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Amor De Reyes por midhiel

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Amor De Reyes


Para Zoe con cariño. ^.^

Este fic narra la continuación de los eventos de otra historia titulada “Nunca es demasiado tarde”. En ella, Thranduil y Elrond vivieron un apasionado romance durante su juventud hasta que los deberes de uno y otro los obligaron a separarse.

Con motivo del nacimiento de su nieto, el hijo de Aragorn, Rey de Gondor, y Legolas, su Consorte, ambos elfos se reencuentran en Minas Tirith y descubren, en una noche, que sus sentimientos no han cambiado.

Ésta es la continuación…



Primer Capítulo: Invitación A Cenar

……



En el Salón del Trono ya no cabía ni un alfiler. Toda la Corte estaba allí, junto a los invitados de otros reinos y de las comarcas para la presentación del primogénito de los Soberanos de Gondor y Arnor como su legítimo heredero.

Los invitados se hallaban de pie, formando un semicírculo frente al pedestal, donde los reyes estaban parados junto a una fuente de mármol de forma ovalada.

Legolas, vestido con una túnica blanca y una tiara de perlas, sostenía al pequeño Caram mientras su esposo, en el carácter de Rey, lo bañaba con el agua de la fuente y lo nombraba su sucesor.

Con discreción, Elrond y Thranduil entraron en el recinto. Afortunadamente su condición de elfos les permitía moverse silenciosamente a los oídos de los hombres. Sin despegarse de la pared de piedra, se deslizaron con sigilo hasta un ángulo donde podrían observar la ceremonia sin llamar la atención.

Para su pesar, ésta ya estaba finalizando.

Aragorn terminó de nombrar a su hijo y con delicadeza lo levantó de los brazos de su esposo para presentarlo ante todos.

La Corte vitoreó complacida. El futuro Rey de Gondor acababa de ser aceptado y la línea de los Númenor continuaría reinando por mucho tiempo.


…………..


La jornada transcurrió entre risas y música. Aragorn no había escatimado en diversión, bebidas y fiestas para homenajear a su hijo y heredero. Elrond y Thranduil aprovecharon el bullicio y la algarabía para salir a caminar por los jardines. Ocultándose entre los senderos de arbustos y estatuas, platicaron sobre el tiempo, la ceremonia y la fiesta, eludiendo cualquier mención acerca de lo que había ocurrido entre ellos la noche anterior.

Elrond se sentía ridículo. ¿No estaba considerado acaso el elfo más sabio del Arda? Y Thranduil, reconocido por la soberbia imagen que imponía de soberano de Mirkwood también se sentía incómodo.

¿Por qué evitaban entonces hablar de lo que sentían?

-Adar – llegó sorpresivamente la voz de Legolas a las espaldas de los elfos.

Éstos giraron sobre sus talones y vieron al joven acercándose con una alegre sonrisa. Thranduil recordó su tardanza en la ceremonia y bajó la cabeza, retraído.

Elrond lo notó y enarcó una ceja con curiosidad. No podía creer que el majestuoso Rey elfo pudiese sentirse avergonzado y menos aun demostrarlo. Se notaba a media legua que Legolas era su hijo predilecto.

-Perdona, ion – se disculpó el Rey con una voz que eliminaba cualquier vestigio de arrogancia -. Llegué al final de la ceremonia y tú y tu pequeño se veían espléndidos.

-Me alegra que al menos hayas podido estar presente al final – comentó Legolas, sin rencor. Después se volvió hacia Elrond -. Aragorn también se siente honrado que haya asistido, Lord Elrond.

Elrond asintió educadamente.

-Legolas, imagino que tú y Aragorn deben sentirse molestos con nuestra ausencia – agregó Thranduil -. Pero queremos reparar ese error – lanzó una mirada al medio elfo, que levantó ambas cejas, expresando su confusión -. Deseamos cenar con ustedes y el niño esta misma noche, sin cortesanos ni amigos, ningún tercero. Sólo los cinco, ¿qué te parece?

Legolas observó a su padre con una sonrisa aprobadora.

