amaras te darías cuenta de que la estás hiriendo con tu actitud y que esto de ustedes ya no tiene remedio.  Quieres llamar su atención, quieres ser el centro de su vida, pero no la amas. Y no me vengas con que yo no sé lo que es estar enamorado porque sí lo sé.

- No dudo de eso, es solo que... me... me siento confundido. Ella ha sido la persona más importante de mi vida desde que murió  Aioros. No quiero perderla.

- ¡Maldita sea! ¿A qué le tienes miedo? ¿A quedarte solo? Si te sientes solo compra un maldito perro y asunto resuelto, ¡deja de actuar como un idiota! - Aiolia se sobresaltó, Milo perdía fácilmente los estribos  cuando se trataba de la gente que le importaba.

- No sé como hacerlo... tú sabes que nunca he sabido estar solo.

- Con mil demonios Aiolia, solo te diré dos cosas, la primera es que no es tan malo estar solo, aunque me queje, la mayor parte del tiempo disfruto de estar solo. La segunda es que tú nunca has estado solo, me he pasado la mitad de mi vida a tu lado aunque sea como amigo, de lo otro me abstengo, en especial con lo que acaba de pasar entre mi baterista y el tipo de la guitarra.

- ¿Qué pasó?

- Cosas de casados... y como resultado tengo que conformarme con un guitarrista mediocre, y en este maldito momento necesito un guitarrista que no solo sea bueno, necesito al mejor. Como quiera que sea... lo que a ti te pasa es  que no has aprendido a estar solo, es todo.

- No soy como tú.

- Por supuesto que no lo eres, eres mejor que yo en infinidad de formas. Pero estás actuando tan egoístamente como lo haría yo. Gato, te digo esto como amigo, lo mejor para ambas partes es que dejen esto por la paz.

- No sé... ella ha puesto todo de sí en esta relación... -Milo se echó a reír.

- Eso solo tú puedes creerlo. Lo único que ha puesto ella ha sido su persona y a sus infernales cachorros. Fuiste tú el que puso su billetera y su corazón, fuiste tú quien lo dejó todo atrás para estar con ella.

- ¿Lo dices por ti  y los chicos?

- Los chicos y yo somos lo menos importante en ese asunto, me refiero a ti Aiolia, a tus malditos sueños de convertirte en el mejor escritor de este condenado país, ¿dónde quedó todo eso?

- Milo yo...

-  Los chicos y yo entendimos que nada podía seguir como lo era antes, que tenías que vivir. A lo que me refiero es a que tú has sido quien cede siempre, como sea, mejor cierro mi bocaza antes de que comience a ponerme sentimental, vamos a beber, a bailar,  a divertirnos y a olvidarnos de tu esposa cuanto antes.

 

Bebieron y bailaron hasta el amanecer, estaban tan ebrios que el asistente de Milo tuvo que ir a buscarlos.

 

Optaron por dormir en el departamento de Milo. Aiolia no quería ni ver a Marín en esos momentos y Milo no quiso dejarlo ir tan ebrio como estaba.

 

Por la mañana Milo se levantó cuando el teléfono comenzó a sonar. Era Camus.

- Más te vale que sea algo condenadamente bueno y o importante, tengo una maldita resaca infernal. - dijo Milo con voz ronca al responder el teléfono.

- De hecho te tengo dos noticias, la primera es que te quedaste sin baterista, la segunda es que no tienes que preocuparte más por un guitarrista, te he conseguido a uno muy bueno.

- Eso se oye bien, pero antes de que firme, quiero escucharlo.

- Lo supuse, te estará esperando a las doce en tu estudio.

- Bien, eres listo Camus, ¿hay algún candidato a baterista?

-Dos, también los verás hoy.

- De acuerdo... a ver que pasa, espero que sean buenos porque si no te despediré a ti.

- Te agradarán, ya lo verás.

- Eso espero... - el peliazul colgó el teléfono. - Maldita sea, tengo que dejar de beber como anoche... ¿estás despierto gato?

- Sí... tu maldito teléfono suena peor que mi despertador.

- Entonces báñate y ponte bonito porque vamos a salir.

- ¿A dónde?

- A mi estudio, todo parece indicar que me consiguieron un guitarrista y un baterista.

- Paso, es muy temprano para esas cosas.

- Vamos, yo te soporté anoche, ayúdame tú a soportar esto.

- Solo porque eres mi mejor amigo.

- Vamos, báñate, apestas. - dijo Milo empujándolo en dirección del baño.

 

Una hora más tarde desayunaban en un restaurante por demás discreto. Milo devoraba una ración de hot cakes mientras Aiolia lo miraba horrorizado.

- No comprendo como es que tragas de esa manera...

- Con lo que sudo en los malditos conciertos... es lo menos que puedo hacer para compensar. Como sea, come tu fruta y déjame en paz.

 

Después del desayuno se aparecieron por el estudio de Milo. El peliazul estaba algo malhumorado después de un incidente de tránsito más aparatoso que grave. Aiolia se empezaba a plantear seriamente el volver a casa.

