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Una noche por Zub_zero

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Notas del capitulo: Al fin salí del closet y decido publicar aquí, bien, espero que sea de su agrado y que lo  disfruten... de alguna manera.
 

Era media noche y comenzaba a impacientarse, consultó una vez más el costoso reloj que se aferraba a su muñeca izquierda y con gesto hastiado se levantó de la cama. ¿Es que jamás iba a llegar? Prefirió no pensar, no desesperarse y no recordar que esa idea había sido un absurdo.

 

Escuchó unos suaves golpes en la puerta. El corazón le dio un vuelco. Jamás era fácil, jamás, en especial si recordaba lo que sucedería en un par de horas. Vaya que odiaba esa parte del trato... pero no tenía opción.

 

Se dirigió a la puerta y la abrió mudando el gesto preocupado en uno que mostraba fastidio y desinterés. Contempló el perfecto rostro que le miraba impávido, inexpresivo, y aquellos preciosos ojos de un azul clarísimo recorriendo con desgano lo que la puerta dejaba entrever.

 

Entra despacio,

Que nadie oiga tus pasos.

 

- Pasa. - dijo a modo de saludo. El otro bajó la cabeza en un gesto que denotaba tristeza y desazón. Tampoco para él eran fáciles aquellas entrevistas. No podía dejar de pensar en el dolor que le producían. - Llegas tarde. - dijo fingiéndose molesto, lejos de estarlo se sentía tremendamente aliviado de tenerlo frente a él.

 

- Lo siento... pero te recuerdo que no eres mi único cliente. - dijo el recién llegado esforzándose por mantener la calma. No quería mirar los ojos del otro, no quería sentir vergüenza una vez más, ni ese agudo dolor que se anidaba en su pecho cada vez que estaban juntos.

 

Mientras tanto,

Si los nervios no traicionan, todo irá bien

 

 

- Sí lo se. No tienes que recalcarlo.

 

- Ni tú tienes derecho a pedirme cuentas. ¿Dónde está mi dinero? - se apresuró a solicitar. Dinero... si, en realidad esa era la única razón por la que ese hermoso hombre estaba ahí, la única conexión posible entre ellos. Echó mano a la billetera y extrajo una buena cantidad de billetes que con gesto despótico arrojó a la cama.

 

- Ahí esta tu dinero, ahora gánatelo. - dijo y le sujetó con fuerza de las muñecas orillándolo a la pared.

 

Y dejemos los besos para los enamorados

Y pensemos en lo nuestro,

Que por eso te he pagado

Aunque esta noche...

Seas sólo mercancía para mí.

 

 

- Ten cuidado, estás lastimándome Death. - siseó el otro con gesto desesperado al ver que sus ropas caían desgarradas al piso.

 

- Cállate de una vez. - dijo y le besó con fiereza.

 

- Sin violencia esta vez. -  dijo intentando evadir un nuevo beso.

 

- De acuerdo Afrodita, será como tú quieres. - dijo Death mostrando una terrible expresión en su rostro.

 

Dejo en tus manos

Lo que hemos acordado

 

Se separaron un momento. Afrodita se apresuró a recoger los billetes que Deathmask había arrojado  sobre la cama y los guardo en algún sitio de sus ropas. Death lo miraba confundido, sin saber que hacer, ni como actuar.

 

Optó por el único lenguaje que podía existir entre ellos. Le sujetó la muñeca y con rudeza la atrajo hacia sí. Afrodita lo miraba con la misma indiferencia de siempre. Sus ojos oscuros se clavaron en la delicada figura del otro. A veces parecía una mujer, pero en ese momento era solamente un hombre, un hombre cansado y repleto de anhelos no resueltos. Alguien como él...

 

La lluvia de hace un rato

Ahora sólo necesito descansar.

Y dejemos que los sueños

Se apoderen del deseo

 

 

- ¿Vas a mirarme toda la noche o vas a cogerme? - dijo Afrodita. Death mask pasó por alto la vulgaridad del comentario y se acercó. No pudo notar que aquello era simplemente un mecanismo de defensa del otro, se sentía herido. A sus ojos, él solo podía ser un rato de placer para ese hombre demasiado fino para alguien como él, para alguien de su oficio.

 

Como habían cambiado las cosas en dos años. Si, tal vez dos años eran demasiado. Tal vez era el momento preciso de sacarlo de escena y olvidar. Pero, ¿cómo te olvidas de algo que ya es parte de ti?

 

Recordemos que lo nuestro

Se me olvidará al momento

 

Deathmask se desnudó para ir a tumbarse sobre él. Lo miró a los ojos hallando solamente frialdad. Sabía de sobra que era peligroso enredarse en una aventura de verdad con él. Que mientras todo fuera sexo ambos estarían bien, a salvo de todo y de todos. Manteniendo las cosas como estaban podría seguir fingiendo que aquello no existía. Podía seguir fingiendo ante todos que no estaba enamorado de un hombre.

 

Tomó las piernas de Afrodita y las abrió lo más que pudo. La larga melena celeste del otro se desparramó sobre la cama dándole un aire de teatralidad al asunto. Le penetró y sintió furia. ¿Cómo podía mantenerse así de quieto, así de indiferente ante un acto semejante? Se preguntó si así sería con todos... Enfureció como de costumbre y comenzó a embestirle con ferocidad.

 

¿Por qué él? ¿Por qué de entre todos los seres había tenido que enamorarse de alguien que se prostituía? Y por si aquello fuera poco, se trataba de un hombre... no podía estar peor. Aquello iba en contra de todas sus creencias, su religión y la educación que sus padres le  habían dado.