-Me parece que deberías consultarlo con Estel – intervino Elrond un poco nervioso -. Estamos en plena celebración y…

-No es necesario, Lord Elrond, Estel se alegrará con la noticia –contestó el Príncipe, complacido -. Lo difícil será que nuestro hijo esté presente. Duerme apenas se oculta el sol y sólo despierta por la medianoche para alimentarse. Entonces – miró a Thranduil -, contamos con ustedes para la cena.

-Así es, ion – aseguró su padre.

-Cuenta con nosotros – replicó Elrond sin sonar muy convencido.

Legolas saludó con una inclinación y se alejó por el mismo sendero por el que había llegado.

-¿Por qué nos auto invitamos a cenar? – recriminó Elrond cuando ya el joven no podía oírlos.

-En algún momento debemos blanquear nuestra situación y qué mejor modo que hacerlo ante nuestros propios hijos – respondió Thranduil con una insinuante sonrisa.


………….



-Así que nuestros padres sugirieron una cena para cubrir la afrenta – concluyó Aragorn, molesto. Después del almuerzo, él y Legolas se habían retirado a sus aposentos para preparar al pequeño Caram para su siesta y allí el elfo le había despachado la noticia.

-¿Afrenta? ¡Aragorn! –reprochó Legolas, frunciendo el ceño -. ¿Cómo puedes reaccionar de esa forma?

El Rey se arrojó en un sofá y bufó, irritado.

-¿Acaso no es una afrenta llegar tarde a la presentación de su nieto? ¿Qué pensará nuestro hijo cuando crezca y se entere?

-Eres tan melodramático – rió el elfo. Conocía el temperamento de su esposo y sabía que una sonrisa de su boca bastaba para calmarlo. Sin embargo, esta vez no fue así y Aragorn continuó fastidiado -. Nuestro hijo, cuando crezca y se entere, comprenderá, a diferencia de su padre, que sus abuelos tuvieron algún percance.

-¡Claro! – suspiró Aragorn, sarcástico -. Un percance a la misma hora que su ceremonia. ¡Qué coincidencia!

-¿Qué estás insinuando? – Legolas se molestó.

-No insinúo nada –replicó el nervioso Rey, levantándose del asiento y, sin agregar nada más, enfiló hacia la puerta.

-Aragorn, ¿a dónde vas? – inquirió el elfo, enojado.

-A respirar aire fresco porque aquí no lo tengo – repuso Aragorn escuetamente, mientras salía dando un portazo.

Legolas puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza. A veces, tomar el rol de mediador resultaba más difícil que combatir en una guerra.



………..



Aragorn caminó por los pasillos con un andar tan típico en él que revelaba la irritación que sentía. Los cortesanos apenas inclinaban la cabeza a su paso, temiendo un arranque de cólera del monarca. Pero el Rey ni siquiera se molestaba en mirarlos, su mente estaba en otra cosa: sólo pensaba en su padre y en su suegro.

Así llegó hasta los jardines y decidió recorrerlos para ver si conseguía sosegarse.

“Para colmo el sanador nos advirtió que Caram percibe nuestros estados anímicos”, pensó, resoplando, “y el celoso Legolas no me dejará acercarme a su cuna si nota que no me tranquilicé.”

Con este pensamiento, Aragorn siguió su camino hasta que unos sonidos los alertaron. Parecían cuchicheos y suspiros.

“Algunos enamorados que huyeron de la fiesta”, imaginó el Rey y no pudo evitar sonreír, recordando las incontables veces que él y Legolas habían huido antes, durante y después de la guerra para besarse y regalarse caricias.

Perdido en sus recuerdos, se acercó hasta el lugar de donde provenían los ruidos y tropezó con una piedra. Antes de lanzar una maldición que no lo ayudaría a relajarse, juntó aire y pateó la piedra. Entonces percibió siluetas a través de las hojas de unas plantas. Presa de la curiosidad, quitó las ramas para observar.

Aragorn se frotó los ojos una y otra vez, mientras las órbitas luchaban por escapársele, cubiertas de espanto: detrás de los arbustos, escondidos en el follaje, su estricto padre se fundía en un apasionado beso con su suegro.


TBC

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