 

- Más te vale que de verdad sea bueno ese guitarrista. - dijo Milo a penas vio a Camus. Estaba de un humor terrible.

- Lo es, aquí esta su currículo.

- Su currículo me importa un demonio, quiero oírlo tocar. ¿Dónde está?

- Te espera en el estudio.

- Vamos, ¿qué esperas?- dijo Milo haciendo gala de mal humor.  Entro sin decir ni media palabra a la habitación en que lo esperaba el guitarrista. Ni siquiera lo miró, tenía por costumbre no fijarse demasiado en el aspecto de sus músicos antes de escucharlos tocar. - Toca tu canción favorita. - dijo el peliazul dándole la espalda, el guitarrista asintió con la cabeza y comenzó a interpretar "Fly as a bird" - Excelente... - susurró Milo con una sonrisa en los labios. - Ahora toca Black Magic Woman. - el guitarrista asintió nuevamente y comenzó a tocar. - Bien, bien, ahora, Paint it black.

- No entiendo. - murmuró Camus al verlos, Milo sonreía de un modo en que hacia tiempo no sonreía. Aiolia solo lo miró, esas eran las canciones favoritas de Milo, en especial la primera que el guitarrista había interpretado.

- Suficiente. - dijo, se quitó las gafas de sol y se acercó al guitarrista. - Bienvenido a bordo viejo, estás contratado. ¿Cómo te llamas?

- Kanon Gemini. - dijo el guitarrista, era un poco más alto que Milo, tenía el cabello negro y le llegaba a la cintura. Milo ni siquiera se fijo en lo atractivo que era, estaba impresionado con el talento de su nuevo guitarrista.

- Maldita sea Kanon, gracias a ti podré hacer música de verdad. - dijo el peliazul. - Camus, contrátalo con el doble de lo que ganaba el infeliz que nos dejó botados.

- Te falta escuchar al baterista.

- Kanon lo escoge. Yo me voy a dormir. Dale la tarde libre a todos y deja de fastidiarme durante 24 horas porque voy a escribir. - dijo el peliazul.

- ¿Es así siempre? - murmuró Kanon.

- ¿Te refieres a si siempre hace lo que se le da la gana? Sí.

- En realidad quería saber si siempre le delega responsabilidades tan fácilmente a otros.

- Ah, eso, no, es jodidamente terco y  controlador; solo acepta que las cosas se hagan a su manera. Así que creo que le has caído bien.

- Vaya...

- Ven conmigo Kanon, tienes que firmar el contrato y hacer la prueba para el baterista.

- Ahorra tiempo amigo, conozco a los dos, contrata a mi hermano, es el mejor de los dos. - dijo Kanon. Aiolia se rió de la expresión de Camus, Kanon parecía ser una de esas personas que no se dejan intimidar por nada del mundo. Camus había encontrado la horma de su zapato.

Aiolia decidió irse, sabía que Milo no volvería a aparecer sino hasta que se sacara de la cabeza lo que tenía en esos momentos. Habría querido quedarse un poco más, sin embargo, no tenía nada que hacer ahí, así que optó por irse. Tal vez iría a vagar por la ciudad, o tal vez a visitar a alguno de sus viejos amigos.

- ¿Te vas ya? - le dijo Kanon.

- Sí, Milo no saldrá de ahí hasta que este satisfecho con lo que sea que quiera hacer.

- Mi hermano y yo vamos a almorzar, ¿vienes?

- De acuerdo. - Aiolia no supo ni porque aceptó la invitación de Kanon, en realidad era muy atractivo, impresionantemente masculino y muy sensual.

- Entonces ven, Saga conoce un lugar cerca de aquí decente y barato. - dijo el guitarrista, Aiolia asintió y lo siguió hasta la habitación contigua donde un hombre idéntico a él esperaba con gesto impaciente.

- Ya era hora. - dijo el otro de mala manera. Eran idénticos, salvo por el pendiente que Saga llevaba en la oreja izquierda. - Soy Saga, el hermano mayor de Kanon.

- Solo por quince minutos, se apresuró a aclarar el guitarrista.

- Como sea, ¿tú eres?

- Aiolia.

- Es amigo del patrón. - dijo Kanon mientras buscaba un cigarrillo.

- Te dije que no en mi presencia. - se apresuró a decirle Saga.

- OK. ¿Nos vamos o me seguirás fastidiando?

- Vámonos. - Saga se adelantó, Kanon se veía abochornado.

 

Entraron en el lugar donde almorzarían, Aiolia comenzó a interesarse en el mayor de los gemelos, era muy atractivo. No tenía idea de porque le gustaba más Saga que Kanon, tal ver por ese carácter tan dominante que aparentaba tener.

 

Se sentaron en una mesa apartada, Kanon tuvo que ir al sanitario, Aiolia se quedó a solas con Saga, al principio no le disgustó la idea, pero comenzó a sentirse incómodo al sentir la forma en que Saga lo miraba.