 

Como de costumbre, sintió que toda la culpa era de Afrodita, ¿por qué demonios tenía que ser hombre? ¿Por qué demonios había tenido que comportarse como lo hacía? Lo maldijo por ser como era. Lo maldijo porque habérsele metido al corazón de aquella forma en que nadie lo había conseguido. Ni siquiera la mujer que le esperaba en casa con dos hijos.

 

Le enfurecía la idea de que aquello que Afrodita le daba en esos momentos era entregado a quien fuera que tuviera la cantidad exacta para pagarlo. Era sencillamente asqueroso...

 

Aunque esta noche...

Sea sólo unos billetes para ti.

 

Afrodita se mordía los labios para no gritar, para reprimir el llanto que amenazaba con brotar en cualquier instante. Sentía de todo menos placer en esos momentos. ¿Por qué lo amaba? Él nunca había sido cariñoso, ni siquiera amable, él simplemente era así, brutal, sádico, violento...

 

Se repitió por enésima vez que solo eran negocios, que todo lo que había de por medio era dinero. Mentira... de por medio no estaban los billetes que él le entregaba a cambio de su cuerpo. Lo que estaba de por medio era su cordura y su maldito corazón que se negaba a matar ese sentimiento sin esperanza... dolía, ardía, quemaba ese maldito amor que había salido de la nada por el hombre que lo poseía con violento salvajismo en esos momentos.

 

Pienso en los años

Que llevas guerreando

 

Deathmask clavó sus ojos en el perfecto rostro de su amante... no podía olvidar que ese hombre vivía de ir de lecho en lecho, vendiéndose, vendiendo lo único que tenía para poder vivir.  Siguió moviéndose en su interior sin apartar de su mente que ya eran años así, prostituyéndose para vivir. No entendía porque lo hacía, no entendía y no quería conocer los motivos por los que ese hombre en sus brazos ejecutaba el sublime acto amatorio por dinero. Llevaba años así... era muy hermoso, cualquiera desearía estar con él. Pero, ¿qué pasaría cuando los años le cobraran la factura? Seguramente moriría solo y olvidado... igual que él.

 

Sin proponérselo, aplicó una suave caricia en la mejilla de Afrodita. Si, lo amaba, pero era un amor sin esperanza, un amor que había nacido muerto.

 

Con un nombre por bandera

Ahora sólo quiero oírlo una vez más.

 

- Afrodita - susurró una y otra vez mientras le poseía. Afrodita se limitaba a mirarlo, imaginando que él correspondía a su amor, que ese elegante italiano que repetía su nombre al borde del orgasmo le pertenecía a él y solo a él.

 

Y dejemos que lo cierto

Sea lo que imaginamos

 

Afrodita tomó el rostro de Deathmask entre sus manos y lo acarició con ternura, gesto que sorprendió al otro. Una imperceptible sonrisa se dibujó en los carnosos labios del peli celeste mientras se imaginaba que las ansiadas palabras brotaban de esos labios que tantas veces había besado con lujuria. Cerró los ojos y en su mente pudo escucharlo, te amo Afrodita...

 

La sonrisa se ensanchó en sus labios, Deathmask quiso creer que esa sonrisa iba dirigida a él, que al menos, en esos momentos, Afrodita era realmente suyo.

 

Acarició con desesperación los muslos que se pegaban a su cintura, no importaba nada, al menos por ese breve lapso él era suyo y podía  permitirse ser suyo también aunque el otro jamás se enterará de su entrega.

 

Recordemos que lo nuestro

Todavía no ha acabado

 

El orgasmo les sorprendió mirándose a los ojos, Afrodita quiso mantener la fría expresión en su rostro sin éxito. Deathmask enterró el rostro entre la abundante cabellera de su amante y se permitió derramar un par de lágrimas de impotencia y furia.

 

Afrodita se apartó por instinto cuando Deathmask salió de su interior, le dio la espalda. Era el momento. Había llegado la hora de volver a la realidad y enfrentarse a los hechos. Él simplemente era una diversión, algo para ahuyentar la monotonía de la vida de un hombre rico, casado y con hijos. Se repitió una vez más que sin importar cuantas veces lo buscara, llegaría el día en que se hartara de su piel, de su cuerpo y buscara a otro, más joven, más hermoso, alguien que no fuera él.

 

Deathmask abandonó el lecho, abrió las ventanas. Una vez más tenía que dejarlo ir, pero volvería a verlo, no sabía cuando, pero lo buscaría de nuevo. Simple y llanamente le era necesario compartir con él al menos esos ratos de placer que para él eran oro molido.

 

Aunque, por esta noche,...

...por esta noche...

Nos podemos despedir

 

Afrodita salió de la cama y comenzó a vestirse con lo que quedaba de su ropa. Deathmask hizo lo propio. Era el momento de irse.

 

Afrodita se quedó sentado en la cama contando el dinero. Siempre lo hacía, solo por ganar tiempo junto a él.

 

Deathmask lo miró. Se despojó del abrigo y lo puso sobre los estrechos hombros de su amante.

 

- Gracias. - susurró el peliceleste clavando sus ojos en los del italiano. Se puso de pie y le lanzó una mirada indescifrable. - ¿Te veré la próxima semana?

 

- No sé, ¿tanto te importa? - respondió el otro con cierto desdén.

 

- No mucho, solo quería saber si tengo que reservarte un lugar, como te he dicho, no eres mi único cliente. - dijo Afrodita con una sonrisa coqueta que solo servía para ocultar lo deseoso que estaba de recibir una respuesta afirmativa.

 

- Te veré la próxima semana, misma hora y lugar.

 

- De acuerdo. - la sonrisa fue de verdad... al menos lo tendré una vez más, pensaron los dos.

 

 

FIN


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