- ¿Qué? - dijo Saga - ¿No te gusta que te mire, o te pongo nervioso?

- Ninguna de las dos cosas.

- ¿Entonces? ¿No sabes como decirme que te gusto y que quieres acostarte conmigo? - Aiolia se sonrojó y Saga se echó a reír. - Tú si me gustas y estaría encantado de acostarme contigo. -  la mirada de Saga le gustó, dibujó una sonrisa en sus labios y decidió tomar la oportunidad que se le presentaba.

- OK, ¿tienes algún lugar en mente?

- Kanon y yo vivimos a dos calles de aquí.

- Vamos.

- ¿Y tu hermano?

- Él se las arregla solo, anda, vámonos, ¿o te estás arrepintiendo?

- Claro que no. - se pusieron de pie y salieron del lugar.

 

Saga lo guió hasta el departamento que compartía con su hermano gemelo. El sitio estaba verdaderamente desastroso, pero a ninguno de los dos  le importó, a penas cruzar la puerta, Saga le arrastró en dirección a un dormitorio, se tendieron sobre la cama deshecha y comenzaron con la batalla de caricias. Saga era todo un experto y Aiolia no se quedaba atrás. Ambos luchaban por mantener el control de la situación.

-¿Qué tal si lo declaramos empate? - dijo Saga con una sonrisa. Aiolia se rió y asintió violentamente.

- ¿Quién...?

- Como sea, me da igual, aunque...

- OK, tu primero. - dijo Aiolia. Saga sonrió y comenzó a acariciarlo nuevamente. Fue una de esas escasa ocasiones en las que disfrutó del acto de sentirse penetrado, generalmente solo lo hacía por compromiso, pero no es esa ocasión. Saga sabía perfectamente que hacer y como hacerlo para que ambos disfrutaran.

 

Minutos después, descansaban sin mirarse, Aiolia le echó una mirada de reojo a su compañero sexual y lo encontró impresionantemente bello, toda una belleza masculina que lo dejaba anonadado.

 

Saga se giró para mirarlo, era más que obvio que estaba listo para continuar. Lo miró de una manera que decía más que un millón de palabras. Aiolia captó al instante la idea y se decidió. Se situó encima de ese provocativo ser que le sonreía con malicia. Saga abrió las piernas como incitándolo, Aiolia no lo hizo esperar más. Se tumbó sobre él y amago con penetrarlo sin más.

- Hey! Eso de ahí es instrumental delicado, si lo rompes lo pagas. - le dijo Saga con descaro. Aiolia no pudo sino echarse a reír.

- Descuida, no soy tan torpe, y te aseguro que lo he hecho antes.

- No, si de eso ya me di cuenta. - Saga se echó a reír, cierto, era tremendamente vulgar, pero tenía su encanto.

 

Se hallaban en mitad de un nuevo encuentro sexual, cuando la puerta se abrió y apareció Kanon.

- ¡Cierra la maldita puerta! - rugió Saga, el rostro de su hermano gemelo fue de la confusión a la ira.

-¡Sal de mi maldita cama! - gritó el menor de los gemelos. Aiolia pudo ver el rostro contorsionado de furia de ambos hombres. - ¡Sí vas a revolcarte con alguien al menos que sea en tu reputa cama! - siguió gritando.

-¡Ja! ¡Cómo si a ti nunca se te hubiera olvidado donde queda tu jodido cuarto! - gritó Saga. Aiolia no sabía que hacer, lo primero que le vino a la mente fue que ese par estaba aún más demente que su mejor amigo. No se lo pensó más, se levantó de la cama y tomó su ropa; mientras los hermanos seguían discutiendo, él se vestía a toda prisa.

 

Ninguno de los gemelos se dio cuenta en que momento el castaño salió no solo de la habitación, del departamento.

 

- Eres un soberano pendejo. - dijo Kanon mirando con desprecio a su hermano que solo se reía cínicamente.

- Ya cállate ¿sí? ¿A quien perjudica que me haya acostado con ese precioso muchachito?

- ¡A nosotros imbécil! Es el mejor amigo del patrón.

-¿Y qué? Si el patrón esta tan bueno como cuenta la leyenda, algún día me acostaré con él también.

- Eres un hijo de puta.

- Más respeto que también es tu madre, cabrón. - dijo Saga levantándose al fin de la cama.

- Eres el rey de los pendejos. - dijo Kanon sentándose en la cama. - Al fin conseguimos un trabajo donde si nos van a pagar y tu la embarras acostándote con el amigo del patrón, hay que ver que eres idiota.

- Por los dioses Kanon, lo dices como si se fuera a terminar el mundo.

- Mejor cállate antes de que me entren ganas de partirte la madre.

- ¿Y tú que? Se te nota en la cara que quieres tirarte al "patrón".

- No toques ese botón hermanito... no lo toques.

- Bah! Te conozco, solo no te enamores de él, me late que es todavía más cabrón que yo. - dijo Saga y se echó a reír.

Notas finales: Gracias a mi beta estrella, cyberia, sin ti esto no hubiera sido posible.

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